¿Un caso de odio? Los límites del delito
Las tensas relaciones entre la libertad de expresión y sus límites encuentran un punto sensible en los llamados ‘delitos de odio’. Reflexionamos sobre la denuncia por presunto “odio” contra el filósofo Ernesto Castro
Gonzalo Torné 20/07/2019
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Lo primero que llama la atención de denuncia por un presunto delito de odio emitida por Movimiento contra la Intolerancia contra Ernesto Castro es que se presente no por una afirmación o una negación, sino por “comparar y relacionar”. Comparar (y no digamos ya relacionar) puede hacerse de muchas maneras. La denuncia parece dar por sentado que una comparación supone una equivalencia, que por el mero hecho de relacionar dos los “términos” pasan a valer y significar lo mismo. De manera, que tras la lectura del estado de Facebook de Ernesto Castro, los judíos pasarían a ser automáticamente igual que los cerdos, y los funcionarios del matadero igual que los jerarcas nazis. Pero de la misma manera que en ocasiones ponemos en “relación” dos cosas para destacar las diferencias (para decir que de ninguna manera una ballena es un pez, por ejemplo), una comparación puede inducir a establecer una relación en la que no habíamos reparado entre dos objetos o situaciones, para despertar la sensibilidad y la conciencia, sin necesidad alguna de asimilarlos. Así, cuando hablamos de las “perlas de tus ojos” o “el rubí de tu pelo” no estamos induciendo a arrancarle los ojos o el pelo a la elogiada o al elogiado, y salir corriendo a venderle al joyero las perlas vivas del globo ocular ni los rubíes, sino más bien a expresar con un término de inequívoca belleza y valor, una belleza (humana) y un valor que quizás ha pasado desapercibidos a otros ojos o al propio interesado.
Las comparaciones son sistemas jerárquicos. El término comparativo transmite sus cualidades sin recoger las del objeto que pretende esclarecer. Después de que hayamos aprendido a reconocer el brillo de la perla en la mirada ajena, la perla sigue ciega, no se irrita, no sufre desprendimientos de retina, no segrega legañas. La comparación que nos ocupa pretende transmitir parte del horror de los campos de exterminio humano a otros seres, recordando que son también sensibles, y que mueren en cantidades vertiginosas y en condiciones deplorables. De manera agresiva nos recuerda (o nos enseña) que los cerdos no son “alimañas” o entes “sin valor” sino mamíferos inteligentes, con capacidad de representarse a sí mismos, con un sistema nervioso central receptivo al dolor sensible. La comparación transforma en un problema moral (la responsabilidad hacia el sufrimiento de otros seres vivos) lo que acaso “funcionaba” como un automatismo asumido, ajeno a la responsabilidad consciente. La comparación toma como referente el Holocausto no para denigrarlo, sino como instancia reconocible del horror. Afianza su carácter “ejemplar”. La comparación transmite a los cerdos la conciencia del sufrimiento de los seres vivos en “cadenas de montaje” de muerte, sin traspasar a los judíos exterminados ninguna de las cualidades “porcinas” de quienes consideran a los cerdos autómatas o meras esferas de fibra y proteínas, de cuyo sufrimiento podemos disponer sin el menor coste moral, sin necesidad de debate. El flujo de propiedades que se desplaza en las comparaciones no atiende a la propiedad biyectiva.
Una invitación agresiva a reflexionar sobre nuestro comportamiento como especie, sobre el dolor de otros animales no debería confundirse con un delito de odio (no pretende llevar a más judíos a nuevos campos de exterminio, pretende reducir la cantidad de dolor sensible en los mataderos); no es una llamada al desprecio, no obstaculiza el derecho a réplica ni pretende conculcar el menor derecho. Solo puede ser considerada una degradación inequívoca en la medida que consideremos nuestros derechos un privilegio que no puede extenderse a otros seres; y sabemos que la extensión de derechos ha sido conflictiva incluso cuando se ha aplicado a otros humanos. La emisión de ideas no tiene por que ser “respetuosa” ni “plácida”, ni cumplir con ningún prejuicio sobre “el buen gusto” para ser legal. Y si ofende o altera o se considera un disparate puede replicarse en los mismos términos, o reorientar la discusión a espacios más amplios (nota tentativa: el tuit o el estado de Facebook se parecen a la campana que convoca a misa o al concierto, que no deben confundirse con la misa o el concierto) donde desarrollar estas ideas, matizarlas, discutirlas o destruirlas. Pero hasta que no se aclare la legalidad de “comparaciones y relaciones” de la clase que ahora nos ocupa parece impertinente emitir juicios de simpatía o antipatía por su autor.
La sacralización del Holocausto que parece estar en el fondo de la denuncia es un asunto que fue largamente discutido entre los intelectuales judíos hacia finales del siglo pasado, ¿se puede escribir, bromear, interpelar y comprender la shoa o debe mantenerse ajena al abordaje intelectual como una suerte de monolito inalcanzable por el raciocino y la imaginación? El debate se superó por desborde a favor del abordaje. Incluso George Steiner, que llegó a acusar a Saul Bellow y Philip Roth de banalizar la shoa al representar unos judíos llenos de pasiones y debilidades humanas, tuvo que claudicar. No sabemos qué pensaría Steiner ni los denunciantes de Ernesto Castro de El Chal, la nouvelle de C. Ozyck, donde una víctima de los campos de exterminio, lejos de comportarse como una víctima ejemplar, empapada de bondad tras experimentar el tránsito del dolor extremo, se revela como una vieja rabiosa, egoísta, violenta e intolerable. Sí sabemos que Ozyck, como antes Philip Roth, fue acusada de un delito de odio, en este caso hacia sí misma. Pero lo cierto es que el horror de la shoa se proyectó sobre humanos, no sobre santos; y quizás manejarlo como término comparativo con otros fenómenos parecidos (genocidios, gulags, mataderos) contribuya a mantener viva su carácter de amenaza histórica.
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Gonzalo Torné
Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).
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