Tribuna
La posibilidad otra: investidura sin acuerdo
¿Cómo salir de una encerrona que no abre puerta alguna hacia gobierno de coalición, pero que impone un acuerdo parlamentario con un menú ofrecido como ya cocinado a quienes tenían que ser también protagonistas de su elaboración?
José Antonio Pérez Tapias 4/09/2019
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El relato no puede decaer. Quienes lo fabrican han de introducir cada día nuevos elementos y, de vez en cuando, factores que supongan un cambio en el escenario. Pero procurando siempre que las novedades introducidas en la trama no hagan perder el hilo conductor de la misma. Para el PSOE, en el relato que en estos meses recrea de continuo, dicho hilo está tan destacado que siempre salta a la vista: la culpa de que Pedro Sánchez no haya sido presidente en otras ocasiones o no lo pueda ser en esta que ahora se presenta es de los otros. A decir verdad, el hilo de la trama se concentra en un punto: la culpa es de Unidas Podemos. Todos los mensajes confluyen en este punto, pase lo que pase. Así ha de ser, aunque lo que viene pasando desde mucho tiempo atrás –no sólo desde las últimas elecciones generales del 28 de abril pasado– es que el PSOE se cierra en banda a toda posibilidad de gobernar con Podemos en alguna suerte de coalición para el ejecutivo. Ni el garantizar un sólido pacto de izquierda para frenar a las derechas es motivo al parecer suficiente para abrir ese cerrojo.
Para el equipo de personas que forman parte del reducido círculo en torno a Sánchez donde se fijan posiciones y se toman decisiones, una vez que se reubicaron después de que Pablo Iglesias renunciara a su pretendida condición de “ministrable”, fue un alivio que el líder de Podemos expresara en el hemiciclo la voluntad de abstención de su grupo parlamentario por considerar vacías de contenido las ofertas del PSOE en cuanto a ministerios y una vicepresidencia en un hipotético gobierno. Desde Unidas Podemos cabía esgrimir razones para no dar el sí a la investidura de Sánchez, pero la batalla mediática para dar cuenta de ellas era muy desigual. Todas las voces del PSOE se lanzaron a pillar micros por las esquinas para vocear mendazmente que Iglesias, de nuevo, impedía un gobierno socialista, ocultando de camino que contribuyó decisivamente a que lo hubiera tras la moción de censura al presidente Rajoy. Entre el ir y venir de acusaciones –desde Unidas Podemos el relato se ha orientado a mostrar cómo el PSOE hace ofertas tramposas–, llega el momento en que el cambio de tercio, tal como se anunciaba, se produce: el PSOE presenta un catálogo de 370 medidas para conseguir el sí al mismo como soporte de un acuerdo parlamentario que haga posible la investidura de quien de nuevo está llamado a ser candidato en el siguiente intento, el próximo 23 de septiembre. La Propuesta Abierta para un Programa Común Progresista, pues así se presenta, inaugura ese nuevo escenario que introduce el drama en su último acto –¡por ahora!–.
en ausencia de un verdadero espíritu de diálogo, más que procurar un acuerdo se busca imponerse en el desacuerdo
La jugada está bien pensada. Redondo es el éxito que se espera para la misma. La táctica se estableció a partir de la anterior investidura fallida. El secretario general del PSOE, presidente del Gobierno en funciones y candidato renovado para dirigir el Ejecutivo, se aprestó a reunirse con miembros de las más diversas organizaciones sociales, de muy diferentes sectores, para formular a partir de esos encuentros un programa que recogiera las demandas de la “sociedad civil” –¿no lo hizo ya el PSOE para el programa con que se presentó a las elecciones?–. Orillando al parlamento y posponiendo hasta el límite de los plazos disponibles la negociación con los partidos políticos de los que ha de obtener apoyo a su candidatura –teoría del “último minuto”– , todo se enfocó hacia la elaboración de un menú de propuestas que Unidas Podemos “no pudiera rechazar”, máxime si además de recoger todo lo proveniente de esas fuerzas socialmente activas –aunque interesadamente seleccionadas– se incluían también medidas que desde Unidas Podemos se hubieran lanzado anteriormente. Tal es el caso de propuestas ya incluidas en su programa, ya en las negociaciones para los abortados Presupuestos Generales del Estado para 2019 –pareciera que al interlocutor “preferente” se le quiere presentar un catálogo con elementos plagiados concitándole a que los apruebe bajo autoría ajena–. Con tales ingredientes y con las declaraciones que han acompañado a la presentación del nuevo catálogo del PSOE bien puede pensarse que, en ausencia de un verdadero espíritu de diálogo, más que procurar un acuerdo se busca imponerse en el desacuerdo.
El texto de documento tan prolijo contiene medidas que, de aplicarse, serían muy positivas: desde las relativas a empleo hasta las atinentes a la fiscalidad, por ejemplo. No deja fuera interesantes cuestiones referidas a igualdad de género o a política educativa, como también se pueden mencionar las relativas a políticas medioambientales o a I+D+i. Todo, a decir verdad, muy “progresista”, pero todo sin mayores precisiones, al no haber cuantificación alguna y presentarse tal conjunto de medidas con un lenguaje propio de programa electoral o de resoluciones de congresos. La abundancia de términos intencionales, casi diríamos en muchos casos desiderativos, tales como “propondremos”, “ratificaremos”, “promoveremos”, etc., deja sueltos muchos cabos que deberían ir mejor anudados para un acuerdo de legislatura. No deja de ser cierto que se dejan fuera cuestiones que de inmediato se echan en falta, aunque aparezcan circunloquios para cubrir la ausencia. Es el caso de la prometida derogación de la reforma laboral o de la necesaria limitación por ley del coste de los alquileres. Algunas cuestiones se eluden por completo, como las que tendrían que ver con avances en la ansiada y necesaria laicidad del Estado. Otras, como las que afectan a la cuestión migratoria, se tocan, pero de puntillas, sin compromisos más explícitos en ir más allá del control de fronteras hacia una política migratoria expresamente definida y asumida. Por cierto, ni una palabra sobre los CIEs. ¿Nada que decir sobre la posible pero indebida sanción a Open Arms por sus acciones de rescate de náufragos en el Mediterráneo? ¿Se acaba ahí el diálogo con la sociedad civil? No debe olvidarse que por la cuestión migratoria, por cómo se aborde y por cómo se trate a inmigrantes y refugiados, pasa hoy la línea de demarcación entre derecha e izquierda.
por la cuestión migratoria, por cómo se aborde y por cómo se trate a inmigrantes y refugiados, pasa hoy la línea de demarcación entre derecha e izquierda
Asunto no menor, sino mayor, es la manera timorata e insuficiente como se plantean las cuestiones territoriales y el conflicto político que se da en Cataluña –no reducible a solo problema de convivencia–. Es decir, tal como viene siendo habitual en el PSOE, se soslaya la grave crisis en que está sumido el Estado español. Se insiste enfáticamente en que se cierra la puerta a toda posibilidad de referéndum al que se convoque a la ciudadanía catalana, dando a entender que cualquier referéndum sería sin más de autodeterminación y, por ende, contra la Constitución; se hurta a la ciudadanía misma que hay otras maneras de plantear un referéndum que son negociables y aplicables a partir de lo que la Constitución permite. Es decir, se estrechan al mínimo las posibilidades de hallar vías de salida al conflicto catalán, no queriendo ver que se puede agudizar tras la sentencia en que culmine el juicio del procés.
Con tales anotaciones y objeciones sobre la mesa, ¿qué va a decidir Unidas Podemos? No lo tiene fácil. Se le ha presentado otro nuevo señuelo, que viene a redundar en la oferta inicial que se presentó bajo el eufemismo de “gobierno de cooperación”, proponiendo que miembros suyos ocuparan cargos de segundo nivel en la estructura de gobierno. ¡Fuera del Consejo de Ministros! Ahora se ofrece que estén al frente de instituciones del Estado que no son de la estructura de gobierno. Otro caramelo para endulzar la humillación, dicho sea sin sacralizar al modo de un nuevo fetichismo gubernamental lo que significa estar en Consejo de Ministros. No hay que pasar por alto la propuesta de una Oficina de Control del Pacto para el cual se conmina a que se suscriba. ¿Es necesario tal invento cuando tenemos un Congreso ávido de tareas parlamentarias de legislación y control? Es ahí donde deben seguirse los pactos que hubiere, con total transparencia ante la ciudadanía y todos sus representantes.
A punto de llegar al final de estas reflexiones, es insoslayable una pregunta que vuelve una y otra vez: a la vista de que las desconfianzas recíprocas –más si se han incentivado– hacen al parecer imposible un gobierno de coalición, ¿qué puede argüirse para concluir que aun desde ellas es viable un acuerdo parlamentario para una legislatura? Nada, salvo el empeño en salvar una investidura pasando por encima no sólo de la desconfianza entre dirigentes, sino además también del clima de animadversión entre las respectivas bases que se ha venido alimentando. Quizá sea lo más lamentable de cara a un futuro que va a seguir reclamando que las izquierdas articulen su pluralidad y sean capaces de pactar, venciendo presiones, superando temores y dejando atrás obsoletas pretensiones de hegemonía.
¿Pero qué cabe hacer? Desde Unidas Podemos, y también desde otras formaciones políticas –descontamos en nuestras referencias a PP y Ciudadanos, persistentes en su posición de “no a Sánchez” como candidato a presidente, a pesar de las vergonzantes apelaciones desde el PSOE a que se abstengan–, tendrán que decidir su opción. Presiona el intento de evitar nuevas elecciones, por lo que comporta de evidencia de fracaso político y de riesgo en sus resultados ante una posible abstención crítica por parte de sectores de votantes de izquierda hastiados de tan torpes e ineficaces escaramuzas políticas. Con esa baza juega el PSOE, que aprieta las tuercas de sus maniobras ventajistas, las cuales no dejan de encontrar a veces los desaciertos de Unidas Podemos cuando desde su liderazgo no escarmienta y pone el carro delante de los bueyes. El caso, con todo, es que entre relatos que en verdad no se sostienen como narraciones dignas, el tacticismo de Sánchez no deja de operar con el relato como instrumento de presión. Parece que, estando en el vacío del “fin de los metarrelatos” que Lyotard diagnosticó, quedamos condenados a sufrir una suerte de “rivalidad mimética” –así describe Christian Salmon la situación en su iluminadora obra Storytelling. La máquina de fabricar historias y formatear mentes– entre malos relatos pero que, con mucho cuento, distorsionan nuestra vida democrática. ¿Cómo salir de una encerrona que no abre puerta alguna hacia gobierno de coalición, pero que impone un acuerdo parlamentario con un menú ofrecido como ya cocinado a quienes tenían que ser también protagonistas de su elaboración? ¿Pactar con quien humilla? ¿No pactar para que el antagonista, cuya responsabilidad es ganar apoyos para formar gobierno, siga ganando la batalla del relato echando sobre tejado ajeno la culpa doble por la no investidura y por la convocatoria de otras elecciones? Queda no meramente otra posibilidad, sino, mejor dicho, la posibilidad otra: investidura sin acuerdo. Y a una leal oposición de izquierda.
El relato no puede decaer. Quienes lo fabrican han de introducir cada día nuevos elementos y, de vez en cuando, factores que supongan un cambio en el escenario. Pero procurando siempre que las novedades introducidas en la trama no hagan perder el hilo conductor de la misma. Para el PSOE, en el relato que en estos...
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José Antonio Pérez Tapias
Es catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. Es autor de 'Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional'(Madrid, Trotta, 2013).
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