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Mientras el rey remataba en la tarde del martes su casi prescindible ronda de contactos y recibía al presidenciable Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados andaban más deprimidos los periodistas que los políticos. Ya es difícil. Generalmente, los periodistas estamos encantados con el caos, con  la confrontación, con la carnaza y la entropía. En el patio del Congreso, que es particular, charcos de lágrimas de periodistas se secaban bajo el sol de septiembre. Se encuentra uno antes del pleno con Rafael Mayoral, diputado de Podemos.

– Coño, Rafa. Que esto parece Reservoir Dogs. Al final creo que vais a acabar, vamos a acabar, todos muertos.

Como Mayoral es un hombre cauto, contesta con silencio de jugador de póker y esa caída de párpados medio vacilona y medio triste que tanto lo caracteriza.

– No sé si vamos a acabar todos muertos, pero por lo menos esto le ha valido a la gente para desenmascarar dónde hay que colocar a cada partido.

– La conclusión de lo que dices es que España vota derecha: PSOE, Ciudadanos, PP y Vox. 

– No, eso es una interpretación tuya.

– ¿No sabía el votante del PSOE, después de tantos años, que estaba votando neoliberalismo?

– Pues tú verás. Yo creo que no.

Un rato antes, el exalcalde socialista de San Sebastián y diputado del PSOE Odón Elorza resumía su previsión de elecciones con una frase contundente pronunciada con melancólica serenidad:

– Después de toda la mierda que nos hemos echado encima, veo difícil el acuerdo. No hay tiempo para tantas heridas –eran las dos y media de la tarde.

– ¿Hubo entre la dirigencia del PSOE –al margen del espontáneo “con Rivera, no”– debate real sobre la posibilidad de llegar a una coalición de Gobierno con Podemos? Porque, a veces, parecía que no.

– Claro que hubo. Pero las discusiones de ese tipo no se airean.

Joan Baldoví, de Compromís, refrenda con ironía algo mohína las palabras que acaba de pronunciar Odón Elorza: 

– Claro que existió esa discusión. Y existe. Lo que pasa es que esa discusión, en el Partido Socialista, siempre la pierden los odones.

Después de departir con Felipe VI, Albert Rivera se fue al Congreso a repetir ante los periodistas uno de sus mantras preferidos: “Señor Sánchez, no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Se puede entender que los votantes del PSOE, los del “con Rivera, no” del 28A en Ferraz, se sintieran engañados por Pedro Sánchez, azote de oligarquías mediáticas y económicas antes de recuperar la secretaría general. Que Podemos, socio preferente de boquilla hasta la corrosión de cualquier acuerdo, se sintiera engañado. Pero el bueno de Rivera fue el amigo invisible, un amigo tan transparente que todos lo veían menos el propio Rivera. “Sentémonos a hablar”. Si le hubiera dicho Sánchez a Pablo Iglesias eso alguna vez, a lo mejor hoy teníamos un gobierno de cooperación por desmayo amatorio del podemita.

En los pasillos, un alto dirigente de Ciudadanos acusaba a Sánchez de tacticismo para resucitar el bipartidismo. 

– ¿Primero ha ido a por Podemos y ahora, con las perspectivas electorales, contra ustedes?

--Puede verse así.

Pablo Casado, minutos después, se negó también a dar al PSOE su “sí porque sí”, según sus propias palabras. Con su recién estrenada moderación dialéctica, el barbado y siempre risueño líder popular repartía cariños gratis: “Pedro Sánchez y el PSOE merecen todo nuestro respeto”. Y, preguntado por la oferta in extremis de Rivera, volvió por las mismas lindes semánticas: “Mi máximo respeto a Albert Rivera”. España se derrumba mientras los neoliberales nos enamoramos.

La Constitución no cierra el margen a un último tanteo/tonteo. Queda hasta la salida de las brujas del día 23 para intentarlo. A las 12 de esa noche, expira el plazo de investidura. Aunque, como en Reservoir Dogs, da la impresión de que los protagonistas principales ya están todos muertos. Pero no pasa nada. Las elecciones, 10 de noviembre, coinciden pocas calendas después de la noche de difuntos. En su rueda de prensa ya de noche, al calorcito de La Moncloa, Pedro Sánchez se resignó a esta fecha electoral con una frase que ninguno de sus posibles socios o antisocios se cree: “Lo he intentado por todos los medios”. Quizá sí lo ha intentado por todos los miedos. Sánchez ha jugado a susto o muerte, y ha salido muerte.