PERFIL
Historia ilustrada del populismo: el caso de Juan Hormaechea
El político resultaba explosivo, polémico, verborreico. También, a su manera, atractivo. Atacaba a todo y a todos
Marcos Pereda 12/06/2019
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
¿Qué es populismo?, dices mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es populismo, Juan Hormaechea? ¿Y tú me lo preguntas?
Populismo… eres tú
Usted. Sí, sí, usted. Querido lector millenial. A usted va dirigida esta pieza. Porque se habrá cansado, en los últimos meses, de leer la palabra “populismo”. Y puede que, dentro del marasmo de superinflación mediática piense, cándido, que eso es cosa de modernos. Inventada por los sanos muchachotes de ahora. Y oiga… no. Por eso le invito a que conozca conmigo una historia escalofriante. Tremebunda. Una que nos habla de un país que ya no existe (ejem) y de un tiempo que es solo pasado (doble ejem). Acompáñeme hasta Cantabria. Años ochenta y noventa. Le voy a hablar, redoble de tambor, de Juan Hormaechea.
¿Partidos? ¿Etiquetas? Eso es para los pobres, para quienes no tienen flow. Para los que no son Juan Hormaechea. 34 añitos, aun en dictadura, y ya era concejal de Santander por el tercio de familia (una cosa muy fea en la que solo votaban padres y, desde 1970, mujeres casadas).
Ahí empezó su fulgurante carrera el jovencito Juan. En 1976 será teniente de alcalde, alcalde en 1977 y tras las primeras elecciones municipales, 1979, es escogido como regidor de la capital cántabra. En las filas de UCD, primero de los varios partidos donde militó, constó o firmó actas. Como quieran llamarlo. Hormaechea solo respondía ante Juan Hormaechea. Era su única corporación. Cuatro años más tarde repite en el cargo, esta vez como independiente dentro de las filas de la Coalición Popular. Después…el estrellato.
El gran salto.
Hormaechea resulta explosivo, polémico, verborreico. También, a su manera, atractivo. Populismo de primera, vaya. Atacaba a todo y a todos. Un día decía que España no existía, al siguiente comentaba que le fascinaba la idea de la autodeterminación, después se negaba a retirar una estatua de Franco porque él “no la había puesto allí”. Todo salpicado con citas más o menos cultas, de Marcelino Menéndez Pelayo a Trotski, de un poeta simbolista a Lenin, desde José María de Pereda hasta el Mariscal Ney. Y perlas, muchas perlas. “Soy socialista en lo ideológico y conservador en lo económico”. “Los manifestantes contra el aumento del paro son unos vagos y unos hipócritas”. “Estoy a favor de legalizar el aborto y todas las drogas”. “La oposición contra Franco era antidemócrata y autoritaria”.
En 1987 alcanza la presidencia de Cantabria1. Lo hace de la mano de Alianza Popular, pero como independiente. No era su partido, jamás lo sería. A Hormaechea le gustaba lo de “una persona, un voto”, y que esa persona fuera él.
Desde el primer momento, polémicas. Desencuentros. Curiosamente la mayoría con sus “correligionarios”. Se queja de injerencias para formar gobierno. “La política es crear riqueza, y algunos pretenden crear riqueza para sí mismos”. Pelea con todos por todo. El Parlamento reprobó hasta en tres ocasiones su persona, la última de ellas por usar la administración autonómica “con criterio patrimonialista”. Una joya, vamos. De esas que arrancan sonrisas cínicas cuando atizan a los de enfrente y te hacen brotar exabruptos cuando las hostias llegan a los tuyos. Hoy las tenía tiesas con Manuel Huerta, conservador alcalde de Santander. Mañana llamaba a Miguel Ángel Revilla (sí, amiguitos, ya andaba por allí) cosas tan feas como “vil gusano”, “sucio de aspecto” o “vendido al PSOE”. Ya ven. Unas risas.
El momento álgido se produjo a altas horas de la madrugada (este tipo de cosas siempre pasan a altas horas de la madrugada) en el santanderino pub El Proyector. Primer día de noviembre de 1990, y nuestro populista preferido había tomado unas cuantas copas por aquello de celebrar Halloween, en otra clara muestra de ser un adelantado a su tiempo (en la época lo habitual era encerrarse en casa, leer “Don Juan Tenorio” y poner cara afligida). La dipsómana fiesta se fue de las manos sobre las cuatro de la mañana, cuando al presidente de Cantabria se le empezó a soltar la lengua. Lo que no sería demasiado grave de no haber estado allí unos cuantos periodistas. Debió de ser una melopea de las gordas. Primero Hormaechea cantó el himno falangista “Montañas Nevadas” (brazo en alto, por guardar las formas), antes de afirmar, en afortunado retruécano ideológico, que Cantabria no es España. Una vez cogió carrerilla, y ante lo que debió ser el decimoquinto o decimosexto cubata, Hormaechea arremetió contra su propio partido. A Fraga lo definió como un “hijo de puta”. A Aznar lo llamó “Charlotín” (ojo ahí), y declaró que no era de fiar alguien “que solo se acuesta con su esposa”, y sobre Isabel Tocino, enconada rival en los populares cántabros (y futura Ministra de Medio Ambiente), balbució que “aunque se desnudase lentamente delante de mí no me daría ni para masturbarme”. Ah, por aquello de rebajar tensión acabó la velada interpretando un tango de forma arrobada y ebria. Como se debe hacer, vaya.
Parecía el fin de Juan Hormachea. El cinco de noviembre la dirección nacional del PP promueve moción de censura contra el lenguaraz (y a ratos resacoso) presidente. José María Aznar fue claro: “Se nos está planteando la opción de mantener en términos indignos el poder o perderlo. Y yo digo que nunca dudaré en la elección”. Bellas palabras, sin duda...
¿Consecuencias? Pues bochorno. Varios diputados populares se fueron con Hormaechea a un nuevo partido que él mismo crea y que se llama UPCA (Unión para el Progreso de Cantabria, sin que quede demasiado claro a qué “unión” y a qué “progreso” se refiere). El Grupo Mixto se convierte en el más numeroso del Parlamento cántabro (con 15 escaños quedaba no muy lejos de la mayoría absoluta marcada en 19), y 39 alcaldes del PP se pasan a UPCA (sobre un censo de 102 municipios no está nada mal ¿eh?). Qué risas. Al final hay otra moción de censura, aprobada con 26 votos a favor (entre ellos los de algunos tránsfugas del PP), 12 en contra (los nuevos muchachos de UPCA) y una abstención (de un exdiputado socialista, porque puestos a hacer gracietas vamos a reírnos todos).
Se forma un Gobierno de gestión hasta las elecciones de mayo de 1991, presidido por el socialista Jaime Blanco. Fueron pocos meses pero dieron bastante de sí, porque cuando los nuevos técnicos se pusieron a examinar documentos (raíces cuadradas, me llevo una, aquí sumo y aquí resto) resultó que las cuentas de Hormaechea eran, pásmese el lector, poco acordes con la realidad. Digamos que el anterior Ejecutivo había fijado la deuda en 46.000 millones de pesetas (más o menos el presupuesto anual de Cantabria), pero en realidad ascendía a 85.000 millones. También salieron otras cosas. 500 milloncejos evaporados en un Plan de empleo. Unos carteles anunciadores que se pagan con sobrecoste del ochenta por ciento. Tres millones dedicados a insertos publicitarios atacando a rivales políticos. Lo normal, vaya…
La gracia del asunto es que en mayo de 1991 hubo elecciones. Ganó el PSOE, pero con solo 3000 votos más que…oh, sí, UPCA. Y…¿adivinan a quién apoyó el Partido Popular para que volviera a ser presidente de Cantabria? Premio si han dicho Juan Hormaechea. Empezaba así una legislatura que iba a ser la madre de todos los escándalos. Treinta años después hasta da un poquito de risas…
Lo primero que hizo Juan Hormaechea fue anunciar que no iba a pagar la deuda. Que se jodan. Y, ya metido en harina, siguió con la lengua bastante suelta. Cosas sin importancia, ¿eh? Llamar “mafioso” al presidente del PP en Cantabria. O presentar a su partido a las Generales, para robar algunos votos. Un tipo de palabra. Uno que, además, estaba acorralado por los jueces.
En octubre de 1994 el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria dicta una sentencia en la que declara probada “la cultura de la privatización de lo público” del Gobierno Hormaechea. Seis años de cárcel y catorce de inhabilitación. Una semanas después nuestro superhéroe sin capa dimite. ¿Quieren más vergüenza? Sigue como presidente en funciones hasta las elecciones de mayo de 1995, porque el resto de partidos no son capaces de acordar un sustituto. Una vez más el Grupo Mixto termina la legislatura como el más numeroso del Parlamento de Cantabria…
Hormaechea no pudo presentarse a esas elecciones. Tenía una sentencia pendiente que se hizo efectiva la misma noche de los comicios electorales. ¿La causa? Había llamado “enano, baboso y feo” a uno de sus (antiguos) correligionarios. Pelillos a la mar.
El gran proceso que señalamos más arriba llevó a Hormaechea a un sinfín de recursos. No pisó la cárcel porque el gobierno socialista lo indultó. Ah, de los jueces que lo juzgaron dijo que “solo había un profesional, los otros eran un comunista y un marxista”. Y así claro...
Qué se puede esperar de esa gente.
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”. Pues lo mismo, pero quitando la primera frase. Insultos y excentricidades al margen, Cantabria vio cómo palas excavadoras y grúas enseñoreaban sus espacios más reconocibles. Pocas veces el adjetivo faraónico se ha utilizado tanto, y con tanta precisión. Surgió, por ejemplo, un mastodóntico Palacio de Festivales en Santander que multiplicó por siete su presupuesto inicial (el mármol bueno es lo que tiene), y que debía de servir, en palabras de Hormaechea, tanto para representar “Carmen” como para una convención de peluqueros. La enorme escalinata principal se abrió para su inauguración, una fastuosa gala organizada por la Telecinco más casposa. Que las mamachichos fueran las primeras en subir por ahí es una enseñanza que todos debemos guardar en nuestros corazones.
No fue lo único, claro. ¿Han visto “Narcos”? La serie sobre Pablo Escobar. Sí, sí, esa. Pues allí sale Hacienda Nápoles, ¿verdad?, la enorme finca del capo de Medellín que tenía hasta un zoológico al aire libre. Pues bien, cuentan las habladurías que un miembro del ejecutivo Hormaechea vio el lugar desde el aire y, enfervorizado, se lo comentó al presidente. Le gustó tanto la idea que… hop, buscó unas antiguas minas romanas en Cantabria, alquiló, recalificó aquí y allá y hala…a disfrutar. Se llama Parque de la Naturaleza de Cabárceno, y atrae cada año un buen puñado de visitantes. Siempre le agradaron a nuestro populista preferido los bichejos… años antes se sacó unas tiernas fotos bañándose en una playa santanderina con su mujer y una cría de elefante porque…bueno, no sé explicar muy bien la razón, pero alguna habría. O no.
¿Quieren más? En 1988 el Gobierno Autonómico se gastó más de cien millones (“de la época” se añade en estos casos) en la compra de un precioso semental canadiense de raza frisona, línea Holstein americana. Vamos, un toro. Se llamaba Sultán, y su llegada fue celebrada en Cantabria como la de una estrella del rock de voluminosos testículos y precioso estampado blanquinegro. El problema es que se lesionó la pata al poco de llegar, y eso es un impedimento bastante grande si se tiene en cuenta su trabajo. Otras voces, malintencionadas, hablaban de un bichejo delicado de salud desde el principio. Un timo, oiga, negociado personalmente por el presidente. Tuvo que ser sacrificado en 1991 (Sultán, no Hormaechea), aunque aun hoy se conservan congeladas algunas muestras de su inigualable semen (de Sultán, no de…bueno, ya saben).
Y, en fin, megalomanía. Carreteras con tres carriles que llevan a pueblos de tres personas. Puertos de montaña asfaltados tirando media cordillera. Casonas y chalets que surgen, por arte de birlibirloque, en lugares antaño protegidos. “Antes todo esto era monte”, dicen los viejos del lugar.
Hoy Juan Hormaechea sigue apareciendo de vez en cuando en la prensa de Cantabria. Ha resucitado, incluso, a la antigua UPCA y alaba bastante a Vox, porque Dios los crea y ellos se juntan…
------------
1. Para analizar este período se ha utilizado el brillante (y muy reciente) libro La autonomía en su laberinto. Crisis económica, transformación social e inestabilidad política en Cantabria (1975-1995), obra de Ángel Revuelta Pérez y publicado por Editorial de la Universidad de Cantabria.
¿Qué es populismo?, dices mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es populismo, Juan Hormaechea? ¿Y tú me lo preguntas?
Populismo… eres tú
Usted. Sí, sí, usted. Querido lector millenial. A usted va dirigida esta pieza. Porque se habrá cansado, en los últimos...
Autor >
Marcos Pereda
Marcos Pereda (Torrelavega, 1981), profesor y escritor, ha publicado obras sobre Derecho, Historia, Filosofía y Deporte. Le gustan los relatos donde nada es lo que parece, los maillots de los años 70 y la literatura francesa. Si tienes que buscarlo seguro que lo encuentras entre las páginas de un libro. Es autor de Arriva Italia. Gloria y Miseria de la Nación que soñó ciclismo y de "Periquismo: crónica de una pasión" (Punto de Vista).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí