Tribuna
La erotización de Thomas Shelby
El protagonista de ‘Peaky Blinders’ representa el arquetipo de hombre patriarcal. Debemos llegar a pactos que nos permitan disfrutar de su atractivo sin tener que exponer nuestros cuerpos a hombres que se le parezcan
Carmen Balches 30/10/2019
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Siempre que recibía recomendaciones sobre qué nueva serie empezar a ver, aparecía el nombre de Peaky Blinders. Aunque no me suscitaba demasiado interés, no pude evitar prestarle atención al hecho de que los comentarios tenían carices distintos si venían de un hombre o una mujer. De modo que cuando quienes hablaban de la serie eran ellos (heterosexuales), lo hacían fascinados por la estética, el acento de la versión original, la trama, los lazos familiares y el poder e inteligencia de Thomas Shelby. Cuando la recomendaban las mujeres (heterosexuales o bisexuales), lo que resaltaban no era muy distinto. Hablaban fascinadas por la estética, el acento de la versión original, la trama, los lazos familiares y el poder e inteligencia de Thomas Shelby; pero sobre cualquier otro elemento de la serie siempre destacaban uno, el erotismo del personaje.
La cantidad de comentarios de mujeres sobre el poder atractivo y erótico del protagonista me dejaba extrañada, al tratarse de una belleza poco normativa que al parecer todas eran capaces de percibir. También hay que mencionar que la sexualidad del personaje no quedaba exenta a la percepción de los hombres. Pero si hay algo en lo que coincidían, era que lo que hace sexy al actor es el personaje.
La presentación de Thomas como un personaje que apela al erotismo hegemónico, heterosexual y femenino es muy fácil de analizar desde un punto de vista feminista
Cuando empecé a ver la serie, no me costó más que unos cuantos capítulos entender a qué se referían las críticas y de donde provenía ese halo sexual que las mujeres (heterosexuales o bi) veían en Thomas. Me sentí profundamente decepcionada. Entonces, ¿este es Thomas Shelby? ¿El señor con expresión dura, que no se comunica, que es autoritario, especialmente violento, y que tiene profundos traumas y pésimas formas de lidiar con ellos, es el hombre que tanto gusta? No me lo podía creer, sobre todo porque las recomendaciones que me habían hecho las mujeres siempre habían provenido desde un sector feminista. ¿Tan poco hemos avanzado que nos seguimos quedando anonadadas ante un Thomas Shelby? Pero el desencanto al conocer al personaje no sólo me había hecho estar decepcionada con el sector feminista que tan bien me había hablado de un señor tan patriarcal. Sino que también me había decepcionado conmigo misma al descubrir mientras veía la serie que sí, yo también me había unido al club de fanáticas de Thomas Shelby y era capaz de ver y sentir su atractivo y erotismo.
En ese momento, cuando pausé el capítulo, me descubrí separada en dos. Dos versiones de mí misma, que se miraban la una a la otra sentadas delante de la pantalla como dos clones muy peculiares. Una de ellas estaba vestida de princesa, con un disfraz rosa de tela elástica y una tiara de plástico, sujetando una varita con luces LED con la que se hacía aire, extasiada de satisfacción al ver cómo entra Thomas en cualquier escena como el Rey del mambo. Mi otra yo, que miraba enfadada a mi yo-princesa, explica que un chico malo no está nada lejos de dar malos tratos. Que es un hombre peligroso, violento... pero mi yo-princesa no escuchaba. Había apoyado la cara sobre el codo y con la otra mano sujetaba la tablet, a la que daba besos sobre un fotograma en pausa de Thomas Shelby. Al final, mi otra yo, que no era otra sino mi yo-feminista, se resignaba y se restaba un punto de un carné que se sacaba del bolsillo.
La presentación de Thomas como un personaje que apela al erotismo hegemónico, heterosexual y femenino es muy fácil de analizar desde un punto de vista feminista. Atendiendo a la presentación del personaje a través de la primera temporada (no queremos hacer spoilers de la última), vemos como se muestra su lado romántico a través de su relación con Grace. Podemos observar que uno de los principales rasgos que nos intentan inducir sobre Thomas es la inexperiencia emocional que él mismo asegura tener, y que se demuestra continuamente a través del silencio. Silencio de explicaciones sentimentales cuando besa por primera vez a Grace, silencio cuando la acompaña a casa, silencio cuando la mira. Esto es un rasgo ineludible de lo que encontramos sexy, porque más allá de lo atractivo del misterio, un hombre que no habla es un hombre que está pensando cualquier cosa; como lo mucho que nos quiere y desea. El silencio puede interpretarse de cualquiera de las maneras, y la que más nos guste, ésa es la que nos creemos. El mutismo voluntario de los hombres es un vacío al que damos significado emocional y rellenamos con ideas que proyectamos sobre ellos. Pero no es nada de eso. El silencio es silencio.
Otro de los rasgos característicos del protagonista son los traumas con los que carga desde la Primera Guerra Mundial. Por las noches vive episodios de estrés postraumático, con alteraciones de la realidad. Fuma opio para evadirse de ellos, pero no le funciona. La representación de un hombre demacrado y con graves problemas psicológicos o de drogas no es casual en el plano romántico. Además, ya sabemos que no es posible hablar de esta serie sin mencionar las ingentes cantidades de alcohol y tabaco que consumen los personajes. Pero este tipo de problemas no nos vienen de nuevas a las mujeres, ya que apelan directamente a los cuidados que nos han enseñado que tenemos que dar. ¿A quién vamos a poder amar más que a un hombre que necesita que le cuidemos? Tal y como se comprueba poco más adelante, la primera noche que duerme con Grace ya no necesita drogas, bebe té en vez de alcohol, y sin embargo no tiene alucinaciones. Y sí, es feliz. Lo que nos indica que no solamente necesita su amor para estar bien, sino que otra vez nos induce de nuevo la idea de que somos capaces de curar, sanar o cambiar a alguien simplemente con nuestra presencia, cariño y paciencia.
Grace, ¿me ayudarás?, le pregunta mientras yace en la cama, íntimo y relajado, porque los lobos también tienen un lado blandito. ¿Con qué?, le responde ella. Con todo. Grace sonríe porque parece no saber que ha recibido una proposición de ascenso, de secretaria a mujer-enamorada a jornada completa. Esto es; psicóloga, consejera, madre de él, madre de hijos con él, empleada del hogar, trabajadora sexual monógama... Todo el completo del que nos habla Silvia Federici. El clásico “te necesito” que nos han enseñado a ver como algo romántico y no como la carga continua de trabajo que es. Además, que un hombre tan poderoso nos necesite nos coloca en ese mismo instante como las reinas del cuento, ¿verdad?
La deconstrucción tiene que pasar por quitarle voz a esa princesa con ansias de amor arriesgado, pero no pasa por aniquilarla. Sinceramente, yo no quiero
La fuerza, la templanza, el control que tiene en cada momento sobre cada situación, no son más que una muestra de todas las facetas de lo que es un hombre-hombre. Un hombre patriarcal, tal y como nos han enseñado que tiene que ser. No todo el rato es así, si sólo viéramos los momentos agrios, sería más difícil de erotizar. Si un hombre fuera malo todo el tiempo o malo desde el principio, nunca nos acercaríamos. Los momentos que nos presentan su lado blandito, como mencionábamos antes, también están ahí. Tommy sonríe ligeramente cuando ve a Grace. Tommy se preocupa por su familia. Tommy abraza a su hermano... Tommy decide no matar a alguien.
Thomas Shelby es un hombre con el que raramente estaríamos ninguna de nosotras o nosotros, de entre todas las que nos sentimos tan profundamente atraídas por él. Pero no deja de formar parte de lo que consideramos actualmente erótico, pequeñas dosis de patriarcado que nos pasan desapercibidas. Pequeñas dosis que entusiasman a la princesa que nos forzaron a llevar dentro y cuyos anhelos nos exponen a señores de esta guisa. La deconstrucción tiene que pasar por quitarle voz a esa princesa con ansias de amor arriesgado, pero no pasa por aniquilarla. Sinceramente, yo no quiero.
Lo que forma parte del imaginario colectivo como amor romántico y como erótico está acomodado dentro de nosotras. Con sus dosis de violencia, sufrimiento, llantos y peleas. Sí, el amor romántico y las expresiones sexuales que lo acompañan a veces son una mierda. Pero antes de declarar una guerra contra nosotras mismas y contra lo que nos han enseñado a que nos guste y nos gusta, deberíamos plantearnos otra opción. La opción de hacer pactos. Entre la feminista y la princesa. Pactos que pasen por aceptar que un señor que no queremos en nuestra vida real, nos atraiga tanto en ficción. Pactos que nos protejan de situaciones que vulneren nuestro cuerpo y nuestra integridad física y emocional, que sepan señalar cada acto nocivo y darle un nombre que los aleje de nosotras con conocimiento de causa. Pero un pacto que al mismo tiempo incluya poder afirmar, sin culpa, lo atractivos que nos resultan los Thomas Shelbys. Unos pactos que, siempre que queramos, nos permitan gozar de él, de su erotismo y de todo lo que se nos ocurra a su alrededor. Sin tener que exponer nuestros cuerpos a ningún hombre que se le parezca. No sé si me entendéis.
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Carmen Balches
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