Desconfinamiento cultural
Espectáculos para coches
El automóvil renace como espacio profiláctico idóneo para conciertos, representaciones teatrales e incluso presentaciones de libros en autocines. El claxon es el nuevo aplauso
Bruno Galindo 28/06/2020
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“El siglo XX fue el siglo del automóvil y el XXI será el de la casa. Y casa significa trabajo”: la predicción del escritor británico J.G. Ballard acierta de lleno en tiempos de la covid-19, y prefigura el encierro casero por todos experimentado. Pero la realidad gira sobre sí misma y sorprende devolviendo al coche un estatus de lugar seguro y profiláctico con el que, seguramente, el autor de Crash ya no contaba a estas alturas. Esto viene a propósito de la programación de espectáculos en autocines, una opción que se materializa especialmente a través de conciertos, y que se inaugura –al menos en España– cuando deberían estar comenzando los festivales de verano.
“Los grupos tienen dos ciclos: ganar dinero tocando y gastarlo todo haciendo un disco. A nosotras todo esto nos ha pillado en medio, sin poder recuperarlo”, cuenta Cris Lizárraga, frontgirl de Belako. Ante la duda de qué va a ser de los músicos, la banda donostiarra, que solo pudo ofrecer el primero de sus conciertos estadounidenses previstos para marzo, ha sido la primera en dar un paso adelante jibarizando la gira de su nuevo disco Plastic Drama en las tres performances –pues algo de eso pueden tener– de Autotour, a escenificar en los autocines de Madrid, Denia y Getxo. ¿Cuál será la nueva liturgia? “Suponemos que habrá cláxones, y también aplausos normales que vengan de la zona de bicis y gente a pie que venga en transporte público. Será extraño y raro, intenso y catárquico”, aventuraba la cantante. La experiencia es innegablemente interesante, aunque también espeluzna a algunos como Enrique Bunbury, que ha declarado tajante: “No voy a hacer conciertos con el público en un coche”. Y eso que la estética del drive-in encaja, a priori, en la imaginería gringa que a menudo cautiva al aragonés, vecino de Los Ángeles desde hace una década.
Por situarnos: el autocine nace en 1933 cuando un tipo de nombre Richard Hollighshead cuelga una sábana entre dos árboles y coloca en frente unos altavoces y un proyector casero enchufado a la batería del coche, todo esto a un lado de la autopista. Parece ser que el pionero quería ponérselo fácil a su madre, con sobrepeso y poco amiga de los asientos de los cines. Imaginemos a una señora con problemas de movilidad, feliz junto a su hijo, disfrutando ambos de la película –Wives beware, una comedieta británica poco memorable sobre un marido que finge amnesia para justificar sus aventuras extramatrimoniales– y, sobre todo, disfrutando de la primera proyección fuera de un cine. Hollingshead patenta el invento, crea Park-In Theaters Inc y empieza a pedirle 25 céntimos de dólar a cada asistente que se acerca a ver cine en sus no-lugares. Así nace y se propaga un formato que terminará convertido en icono de la cultura popular norteamericana (ergo mundial).
El boom de los autocines llega tras la Segunda Guerra Mundial, que es cuando se consolida esa Norteamérica de descapotable, cocacola y hamburguesa recreada por George Lucas en American Graffiti (1973) y por John Travolta y Olivia Newton John en Grease (1982). El fenómeno toca techo con la apertura del mayor drive-in de Estados Unidos, el All Weather Drive-In de Copiague, Nueva York, cuyas 28 hectáreas permiten el estacionamiento de más de 2.500 coches. Las grandes películas de Hollywood no siempre llegan a este descampado, pero eso poco importa a las familias bien avenidas que vienen a comer palomitas, ni a las parejitas del high school en busca de privacidad y calentón. Cualquier película de serie B funciona para lo que se pretende.
El autocine nace en 1933 cuando Richard Hollighshead cuelga una sábana entre dos árboles y coloca en frente unos altavoces y un proyector casero enchufado a la batería del coche
Pero la crisis del petróleo –ergo de la gasolina– va inculcando ahorro y trayendo coches más pequeños, y entre unas cosas y otras, estos espacios decaen. La revalorización de los grandes terrenos, perfectos para montar centros comerciales y cineplexes, acentúa la crisis de los autocines. ¿Otro factor en contra? La adopción, en 1966, del Daylight Savings Time, medida que viene a añadir al día una hora de luz natural. Así van desapareciendo estos espacios… hasta hace unos años, en que algunos empresarios osados apuestan por el nicho vintage. El retorno se produce en Estados Unidos –donde el año pasado había unos trescientos drive-ins– y claro, en países con buen tiempo. España entre ellos.
Esto va a ir a más, deja ver Tamara Istambul, programadora del autocine de Madrid donde ha actuado Belako. Entre sorprendida y desbordada, cuenta que “ya tenemos programados monólogos, espectáculos de magia, conciertos de violín, música electrónica… ¡incluso la primera presentación de un libro en un autocine en el mundo!” Habla de Días de Plaga (Ensayo a un metro de distancia), un libro firmado por Leopoldo Márquez e hijos (sic) “terminado durante el confinamiento” (más sic), cuya sinopsis reza “¿Quién, encerrado en su casa, no se ha preguntado si esto es una pesadilla o una realidad?”.
Los nuevos usos del coche tienen algo de ambas: de pesadilla –recuérdese la manifestación de Vox en las calles de Madrid del pasado 23 de mayo; no por ridícula e infame menos interesante, pues introduce la variable confusora del número de asistentes– y de realidad (en tiempos de covid, el automóvil es fácilmente esterilizable por dentro y resulta profiláctico por fuera).
Así las cosas, el coche adquiere una nueva dimensión que le convierte en alternativa al sofá y el ordenador. Malas noticias para el medio ambiente; buena alternativa ante la resignación indoor del Zoom y el Skype. Mientras se plantean otros formatos –no nos sorprendamos si pronto estamos viendo espectáculos proyectados en fachadas, e incluso hologramas–, parece que podremos (¿tendremos que?) ver eventos culturales desde los coches. Permanezca atenta la industria automotriz –Nissan: no se vayan–; prometemos espectáculos para coches. Deléitense las máquinas, como hacen las limusinas en la genial Holy Motors de Leos Carax; veamos el mundo (ardiendo) desde la comodidad de una berlina como en Cosmópolis de Don Delillo/David Cronenberg. Y, distopías aparte, cárguense los depósitos para próximos espectáculos para coches.
“El siglo XX fue el siglo del automóvil y el XXI será el de la casa. Y casa significa trabajo”: la predicción del escritor británico J.G. Ballard acierta de lleno en tiempos de la covid-19, y prefigura el encierro casero por todos experimentado. Pero la realidad gira sobre sí misma y sorprende devolviendo al...
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