Alarma
Alfabeto romano de la locura viral
Así viven algunos italianos la guerra contra el coronavirus
Gorka Larrabeiti Roma , 28/02/2020
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Alessandro, nuestro médico de cabecera, mandando instrucciones del Ministerio de Sanidad: en caso de fiebre, tos o síntomas respiratorios no acudir al ambulatorio sino llamar por teléfono al médico o al número verde 1500. Ane, corresponsal de EITB que, ante la acusación de unos lugareños a los periodistas de ser unos irresponsables sensacionalistas, entona un mea culpa: “Agacho la cabeza y callo. Tienen toda la razón”. Asun, nuestra jefa en el Instituto Cervantes de Roma, tuvo que tranquilizar a dirigentes escolares que llamaban para anular las inscripciones de grupos de alumnos al examen de Diploma de Español como Lengua Extranjera, que tendrá lugar en mayo. Blanca y sus amigos del Liceo están sopesando la idea de reunirse en una casa y escribir allí cada uno una historia, como en el Decamerón. Cristina me mostró en clase un whatsapp que olía a fake en el que se decía que se anulaban las clases de las escuelas en Roma. Dario, hermano de Giovanni, está teletrabajando en Milán, y a Luca, analista financiero romano, le han obligado a teletrabajar en Roma para ver si todo funciona sin problemas: el coronavirus apesta a despidos. Eleonora dio la noticia de la suspensión del pasillo humanitario que iba a permitir la llegada de 66 personas procedentes de Níger. Y Eros, hipocondriaco practicante, ahuyenta el yuyu con chorradas: “Miles de contagios en China, decenas en Europa y prácticamente ninguno en África. Ya toca que nos digan la verdad. Este virus afecta a las personas con la polla pequeña, ¿no?”. A Francesco le han anulado el partido de rugby de segunda división que tenía que jugar en Catania. Giulia, que pasó el fin de semana en Piacenza, contaba que no había ni un alma por las calles, salvo en el hipermercado, donde la gente hacía acopio de todo como en la guerra. Iñigo me envía una foto de dos enamorados dándose un beso con mascarilla, e Igiaba está deprimida porque sus dos países viven dos crisis graves: Italia por el coronavirus y Etiopía por la plaga de langostas.
Koldo, que trabaja en una empresa con plantas en China e Italia, dice que mantienen dos gabinetes de crisis diarios para tomar decisiones de modo que NO PAREN las cadenas de montaje de los fabricantes de coches en todo el mundo. Lia, nuestra vecina, además de bastante sorda, estos días debe de estar inquieta y algo insomne porque sigue viendo noticias del coronavirus pasado el fino tabique que nos separa y la medianoche. Y Lorenzo, serio, sentado frente a mí en el tranvía camino de la uni, estrenando La Peste de Camus. Marcello si gratta (se toca las partes como gesto maniático/supersticioso), cuando trato de tranquilizarle diciéndole que a los niños no parece afectarles la cosa. NAS (Nuclei Antisofisticazioni e Sanità dell’Arma dei Carabinieri), sección de los Carabineros especializada en cuestiones sanitarias, ha realizado inspecciones en los hospitales de Codogno, Casalpusterlengo y Maggiore de Lodi con el fin de comprender la dinámica de la difusión del virus y reconstruir exactamente cómo se produjo el contagio. Oreste, mi kioskero y vendedor de libros, cuyo contador mental le permite afirmar que por su acera pasa ahora menos gente. Peru ha resistido en Milán las presiones de familiares y allegados para que se largara en vista de la suspensión de clases en el Politécnico y el rector les ha mandado un mensaje diciendo que probablemente comenzarán las clases por vídeo, pero no ha fijado fecha. Roser, por prudencia, ha anulado un viaje a Barcelona para ir a ver a su madre, de 86 años, y hoy, al entrar a la FAO le han medido la fiebre: 34,5. Salerno, Andrea, actual director de La7, defiende el periodismo, cuya responsabilidad sería secundaria pues se limita a informar de la agenda de quien gobierna, y concluye: “Se debe informar siempre. Precisamente porque no somos China”. Y Salvini, contradiciendo a la necesidad de coherencia del primer ministro Conte, pide “plenos poderes para los alcaldes, que puedan convertirse en comisarios de sus territorios”. Treccani, la enciclopedia, tuitea cuatro versos de Christa Wolf: “Al final habrá una imagen / no una palabra. / Ante las imágenes / las palabras mueren”. La Universidad Gregoriana NO suspendió la presentación del volumen “¿Dios ya no vive aquí?” en el que se recogen reflexiones sobre la cesión y reutilización del patrimonio inmobiliario eclesiástico. A Vittorio, empedernido fumador de puros toscanos cuya tos espanta al más bravo, le han anulado una presentación de un libro en Bolonia y a un amigo suyo la presentación de un disco en Roma. Wu Ming, en un diario de estos días virales, haciendo un guiño a Defoe, Foucault y Manzoni: “Los medios de masas eran los verdaderos untori” . X, la incógnita, el paciente cero de Italia, al que buscó un equipo de matemáticos mediante un algoritmo, aunque en vano: ni fue el manager que trabajaba en China e infectó al paciente 1, ni tampoco el agricultor de 60 años que había estado en el foco de Codogno y luego al desplazarse creó otro foco en el bar de Vo’ Euganeo en Padua. Yoda, lapidario: “En este momento el país está dividido en dos: una mayoría de ciudadanos, personal sanitario e instituciones que tratan de luchar contra una calamidad nacional y una minoría de payasos deseosos únicamente de hacerse con un papelito en la comedia”. Zaia, presidente de la Región Veneto, liguista, a la pregunta “¿Hemos declarado la guerra al coronavirus?”, respondió: “Sí. Y ahora empieza el cuerpo a cuerpo. Nada más saber de los casos de Vo’ Euganeo me quité el traje y me puse el uniforme mimético”.
Alessandro, nuestro médico de cabecera, mandando instrucciones del Ministerio de Sanidad: en caso de fiebre, tos o síntomas respiratorios no acudir al ambulatorio sino llamar por teléfono al médico o al número verde 1500.
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