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Frank van Vree / Historiador y experto en memoria

“La historiografía objetiva no existe. Pero la objetividad puede ser un método”

Sebastiaan Faber Ámsterdam , 28/08/2019

<p>Frank van Vree.</p>

Frank van Vree.

Jeroen Oerlemans / NIOD

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El mensaje fue sencillo: no tirar nada, guardarlo todo. Para la Historia.

El 28 de marzo de 1944, en plena ocupación nazi, el gobierno neerlandés exiliado en Londres aprovechó una de sus emisiones radiofónicas –quince minutos diarios en Radio Naranja– para hacer una llamada a la población holandesa que sufre bajo el yugo de Hitler: “No es posible escribir la historia solo en base a documentos y archivos oficiales”, afirma Gerrit Bolkestein, ministro de Educación de aquella época. “Para que nuestros descendientes se den plena cuenta de lo que hemos vivido y superado como pueblo durante estos años, necesitaremos precisamente los documentos sencillos –un diario, las cartas de un obrero enviado a Alemania, las prédicas de un cura…–. No podremos pintar el retablo de esta lucha por la libertad en todo su brillo y profundidad hasta que podamos reunir todo ese material sencillo, cotidiano, en cantidades abundantes”, añadió.

Acto seguido, el ministro anunció la creación, en una futura Holanda liberada, de un centro dedicado a recopilar documentación e investigar la historia de la ocupación y la resistencia.

Entre los miles de oyentes clandestinos que escuchaban las palabras del ministro se encontraba una joven judía que llevaba casi dos años escondida, con su familia, en la parte trasera de una casa en el Prinsengracht de Ámsterdam. “Ayer por la noche habló el ministro Bolkesteyn”, escribe Anne Frank en su diario al día siguiente, “sobre una recolecta de diarios y cartas que se hará cuando termine la guerra. Imagínate lo interesante que sería que yo sacara una novela sobre la Casa de Atrás … Seguro que ya al cabo de unos diez años después de la guerra, será gracioso contar cómo vivíamos, comíamos y hablábamos nosotros, como judíos, aquí”. El discurso del ministro anima a Anne a reescribir su diario de cara a su futura publicación.

Como sabemos, esa publicación será póstuma. Once meses después de la alocución radiofónica, en febrero de 1945, Anne, que había sido delatada y detenida en agosto, muere en el campo de Bergen-Belsen. El 5 de mayo del mismo año Holanda quedó liberada. A los tres días, se cumplió la promesa del ministro Bolkestein con la fundación oficial del Instituto Estatal para la Documentación de la Historia de Holanda en Tiempo de Guerra.

En los siguientes 34 años, el RIOD (por sus siglas en neerlandés) fue dirigido por el periodista judío Loe de Jong, quien había asesorado al ministro en Londres. Como director de esta institución, De Jong produjo una historia en 14 volúmenes sobre Holanda en guerra, además de una sonada serie televisiva en 21 entregas. Durante el largo periodo de la posguerra, De Jong y su instituto se convirtieron en una especie de conciencia del país respecto a su comportamiento frente al dominio nazi.

Aunque De Jong se jubiló hace cuarenta años, su instituto y su prestigio siguen en pie. Eso sí, su cometido se ha ampliado. Rebautizado como el Instituto para los Estudios de Guerra, Holocausto y Genocidios (NIOD por sus siglas en neerlandés), emplea a unas 75 personas –entre ellas, una treintena de investigadores– y maneja un presupuesto anual de cerca de siete millones de euros. Su objetivo, además de la investigación científica, es ponerse a disposición de la sociedad civil. Su archivo –que, entre muchas otras cosas cuenta con 2.500 diarios de los años 1940-45– está abierto al público; y el NIOD promueve grandes debates sociales en torno a la violencia, pasada y presente.

Además de continuar la investigación sobre la II Guerra Mundial –actualmente un equipo de investigadores está documentando el dudoso papel de los servicios municipales durante la ocupación nazi–, el NIOD coordina otros importantes proyectos. Hoy, por ejemplo, sus investigadores recopilan material para el futuro estudio de la guerra civil en Siria. También lleva dos años liderando una investigación internacional, controvertida, sobre los actos de violencia cometidos a finales de los cuarenta por las fuerzas armadas holandesas en Indonesia –entonces todavía una colonia– para suprimir sus ansias de independencia. En cuatro años de lucha intensa, murieron casi 5.000 soldados, miles de colonos holandeses, y al menos 100.000 indonesios.

Desde su fundación, el NIOD se ha especializado en iluminar las páginas más oscuras de la historia nacional, incluido el alto nivel de colaboración de las autoridades durante la ocupación nazi, que permitió la deportación de 107.000 judíos, que suponían tres cuartos de su población. También se ha enfocado en episodios ignominiosos más recientes. En 2002, después de siete años de investigación, el NIOD publicó un informe de más de 3.000 páginas sobre el papel del contingente militar holandés en la matanza en 1995 de jóvenes musulmanes en Srebrenica, en la antigua Yugoslavia, por las fuerzas serbobosnias. Las revelaciones del NIOD convencieron al entonces primer ministro holandés a presentar la renuncia de su Consejo de Ministros.

“Que yo sepa, fue la única vez que un trabajo de historia tumbó a un gobierno”, me dijo, no sin orgullo, Frank van Vree, el actual director del Instituto, cuando le fui a visitar a su majestuoso despacho en el edificio monumental en el Herengracht de Ámsterdam que hospeda al NIOD. Van Vree (Cuijk, 1954), historiador, ha dedicado su vida profesional a estudiar la historia del periodismo y las políticas de la memoria. Lleva tres años al mando del NIOD.

Su instituto combina una mirada rigurosamente crítica sobre la propia historia nacional con una clara asunción de su papel en la sociedad civil y el debate político. ¿Hay entes parecidos en otros países europeos? En España, por ejemplo, no me consta que exista nada comparable…

La verdad es que somos bastantes únicos, tanto en el carácter de nuestro cometido como en nuestro tamaño y la independencia de la que gozamos a la hora de realizar nuestra labor de investigación. El Instituto de Historia Contemporánea alemán (Institut für Zeitgeschichte) quizá sea parecido, aunque solo se enfoca en la Segunda Guerra Mundial, y obviamente fue fundado, en 1947, bajo circunstancias muy diferentes.

Entiendo que el Instituto está realizando un proyecto para el gobierno municipal de Ámsterdam.

El consistorio nos ha pedido que investiguemos el comportamiento de todos los servicios municipales en los años de la ocupación nazi, desde el servicio social hasta el departamento de tranvías. Este tipo de encargo marca otra fase más en la concientización nacional con respecto al Holocausto. Después de la gran producción historiográfica que se realizó entre los años cuarenta y sesenta, los años setenta nos dieron un enfoque  centrado en las víctimas. En los noventa, el debate se centró en las restituciones y el arte robado. Hoy, por fin, son las agencias gubernamentales –como los municipios o los ferrocarriles– las que se atreven a mirarse al espejo. Y acuden a nosotros. Es un trabajo delicado, ya que se trata no solo de establecer la verdad del pasado, sino también de temas complicados de justicia y de reparación, muchas veces económica.

El Estado está financiando la gran investigación sobre la violencia colonial en Indonesia, pero entiendo que la iniciativa no se ha originado en el Gobierno.

Así es. El Estado la financia con más de cuatro millones de euros, pero solo cedió esa partida después de una intensa presión activista de la sociedad civil, sobre todo de la comunidad indonesia, que después fue asumida por la comunidad científica. Este proyecto es también bastante excepcional en el contexto europeo. Cuando se lo explicamos a nuestros colegas en Francia o Gran Bretaña, se quedan estupefactos. Que se hiciera algo así en Francia, por ejemplo, digamos con respecto a Argelia, sería difícil de concebir.

¿Cómo se consiguió que el Gobierno holandés se plegara?

Los primeros intentos, en 2012, fracasaron. En un principio, el Partido Liberal del primer ministro Rutte se negaba, desde una solidaridad con los veteranos del ejército colonial holandés. Pero después de que aparecieran libros importantes de historiadores que demostraron que la actuación de las fuerzas holandesas incluía una violencia excesiva, sistemática y a gran escala, empezó a crearse un contexto político diferente. Para 2016, la situación había cambiado por completo. En ese momento los diferentes partidos políticos asumen que investigar el pasado colonial es una obligación moral. Es más, empiezan a competir entre sí por el capital político que esa posición moral supone.

Curiosamente, precisamente en ese mismo periodo asistimos al auge de una nueva derecha radical que promueve un revisionismo histórico en clave de orgullo nacional, que celebra el pasado colonial y que rechaza las lecturas “políticamente correctas”.

De hecho, el proyecto sobre Indonesia ha sido criticado desde la derecha tanto como desde la izquierda. La derecha alega que ignoramos el lado holandés de la historia y que asumimos sin más el punto de vista postcolonial de los indonesios. La izquierda radical nos critica porque no afirmamos simplemente que el colonialismo era un mal, y punto. No ayuda que la izquierda desconfíe de la historiografía académica por principio.

Algo así se ha visto en España, donde el movimiento por la recuperación de la memoria histórica se ha enfrentado a los historiadores académicos, a los que pide que se tomen más en serio su misión social. El NIOD, en cambio, ha asumido esa función social desde su misma fundación. ¿Esas dos misiones, la científica y la social, son compatibles siempre?

Al contrario, crean una fricción constante. Se ve claramente en lo de Indonesia. Pero precisamente por eso hemos buscado el debate, desde el principio. El proyecto, por ejemplo, se lanzó hace dos años en un mitin público, con 300 personas, bastante tumultuoso. Y así hemos seguido. Nos hemos sentado a hablar con todos los grupos, incluidos los más radicales. Nuestra intención es escuchar a todos, aunque al final siempre habrá grupos que se sientan ignorados.

¿Cómo lidian con estas tensiones?

Como investigadores, buscamos crear un mapa de los acontecimientos históricos, sin dejar de reconocer las diferentes perspectivas que existen. Es más, la idea es precisamente explicar cómo esos mismos acontecimientos han generado esas perspectivas conflictivas. Tenemos un grupo de 25 investigadores en varios países, más otros 12 en la propia Indonesia. Como se puede imaginar, hay bastantes debates y desacuerdos internos sobre temas de perspectiva y de terminología. A mí todo eso me entusiasma, aunque a veces cuesta evitar que el equipo se rompa.

Los desacuerdos internos, ¿se reflejarán en los resultados que finalmente se presenten al público?

Sí, queremos mantener visibles todas esas voces diferentes. Además, para asegurar que el trabajo llegue a más gente, los resultados se publicarán en holandés, inglés y bahasa (indonesio). Es verdad que esta postura transparente también implica un riesgo, porque supone admitir cierta vulnerabilidad. Pero me parece que, a estas alturas, simplemente no podemos pretender asumir una posición monolítica.

El Foro por la Democracia de Thierry Baudet, la estrella de la nueva derecha radical, aboga por el orgullo patriótico. Supongamos que llega al poder. ¿Amenazará este tipo de mirada crítica, este mirarse al espejo del país? ¿Va a poder impedir el trabajo del NIOD?

No lo creo. Para empezar, solo la mitad de nuestra financiación como Instituto es estatal. Todo lo demás nos llega de otras fuentes. Pero también tenemos una rigurosa independencia en lo que respecta a la investigación, vigilada por los comités científicos y por la Academia Real de las Ciencias (KNAW), a la que responde el NIOD.

Hay constancia, sin embargo, de que el Gobierno quiso imponer vetos y censuras al Instituto en el pasado. Por ejemplo, con respecto a los trapos sucios de la monarquía, o el mismo comportamiento de los soldados holandeses en Indonesia.

Sí, pero eso fue sobre todo antes, cuando el Instituto dependía directamente del Ministerio de Educación. Hoy vivimos en otra época. Para empezar, hay mucha más conciencia de la independencia investigadora. Hoy me parece que cualquier gobierno se lo pensaría diez veces antes de intentar inmiscuirse en nuestro trabajo. Que nuestro margen de libertad ha crecido también lo demuestra la investigación sobre lo ocurrido en Srebrenica. Fueron los investigadores los que tumbaron al gobierno, no al revés.

En años recientes, la temática del Instituto ha cobrado una relevancia nueva, tanto en Europa como en Estados Unidos. Y sin embargo, cuando la congresista norteamericana Alexandria Ocasio-Cortez señaló que lo que existe hoy en la frontera entre EE.UU. y México son campos de concentración, el Museo del Holocausto norteamericano insistió en que era una comparación inválida.

Son situaciones complicadas. Nosotros intentamos inhibirnos de los juicios políticos directos. Si algún periodista me hubiera llamado para pedir mi opinión sobre la analogía de Ocasio-Cortez, le habría indicado cuáles son, a mi juicio, las similitudes y diferencias entre los dos casos. Pero no habría expresado una opinión sobre la idoneidad de la comparación. Nuestro papel no es emitir juicios políticos, sino proporcionar la información que permita la formulación de esos juicios.

No nos hacemos ilusiones: la historiografía objetiva no existe, pero la objetividad puede ser un método. Como ocurre con el periodismo, se puede aspirar al máximo rigor, al mínimo de prejuicios y a la máxima transparencia. Aun así, lo que acabas presentado nunca será más que una interpretación de los acontecimientos, que siempre contiene elementos subjetivos, incluso literarios. Pero esa conciencia de que la subjetividad es inevitable no impide respetar la deontología, más bien lo contrario.

Lleva tres años de director del NIOD. ¿Ha habido sorpresas?

No debería haberlas. He dedicado parte de mi vida profesional a investigar las políticas de la memoria. Y aun así, no me deja de sorprender el carácter político del trabajo que realizamos. Simplemente es imposible ignorarlo. Es una realidad social. Esto no significa que no puedas aceptar encargos de gobiernos o instituciones. Pero sí significa que hay que tener mucho cuidado. Hay que tomar plena conciencia del campo de fuerzas y cuidar las condiciones de tu labor. Y establecer criterios muy claros.

Por ejemplo, acabamos de aceptar un encargo para investigar el papel de la psiquiatría holandesa durante la ocupación. Es un proyecto financiado por unas treinta instituciones de este campo, que se han dado cuenta de que no saben casi nada sobre su propia historia en esta materia. Ellas también sienten la necesidad de mirarse al espejo. En Alemania, sabemos bien que hubo tremendos excesos en psiquiatría, con unas 250.000 personas asesinadas. Aquí en Holanda parece que las cosas no llegaron tan lejos. Pero es un tema muy delicado, en el que es muy importante velar por la integridad científica.

Dado el carácter del Instituto y su cometido, es fácil que converjan asuntos académicos, políticos e incluso personales. Pienso en la figura de Evelien Gans, una investigadora del NIOD cuya familia fue víctima del Holocausto, que se dedicó a investigar el antisemitismo pero que también se involucró intensamente en la discusión pública. Cuando Gans se suicidió, ahora hace un año, poco después de jubilarse, usted escribió: “La noticia de que ha acabado con su propia vida es muy dura. …  Siempre se entregó al máximo, no se inhibió, nunca le dieron miedo los debates”. ¿Ustedes se plantean el impacto psicológico del trabajo que realizan?

Evelien era un ejemplo de alguien completamente identificada con su tema. Fue su fuerza pero a veces también su debilidad. La verdad es que no tenemos un psicólogo en plantilla. Pero es curioso que me lo mencione, porque de hecho decidimos hace poco ocuparnos más en serio de esa dimensión. Tenemos a investigadores que se ocupan de los tribunales de guerra africanos o de la guerra civil en Siria. También son temas muy duros. Nos hemos dado cuenta de que es importante sentarnos con un profesional para considerar los efectos de este tipo de trabajos sobre las personas.

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Autor >

Sebastiaan Faber

Profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Es autor de numerosos libros, el último de ellos 'Exhuming Franco: Spain's second transition'

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