1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

Hasta el cuello (III)

“No están solos”

Los inmigrantes que reconstruyen las ciudades estadounidenses afectadas por desastres naturales tratan de organizarse para hacer frente a los abusos de sus contratadores

Álvaro Guzmán Bastida 28/08/2019

<p>Una montaña de escombros tras el paso del huracán Michael por Panama City.</p>

Una montaña de escombros tras el paso del huracán Michael por Panama City.

Sammy Mayo Jr

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Hemos fundado la Asociación Cultural Amigas de Contexto para publicar Ctxt en todas las lenguas del Estado. La Asociación es una entidad sin ánimo de lucro que también tiene la meta de trabajar por el feminismo y la libertad de prensa. Haz una donación libre para apoyar el proyecto aquí. Si prefieres suscribirte y disfrutar de todas las ventajas de ser suscriptor, pincha aquí. ¡Gracias por defender el periodismo libre!

Con el estómago lleno y los bolsillos vacíos, Melvin regresa al parking de la ferretería. Por allí, bajo un sol que ya abrasa, quedan apenas un par de decenas de jornaleros rezagados. La mayoría ha encontrado trabajo en algún tejado o cuneta cercana. Otros, ya en sus coches, se guarecen resignados a un día en blanco. No así Melvin. El padre de familia hondureño se mueve con comodidad lejos de la piña de trabajadores migrantes que suele haber por donde él para. “Donde hay muchos latinos escasea el trabajo y abunda la policía”, suele decir. “Yo en este país prefiero andar solo”. Por eso apenas nadie sabe de su rutina diaria de baño en la playa. Y por eso cada noche suele estacionar su coche en el parking trasero de la ferretería, mientras el resto de los trabajadores se agolpa en una esquina del aparcamiento principal del establecimiento, presas fáciles para las redadas de la policía migratoria. A la una del mediodía, Melvin encuentra su ansiada soledad haciendo el movimiento opuesto, como los mediocentros inteligentes a los que le gusta ver jugar a fútbol: busca el centro de la explanada en la que se asienta el aparcamiento expuesto por sus cuatro costados a varias carreteras adyacentes y a los rayos UVA que abrasarían cualquier nuca indefensa al instante. Se coloca un sombrero de tela blanca tipo cowboy y arranca a caminar en pequeños círculos, buscando establecer contacto visual con el conductor de cualquier coche con la ventanilla a medio bajar. Su apuesta por no pasar inadvertido da frutos casi instantáneos.

Apenas cinco minutos después de reubicarse, Melvin ve aparecer por el rabillo del ojo un coche que se mueve torpe, zigzagueante, hacia él. Duda un momento. No es una de las camionetas que acostumbran a pasar a recoger trabajadores, sino un deportivo. ¿Será el de un policía de paisano? El piloto mira a ambos lados, visiblemente nervioso, antes de dirigirse a él y guardar las gafas de sol. Melvin lo escudriña y parece respirar tranquilo: en Panama City no hay policías árabes. “Hola”, dice en voluntarioso español antes de volver al inglés áspero, de erres marcadas y eses resbaladizas. “¿Sabe usted levantar escombros? Necesito alguien que haga un trabajo. Le puedo pagar ciento cincuenta dólares por unas horas de esfuerzo, pero antes de aceptar quiero que venga a ver de qué se trata”.

 “¿Paga hoy mismo?”, responde Melvin, con los ojos abiertos y brillantes como dos lunas llenas.

“Sí, claro. En cuanto termine el trabajo. Suba al coche y le llevo a verlo”.

Ahmed, palestino apátrida descendiente de refugiados, nació en Jordania, pero lleva casi toda su vida en Estados Unidos. Estudió Economía en Texas, donde le tocó sufrir un sinfín de insultos racistas e islamófobos, antes de trasladarse hace dos décadas a Panama City. Allí fundó una pequeña empresa familiar de atención médica a domicilio para personas mayores, fértil nicho en una ciudad llena de jubilados y carente de servicios sociales públicos. Su sede está a apenas trescientos metros del aparcamiento de los temporeros. Para cuando el huracán devastó la ciudad, tenía 300 empleados y más de 5.000 pacientes. “Perdone que esté nervioso”, le dice a Melvin antes de bajar del coche. “Me han contado lo de las redadas. Es una lástima que tengamos que escondernos así de la policía. Ustedes ofrecen trabajo y nosotros lo necesitamos. ¿Tan difícil es?”

Dispuesta en forma de rectángulo abierto hacia uno de sus lados, la decrépita sede de la empresa de Ahmed reabrió casi seis meses después del huracán, aunque sigue funcionando a medio gas. Las heridas del desastre aún no han cicatrizado en su estructura. A escasos metros de la fachada, dificulta el paso un poste de ocho metros de altura que sostenía el cartel del anuncio de un restaurante de comida rápida. Apenas han vuelto a ingresar un par de las decenas de ancianos residentes que había en las habitaciones de una de las alas del edificio. La guardería del extremo opuesto sigue cerrada. El techo de la sala de rehabilitación aún está agujereado, cubierto con un plástico para no dejar pasar el agua de la lluvia mientras llega el dinero del seguro para arreglarlo. Afuera, el césped que bordea el complejo es un atajo de calvas y matojos, salteadas por montañas de escombros. Es ahí donde necesitan a Melvin.

Ahmed le da un paseo por el perímetro de la sede de la empresa. Se va deteniendo ante las pilas de escombros y la vegetación muerta. “Hay que quitar todo esto”, explica. “Tengo un rastrillo y unas escobas grandes. La idea es limpiarlo todo, dejar el césped libre. Luego veremos si hay que replantarlo”. Le señala una segadora de pie, de las que se utilizan para repasar las esquinas. “Cuando llegue a los bordes, junto a la calzada, tiene que podar los matojos y el césped alto con esto. ¿Cómo lo ve?” Melvin asiente y se ajusta el sombrero. “How much time? ¿Cuánto tiempo” pregunta en su inglés deslavazado. “Lo que usted necesite”, responde Ahmed. “Trabaje a su ritmo para hacer bien el trabajo. Le voy a traer un par de botellas de agua. Por favor, refrésquese. Cuando termine, avíseme y le pago”.

Melvin se pone manos a la obra. Avanza unos pasos y se encorva para retirar un puñado de ramas secas. Las mete en un cubo de basura de plástico con ruedas. A escasos dos palmos, empuja con el rastrillo un puñado de escombros y los mete en una bolsa. Vuelve sobre sus pasos para acercar el cubo, los escobones y la segadora. Se aproxima a un bordillo, apoya la máquina en el suelo y la sujeta contra el pecho, haciendo fuerza con las piernas para sostenerla. Cuando tira de la cuerda para arrancarla, un intenso olor a gasolina y un ruido taladrante dominan la escena. Durante las próximas cuatro tórridas horas, repetirá la operación una y otra vez en intervalos de dos o tres minutos: agacharse para recoger escombros, barrer piezas más grandes, arrimar el cubo, amontonar y descartar un puñado de ramas, arrancar malas hierbas, alcanzar el rastrillo, recortar hierbajos con la segadora... Es un trabajo arduo, exigente para las caderas, el cuello y la espalda. Lo tendrían que hacer tres o cuatro personas, no una. Pero supera con mucho a la más habitual alternativa de subirse a lo alto de una casa con una escalerita sin andamio ni arneses, a dejarse la espalda reponiendo un tejado. A las seis de la tarde, Melvin ha terminado el trabajo. Ahmed le felicita y le entrega los ciento cincuenta dólares prometidos, una pequeña fortuna para lo que se estila en la economía de la reconstrucción. “Buena suerte”, le dice. “Le pasaré a buscar si necesitamos más trabajo”.

Melvin se apea de su Hyundai bajo los abedules que rodean un aparcamiento, cerca de donde ha pasado la noche. Se apoya contra el capó, estira la espalda y cierra un instante los ojos. Cae sobre sus párpados la luz cobriza de una puesta de sol enturbiada por unos hoscos nubarrones. Saca del bolsillo trasero el fajo de billetes que le han entregado hace un rato. Los separa en dos montoncitos. “Me guardo veinte para mí”, susurra. “Para mis gastos. Los otros ciento treinta van para Honduras, para Ever y Melvin Onán”. Cuando reúna quinientos dólares, los mandará a Honduras para que su mujer los administre y siga manteniendo a los dos hijos de ambos. “Ellos sí tienen techo. No como uno. Yo les compré un terrenito con mi trabajo y construí una casa. Tienen internet para poder estudiar. Van a un colegio bueno. El mayor quiere ser doctor”.

Cuando apenas ha podido tomarse un respiro y terminar la operación de contabilidad de su empresa unipersonal, le suena el teléfono móvil. Es un mensaje de Daniel Castellanos, adalid del sindicato en ciernes. Le recuerda que la reunión empieza en veinte minutos. Melvin copia la dirección del café elegido para el encuentro y la pega en la aplicación de navegación del teléfono. Vuelve a ponerse al volante y gira la llave. El motor chirría resentido. Vuelve a intentarlo. No arranca. Melvin repite la operación una y otra vez. No hay manera. Se dispone a abrir la cubierta del motor, pero justo entonces se desata una tormenta prodigiosa. Llueve con rabia y sopla un viento arremolinado. Melvin se apresura a cobijarse dentro del coche. “No voy a llegar a la reunión”, masculla. La lluvia se ha apoderado de todo. Apenas se ve más allá del cristal. Junto a sus ruedas, se han acumulado tres dedos de agua en un par de minutos. El viento menea amenazante el liviano vehículo. De pronto, uno consigue imaginar cómo debió de ser aquel apocalipsis de octubre. Cuando los elementos conspiran en el noroeste de Florida, la vida humana y sus vicisitudes se antojan insignificantes. Melvin mantiene la calma y marca el teléfono de un amigo hondureño. “Josué”, le dice. “¿Sigues por Panamá? Necesito que vengas a ayudarme. Estoy aquí donde el parking del Home Depot. Se volvió a joder el carro”.

A cuatro kilómetros de distancia, en la calle principal del desvencijado centro de la ciudad, la trastienda de un agradable café con muebles de segunda mano, paredes de ladrillo visto y ciertas ínfulas hipster hierve como trinchera de cábala del sindicato de los insindicables. Unas 50 personas abarrotan la sala.  En su mayoría son hombres jóvenes centroamericanos y de México, pero también hay afroamericanos, y alguna que otra mujer, entre ellas dos con bebés en brazos. Hay más personas que sillas, de manera que en las esquinas de la sala se agolpan trabajadores de pie. Otros han decidido sentarse en el suelo. La mayoría luce rostro demacrado tras un largo día de trabajo. En las paredes de la sala, cuelgan cartulinas en las que Cynthia Hernández, la artífice de la implantación de la organización en Florida, ha dibujado los contornos de los diferentes estados en los que ha habido desastres naturales en los últimos años, junto al nombre del desastre y el año en el que se produjo.

Ayudado por la traducción simultánea, Saket Soni, el cabecilla de la Alianza Nacional de Trabajadores Huéspedes pelea con el cansancio de sus interlocutores, la mayoría desconocidos curiosos ante el desembarco de la organización, tratando de llamar su atención. “¿Quiénes de ustedes estuvieron reconstruyendo Nueva Orleans después del Katrina?” Se alzan casi todas las manos. “Les voy a pedir que se pongan de pie y se sitúen debajo del cartel en el que aparece el desastre en el que trabajaron”. Los asistentes obedecen entre risas, y de pronto la esquina opuesta al lugar desde el que habla Soni se atiborra de gente. “¿Y quién estuvo en las nevadas de Lake Storm, en Buffalo, en 2006?” Un puñado levanta la mano y Soni les instruye para que se sitúen debajo del cartel correspondiente. “¿Y en los tornados de Alabama, Arkansas y Virginia en 2011? ¿Y en el de Joplin, Misuri? ¿Alguien estuvo en las inundaciones de Colorado en 2013? ¿Y en 2015 en las Carolinas? ¿O en el Matthew en Georgia en 2016? ¿O en el Harvey en Houston en 2017?”. El ejercicio provoca el efecto de tener al medio centenar de asistentes circulando por la sala y, figuradamente, por una geografía estadounidense agujereada por catástrofes naturales como un queso gruyère. Para cuando termina, no hay nadie en la sala que no haya pasado por al menos dos estaciones. La mayoría han circulado por cinco o seis. “Desgraciadamente, estos desastres son cada vez más frecuentes. Y aunque todos se produjeron igual, las recuperaciones no lo son”. Los asistentes asienten para sus adentros, masticando el mensaje de Soni. “Ustedes son la fuerza que hace que este país siga adelante. Mírense. No están solos”.

Hemos fundado la Asociación Cultural Amigas de Contexto para publicar Ctxt en todas las lenguas del Estado. La Asociación es una entidad sin ánimo de lucro que también tiene la meta de trabajar por el feminismo y la...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Álvaro Guzmán Bastida

Nacido en Pamplona en plenos Sanfermines, ha vivido en Barcelona, Londres, Misuri, Carolina del Norte, Macondo, Buenos Aires y, ahora, Nueva York. Dicen que estudió dos másteres, de Periodismo y Política, en Columbia, que trabajó en Al Jazeera, y que tiene los pies planos. Escribe sobre política, economía, cultura y movimientos sociales, pero en realidad, solo le importa el resultado de Osasuna el domingo.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí