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Pruebe usted a escribir en twitter algo relativo al “rescate a la banca”. No tardarán ni cinco minutos en responderle que “se rescató a las cajas, que los bancos eran solventes”. Usted ha escrito “rescate a la banca”, ni mu de los bancos. “La banca” reúne a cajas y bancos y probablemente a otras suertes de entidades financieras que desconozco. Las cajas pertenecen al sector de la banca. Las cajas no son agricultura, ni lácteos, ni refinado de petróleo: son banca. Puede que quienes le vengan con lo de las cajas y los bancos ni siquiera sean personas sino bots programados para saltar así, pero en cualquier caso su intención no es hacer pedagogía, es desviar el tema. ¿Por qué hay tanto interés en desviar el tema? Porque las personas contribuyentes, desde una muy quebrada progresividad fiscal, estamos pagando un rescate a entidades financieras –bancos o cajas, galgos o podencos– de carácter privado que ya están obteniendo beneficios netos y que no tienen el menor interés en devolvernos esa pasta, que buena falta nos está haciendo. Es como para desviar el tema, desde luego. Y funciona. No funciona porque convenza. Funciona porque agota. Porque tú puedes entonces empezar a discutir sobre quién vació esas cajas, si los tuyos o los míos –ya has comprado el marco– e, independientemente de lo que ocurra a partir de ahí, ya estás discutiendo sobre otra cosa.
Cuando Esperanza Aguirre –me imagino que respondiendo a Piketty, que igual ni eso– apunta que la lucha contra la desigualdad no tiene sentido porque nadie ha muerto de desigualdad sino de pobreza, para a continuación asegurar que la lucha es contra la pobreza, y que los países más pobres son los que menos desigualdad tienen, introduce un montón de juegos de palabras y trampantojos engañosos que hacen que se te quiten las ganas de discutir. El objetivo no es imponer el argumento sino provocar el vómito. Y mientras vomitas no puedes debatir.
Un amigo muy querido me felicita por usar la palabra “cuyo”, que a mí me parece normal, pero que por lo visto se está perdiendo. Puede ser por mi edad, pero también es posible que en Canarias se use más, como tantas otras formas arcaicas de la lengua, como el verbo “aguarecer”, que me encanta. Yo qué sé. Por otra parte veo cómo se exige a Ángel Gabilondo un lenguaje más de confrontación, menos sosegado, a la hora de enjuiciar la acción de gobierno de Díaz Ayuso: Es que utiliza palabras muy complicadas y al final parece que no quiere echar a la presidenta”. Por lo que yo he oído él no quiere “echar a la presidenta”, no al menos en el contexto de una crisis como esta, lo que quiere es establecer una comunicación entre todas las fuerzas de la Asamblea para llegar a soluciones consensuadas. Pero la única acción concebible parece “echar a la presidenta”.
Ahí de fondo veo un problema de profundidad del pensamiento. De poca profundidad, para ser precisa. Gente con la que hablo asegura que es culpa de las redes sociales. Yo no lo sé. Pero insisten en que Twitter, reduciendo a doscientos ochenta caracteres las ideas, se lleva por delante los matices, las contradicciones internas de cualquier pensamiento humano, y la posibilidad de debatir en serio, a fondo, ideas complejas. Puede ser porque también veo que la gente se disculpa de antemano por la longitud de posts que en realidad son cortos, esto es un misterio.
El zasca en realidad no es un pensamiento capaz de vivir de forma autónoma, sino que necesita de otro pensamiento previo que le hospede
Pero a lo mejor resulta que sí que hay una deriva de la argumentación al argumentario, de ahí al tweet, luego al meme, y al final al zasca. El zasca como unidad mínima de pensamiento. El zasca en realidad no es un pensamiento capaz de vivir de forma autónoma, sino que necesita de otro pensamiento previo que le hospede y al que utiliza para reproducirse en toda su potencial viralidad. Así el zasca ni está vivo ni está muerto. No tiene sentido compartir un zasca, porque fuera de su contexto no significa nada, se muere, su cobertura lípida de bilis se quiebra y su ARN se degrada.
Y sin embargo no hay un tweet sin su zasca, una intervención parlamentaria sin su zasca, una conversación entre personas en la calle, o de balcón a balcón, sin su zasca, es una auténtica pandemia.
Esta unidad mínima de pensamiento ni vivo ni muerto está infectando todos los debates y ocupando paulatinamente todos los cerebros, ya no hay ni doxa ni episteme, solo zascas, y la exposición prolongada hace que muchas mentes sean ya irrecuperables, o al menos arrastrarán graves secuelas. Este tipo de entidades solo son exitosas de verdad si permiten sobrevivir a los organismos que las hospedan, o al menos a un número significativo de ellos, de modo que siga habiendo algún tipo de pensamiento estructurado del que nutrirse. Lo malo es cuando la infección es tan brutal que no deja ningún pensamiento sano, entonces el zasca desaparece definitivamente, pero justo después del último estertor de la razón.
Pruebe usted a escribir en twitter algo relativo al “rescate a la banca”. No tardarán ni cinco minutos en responderle que “se rescató a las cajas, que los bancos eran solventes”. Usted ha escrito “rescate a la banca”, ni mu de los bancos. “La banca” reúne a cajas y bancos y probablemente a otras suertes de...
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Alicia Ramos
Alicia Ramos (Canarias, 1969) es una cantautora de carácter eminentemente político. Tras Ganas de quemar cosas acaba de editar 'Lumpenprekariat'. Su propuesta es bastante ácida, directa y demoledora, pero la gente lo interpreta como humor y se ríe mucho. Todavía no ha tenido ningún problema con la Audiencia Nacional ni con la Asociación Española de Abogados Cristianos. Todo bien.
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