CRÓNICAS GONZAS
Propietarios y explotados: una vieja historia
Torre-Pacheco es un municipio murciano con un 30% de población migrante. En las últimas elecciones, Vox consiguió el 24,91% de los votos y se erigió como primera fuerza política. Intentamos desentrañar por qué
Santini Rose 22/05/2019
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Al dueño del Híper Maxi no le interesa la política. Nació en China hace 40 años. Lleva uno y medio trabajando en Torre-Pacheco. Cuando le preguntamos por los resultados de Vox en las elecciones generales, se encoge de hombros. “Trabajo mucho y apenas tengo tiempo para hablar con la gente de aquí, aunque he oído que se dice que hay muchos inmigrantes que roban, yo he tenido que aumentar la seguridad, por ejemplo”, dice, señalando la puerta con la cabeza. A las seis de la tarde, el aparcamiento del bazar situado a la entrada del pueblo, junto a la gasolinera El Pasico, es un desierto. El panorama es el mismo de camino al centro, Avenida Baltasar Garzón. Una mujer de unos 30 haciendo deporte. Otra con hiyab. Un chaval, brazos de salchicha seca, con la camiseta de Amrabat. Se respira una calma tensa. Como si hiciera demasiado tiempo que no sucede nada. Como si algo gordo –algo que pesara toneladas– estuviera a punto de llegar. Como si se hubiera cumplido aquel deseo de Juan Enciso, el exalcalde de El Ejido que dijo que “a las ocho de la mañana, todos los inmigrantes son pocos. A las ocho de la noche, sobran todos”. El cielo, gris mohoso, tampoco ayuda.
Torre-Pacheco es un pueblo situado en el sureste de la Región de Murcia, en la llanura del campo de Cartagena, a 8 kilómetros de la costa del Mar Menor. El pasado 28 de abril se convirtió en uno de los 72 municipios españoles –el único en Murcia– que eligieron a Vox como primera fuerza política. El partido de Abascal consiguió un 24,91% de los votos, casi cinco puntos porcentuales por encima del PSOE –primer partido del bloque progresista: PP y Ciudadanos quedaron segundo y tercero, con el 22,58 y el 19,98% de los votos, respectivamente– y confirmó lo que se intuía tras las elecciones andaluzas. Lo explica el doctor en Sociología Andrés Pedreño: “Era fácil deducir que en Murcia iba a pasar lo mismo que en las poblaciones de Almería con economías basadas en la agricultura intensiva y con mano de obra inmigrante [un tercio de la población de Torre-Pacheco, de unos 36.000 habitantes, es migrante]. Hay una correlación evidente”. La Región de Murcia se ha convertido en un caladero de votos para Vox: mientras que la media española se sitúa en torno al 10% de votos, aquí ha alcanzado el 18,64%. Además de ganar en Torre-Pacheco, la formación de ultraderecha quedó en segunda posición en Mazarrón, Fuente Álamo, San Pedro del Pinatar, San Javier y Lorquí. “La Región de Murcia ha demostrado siempre ser muy conservadora –explica el sociólogo Miguel Ángel Alzamora–, hablamos de un lugar en el que el PP lleva gobernando 30 años, en el que la economía se basa en la agricultura y en el que se hinchó como en pocos otros la burbuja inmobiliaria, con proyectos faraónicos como aquel objetivo de los 50 campos de golf, por ejemplo. Eso nos habla del perfil político que se valora aquí”.
En la calle del Cuatro Rosas, uno de los bares más emblemáticos, hay un supermercado árabe. Nasser prepara dulces marroquíes tras una vitrina, a la izquierda de la entrada. Dice que a los jóvenes les cuesta seguir el Ramadán y que muchas madres utilizan estos postres como cebo. Suele funcionar. Nasser llegó a Torre-Pacheco en 1994. Tiene 42 años. Cuenta que su comunidad está expectante ante Vox: “No sabemos qué va a pasar, este partido acaba de llegar, pero si hacen leyes, esas leyes serán iguales para todos, porque nosotros también somos ciudadanos y lo que no tenemos es ningún miedo”. Asegura que en 25 años no ha sufrido ni un atisbo de racismo: “Si vas a lo tuyo y no te metes con nadie, aquí nadie te va a poner ningún problema, es mentira eso de que haya muchos problemas entre la gente de aquí y los que venimos de fuera, la convivencia es totalmente normal”.
“En Vox saben muy bien que en Murcia tienen que apretar la tecla del discurso anti inmigración, aunque yo creo que sus votantes son muy conscientes de que la mano de obra inmigrante es de vital importancia en este sistema de producción. Simplemente expresan políticamente lo que ya se venía expresando en otras prácticas sociales: al inmigrante se le quiere como trabajador y no como ciudadano, nos molesta cuando se convierte en ciudadano y reclama derechos, convenios colectivos, participación en la plaza pública o acceso a la educación”, explica Pedreño. El voto a Vox refleja, según el profesor, “un deseo de plusvalía absoluta, con un trabajador explotado al que no se reconoce como ciudadano”.
Según ambos analistas, otro de los pilares del discurso de Vox en Murcia es el agua. “En Murcia cala el mensaje de la eliminación de las autonomías y de mano dura con el independentismo catalán porque no tenemos una identidad regional, tenemos lo que en sociología se llama una identidad hídrica, que se construye en torno a la necesidad de agua”, dice Alzamora. Para Pedreño hay algo de ficticio en la forma en que Ciudadanos y Vox recogen la bandera del Agua para todos, el discurso hegemónico de los gobiernos regionales del PP durante los años de la burbuja inmobiliaria: “Ellos hablan de interconexión de cuencas, es decir, que todas las cuencas estén conectadas como tuberías, y eso no es algo factible, porque las cuencas que tenemos alrededor están sometidas al mismo estrés hídrico que la nuestra, en la cuenca del Tajo, por ejemplo, hay problemas muy parecidos a los nuestros”.
Victoria tiene 33 años. Hace dos se subió a un avión junto a su marido y su hija. Dejó Colombia para reunirse con su madre, que lleva en Torre-Pacheco desde 2007. En el parque de la plaza Don Amalio Fernández Delgado, a una manzana del Ayuntamiento, Victoria balancea a su hija en un columpio. Justo enfrente, en un banco resguardado por un panel carcomido por la propaganda electoral, su madre se abanica. “Lo primero que sentí cuando vi que aquí ganaba un partido como Vox fue una tremenda decepción. Dije: ‘¿De verdad esto es lo que se quiere aquí?’”. Cuenta que espera que los jóvenes reaccionen en las autonómicas del domingo: “Yo creo que la mayoría de gente que vota a Vox es mayor, gente que se queda en el discurso fácil, en las mentiras, y cree que en España solo pueden vivir los que nacieron aquí”. Victoria se siente integrada en el pueblo, y dice que el sentimiento es común en la población latina: “Creo que con los musulmanes es diferente, supongo que el idioma es una barrera grande, pero además creo que hay cierto temor a su cultura y sus creencias”.
“Tampoco podemos olvidar el componente del voto de castigo –recuerda Alzamora. El PP no tiene ya la impunidad de antes, se están cerrando desaladoras ilegales [se calcula que existen unas 1.200 en la llanura] y hay, por ejemplo, una denuncia en la fiscalía que va a llevar a algunos propietarios a juicio por la contaminación del Mar Menor. Ya no puede prometer a los grandes y medianos propietarios lo que prometía antes, y eso crea un voto resentido”. Pedreño va por la misma línea: “Los propietarios del campo de Cartagena han demostrado que necesitan operar al margen de muchas regulaciones del Estado, incumpliendo directivas comunitarias de uso de nitratos [causantes de los alarmantes niveles de contaminación del Mar Menor] o abriendo desaladoras ilegales. Vox ofrece eso, una rebelión contra el Estado. Contra las regulaciones del Estado. Hasta que no se demuestre lo contrario, Vox es una escisión del PP. Es el partido de los propietarios y de su imaginario”.
En un banco de la plaza del Ayuntamiento, de espaldas al kebab Fontes, Salif ríe y agacha la cabeza cuando le preguntamos cómo está en Torre-Pacheco. “Mucho racismo, amigo, mucho racismo” dice, mientras niega con la cabeza. Salif es malí. Tiene 30 años. Estuvo un año trabajando en Almería y lleva aquí cinco meses. “Allí estaba mejor, pero me pagaban muy poco; aquí no me pagan todas las horas que echo, pero salgo ganando. Lo que pasa es que me tratan muy mal, y somos los únicos que trabajamos en el campo, pero nadie quiere que seamos vecinos, solo mano de obra barata…baratísima”, remata. Dice que no sabe qué hacer: “De momento, trabajaré lo que pueda, después pensaré si irme a otro sitio o quedarme”.
CEPAIM es una fundación que trabaja la integración de los migrantes desde diversos ángulos. Su director, Juan Antonio Lucas, dice que Torre-Pacheco debe su crecimiento a la presencia de migrantes. “Sin embargo, observamos que acaban asimilándose mensajes falsos y estereotipados, por ejemplo, es falso que nos quiten las ayudas, o el mensaje del miedo, que también es falso: en cuanto a delincuencia, estamos en la media española, y tenemos mucha más población migrante que la media española”. Lucas considera básico invertir en integración: “Hay que generar espacios de relación, que no sean ni para los autóctonos ni para los migrantes, centros de ciudadanía para poner rostro a todo el mundo. Cuando se da ese paso, nos damos cuenta de que muchas de las problemáticas son comunes: empleo, vivienda…”. Ana Rodríguez es trabajadora social y colabora con varias entidades en Torre Pacheco. Como Lucas, cree que hay que dar un paso desde lo público: “El PP no ha movido un dedo en política social en todo este tiempo, y así, solo con las actividades que montamos desde las oenegés, es imposible, porque hacemos jornadas de convivencia y no viene casi nadie autóctono”. A diferencia de la mayoría de personas migrantes con que hablamos, Rodríguez confiesa cierto temor a que los resultados de las generales se repitan en las municipales: “Creo que institucionalizar ese mensaje de odio podría ser algo parecido a una distopía”. Lucas también apunta a la educación, pero con un matiz: “No vale de mucho que los niños vayan a colegios si luego son colegios segregados, que aquí hay colegios con un 80% de alumnos que son hijos de migrantes. Eso es crear guetos: segregación escolar como fruto de la segregación territorial. Si no es a través de la educación y de la generación de vínculos, será imposible combatir los mensajes de odio”.
De vuelta al coche, cruzamos el skatepark. Un grupo de niños se nos acerca corriendo. El líder, 12 años, marroquí, espigado, lenguaraz, nos enseña un dibujo de la bandera española y el logo de Vox. Dice que el profesor le ha echado la bronca y que quiere que gane Vox, porque así le saldrá gratis el billete a Marruecos. Los otros ríen. El grupo se dispersa. Justo antes de darnos la vuelta, otro, sobre un scooter, nos pregunta:
—¿Y pa qué habéis venido, pa ver la mierda que tenemos aquí?
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Santini Rose
Santini Rose, seudónimo bajo el que escribe Santos Martínez (Fuente Librilla, 1992), es periodista. Hubo un tiempo en que las abuelas de su pueblo pensaban que tenía en sus manos el futuro, pero eso ya no lo piensa nadie. Autor del libro de relatos Mañana me largo de aquí (La marca negra ediciones).
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