Cultura autogestionaria
La primavera
Sobre ‘El entusiasmo’, documental sobre la primavera anarquista de los setenta. Es decir, sobre la primavera
Guillem Martínez 5/02/2020
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Salvo que estés majara, cuando miras por la ventana sueles ver lo que hay, no lo que hubo. Y, quizás, esa es la tristeza de las ventanas y su crueldad. Pero conviene saber que las ventanas van cambiando, que la realidad también son sus ausencias, y que el paisaje a través de una ventana podría ser otro. Si se fijan, en la ventanas, cuando las miran, falta así un árbol robusto que nos acompañó desde el siglo XIX. Se formuló como cultura en los años 80 y 90 de aquel siglo. En tanto que cultura, disponía de literatura, de teatro, de escuelas, de centros donde ser vivida, de formas de vivir otro ocio, de cooperativas en las que practicar otro consumo, de asociaciones en las que realizar la ayuda mutua, y de sindicatos con otra mirada de la vida y del capitalismo, y que atendían a más conflictos que los laborales, por lo que visualizaban una realidad más conflictiva. Se trata de la cultura libertaria, que tras más de cuatro décadas de existencia organizada cristalizó en los años 30 del siglo XX en lo que fue la primera revolución anarquista sostenida y con resultados observables en la vida cotidiana. Tales como la socialización de los medios de producción en algo colectivo que no era el Estado, la incorporación de la democracia en los centros de trabajo, la primera cobertura sanitaria, la primera jubilación laboral razonable, la primera red de guarderías y escuelas gratuitas, no orientadas a la formación de futuros trabajadores y no dependientes del Estado y de sus mitos, la primera equiparación de salarios entre sexos. Todo ello fue elaborado por personas educadas, mayormente, para la paz, y que se vieron metidas en una guerra. O dos. Únicamente perdieron la que garantizaba la existencia de su cultura en su país, por lo que desaparecieron de su país en la primera posguerra, cuando suponían las únicas organizaciones antifranquistas activas y vivas.
Esa cultura interrumpida, exterminada, vio truncada su existencia en un momento álgido y problemático, cuando se debatía su incorporación al Estado y su aproximación a una suerte de socialdemocracia experimental. Al no existir como fenómeno cotidiano, estaba por ver su incorporación, o no, a los anarquismos surgidos en los 60 en Europa y América, y su funcionamiento y posibilidades en una economía y sociedad modernas. Eso justo es lo que sucedió brevemente, a toda velocidad, y durante unos años –los que van de la muerte de Franco al Caso Scala–, de manera atropellada, divertida, desordenada, palpable, en una primavera no esperada, en las que el anarquismo existió en Esp como posibilidad determinante, en una explosión que vio nacer fenómenos hoy cotidianos, como las luchas –y todo lo contrario: su normalidad– de identidad sexual, el feminismo, los puntos de vista ecológicos y algo, me temo, hoy desaparecido, como la libertad, personal y colectiva, como criterio fundamental de la actuación. Se trata de años en los que el viejo anarquismo se enfrentó con el jovencísimo y, ambos, con un Estado vacilante y endurecido, pero también con una oposición al franquismo que firmó su primer pacto con el aparato de la dictadura, los Pactos de la Moncloa, que supusieron la primera regla lógica de la Transición, la asunción del paro y el rechazo de la inflación, y un nuevo sindicalismo, despolitizado y orientado hacia la estabilidad y cohesión política. Esta primavera –y, en tanto que primavera, epopeya sencilla– es lo que explica El Entusiasmo, un documental sobre ese tema y época. Una ventana en la que poder ver el paisaje que falta. Falta lo desaparecido. Falta una política alejada del Estado, falta una cultura con capacidad de ser independiente, falta un sindicalismo problemático, falta la capacidad de saber que siempre falta libertad. Dirigido, guionizado y documentado por Luis Herrero, El Entusiasmo recoge, de los archivos más lujoso, las imágenes de una época. Su banda sonora a través de canciones, y los testimonios sexis de personas que estuvieron allí, o que saben lo que allí se coció. A través de esa ventana podrán acceder a otra lectura de la Transición. Y, ya puestos, del presente.
Pueden ver El Entusiasmo, esa ventana, en MAD –13 y 14 de febrero, Sala Mirador; arreen, que no quedan entradas–, en Manacor –29F, 39 Escalons Cineclub–, en BCN -Cinemes Maldà, en México DF y, próximamente, en Ferrol y Santiago.
Salvo que estés majara, cuando miras por la ventana sueles ver lo que hay, no lo que hubo. Y, quizás, esa es la tristeza de las ventanas y su crueldad. Pero conviene saber que las ventanas van cambiando, que la realidad también son sus ausencias, y que el paisaje a través de una ventana podría ser otro. Si se...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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