Marianne Hirsch / Profesora de la Universidad de Columbia
“La memoria es una cuestión de salud colectiva”
Miguel Ángel Ortega Lucas Madrid , 9/07/2019
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Marianne Hirsch (1949) es profesora de Inglés y Literatura Comparada en la Universidad de Columbia, además de miembro de distintas instituciones de la avanzadilla neoyorquina como el Centro para el Estudio de las Diferencias Sociales, desde donde impulsó la iniciativa global Women Creating Change. Pero Hirsch no nació en Nueva York, ni en Estados Unidos, sino en Rumanía, hija de una familia judía que consiguió emigrar en 1962, tras conocer los horrores del nazismo y la II Guerra Mundial. Ese fue el evento que marcó el devenir de su familia, y en consecuencia el suyo. Y esa memoria heredada de la guerra, de la huida, de la persecución, fue hirviendo en ella a fuego lento hasta convertirse en la brújula de sus obsesiones como intelectual.
Hirsch fue una de las invitadas de renombre en el pasado Congreso de la Memory Studies Association –aglutinadora de expertos mundiales de distintas ramas sobre las relaciones de la cultura con el pasado–, celebrado el pasado junio en la Universidad Complutense de Madrid tras sus ediciones de Amsterdam (2016) y Copenhague (2017); centrado, esta vez, en las conexión de las distintas tradiciones de memoria con el mundo contemporáneo (la maya, la oceánica, la del pueblo tutsi...). La profesora de Columbia trata de aglutinar en el término post-memoria esa fatalidad que nos marca a todos como un estigma desde antes incluso de nacer: el relato familiar del que procedemos, y del que luego podemos ser más o menos conscientes, o marionetas que recuerdan lo que otros vivieron, que viven a través de los recuerdos de otros.
En algún momento de la treintena, Hirsch se dio cuenta de que los recuerdos heredados de sus padres en torno a la guerra, el nazismo y el exilio, eran más poderosos en su psique que algunas vivencias propias. “Fue leyendo el cómic Maus [de Art Spiegelman; basado en el padre del autor, víctima del nazismo]. Estaba tan obsesionado con ello, este hombre... Me di cuenta de que también a mí me había impresionado de esa forma la historia de mis padres. Empecé a pensar en mis recuerdos infantiles; el lugar en que vivía, el colegio, mis propios sueños y pesadillas de entonces... Y vi que estaban totalmente contaminados con pesadillas de la guerra, que yo no había vivido. Todo vino junto”.
la memoria no es lo que sucedió; lo que sucedió está totalmente influido por nuestros sueños, nuestras fantasías, nuestros miedos...
Es parecido a aquello que decía García Márquez de que la memoria no es lo que sucedió, sino lo que uno recuerda y cómo lo recuerda luego al contarlo.
Sí, coincido totalmente con García Márquez, porque la memoria no es lo que sucedió; lo que sucedió está totalmente influido por nuestros sueños, nuestras fantasías, nuestros miedos... Por eso no creo que haya tal cosa como lo que sucedió. Por supuesto que debemos prestar atención a los hechos y a lo que sucede de la manera más positivista posible, pero el relato posterior es una mezcla de la subjetividad propia y de la realidad más pública, y de cómo yo experimento los hechos de mi tiempo; algo entre mi propia psique y la comunidad. Yo nací terminada la II Guerra Mundial, pero mi historia personal empezó mucho antes del hecho de nacer: los años anteriores, en los que, por ser judíos en Europa, mi familia fue marcada por el antisemitismo y la guerra.
Es interesante esto porque, bajo ese prisma, podría decirse que toda memoria es post-memoria, tal y como usted lo plantea.
¡Sí! Y sobre todo en el momento que vivimos, tan presentista, con tanta tecnología, el neoliberalismo, el consumismo... Mucha gente dice: ‘¿La historia de los padres? No. Yo quiero el futuro, lo nuevo...’. Todo nuevo y disponible. Pero un colega mío de la universidad de Columbia dice que este nuevo interés por las muestras colectivas y la memoria, desde los años 90, viene de que la narrativa del progreso continuo ha quebrado; no todo va a ser progreso ya... Y el pasado nos dice de dónde venimos, cómo hemos llegado a esta crisis.
Sobre la tecnología. El poder siempre ha tratado de controlar el relato colectivo, y un peligro cada vez mayor ahora es delegar la memoria colectiva a internet. Si usted pide un trabajo a sus alumnos en la universidad seguramente muchos acudirán exclusivamente a buscar fuentes en Google...
...Cosas de las que no tenemos control en absoluto. No sólo, ya, en la narrativa de quiénes somos como naciones. Ahora son las multinacionales las que controlan esos filtros. Hay algunas cosas disponibles [en la red] y otras que no.
Pero seguirá siendo más decisiva esa memoria heredada. Usted también menciona el transgeneracional; hasta qué punto hay un legado familiar, y colectivo, por el cual podemos heredar heridas, traumas anteriores a nosotros, y no solamente porque nos lo cuenten luego...
Ya hay investigaciones de epigenética muy interesantes que muestran eso. Solíamos pensar que los genes transmitían sólo ciertas cosas. Se descubre ahora que hay huellas experienciales en el genoma. Está todavía muy en pañales, pero es fascinante, esta idea de que llevemos en la sangre las vivencias familiares; que literalmente puedes heredar experiencias, traumas psíquicos, no sólo enfermedades físicas. Me gusta pensar en ello desde la perspectiva artística, metafórica, aunque quizá no sea sólo metafórico.... En España debe de ser complicado, todavía para la gente de tu generación, ese impacto de los abuelos y los bisabuelos que vivieron la guerra y el franquismo.
Sobre todo por nuestro temperamento, y por los planteamientos maniqueos de analizar las cosas según banderas. Usted sin embargo habla de enfrentar una especie de enfermedad común. Que en nuestro caso serían las secuelas de la guerra y la dictadura. Más allá de quiénes hicieron qué, es toda una comunidad lastrada por un dolor heredado que, si no se sana, seguirá en carne viva otros ochenta años más, ¿verdad?
En Estados Unidos, no solamente se dio el genocidio de los indígenas, sino que es una economía basada en la esclavitud
Eso es absolutamente cierto, creo. En Estados Unidos, no solamente se dio el genocidio de los indígenas, sino que es una economía basada en la esclavitud, está marcada por eso. Varias generaciones después, es una cuestión de salud. En EE.UU. no tenemos debates sobre la reparación de los descendientes de los esclavos. Creo que debiera haber al menos un intento de pensar en la responsabilidad, en cosas que siguen imbricadas en el sistema, en tanto es un sistema construido sobre la violencia. Y eso no se fragua a un nivel individual, de uno hacia otro; es que debemos dar con maneras de hablar de ello. Eso nos llevaría a avanzar, a no mirar atrás continuamente diciendo esto fue culpa tuya o mía. Porque, especialmente ahora, lo que veo en Estados Unidos, pensando en la raza, en su historia, es que hay muchísima culpa también, como si un blanco por el hecho de serlo no tuviera derecho a hablar de esa historia siquiera, y eso no es productivo. Claro que puedes, y debes tomar responsabilidad en todo eso, porque sigue teniendo un impacto en el presente y en el futuro.
Hay una moda más o menos reciente según la cual las personas que presiden ciertas instituciones piden perdón por cosas que hicieron sus antecesores en el cargo. El Vaticano, por ejemplo, pidiendo perdón por lo que hizo la Iglesia quinientos años atrás, o un presidente mexicano exigiendo al Gobierno español que pida perdón por lo que hicieron quienes mandaban hace siglos. ¿No le parece soberbio arrogarse ese poder, pedir perdón por lo que hicieron otros?
Es difícil todo esto. Yo no creo en la disculpa, porque puede ser un gesto efectivamente vacío. Pero otra cosa es el reconocimiento. Cuando piden disculpas, lo primero que están haciendo es reconocer que aquello sucedió. Estados Unidos nunca ha reconocido el crimen de la esclavitud ni del genocidio indígena. En Australia sí se estableció que los que llegaron después eran colonos [settlers]. En Estados Unidos no se dice eso, no usamos ese lenguaje. Es como si todo el mundo hubiera estado ahí desde siempre y no hubieran sido inmigrantes, cuando no fue así, porque se asentaron en el territorio, tomaron la tierra de los nativos y además instauraron plantaciones con esclavos negros. Eso es una nación colonial, y no usamos ese lenguaje. Incluso esa manera de usar el lenguaje sería una forma de reconocimiento. Creo que el reconocimiento es importante. La disculpa está más influenciada por otros matices, pero también puede ser una forma de reconocimiento.
Sobre eso que dice escribió el mexicano Octavio Paz algunas páginas muy reveladoras. Decía que los Estados Unidos se fundaron sobre la idea del Futuro, con mayúsculas. Como un edén original sobre el que levantar algo de cero. Eso implica lo que usted dice, mirar hacia adelante siempre, olvidar todo lo anterior...
Cuando piden disculpas, lo primero que están haciendo es reconocer que aquello sucedió
Ten en cuenta que ni siquiera tuvieron imaginación para poner nombres nuevos a los territorios; era todo nuevo: Nueva Inglaterra, Nueva York... Y los nombres indios fueron sencillamente eliminados, se conservan muy pocos. Llegas al territorio, lo renombras, pones tu bandera y punto. Esto es la cuestión de la post-memoria: el estudio de la memoria ha sido una oposición, una alternativa a la historia oficial, para mirar más la historia en pequeño. La Historia dice que América empezó, ¿cuándo?: en 1492, que es cuando llegó Colón, ahí estaría el comienzo...
En muchos lugares de Latinoamérica persiste aún cierto rencor hacia los españoles. Cosa que a un español de hoy, si va a Bolivia y le miran mal, no le entra en la cabeza, pero así es...
Yo estuve con mi marido hace unos años en Potosí, Bolivia, que fue sobre lo que se fundó el Imperio Español. Un lugar a 16.000 pies de altura, donde no crece nada... pero los españoles levantaron casas reproduciendo las fachadas con balcones españoles, trasladando la madera desde abajo, la madera de ese mismo lugar... Empecé a comprender qué significa esto: extraer la madera de la montaña, de la población indígena, y crear un imperio nuevo sobre todo aquello. Son historias muy anteriores a los conflictos de los años 30 y 40 y del siglo XX, pero ese mundo sigue ahí.
¿Qué tipo de cosas podrían hacerse, en su opinión, para tratar de sanar esas heridas tan viejas?
Una de las cosas que heredamos son las ideas de otros. Por ejemplo, quién es el nosotros y quiénes el ellos. Eso es lo primero que habría que averiguar. Lo que sucede ahora en Europa, tratando de evitar la crisis migratoria por cierta idea también de preservar la raza blanca, los valores europeos...: en Estados Unidos, el fenómeno Trump tiene todo que ver con la supremacía blanca. Lo primero que tenemos que hacer es entender la diversidad y entender la crisis que hemos creado los europeos, por no haber sabido crear comunidades mucho más diversas. Necesitamos la mano de obra, pero luego hay mucho miedo a perder lo que los europeos consideran su cultura, su uniformidad... Pero cómo enseñas eso. En España, en Gran Bretaña, antiguos imperios coloniales, tenemos esta crisis migratoria de gente que viene precisamente de las antiguas colonias porque no pueden tener una vida allí... Puerto Rico es un buen ejemplo de país controlado monetariamente, por EE.UU.; su crisis tiene que ver con esto...
Ese miedo que menciona está detrás de casi todo, a la postre. ¿Cómo reconocernos, nosotros y ellos, si tragamos con el relato de que ellos son los culpables siempre de lo que toque...?
Frantz Fanon [psicoanalista y escritor mestizo nacido en el Caribe] decía haber entendido de verdad la cuestión del racismo una vez en que un niño le señaló por la calle y le dijo a su madre: “Un negro, mamá; tengo miedo”. Esa frase es de lo que estamos hablando. Cómo aprendió ese niño de cinco años ese miedo.
Y el miedo es cada vez más el mensaje por tierra, mar y aire, a través de los medios de comunicación. El relato colectivo que nos contamos cada día es de vivir en alarma continua.
Y quién está interesado en propagar esas ideas... El cambio climático, por ejemplo, es un miedo real. Pero la mayoría de esos miedos son creados desde la política porque si consigues mantener a la población en ansiedad continua puedes controlarla... Por qué está Trump siempre en las portadas... Como educadora no quiero enseñar a mis alumnos ‘esto es lo que necesitáis aprender’. Quiero enseñarles a hacerse preguntas, que conversen sobre ello y entiendan que la realidad nunca es tan simple, blanca o negra, y que quizá los recuerdos sobre un mismo evento sean completamente distintos. Necesitamos crear una cultura pública en la que se puedan tener estos debates de una forma productiva y con respeto entre unos y otros. Pero creo que lo que pasa ahora en EE.UU., en Nueva York al menos, es que hay dos poblaciones separadas: los detractores de Trump, mis amigos, y los otros. Y no hablan entre sí [risas]. Cuando sucede, la conversación acaba mal... Lo ven totalmente distinto todo. Entonces, debemos ver qué crea esas diferencias. No tengo muchas esperanzas, pero creo que eso es lo que realmente se necesita.
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Miguel Ángel Ortega Lucas
Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.
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