TRIBUNA
Un PSOE cual rufián constitucional
El problema no es que los “poderes fácticos” dobleguen la voluntad de Pedro Sánchez. Se trata más bien de que el PSOE quiere un electorado vencido en su autoestima y en su consistencia ética
Raúl Sánchez Cedillo 24/08/2019
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La refriega estival por el “relato” sobre el fracaso de las negociaciones de gobierno, a la que no es ajeno el episodio del Open Arms y su gestión por parte del ejecutivo de Pedro Sánchez, ha puesto de manifiesto un mecanismo de poder psíquico que suele pasar desapercibido. Poco más de un año después de que el gobierno Sánchez, nacido de la moción de censura del 1 de junio de 2018, se estrenara con los “gestos” de acogida a las personas rescatadas por el Aquarius y luego por el Open Arms, asestando un revés político y ético a Matteo Salvini, ese mismo gobierno desprecia y casi criminaliza al Open Arms, se niega a ofrecer puertos españoles y juega con la desesperación de la tripulación y de las personas rescatadas. Un mitómano Sánchez habla con el protagonista de Oficial y Caballero, pero se niega a hablar con Óscar Camps, el director de Open Arms. En paralelo, la ministra Carmen Calvo la emprende contra las ONGs que salvan personas en el mar y alega el monopolio soberano de los Estados sobre el rescate de los náufragos (es decir, sobre su vida y su muerte) en su territorio, y llega a amenazar a éstas con sanciones durísimas.
Sólo un año después, tenemos otro desengaño emocional de masas con el PSOE. Y cada vez que sucede, se plantea uno la misma cuestión: ¿qué sucede para que tantas personas no vean que el problema no está en los individuos, en los políticos de circunstancia, sino en la relación entre partidos y electorado? ¿Tan difícil es ver un patrón recurrente de relación tóxica y de maltrato psíquico? No es, ni mucho menos, la primera vez. Es, de hecho, una constante en tiempos de crisis política profunda desde la Transición. Tenemos que remontarnos al PSOE de González, desde la escena de la dimisión –¡o el marxismo o yo!– en el congreso de 1979, al uso del miedo y la esperanza con la cuestión de la OTAN, la “reconversión industrial” o la primera guerra de Irak en 1991.
Se puede afirmar que tal es una de las funciones del PSOE en la constitución material del Reino de España (es decir, de los acuerdos implícitos entre las fuerzas políticas y sociales que elaboran una Constitución formal y que ponen límites, funciones y fines a un régimen político). A pesar de los embates del 15M, de la crisis sistémica global y europea o de la cuestión independentista catalana, esa constitución material resiste y es defendida con fiereza por sus interesados.
En su libro Esferas de la insurrección, la psicoanalista y filósofa brasileña Suely Rolnik habla de una modalidad de poder sobre las subjetividades que denomina cafetinagem, es decir, chuleo o rufianería, como un ejercicio de control sobre los afectos y las emociones de los sujetos, de sus pulsiones vitales y de sus fuerzas productivas. Un cafetinagem que hunde sus raíces en lo que Rolnik denomina el inconsciente colonial-capitalista y que se basa en la combinación de promesa y autoculpabilización, de recompensa y maltrato.
Y esta especie de chuleo o de arte de madame que ejerce el PSOE sobre las emociones de sus votantes actuales o posibles no responde a una perversión de cualesquiera dirigentes; es un arte de dominio y neutralización de las pasiones políticas. Al PSOE le corresponde en el hoy como en el ayer constitucional no dejar que en su electorado, en sus distintas bases sociales actuales o potenciales, cristalicen motivos éticos, bloques de resistencia ético-política como los que se anudaron con la cuestión de la OTAN, con la segunda guerra de Irak o con el rescate de personas migrantes en el Mediterráneo. Estos bloques se comportan como contrapoderes o, dicho de otra manera, desequilibran la relación entre el mandato imperativo y el representativo en el que se basan las constituciones atlánticas, dando preponderancia al primero (lo que llaman “populismo”). Por su parte, Unidas Podemos está más sometido si cabe a esos bloques ético-políticos en la sociedad, pero en un plano distinto, puesto que nunca han gobernado ni son un “partido constitucional” y nacieron declarándose un instrumento del mandato del 15M. Este es el problema. El problema no es que los “poderes fácticos” dobleguen la voluntad de Pedro Sánchez o le obliguen a dar marcha atrás en sus gestos éticos. Se trata más bien de que al lado de ese “arte de gobierno” está el “arte rufianesco” de un PSOE que quiere un electorado vencido en su autoestima y en su consistencia ética.
Sin embargo, este no es el PSOE de entonces, ni el contexto es el mismo. La omnipotencia de la cafetina de antaño se presenta hoy como farsa. Este PSOE se ha salvado de la pasokización, pero los buenos viejos tiempos no volverán. Está condenado a un juego de suma cero con Unidas Podemos, de tal suerte que no queda otra que dar buenas lecciones de realidad a quienes se obstinan en ser autónomos y desconocer quién da de comer democracia y progreso en España. A quienes pretenden poner condiciones éticas o incluso enarbolar los derechos humanos frente a la acción de gobierno. En el PSOE saben que el problema son esos bloques éticos y políticos encarnados en el electorado, y no Unidas Podemos, que sólo sobrevive gracias a ellos y a las promesas de un mandato imperativo.
“Solo podemos prometer menos de la mierda circundante, pero peor será la extrema derecha”; la negociación sobre el gobierno está llevando ese maltrato emocional a extremos nunca vistos: el subtexto de los mensajes prácticamente se coloca al mismo nivel que el texto manifiesto. Da no sé qué pensar en la incapacitación que provocan esas fluctuaciones de ánimo en las personas que se creyeron a Pedro Sánchez, que en estos meses cayeron en las promesas de la equidistancia moralista y llegaron a clamar responsabilidad a Unidas Podemos por sus “votos progresistas”, en un juego en el que todo el mundo sabe que Unidas Podemos es quien más pierde porque se juega la supervivencia. A esa violación continua de las conciencias la podemos llamar “producir un electorado responsable”. No es tan distinta de lo que Gregory Bateson definió como el “doble vínculo” en las relaciones humanas, fuente de esquizofrenia a su juicio, donde el sujeto termina colapsando cognitiva y afectivamente porque recibe estímulos afectivos y mensajes que se contradicen uno a otro o que van acompañados del afecto contrario al que significan.
Más allá de las negociaciones de gobierno/investidura y de sus resultados, el daño está hecho. El problema que tenemos es que, al mismo tiempo que las circunstancias sugieren la vuelta a la geometría política que nació con el 15M –donde el PSOE es la mano izquierda del régimen constitucional oligárquico y donde este último presenta una decantación hacia el autoritarismo y la desigualdad crecientes, amén de una corrupción estructural–, las ilusiones creadas por la narración Podemos (la anterior a las escisiones, allá por 2014) sobre el acceso al gobierno mediante acciones relámpago o geniales maniobras tácticas se arrastran hasta el agotamiento. Las trincheras retroceden cada vez más y los hechos dicen que no hay toma del gobierno posible bajo estas condiciones.
En adelante, se trata de pensar y ensayar (ensayos de masas, ensayos multitudinarios) formas de condicionar el funcionamiento de las normas jurídicas y de la administración en sentidos favorables a las minorías (que son mayoritarias) que forman las clases subalternas. Se trata de retomar la que fue con el 15M la estrategia de contrapoderes sociales y políticos composibles, de grados/saltos de apropiación y transformación de la norma, de su ejercicio, de la administración y sus decisiones y procesos, así como de las competencias de la soberanía estatal (monopolio) sobre la vida y las libertades de las personas. Se trata de saturar la forma Estado de luchas, protestas, instituciones alternativas y reapropiaciones de bienes comunes. Esto no excluye participar en gobiernos o apoyar su investidura, pero hemos comprobado cuáles son las condiciones y su coste psíquico y afectivo en la esfera pública; su alcance es limitado, mientras que el entusiasmo que despiertan difícilmente puede equipararse al creado por la ilusión de “entrar en la sala de mandos” nutrida por la narración Podemos.
Volvemos al ensayo y error, pero sobre la base de un acervo político común: a) sabemos que las luchas convergentes pueden tirar abajo gobiernos; b) solo la autonomía y la singularidad efectiva de luchas-contrapoderes puestos en común compensa y permite practicar un mandato institucional imperativo; c) participar en procesos de gobierno es táctico y dependiente, reforzar el sistema de contrapoderes y reapropiaciones sociales e institucionales es estratégico, porque bloquea el proceso de devastación psíquica y ética en curso, que permite el paso de autoritarismos y fascismos. Es bastante probable que la consolidación y el curso de un sistema de contrapoderes de este tipo llegue a redefinir completamente los factores estratégicos y el modo en que un cambio político rupturista pueda darse en España: que una revolución institucional pueda tener lugar sin derramamiento de sangre ni victoria represiva de las componentes reaccionarias de la constitución material española. Tenemos que seguir trabajando meses/años.
Entretanto, no se puede ser equidistante (marco narrativo “mayoría progresista”, a la que se tendría que adaptar como sea la posición de Unidas Podemos) respecto a la negociación en curso. Pero es preferible que la indignación se libere del marco de maltrato psíquico del PSOE, para empezar a practicar, antes que anunciar, el tiempo post-narración-Podemos. Dios (la autonomía de la política de partidos en el Reino de España) ha muerto. Saquemos las mejores consecuencias de este maltrato psíquico-político.
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Raúl Sánchez Cedillo es traductor y ensayista, y participa en la Fundación de los Comunes.
@sanchezcedillo
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Raúl Sánchez Cedillo
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