En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
No es necesario insistir en que el precipitado declive del periodismo se encuentra entre los múltiples daños que Facebook ha causado a la esfera pública. Escasos de ingresos publicitarios, los medios de comunicación con una situación financiera estable son tan poco frecuentes como un acto de campaña convincente de Joe Biden. La prensa local se ha marchitado y nos hemos familiarizado con el término “desierto informativo” para describir los aproximadamente 1.300 municipios estadounidenses que carecen de ella. Los recientes y súbitos cierres de Pacific Standard y Governing magazine –anunciados el mismo día– solo han servido para reforzar la imagen de precariedad que envuelve a los medios de información, parte de una sensación ampliamente compartida de que publicaciones enteras, y acaso la industria toda, podrían desaparecer en cualquier momento. Vivimos en tiempos preapocalípticos.
Hay, sin duda, aquí y allá destellos de esperanza entre tanto pesimismo. Algunos medios apoyados por multimillonarios, como The Wall Street Journal y The Washington Post, se mantienen en buena forma mientras The New York Times continúa marcando el paso a sus atribulados competidores. Gracias a casi cinco millones de suscriptores digitales y a sus incursiones en los servicios de streaming, el Times informó recientemente de unos beneficios de 37,9 millones en el último trimestre. Pero se trata de excepciones en una industria sobre cuya viabilidad misma hay serias dudas.
Lo que nos lleva de vuelta a Facebook, que, por enésima vez, ha presentado un programa diseñado para salvar el periodismo o, al menos, retrasar su ignominiosa muerte. Pero como casi todo lo que Facebook hace, la iniciativa parece concebida de manera precipitada y autocomplaciente, arrojando billetes a un problema que es mucho más amplio de lo que Facebook está dispuesto a admitir. El plan es más o menos este: Facebook creará una pestaña de noticias en su feed que alojará contenido de cabeceras conocidas como son The Washington Post, Bloomberg, ABC News y Dow Jones, la empresa propietaria de The Wall Street Journal. A cambio, Facebook pagará algún tipo de cuota por reproducir el contenido. La cantidad varía, pero la cifra más alta aparecida en las primeras informaciones que han circulado ha sido de tres millones de dólares anuales. No es mucho, para The Washington Post podría servir, quizá, para cubrir los salarios del promotor de la tortura Marc Thiessen y algunos de los vampiros neocon con quienes comparte página de opinión. Pero en un sector dominado por las bajas expectativas, es un comienzo: el sorprendente testimonio de que Facebook cree que los buenos contenidos son algo por lo que merece la pena pagar y de que sus creadores han de ser remunerados por ello. (Perdonadme por el uso del término “contenido”, pero, tristemente, se ha vuelto de rigueur en estas conversaciones, un indicador lingüístico de lo poco que valoramos estas cosas).
probablemente no vayas a ver en el futuro inmediato a tus medios de izquierda preferidos en la pestaña de noticias de Facebook
Los primeros comentarios de los mandarines del periodismo han sido, como cabía esperar, pesimistas. Un programa más sensato consistiría en dar a los medios una porción más sustanciosa de los ingresos publicitarios y no en un pago de cuotas que no tiene en cuenta el tráfico o la popularidad. Pero con el plan actual resulta que un medio exitoso en Facebook recibiría el mismo dinero que Bloomberg predicando en el desierto sus homilías sobre el libre mercado. Si partimos de los medios nombrados como potenciales participantes, el programa también parece restringido a lo que Facebook supuestamente considera un inofensivo grupo que no presenta ningún sesgo informativo evidente. (Que se esté o no de acuerdo con esta tibia afirmación sobre la objetividad de las corporaciones mediáticas es harina de otro costal). En otras palabras, probablemente no vayas a ver en el futuro inmediato a tus medios de izquierda preferidos en la pestaña de noticias de Facebook, aunque puede que sí se cuele Fox News, quizá en un esfuerzo mendaz por equilibrar, o dar espacio al cada vez más numeroso coro de comentaristas de derechas que afirma que las redes sociales los están silenciando, una queja que hasta el propio Trump ha expresado en varias ocasiones.
Facebook no es el único que está metiendo dinero en el sector con la esperanza de que suene la flauta. Le acompañan en este viaje Google y toda una serie de think tanks y filántropos que están invirtiendo cientos de millones de dólares en un esfuerzo quijotesco para que funcione un modelo de negocio fallido. Hace unos meses Google anunció el proyecto Local Experiments, un esfuerzo diseñado para responder al fenómeno de la creciente desertificación informativa. Con una asociación inicial con McClatchy, Google financiará tres redacciones digitales, a las que seguirán decenas más. Ninguna de estas iniciativas es equivocada per se, pero no pueden ser percibidas más que como una bula a destiempo por los crímenes cometidos en el pasado. Habiendo amasado obscenas fortunas canibalizando la base publicitaria de los medios de comunicación y robando sus contenidos, Google y Facebook ahora esperan recuperar con dinero el favor de un puñado de ellos. En vez de eso, evidencian el problema de la mayor parte de la filantropía de los multimillonarios: la generosidad de los titanes corporativos no puede reemplazar una vigorosa esfera pública en la que los impuestos progresivos y un aparato regulador impidan el crecimiento de aspirantes a monopolistas como Google y Facebook. La situación está ahora cabeza abajo: compañías valoradas en billones de dólares realizan, tardíamente, un ejercicio de caridad para intentar redimirse de los problemas que ellos mismos ayudaron a crear.
La cuestión dista de ser nueva. Google AMP, Google News Lab, las becas de Google News, Facebook Live, Facebook Watch, Facebook Instant Articles… la lista de productos comerciales que estimulan las noticias e impulsan los esfuerzos caritativos se suceden incómodamente en una historia que es un fracaso sin paliativos. Si no hay incompetencia o cambios repentinos en la política empresarial (por ejemplo, saltos a vídeo para luego retractarse), entonces lo que hay es un fraude, sin más. Facebook, de acuerdo a un proceso judicial, infló sus métricas de vídeo, lo que aumentó la fuga de los medios del texto al vídeo, un paso que precipitó cientos de despidos en publicaciones como Mashable o Mic, que invirtieron fuertemente en este cambio.
Los problemas siguen siendo existenciales y casi demasiado grandes como para gestionarlos. Los medios, según parece, no ven muchas alternativas a ir con el duopolio Facebook-Google, cumpliendo con cualquiera que sea el plan surgido de equipo de Facebook para exprimir la atención y mantener a la gente en la plataforma. ¿Y quién puede culparlos? Facebook y Google tienen el dinero, la tecnología, los clientes, la atención de los usuarios y los ingresos publicitarios. A pesar de crear un producto esencial para la plataforma de Facebook, los medios no tienen ninguna baza en la negociación.
Y así, una vez más, el momento es propicio para que el periodismo busque a sus salvadores tecnológicos, que también resultan ser sus mayores antagonistas. Quizá esta vez funcione. Quizá se desarrolle una asociación estable y mutuamente beneficiosa. Quizá la gente valore de nuevo el reporterismo. Quizá el sector de los medios de comunicación dé un paso hacia la estabilidad y quizá vuelvan los beneficios, y también los trabajos, y así no tendremos que revivir constantemente este ciclo banal de hype que siempre termina en fracaso.
Quizá, pero probablemente no.
------------------------------------------
Este texto se publicó en inglés en The Baffler.
Traducción: Àngel Ferrero.
Ya está abierto El Taller de CTXT, el local para nuestra comunidad lectora, en el barrio de Chamberí (C/ Juan de Austria, 30). Pásate y disfruta de debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y eventos...
Autor >
Jacob Silverman (The Baffler)
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí