Palabras Mayores
El niño que rodó con Orson Welles
Enrique Laguna, el cameraman, productor de cine y televisión, nominado al Goya en 2010 y ganador del premio a la mejor fotografía en el Festival de Kent, nos acerca a las producciones internacionales en España durante los años 60
Aníbal Malvar 16/06/2019
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Enrique Laguna era buen amigo de Amando de Ossorio, con permiso de Ed Wood, quizá el peor cineasta de todos los tiempos. Ossorio hacía cine de presupuesto ínfimo sobre unos fantasmas templarios que devoraban jovencitas descocadas a las que siempre les quedaba la ropa hecha jirones y algún pecho al aire. Era la época del fantaterror (género cinematográfico de difícil catalogación sin reírse) y del pre-destape, hacia el que Ossorio haría también una incursión con la entonces muy popular actriz Susana Estrada (Pasión prohibida, 1980).
“Era un cine disparatado pero tenía mucho éxito. Y Ossorio era una persona muy especial, un gallego que trabajaba en el NO-DO y a quien todos querían. Mucha gente, como yo, colaboraba con él gratis. Él mismo, con cera y pintura, fabricaba en su casa las máscaras y las manos de los templarios zombies. Y los barcos fantasma también los manufacturaba él. Pero su cine, aunque era muy malo, tenía bastante éxito. Y productores se embarcaban en los proyectos de Ossorio porque eran películas baratísimas y de rentabilidad segura.”
Pero en el elenco de personajes a los que conoció Enrique Laguna, Madrid 1950, cameraman (se decía así) y productor de cine y televisión ya jubilado, hay personajes de más relumbrón: Orson Welles, Samuel Bronston, Fernando Fernán Gómez, Clint Eastwood, Gonzalo Suárez, Narciso Ibáñez Serrador, Andrés Vicente Gómez (“un caballero del cine, un genio”)…
Tú empezaste de meritorio siendo todavía un chaval...
Hay y ha habido directores fantásticos en este país que han hecho grandes películas -Saura, Cuerda y otros muchos más-, y que los pobrecitos se han retirado con guiones bajo el brazo, sin nadie que los produjera
Pasar el meritoriaje era en aquella época imprescindible para hacer cine. Bueno, imprescindible para la mayoría. Para la gente que estaba conectada o era familiar de alguien del sindicato vertical de la época, no era tan necesario. No podías trabajar si no tenías carnet profesional, y no podías tener carnet profesional si no trabajabas en el cine. El meritorio era una especie de aprendiz que no cobraba. Trabajaba en las cosas más bajas de cada especialidad. Después, si tenían a bien los jefes de equipo, te daban una carta en la que decían que te habías portado muy bien y que eras muy bueno, y eso te servía para que haciendo tres, creo que eran tres o cuatro películas de meritoriaje, tuvieses un carnet profesional para poder ser ya contratado como auxiliar.
El método hoy se consideraría explotación infantil, pero me da la impresión de que hablas de aquella época con bastante cariño.
La verdad es que la figura se perdió hace mucho tiempo. Como el aprendizaje en el resto de trabajos en España. Y, sin embargo, sí servía para hacer una buena criba. Había que tener mucha paciencia y aguantar mucho idiota para terminar una película como meritorio.
Hiciste de meritorio en Campanadas a medianoche (1965) siendo prácticamente un mocoso. ¿Cómo era Orson Welles?
Conocí a Welles en Campanadas a Medianoche gracias a que mi padre ya había colaborado con él en una película anterior, Mister Arkadin (1955). Yo en aquella época tendría 13 o 14 años. Estaba estudiando el bachiller y aprovechaba el verano a ver si conseguía sacar la carta de meritoriaje. Fue una experiencia conocer a Welles, aunque era una persona que apenas hablaba con nadie y tenía unos comportamientos extrañísimos; pero de cualquier forma te dabas enseguida cuenta que controlaba absolutamente todo. Rodar con él era toda una experiencia.
En tus primeros pasos en el cine, coincides además con el auge de las grandes superproducciones extranjeras en nuestro país. El Cid, Doctor Zhivago, Rey de Reyes, 55 días en Pekin...
En aquella época, en los años 60, el cine español tuvo la gran satisfacción de recibir al cine norteamericano, bueno, al cine internacional más que americano. Las grandes películas de la época se empezaban a rodar en España. Quizá, entre las primeras, Espartaco de Stanley Kubrick. Después Samuel Bronston se llevaba a los mejores técnicos de España. Esa época hizo escuela. Fue una época dorada. Por fin el cine español empezó a parecerse a una industria. Tanto Bronston como otros productores y directores de grandes presupuestos venían a España porque era infinitamente más barato. Y, además, ya contábamos con unos equipos profesionales que competían perfectamente con los técnicos americanos; pero el factor fundamental residía en que era mucho más barato.
Bronston, que era ni más ni menos sobrino de Trotski, fue quizá el que más se implicó con España.
Ni siquiera en Hollywood entendían cómo se podían estar haciendo en España películas más grandes que las que se rodaban en Hollywood. La razón era que había mucho dinero de los Estados Unidos, dinero americano, ayudas, que debía España a esas empresas americanas. El Estado español dictó una ley de inmovilización de capitales que fue la fórmula para que ciertas empresas americanas, petróleo, cine, automoción... pudiesen cobrar esas deudas a través de la producción en España.
Hoy todo aquello suena legendario, casi mitológico.
Gracias a aquellas grandes películas se forjaron muy buenos profesionales en España. A veces, entró gente que no había pensado jamás en dedicarse al cine. Uno de los grandes especialistas en efectos especiales, Baradit, que ya no vive, era taxista y desde Barajas trajo a la persona que iba a hacer los efectos especiales de Lawrence de Arabia con David Lean. Necesitaba este hombre un ayudante y se quedó con él. Y ahí empezó para él una nueva vida. Pasó a ser un referente internacional importante como creador de efectos especiales. Hay otros muchos casos. Botones de hoteles, a los que se contrataba porque hablaban algo de inglés, que empezaban como ayudantes en la dirección o en la producción. Y la verdad es que salieron algunos enormes profesionales que después no solo trabajaron en España, sino en todo el mundo. Gil Parrondo, Cecilio Paniagua, Berenguer y otros muchos. Esos si que formaron escuela para nosotros cuando empezábamos.
¿Cómo han afectado los cambios tecnológicos trepidantes de las últimas décadas a aquellos profesionales?
En cierto modo, muchos de estos grandes técnicos en cine, al tener que enfrentarse a nuevas tecnologías y con la poca bibliografía, educación o escuelas que había, pues quedaron retrasados, obsoletos. Hasta hace muy poco tiempo, los grandes del cine, los más famosos, se oponían rotundamente y decían que el cine tenía que hacerse con película, con celuloide. Había un desprecio infinito a la imagen electrónica.
¿No fue tu caso?
Durante mi época en la Escuela de Cine, en la oficial, tenía grandes broncas y diferencias con muchos de ellos. Y les decía que el cine, tal y como lo habíamos conocido, estaba enfermo, pero de muerte. Hoy ya no existe un solo laboratorio cinematográfico en España, y creo que queda uno en Italia para hacer copias. Pero cerrará dentro de nada. Kodak desapareció. La nueva técnica de cine nos proporciona herramientas maravillosas. Aunque sí es verdad que se marginó a los últimos grandes del cine. Sobre todo a los directores de fotografía.
Eran los largos estertores del franquismo. El cine estaba muy vigilado. La censura era tremenda y caprichosa.
Es evidente. Yo recuerdo todavía aquellas películas del franquismo, donde te asegurabas algún premio del sindicato si rodabas la vida de un santo o cosas por el estilo. Es cierto que, por otra parte, crisis en el cine español ha habido siempre. Quizá aquellas medidas del franquismo para proteger el cine español no serían mal recibidas ahora. Por ejemplo, la cuota de pantalla de cine extranjero y el crédito sindical. Ciertamente hay ahora una idea de que partidos de derechas, el Partido Popular en concreto, maltrata al cine por el hecho de que ve una actitud crítica en sus exponentes más conocidos, que normalmente suelen ser actores. Es cierto que puede haber un movimiento de actores y directores que se han manifestado y se han significado políticamente contra los gobiernos de derechas; pero casualmente, los que ganan y los que mueven la industria son los productores. Y, que yo recuerde, no hay mucho productor que sea muy de izquierdas.
Da la impresión de que ese ataque presupuestario a nuestro cine puede ser, además, un mal negocio. El cine es también un reclamo turístico importante, además de una industria que puede dar de comer a mucha gente. Y España es un plató impresionante.
En España ha maltratado al cine la clase política, los dirigentes, y también el público en general
La mayoría de los profesionales extranjeros estaban encantados de trabajar en España. Recuerdo una película de Stanley Kramer, Orgullo y pasión. Esto no lo viví personalmente, claro. Yo era un niño. Pero en esa película salen unos decorados increíbles, la catedral de Santiago de Compostela, las murallas de Ávila, la catedral de Toledo. Cuando regresa Stanley Kramer a los Estados Unidos, le cuesta trabajo explicar a sus amigos productores y a la gente del cine que todos esos decorados estaban hechos, y que encima era casi gratuito el rodar en ellos. También les sorprendía el trato que recibían, lo bien que comían, el clima, el tiempo. Estaban encantados con todo lo de aquí, Clint Eastwood era un enamorado. Los americanos lo pasaban genial aquí. Además, el whisky era mucho más barato.
Al margen del aspecto político, el público español nunca ha demostrado una excesiva pasión por su propio cine.
España es un país muy cruel con sus héroes. Siendo yo muy joven, José Manuel Urtain era un gran boxeador, todo el mundo hablaba de él, era una especie de orgullo nacional. Pero, cuando se retiró, empezaron a divulgarse los chismes, los chistes y los desprecios más increíbles y crueles hacia el pobre hombre, y terminó suicidándose. Lo mismo sucede con actores, con directores. Hay y ha habido directores fantásticos en este país que han hecho grandes películas --Saura, Cuerda y otros muchos más--, y que los pobrecitos se han retirado con guiones bajo el brazo, sin nadie que los produjera. En España ha maltratado al cine la clase política, los dirigentes, y también el público en general. Se hacen colas alucinantes por ver una película de medio pelo y, en España, según el ministerio, se ruedan unas 100 películas al año, películas que no ven ni los curiosos. Muchas ni se estrenan y la mayoría de ellas pasan desapercibidas. Ha sido siempre muy injusto el público español con el cine propio.
Otra de tus facetas curiosas es tu constante apoyo a gente que empieza. Has hecho infinidad de cortometrajes de forma altruista, incluso poniendo dinero de tu bolsillo, tus cámaras…
Eso es una cosa que se ha venido haciendo siempre. Los comienzos en cine eran muy duros. Ya no existe, por supuesto, el meritoriaje, y hoy día hacer un corto, demostrar que tienes talento para hacer un audiovisual, es mucho más barato. No tienes que comprar negativo, que era carísimo; no tienes que pagar laboratorio. Con una cámara de 500 euros, unos amiguetes y un poco de talento puedes rodar una cosa decente. Hace tiempo no era así. Tenías que pedir favores, dinero y ayuda sobre todo a los profesionales, que participábamos de forma gratuita. Yo he seguido con esa línea, porque sé lo difícil que es, aún siendo un profesional bueno de cine, vivir de lo que se gana. En mi caso, aun siendo un enamorado del cine desde niño, yo he ganado más dinero en el periodismo y en la televisión.
¿Qué puede hacer nuestra clase política por el cine?
El futuro del cine está en dejar de inventar. Que cada ministro de cada gobierno intente hacer una nueva ley para salir en los periódicos, y cosas por el estilo, no ayuda en absoluto. La prueba, por ejemplo, es Francia. Yo entiendo que a muchos franceses no les gusta ni su cine. Sin embargo, fomentan la protección a su industria, que en Francia sí es una industria, y cada vez hacen mejor cine. En España, sin embargo, no se toma en serio este aspecto industrial. Nos toman por una banda de titiriteros, aventureros... Pero no. El cine da mucho dinero, dinero que revierte de inmediato. Un amigo ha hecho hace poco una película en los Estados Unidos. La ciudad de Nueva York le devolvió todos los impuestos, y aparte tuvo otros beneficios, aportaciones del propio estado de una película española rodada en Nueva York. Aquí sin embargo tienes que ir como un pedigüeño a diputaciones, asociaciones, al ministerio… Y sobre todo tener un amigo en una televisión, porque, de otra forma, no harás cine nunca.
Por la última película que produjo y rodó (El discípulo, de Emilio Barrachina), Laguna estuvo nominado al Goya y ganó el premio a la mejor fotografía en el Festival de Kent. Pero de eso no habla en la entrevista. Arrincona el detalle de un manotazo. Compartió whiskies con Clint Eastwood. Es un tipo duro.
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