Kristen Ghodsee / profesora de estudios de Rusia y Europa del Este
“Cuando los hombres contribuyen de manera más justa al trabajo doméstico las parejas tienen más sexo”
Nuria Alabao 15/10/2019
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Como antropóloga especializada en Rusia y Europa de Este, Kristen Ghodsee lleva toda su vida investigando cómo era la vida al otro lado del telón de acero. También, lo que para algunos apologetas de la libertad de mercado y del capitalismo en vena resulta no solo incomprensible, sino una aberración: que mucha gente que vivió en esos países socialistas los añora. Al menos, algunos aspectos de la vida en ellos. Y esta “nostalgia roja”, como la llama, tiene una clara declinación de género: los mayores recursos públicos empleados en tejer una red de seguridad alrededor de la maternidad y la crianza proporcionan autonomía e independencia a las mujeres. Lo que ya sabemos, que el gasto público social mejora sobre todo la vida de ellas se complementa con otra afirmación algo más sorprendente: que esas mujeres también estaban más satisfechas sexualmente. Para explicarlo, ha escrito un libro que precisamente se titula Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo (y otros argumentos a favor de la independencia económica) (Capitán Swing), donde se habla de placer sexual pero en relación con el resto de nuestras vidas.
Me gustaría empezar por el título del libro.
Mi argumento es antiguo y se remonta a los socialistas del siglo XIX. Personas como August Bebel, Friedrich Engels, Clara Zetkin y Alexandra Kollontai teorizaron sobre los derechos de las mujeres –y algunos desarrollaron temas como el amor romántico o las relaciones sexuales–. Básicamente decían que cuando la sociedad pone toda la carga del cuidado infantil en las mujeres, sin darles oportunidades para su educación o para cualquier tipo de capacitación profesional, las obligan a ser dependientes de los hombres, y esa dependencia va a generar una situación por la que las mujeres mismas se van a convertir en un tipo de mercancía. Sin embargo, a pesar de que los socialistas llevan hablando de estas cosas más de ciento cincuenta años, el problema no ha desaparecido. Si nos fijamos en casi todos los países capitalistas avanzados del mundo, las mujeres todavía están luchando por encontrar el equilibrio entre trabajo y familia.
Mi argumento es, por tanto, muy simple pero importante: cuando las mujeres son capaces de atender sus propias necesidades materiales y las de sus hijos –y estoy hablando también de una red de servicios públicos que socializa parte del trabajo de cuidados que las mujeres hacen criando a la siguiente generación–, esto automáticamente les permite relaciones más igualitarias con los hombres, lo que se traduce en más igualdad en la cama. Las mujeres que son independientes tienen la posibilidad de dejar las relaciones abusivas, no saludables o insatisfactorias sin miedo, y esto lleva a los hombre a comportarse mejor en todos los ámbitos.
Demuestra esto citando datos de algunas investigaciones que se hicieron en los países socialistas sobre satisfacción sexual y también sobre valores en relación al sexo. ¿Qué nos dicen esas encuestas?
Sí, hay algunas pruebas empíricas concretas detalladas en el libro que demuestran, particularmente en el contexto de Alemania Oriental y Occidental, que las mujeres de Alemania Oriental decían tener niveles mucho más altos de satisfacción sexual que las mujeres de Alemania Occidental. Claro que están basadas en percepciones subjetivas, pero me sigue pareciendo que es útil y explica cosas, y los datos son realmente sorprendentes.
las mujeres de Alemania Oriental decían tener niveles mucho más altos de satisfacción sexual que las de Alemania Occidental
Por ejemplo, una encuesta encontró que en Alemania Oriental el 73% de las mujeres y el 74% de los hombres querían casarse. En contraste, el 71% de las mujeres en Alemania Occidental deseaba el matrimonio, pero solo el 57% de los hombres allí querían lo mismo, una diferencia de catorce puntos. Una encuesta diferente sobre experiencias sexuales descubrió niveles mucho más altos de disfrute de las relaciones sexuales entre las mujeres de la RDA. Cuando se les preguntó si su última cita les había dejado satisfechos, el 75% de las mujeres –y el 74% de los hombres– dijeron que sí, en comparación con el 84% de los hombres y solo el 46% de las mujeres de Alemania Occidental. Finalmente, se pidió a los encuestados que dijesen si se sentían “felices” después del sexo. Entre las mujeres de la RDA, una amplia mayoría –el 82%– estuvo de acuerdo, mientras que entre las occidentales solo el 52% dijeron sentirse felices, prácticamente la mitad se sentían más bien infelices.
¿Cómo se relacionan disfrute de la sexualidad y tareas reproductivas?
Hay también algunos estudios que muestran que las parejas que comparten las tareas domésticas o las responsabilidades de cuidado infantil de forma más equitativa tienden a tener más sexo. No estoy segura de si están teniendo mejor sexo, pero parecen tener más. Por ejemplo, un estudio de 1.338 parejas alemanas heterosexuales que habían estado juntas durante un promedio de diez años (el 69% de los cuales estaban casados) demostró que la percepción de mayor equidad en la división de las tareas del hogar condujo a menor resentimiento dentro de la relación. Según los investigadores, “los resultados nos dicen algo muy claramente: cuando los hombres contribuyen de manera justa al trabajo doméstico, la pareja disfrutará de más sexo y de sexo más satisfactorio en el futuro”.
Entonces, tiene sentido que si hay una provisión pública de cosas como educación infantil habrá menos presión en las relaciones heterosexuales y menos resentimiento entre las parejas.
En el libro explica el caso de Polonia, donde el Estado socialista llegaba a financiar los sexólogos. ¿Cómo era allí la concepción de la sexualidad?
Mi colega Agnieszka Kościańska ha realizado una extensa investigación sobre sexualidad polaca y ha demostrado que el Estado socialista apoyó el estudio holístico de la sexualidad a pesar del contexto religioso conservador católico. Cuando las personas tenían problemas sexuales, no se solucionaban a base de medicamentos o tratándolas como cuerpos disfuncionales, como sucede en los países capitalistas. En cambio, la visión marxista de la sexualidad humana creía que las ideas sobre el buen y el mal sexo surgen de las relaciones de producción. La economía y la sociedad tienen un impacto directo en el dormitorio, y por lo tanto, cualquier comprensión de los problemas sexuales necesitaba contemplar a toda la persona, incluida sus creencias espirituales. Era una forma de pensar sobre las relaciones sexuales increíblemente progresista y humana. Además, Polonia tuvo una excelente educación sexual para niños y derecho al aborto a pesar de la influencia de la Iglesia Católica. Hoy vemos que la Polonia católica es mucho más regresiva en términos de los derechos reproductivos de las mujeres de lo que fue durante el socialismo.
En condiciones de austeridad, los programas públicos para aliviar las cargas de las mujeres en el hogar son lo que primero se recorta
¿Qué sucede con la llegada del capitalismo en la vida de las mujeres de esos países?
Después de 1989, se da una privatización de muchas empresas. Con ello llega el desempleo masivo y mucha austeridad, ya que se recortan los presupuestos, y en esta transición económica, las mujeres son expulsadas deliberadamente de la fuerza laboral. Porque una de las formas en que los Estados intentaron reducir el número de desempleados es diciendo que las mujeres deberían ser amas de casa, que es su responsabilidad natural, tener bebés y cocinar comidas para sus maridos. Entonces, hay un táctica deliberada de los gobiernos para dificultar que las mujeres encuentren trabajo fuera del hogar. Extendieron las licencias de maternidad pero dejaron de pagarlas (o pagaron menos que antes) y eliminaron la protección laboral. En muchas ocasiones, las mujeres abandonaron la fuerza laboral y no pudieron regresar. Esto hizo que las mujeres dependieran económicamente más de los hombres, lo que implicaba que tenía más sentido encontrar un marido rico que un hombre que realmente amabas o por el que sentías atracción.
La revolución rusa implicó para las mujeres la adquisición de una serie de derechos: aborto, acceso al trabajo, una ideología más libre respecto al disfrute de la sexualidad… Sin embargo, con el cierre autoritario estalinista que marca el fin de la revolución, algunos de estos derechos adquiridos se pierden. ¿Por qué?
Rusia en 1917 y la Unión Soviética en las décadas de 1920 y 1930 fueron países muy pobres que no podían pagar la socialización del trabajo doméstico que las mujeres realizaban en el hogar de forma gratuita. En condiciones de austeridad, los programas públicos para contribuir a aliviar las cargas de las mujeres en el hogar siempre son lo que primero se recorta, y no fue diferente en la Unión Soviética. El trabajo de cuidar a los jóvenes, los viejos y los enfermos es algo que los Estados siempre pueden empujar a la esfera privada, y las mujeres han servido como ejército de reserva de trabajo en tiempos de necesidad. Los derechos de las mujeres son, por lo tanto, lo primero que desafían los líderes conservadores. Al decir que el lugar de una mujer está en el hogar pueden ahorrar mucho dinero del presupuesto y usarlo para comprar más pistolas.
En el caso específico de Stalin, concentró todos los recursos de la URSS en financiar una industrialización acelerada, pero sacrificó muchísimo más que los derechos de las mujeres.
También habla en el libro de la progresiva mercantilización de las relaciones (sexuales y afectivas) en el capitalismo. ¿Cómo está relacionado esto con la emancipación femenina?
El capitalismo contemporáneo contempla la atención humana, el afecto y las emociones como mercancías que se pueden comprar, vender o alquilar en los mercados con precios determinados por la oferta y la demanda. Aplicaciones con fines de lucro como Tinder o Parship han comercializado el coqueteo y las citas. Sitios web como seeking.com o rentafriend.com animan a los usuarios a contemplar lo que alguna vez fue el don de la compañía o la amistad como servicios para clientes que pagan. Tanto hombres como mujeres debemos reivindicar nuestro tiempo y atención para que continúen existiendo fuera de un marco de mercado. Cada uno de nosotros debería ser el dueño soberano de nuestras emociones y afectos, en lugar de esclavos de la economía de la atención. A medida que nuestras sociedades se vuelvan más atomizadas y solitarias, la conexión humana se convertirá en una mercancía cada vez más valiosa. Más personas se encontrarán obligadas a vender su capacidad emocional a extraños en lugar de usarla con sus propios amigos y familiares.
A medida que nuestras sociedades se vuelvan más solitarias, la conexión humana se convertirá en una mercancía más valiosa
Vemos un buen ejemplo de esto en las mujeres rumanas y ucranianas que se preocupan por las personas mayores en Italia. Ahora existe una aflicción común llamada “síndrome de Italia”. Mujeres que gastan tantos cuidados y atención en los ancianos de los que se ocupan en otros países como empleadas domésticas que regresan a sus países de origen incapaces de sentir ninguna emoción por sus propios hijos y familias. Están completamente drenadas de todo afecto porque han vendido todo en el mercado.
Explica que entre la Alemania Occidental y Oriental hubo diferencias después de la II Guerra Mundial y cómo los diversos modelos adoptados en relación a los derechos económicos de las mujeres tienen relación con las mayores tasas de natalidad que se dieron en Alemania Oriental.
Alemania Oriental y Occidental sufrieron una grave escasez de mano de obra después de la II Guerra Mundial porque muchos hombres habían sido asesinados, pero usaron distintas soluciones para reconstruir sus economías. Como Alemania Occidental obtuvo dinero de los Estados Unidos a través del Plan Marshall, podían permitirse enviar a sus mujeres a casa para tener bebés y ocuparse de la cocina. En Alemania del Este, el trabajo de las mujeres era necesario para reconstruir la economía, pero también necesitaban que las mujeres tuvieran más hijos. La solución de Alemania Oriental fue socializar el trabajo doméstico a través de la construcción de jardines de infancia, guarderías, cafeterías públicas y comunales, lavanderías para que las mujeres pudiesen combinar más fácilmente el empleo y el trabajo reproductivo. Los alemanes orientales permitieron que las mujeres fueran económicamente independientes de los hombres, incluso si tenían hijos. A fines de la década de 1980, aproximadamente una cuarta parte de los niños nacieron de madres solteras. A la larga, esto posibilitó a las mujeres más libertad para tener hijos cuando querían y seguir trabajando como madres.
Y hoy, ¿por qué cree que en muchos lugares asistimos a una involución respecto a los discursos públicos sobre las mujeres, en relación a la emergencia de la extrema derecha? ¿Qué significa el hecho de que existan un Bolsonaro y un Trump?
A menudo se atribuye una cita a Lenin: “El fascismo es capitalismo en decadencia”. El resurgimiento actual de la extrema derecha es un efecto secundario de la crisis financiera mundial y los problemas del capitalismo tardío. Más bien hay que reconocer las contradicciones inherentes del sistema económico y su insostenibilidad a largo plazo, líderes como Trump y Bolsonaro desvían la atención de los efectos del capitalismo hacia las mujeres, minorías y extranjeros: una táctica fascista clásica.
Creo que nuestra forma actual de capitalismo se está desmoronando y necesitamos tener un plan para el futuro o nos deslizaremos hacia el tipo de plutocracia cuasi fascista en la que me temo que se está convirtiendo Estados Unidos. El pasado socialista puede proporcionarnos algunas ideas sobre cómo crear un economía que funciona para más personas que solo el 1% superior. No hay duda de que debemos rechazar los aspectos negativos del socialismo de Estado del siglo XX. Pero había algunas políticas e ideas que podemos rescatar y utilizar para ayudarnos a enfrentar los desafíos únicos del siglo XXI.
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Nuria Alabao
Es periodista y doctora en Antropología Social. Investigadora especializada en el tratamiento de las cuestiones de género en las nuevas extremas derechas.
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