Francisco Louçã / Fundador del Bloco de Esquerda
“El pacto en Portugal fue posible porque hubo una gran presión popular sobre los partidos de izquierda”
Nuria Alabao Madrid , 11/09/2019
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Francisco Louçã (Lisboa, 1956) fundó el Bloco de Esquerda en 1999, y fue miembro de su dirección durante 13 años, en los que también fue diputado. Es miembro del Consejo de Estado, a petición del Parlamento, y acaba de publicar en España Sombras. El desorden financiero en la era de la globalización, editado por Sylone y con prólogo de Boaventura de Sousa. En noviembre participará como ponente en el III Congreso ‘Repensar la Economía con los trabajadores’, organizado por la Fundación 1º de Mayo y CC.OO., que se celebrará en Madrid, el 14 y 15 de noviembre.
Durante estos últimos cuatro años, su partido, el Bloque de Izquierdas, ha apoyado al Gobierno socialista de António Costa sin estar dentro del Ejecutivo. ¿Cómo calificaría esa experiencia?
El balance es positivo porque se ha luchado contra la austeridad. El acuerdo al que llegamos hace cuatro años se hizo por la necesidad de romper con el gobierno de derechas, el de la austeridad, que era tan destructivo socialmente. Hubo un acuerdo por escrito en algunas materias –recuperación salarial, aumento del salario mínimo, de las pensiones, reducción de los impuestos sobre el trabajo, paralización de privatizaciones, mejora de los servicios públicos, algunas cuestiones sobre la ley del aborto...– y en otras, como la gestión bancaria o los tratados europeos, no hubo consenso suficiente.
Muchos de esos acuerdos se han cumplido, y eso ha dado una cierta tranquilidad a la ciudadanía. La gente ya no tiene miedo de poner el telediario de la noche, ya no tiene miedo de que anuncien nuevos recortes. Claro que durante estos años ha habido confrontaciones y tensiones, sobre todo en los puntos en los que no existía acuerdo, como en el rescate bancario, que ha sido muy costoso para los fondos públicos. También fue duro el debate entre el Gobierno y los partidos de izquierda sobre la ley laboral. El Gobierno pretendía reducir la contribución patronal a la Seguridad Social, para compensar la subida del salario mínimo. Y la izquierda no lo aceptaba. En este caso el Gobierno fue derrotado en votación parlamentaria y obligado a retroceder. En otros casos, el PS ha aprobado leyes con el apoyo de la derecha, sobre todo en cuestiones financieras.
¿Qué medidas ha adoptado el Partido Socialista que no hubiese puesto en práctica si hubiera tenido una mayoría absoluta?
Muchísimas. El programa del Partido Socialista era explícito en congelar las pensiones, no introducía ningún cambio en el sistema de pensiones, no tenían previsto ningún aumento del salario mínimo… Era la postura tradicional del Partido Socialista. Las medidas concretas que se han impuesto gracias al acuerdo con las izquierdas son lo opuesto a lo que los socialistas habían planteado en las elecciones. Por su puesto, el electorado del Partido Socialista y muchos socialistas estaban entusiasmados con salir de la cárcel que suponen las políticas de austeridad.
¿Cuáles son las perspectivas de cara a las elecciones del 6 de octubre? Si la izquierda suma, ¿contemplan un acuerdo de programa o aspiran a dar un paso más, una coalición?
Hay perspectivas distintas, pero aún estamos a cinco semanas y los sondeos no son votos, así que hay que ver qué pasa. Para el PS el objetivo primordial es lograr mayoría absoluta y no tener que repetir el acuerdo con la izquierda. Es muy explícito. El otro día, el primer ministro dio una entrevista a un telediario importante en la que lo repitió. El pasado fin de semana [1 de septiembre] la entrevista que publicó Expresso se titulaba: “Si el Partido Socialista sale débil y el Bloco fuerte no habrá gobernabilidad”. Hay una presión muy fuerte sobre el electorado. Los partidos de izquierda saben que si los socialistas alcanzan la mayoría absoluta no habrá ningún tipo de acuerdo. Si, por el contrario, el Partido Socialista se ve obligado a negociar una mayoría parlamentaria, habrá algún tipo de acuerdo si se llega a una convergencia en políticas sociales. La izquierda plantea ahora un gobierno más exigente, no basta con recuperar las pérdidas anteriores en salarios y pensiones. Hay que hacer inversión pública, capacidad de mejorar los hospitales, la enseñanza, los transportes, la vivienda… El PS le tiene mucho miedo a eso. Su argumento es que puede venir una crisis internacional, que si Alemania entra en recesión arrastraría a toda Europa, y puede ser que tengamos que volver a la política de austeridad. Eso sería una ruptura con la izquierda, que no aceptará que para rescatar bancos se bajen las pensiones. El Bloque tiene propuestas muy concretas en vivienda, sobre qué inversiones se tienen que hacer para tener más de 100.000 viviendas de renta baja, por ejemplo, o para crear empleo cualificado o ampliar el número de médicos y enfermeros que permita tener un servicio nacional de salud competente.
Parece evidente que las consecuencias de estas políticas de austeridad ayudaron a la formación de este gobierno. Cuatro años más tarde, son muchas voces, incluida la del FMI, las que reconocen que esas políticas no han dado los resultados esperados. ¿Cree que ha cambiado algo dentro de la UE que pueda alumbrar otro tipo de políticas?
Cuando uno estudia la historia de los rescates en Grecia, se da cuenta de que, al final, el Fondo Monetario tenía una posición más abierta hacia una reestructuración profunda de la deuda pública griega que las instituciones europeas, que no lo aceptaron nunca. Las instituciones europeas se han cerrado más y, además, tienen un liderazgo político más débil, porque Alemania es el centro de la recesión y Merkel está de salida. Quienes están más fuertes son líderes como Orbán. Eso es lo que está cambiando en la derecha y en el contexto político europeo. Las reglas de la instituciones son más rígidas: la unión bancaria; la amenaza a los depósitos de los clientes de la banca si se produce una crisis bancaria y, sobre todo, la regla del presupuesto con déficit cero, que es la peor estupidez posible en una situación en la que hay margen de maniobra y necesidad de crear demanda. Ahora los economistas más conservadores están pidiendo que se suban los salarios en Alemania para aumentar la demanda, para que haya una recuperación. Merkel está discutiendo un plan de inversión pública de 50.000 millones de euros pero hay mucha resistencia interna y las reglas europeas están en contra de esas políticas. La situación es más amenazadora porque ahora el margen de maniobra es menor y el propio BCE ya no puede hacer nada. Las tasas de interés son cero, así que no puede hacer nada.
En este periodo preelectoral. ¿Cuáles son los principales debates?
Hay dos discusiones importantes: una más política, si habrá mayoría o no. Para el PS todo se concentra en eso, a pesar de que muchos votantes socialistas tienen miedo de que con una mayoría absoluta el PS no tendría presión popular y podría volver a decantarse por políticas de austeridad como en el pasado. Por eso, la izquierda se va a concentrar en explicar que hay que impedir esa mayoría porque es necesario crear un contexto político abierto donde se produzcan acuerdos más amplios. El segundo punto es la discusión de políticas sociales concretas. El éxito de estos cuatro años es muy limitado en algunos casos, por ejemplo, la recuperación de la sanidad. La derecha había recortado 1.300 millones de euros y eso lo hemos recuperado pero es muy insuficiente. El gasto en salud tiene que ser mayor cada vez porque la población envejece. Para mantener la calidad del sistema de salud hay que hacer un mayor esfuerzo presupuestario. Además, el PS quiere que las empresas privadas puedan dirigir hospitales públicos. Eso venía de un programa antiguo del partido socialista y la derecha lo amplió mucho. Su plan era tener 15 hospitales públicos con gestión privada. Ahora solo hay tres pero son tres grupos financieros muy importantes. Todo esto implica una discusión sobre cómo se paga la sanidad, cuánta gente hay que emplear para que los ciudadanos tengan un centro de salud cerca, etc. Nosotros estamos planteando que hay que contratar entre 12.000 y 14.000 enfermeros/as y médicos. Se discute mucho sobre cómo se puede hacer eso, si eso implica exclusividad, si los médicos del sistema público pueden o no trabajar en el privado. Son debates difíciles porque tiene un impacto económico enorme. Para nosotros el próximo gobierno tiene que tener un compromiso con las políticas públicas mucho mayor.
Por eso planteamos cambios fiscales, mejor redistribución, etc. Lo mismo con las políticas de vivienda: no se puede vivir en los centros de las ciudades, es carísimo, me imagino que ocurre lo mismo en España. Hay tal presión turística... Hay miles de franceses que viene a comprar casas en el centro de Lisboa y el precio ha subido tanto en los últimos cuatro años que ya no es posible vivir. ¿Cómo se puede responder a eso? Pues creando decenas de miles de casas con un precio aceptable, lo que significa rehabilitar casas viejas en negociación con sus propietarios o utilizando propiedad pública… Nosotros tenemos un proyecto de unos 6.000 millones de euros para hacer 100.000 casas. Se puede recuperar los costes a través de las rentas, unas rentas bajas pero es evidente que durante unos años tiene un impacto sobre el déficit. No se puede tener déficit cero en esto pero tampoco es un problema porque Portugal se está financiando a coste negativo. Es el momento de invertir porque la inversión no tiene coste, no tiene tasa de interés. Esta es una discusión de alta tensión con las autoridades europeas y con las políticas sociales del PS. Nuestra idea es que las discusiones hay que proponerlas de una manera concreta, y probar que la izquierda sabe gobernar, sabe hacer bien las cosas. Lo importante es probar que estas políticas sociales responden a los intereses de la gente y que las defiende.
En España se está produciendo la negociación entre PSOE y Podemos para la investidura, una negociación que parece totalmente encallada. ¿Por qué cree que fue posible alcanzar un acuerdo en Portugal y aquí está siendo mucho más complicado?
Ni idea de por qué es tan complicado. Imagino que hay muchos conflictos políticos distintos: el debate sobre nacionalidades, Cataluña…, historias políticas muy distintas. En Portugal fue posible porque se produjo una gran presión popular sobre los partidos de izquierda y el Partido Socialista para que alcanzaran un acuerdo, por cierto, inédito porque el PS había llegado anteriormente a acuerdos pero siempre con la derecha. La gente no podía más, el primer ministro de los tiempos de la austeridad llegó a decir públicamente en televisión que su objetivo era “empobrecer Portugal”. Lo decía así, con estas palabras. Y era un objetivo del programa de gobierno. Después de cuatro años la gente no soportaba la idea de que siguiera habiendo un gobierno así, con esa política. Por eso, se produjo una presión muy fuerte y, tanto el Partido Socialista, que tenía el 32% de los votos, como los partidos a su izquierda, tuvieron que sentarse a negociar. La izquierda no quiso participar en el gobierno y el PS tampoco lo quería. La izquierda no lo puso como condición, porque entrar en el gobierno exige mucha más homogeneidad, mucha más confianza, mucha más convergencia y mucho más trabajo común. Optamos por esa solución. Ya veremos en el futuro con la correlación de fuerzas que se produzca… Pero, en ese momento, estar bajo la disciplina común de un gobierno obligaba a un acuerdo cerrado y completo.
Cuando estás dentro de un gobierno y se produce un conflicto solo hay dos salidas: o te quedas o te vas. Y quedarte, aceptando una posición inaceptable, es mala solución. E irse y provocar una crisis política puede ser también una mala solución. La primera confrontación que tuvimos con el gobierno socialista se produjo apenas dos meses después, cuando se vendió al Santander un pequeño banco, el Banif, y el gobierno gastó, bajo la imposición de la Comisión Europea, cerca de 3.000 millones. Y ya sabemos lo que cuestan 3.000 millones. Es algo que no aceptaríamos nunca y si hubiésemos entrado en el gobierno, hubiéramos tenido que salir dos meses después y provocar una crisis política. Eso no se hace, no se hace. Es mejor tener discusiones y conflictos públicos y ganar alguna vez, como en el caso de la Seguridad Social, y perder otras, y seguir negociando todas las veces. Logramos mucho más que lo que estaba en los acuerdos iniciales. En otras condiciones sería distinto; si en vez de tener el 10% de los votos tuviéramos mucho más, entenderíamos que el pueblo nos impone que estemos en el gobierno, pero eso ya se verá. La política es concreta y las cosas tienen que ir viéndose poco a poco. Por eso, yo no tengo ninguna lección para dar en el debate español. Es muy distinto y creo que Pedro Sánchez deber tener cuidado y no utilizar mucho instrumentalmente la historia portuguesa porque es distinta.
¿Pero, si le llamase Pablo Iglesias...? ¿Ha hablado con él últimamente?
La dirección del Bloque tiene mucha relación con él, pero imagino que no discuten con él lo que debe hacer y que tampoco él pide opinión sobre eso.
A diferencia de otros países europeos, incluido España, en Portugal no ha aparecido ningún partido de extrema derecha. ¿Cómo lo explica?
Bueno, la península ibérica es distinta de otros países europeos porque tiene una izquierda fuerte, con formaciones distintas y, además, con historias y tradiciones muy diferentes. Es cierto que en España, una escisión del PP ha producido la creación de Vox. Eso todavía no ha pasado en Portugal, pero podría pasar porque la tendencia general es la radicalización de la derecha tradicional. El ejemplo de Le Pen en Francia es un poco específico porque viene de un grupúsculo neonazi o fascista, como era su padre, y luego se desarrolló como fuerza política importante en Francia. En otras partes lo que pasa es distinto, suelen ser escisiones o un cambio en la dirección tradicional, y eso puede pasar en Portugal en el futuro. Por eso la mitología sobre las excepciones hay que usarla con cuidado. Es una excepción hasta que deja de serlo, como fue el caso de España con Vox. La extrema derecha gana campo en la política social en todo el mundo porque la izquierda ha perdido la capacidad de representar a la comunidad, a la gente que sufre, a los oprimidos, a las víctimas de la globalización. Hay una izquierda que ha creído que la globalización es un milagro económico de desarrollo para todos y no lo es, es desigualdad y eso significa destruir la vida de muchas personas. Cuando una parte de la izquierda se desplaza hacia el centro, esta se convierte en neoliberal y la consecuencia es que pierde toda capacidad de representación, como pasa en Alemania. El Partido Socialdemócrata era un partido histórico de posguerra junto a la Democracia Cristiana. Hoy los dos partidos juntos no llegan al 50% de los votos. En Holanda los dos partidos tradicionales mayoritarios no llegan al 25%...
¿Tiene la socialdemocracia aún un proyecto que pueda evitar el avance de la extrema derecha?
No creo, por lo menos en la mayor parte de los casos. La situación en Inglaterra es distinta porque se ha recuperado la socialdemocracia laborista con la victoria de Corbyn. Este en su día cayó frente a Tony Blair, la tercera vía, la socialdemocracia neoliberal, y por ello en este caso sí existe una recuperación de su tradición. Cada caso tiene su historia, pero en general la socialdemocracia tiende al centro-izquierda en algún caso, en otros se acerca mucho a la derecha y se adapta mucho a los poderes financieros, que es el poder que genera gobiernos más autoritarios debido a su relación sin intermediacion con la población; la socialdemocracia es parte de este desastre político que expresa la actual tendencia general en Europa.
En noviembre va a participar en el Congreso ‘Repensar la Economía con los trabajadores’, organizado por la Fundación 1º de Mayo y CC.OO. En ese sentido, ¿qué experiencia tienen en Portugal?
El cambio en Portugal en los últimos años no fue una recuperación sindical importante; los trabajadores tienen mucha más confianza, hay cuatro veces más personas con convenios colectivos que antes, el nivel de desempleo bajó del 13% al 6%, pero sé bien que los salarios son muy bajos y que la mayoría de los contratos son precarios. Hubo un cambio, como en el conjunto de Europa, del estándar de trabajo con contratos muy vulnerables, pero en todo caso ha habido creación de empleo. Hay algunos movimientos de trabajadores muy importantes relacionados sobre la calidad de los servicios públicos, Salud y Educación, y, sobre todo, han existido dos movimientos, casi nuevos, que son el movimiento feminista nueva generación, con la huelga del 8M y la lucha contra la violencia doméstica y la justicia como una forma de violencia de género, y el movimiento de la Huelga por el clima de los jóvenes, que es muy potente. Son movimientos nuevos, que están reinventando la forma de acción política, comunicación y acción, y eso es importante porque son muchas personas nuevas que crean nuevas experiencias sociales y de comunidad. España tiene otra tradición, tiene unos movimientos sociales más fuertes. La huelga feminista fue un ejemplo internacional e imagino que en ecología también existe una experiencia, un pensamiento y una capacidad de acción que serán interesantes de debatir en este seminario desde el diálogo entre las experiencias y teorías de los distintos movimientos.
El 1 de octubre, CTXT abre nuevo local para su comunidad lectora en el barrio de Chamberí. Se llamará El Taller de CTXT y será bar, librería y espacio de debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y...
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Nuria Alabao
Es periodista y doctora en Antropología Social. Investigadora especializada en el tratamiento de las cuestiones de género en las nuevas extremas derechas.
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