Por el camino de Swann: sobre el dopaje amateur y sus impulsos
¿Por qué consumir un producto dopante para participar en una carrera popular? ¿En un trail de montaña, en una marcha cicloturista, en un triatlón?
Marcos Pereda 22/05/2019
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
CTXT se financia en un 40% con aportaciones de sus suscriptoras y suscriptores. Esas contribuciones nos permiten no depender de la publicidad, y blindar nuestra independencia. Y así, la gente que no puede pagar puede leer la revista en abierto. Si puedes permitirte aportar 50 euros anuales, pincha en agora.ctxt.es. Gracias.
“Primero en la Clásica Internacional Lagos de Covadonga y Quebrantahuesos y Vuelta a los Puertos de Andorra (…) IRATI Extreme, Íñigo Cuesta, gané la Vuelta a Castilla y León”. Es un video en blanco y negro, uno de esos cuquis tan de moda. Habla un hombre vestido de ciclista. Enfocan sus piernas, sus manos. Cuenta las carreras que ganó el año pasado, y deja caer que tiene más proyectos para este nuevo curso.
Se llama Raúl Portillo. No intenten buscar las pruebas que domeñó en el calendario oficial de la Unión Ciclista Internacional. No. Son cicloturistas, salidas amateur sin más interés, en teoría, que pasar un buen rato y conocer nuevos parajes. Solo que muchos, cada vez más, se lo toman en serio. Muy en serio. Raúl Portillo es uno de ellos. El dominador, ya decimos. En la Quebrantahuesos, por ejemplo, “venció” bajando por unos segundos de las cinco horas y media. Miguel Indurain hizo seis clavadas. Treinta minutos más que nuestro protagonista. Uno tiene cinco Tours de Francia. El otro ha sido suspendido por la Federación Vasca de Ciclismo hace unos días. No superó un control antidopaje. La sustancia por la que fue declarado positivo aún no se ha hecho pública, así que aquí no vamos a hacernos ecos de las habladurías. Qué más da. Insistamos en la idea. Un tipo de 45 años. No profesional. Ha dado positivo.
Es una tendencia cada vez más repetida en los últimos tiempos, no se crean. Claro que como esto es España, y aquí nos gusta el sainete berlanguiano, a veces la propia idiosincrasia del tema nos deja imágenes para el recuerdo. Sucedió, de nuevo, en la Quebrantahuesos, la considerada como “reina” de las pruebas cicloturistas españolas. La que todo el mundo anhela acabar. Aquella que unos pocos se toman como la competición que no es (que no debe ser). Fue en 2014. Subiendo el último puerto del día, Portalet, marchaba en cabeza Ángel Vázquez. Nada raro, si no fuese porque este tipo estaba sancionado de por vida por la Federación Española de Ciclismo y por la de Triatlón (ya puestos, nunca mejor dicho, doblamos disciplinas) y no podía tomar parte en la marcha. La organización intentó hacerle entender que igual era buena idea poner pie a tierra y hacer mutis por el foro. Nada. Así que se recurrió a la Guardia Civil. Agentes del benemérito cuerpo intervinieron al peligroso cicloturista obligándole a bajar de su bicicleta, no sin antes escuchar quejas, lamentos y algunos insultos. Así somos de majos. Dos años más tarde la Universidad de Granada realizaba una encuesta de carácter anónimo en la misma prueba. El 8,2% de los que contestaron confesaba recurrir, o haber recurrido en alguna ocasión, a los productos dopantes…
Ninguno de ellos, ni Portillo ni Ángel Vázquez, se ganaba la vida con la bici. Tampoco, se entiende, ese 8,2% de dopados confesos (aunque anónimos, recalcamos, habría que coger este porcentaje con pinzas). Hablamos de deportistas amateur, en el estricto sentido de la palabra. ¿Del todo? Bueno, no tanto. Seguramente tuvieran patrocinios privados de marcas relacionadas con su deporte, tiendas especializadas y similares. Ropa, material, quizá cubrir gastos de desplazamiento hasta la zona de las marchas. Una especie de dietas, vamos. Y nada más. Minucias.
Aclaremos. Aquí nos referimos a lo de las bicis por la noticia explicada al principio del artículo. Pero nos vale la idea para cualquier deporte aficionado. Para el (tan popular últimamente) running, por ejemplo. En 2016 la San Silvestre de Crevillente hace controles antidoping por sorpresa a los primeros clasificados. Algunos huyen saltando las vallas de la organización (y nadie les puede alcanzar, porque son runners y corren mucho). Dos años antes hubo una prueba de idénticas características en Salamanca. Solo que se celebró el 28 de diciembre, y así, por hacer la gracieta, se anunció por megafonía que iba a haber controles (no era cierto). La cosa es que no solo varios participantes se dieron de baja allí mismo, entregando sus dorsales, (otros sufrieron misteriosas, y oportunas, caídas durante la trote) sino que un buen puñado se acercó donde los organizadores gritándoles que “eso se avisa” y mentándoles a varias generaciones de ancestros. O en el trail running, donde en los últimos años han existido positivos por sustancias como cannabis, anabolizantes o, directamente, EPO. El atleta Sergio Sánchez, sancionado en su momento con dos años de suspensión por haber dado positivo por EPO, anduvo un tiempo participando (y ganando) este tipo de pruebas populares. Ahora está metido en VOX, sin que nos arriesguemos a ver relación entre unos hechos y otros… También tiene lo suyo el fútbol, ¿eh? En el estudio citado antes sobre dopaje y deporte amateur un 5,7% de “futbolistas aficionados” reconocen tirar de ayudas exógenas. Que seguro que eso no lo han visto ustedes en la prensa, vaya…
Los ejemplos son abundantes. Máxime si tenemos en cuenta que realizar un control de este tipo viene a costar unos 300 euros. O, dicho de otra forma, que son muchas las organizaciones que no pueden permitírselo por motivos económicos. O que hacen pocos. Las hay, también, que no se interesan por estos elementos. Y, desde un cierto punto de vista cínico, pueden tener razón…
No se lleven las manos a la cabeza, porque lo explicamos. Vamos a insistir en una base que quizá no ha quedado suficientemente aclarada. Estamos hablando de deporte amateur. De esas carreruchas a las que usted, sano lector, se apunta los domingos, justo antes de tomar el vermú. No hay premios en metálico (en teoría), solo detalles parecidos a los de las rifas en las ferias. La muñeca chochona. El perrito piloto. Esas cosas. Por no haber no hay ni clasificación, porque es todo oficioso, y en algunos sitios (cada vez menos) incluso se niegan a publicar tablas de tiempos y puestos. Entonces…¿qué sentido el doping? ¿Qué necesidad tengo yo, como organizador, de prevenir algo que solamente está en el interés personal de cada cual? Más allá de la ética, más allá, por supuesto, de la salud. Una carrera popular es, básicamente, salir mucha gente a trotar juntos. Nada más. Cada cual que mire por lo suyo.
Insisto, somos deliberadamente cínicos. No nos lo tengan muy en cuenta.
Porque ahora vamos a lo serio. ¿Por qué? ¿Por qué consumir un producto dopante para participar en una carrera popular? ¿En un trail de montaña, en una marcha cicloturista, en un triatlón? ¿Qué lleva a estos aficionados (padres de familia, con su trabajo, sus otros hobbys, que no se juegan absolutamente nada, que nada pueden alcanzar) a comprar compuestos clandestinos, a veces difíciles de conseguir, en ocasiones bastante caros? Productos que, además, está demostrado médicamente que resultan perjudiciales para la salud, a corto y largo plazo. Planteemos toda la reflexión de seguido. Aparentemente resulta ilógico, incomprensible. Y, sin embargo, sucede. Lean los datos planteados. Busquen más si lo desean. Sucede. Y en una mayor proporción de los que pudiésemos pensar.
Los espíritus de la tierra (dríadas, duendes, elfos, kobolds, trentis, trastolillos) aparecen representados en las leyendas como seres caprichosos, traviesos, que envidian al ser humano por una única razón. Sí, viven cientos, a veces miles de años, pero no poseen alma, y por lo tanto son incapaces de alcanzar la inmortalidad. La trascendencia. Quizá eso mismo es lo que pasa con estos no-deportistas. Que buscan trascender. Al árbol, el libro y el hijo ven cómo se añade ahora terminar una maratón, superar un ironman o bajar de las seis horas en alguna marcha cicloturista. El intento de dejar algo más, de seguir existiendo después de existir. La respuesta ontológica a una pregunta que nadie les hace. Una sensación de (falsa) inmortalidad. El nombre en letras pequeñas entre tantos otros miles, quizá millones. Aunque aparezca antes.
Juega un papel importante también aquí el actual modelo de sociedad. La sobreexposición mediática, la cultura de la imagen, de la noticia rápida, del exhibicionismo a través de las redes sociales. Lo que antes eran comentarios de barra de bar, de cafetería a mitad de salida en bici (los kilómetros, las medias, los días de la semana que se ha podido entrenar) son ahora objeto de escrutinio público casi al momento. Voluntario, sí, pero no por ello menos exigente. Quizá incluso más. Presión autoimpuesta. La dictadura de la belleza, la del salir siempre perfecto en los selfis, la de llegar más allá (más allá de lo que puedes, más allá de lo que se debe) en el deporte.
Trascendencia e imagen pública a partir de la privada. Quizá sean dos formas de explicar lo que viene mostrándose como un problema cada vez mayor.
Deportistas que no lo son, dopándose.
CTXT se financia en un 40% con aportaciones de sus suscriptoras y suscriptores. Esas contribuciones nos permiten no depender de la publicidad, y blindar nuestra independencia. Y así, la gente que no puede pagar...
Autor >
Marcos Pereda
Marcos Pereda (Torrelavega, 1981), profesor y escritor, ha publicado obras sobre Derecho, Historia, Filosofía y Deporte. Le gustan los relatos donde nada es lo que parece, los maillots de los años 70 y la literatura francesa. Si tienes que buscarlo seguro que lo encuentras entre las páginas de un libro. Es autor de Arriva Italia. Gloria y Miseria de la Nación que soñó ciclismo y de "Periquismo: crónica de una pasión" (Punto de Vista).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí