necesidad de cambio
Disputa por el futuro
El nuevo virus ha impactado y desnudado nuestras miserias civilizatorias. La barbarie capitalista busca afianzarse tras el choque. Es necesario ampliar la consciencia de la necesidad de una transformación social global
Miguel Rendón Macossay 25/06/2020
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La globalización es un hecho consumado que nadie quiere retroceder, pero la realidad nos confronta con la necesidad de plantearnos algunos cambios. En esta coyuntura hay dos industrias especialmente relevantes que deberíamos cuestionar más profundamente: el turismo masificado, que incluye a las aerolíneas, el medio de transporte más contaminante, entre otros que también dependen del consumo de combustibles fósiles, y vehículo de transmisión; y la industria cárnica, como parte de un modelo agroalimentario que también se cobra su cuota de destrucción. Junto con la crisis climática, la colonización de las selvas sigue aumentando el riesgo del contacto con nuevos virus y su potencial efecto pandémico. Estos se suman a otras epidemias ya presentes, como la hipertensión, la diabetes o la obesidad, para aumentar su efecto mortal.
El capitalismo tiene tres claves encadenadas consecutivamente: el despojo, la propiedad privada, y la acumulación
En todo ello, subyace el motor del consumismo, la obsesiva manía de vender para acumular dinero. Los gobiernos, bancos y organismos internacionales financieros y políticos tienen que responder por las consecuencias de sus actos premeditados e instigados durante tanto tiempo. También, la academia y los medios de comunicación que difundieron e impusieron las trampas del neoliberalismo. Otras vertientes de la violencia estructural son el racismo y el patriarcado, origen de opresiones y muertes que se expresan ostentosamente en la plaga de la explotación sexual y laboral, el feminicidio, la masacre por acción u omisión de migrantes, la explotación y despojo de los pueblos originarios, o la desigualdad y la economía parásita en relaciones coloniales entre pueblos, perpetuadas mediante el extractivismo y la dependencia.
El capitalismo tiene tres claves encadenadas consecutivamente: el despojo, la propiedad privada, y la acumulación. En las últimas décadas hemos visto avanzar la mercantilización y privatización del agua, el espectro radioeléctrico, el espacio exterior, el código genético de los seres vivos, con los organismos genéticamente modificados, y, por último, los datos y la información generada por todas las personas simplemente por existir y moverse. El capitalismo no es solamente un modo de producción limitado en el tiempo y el espacio, es la constante fabricación y operación de una subjetividad, basada en el individualismo egoísta, sobre el mundo.
La cansada frase de que las crisis son momentos de oportunidad enmarca ahora una disputa por el futuro sistémico
Por ello es tan importante también cuestionar la educación actual, regida por el Estado, pero dirigida por los intereses corporativos. La cansada frase de que las crisis son momentos de oportunidad enmarca ahora una disputa por el futuro sistémico. Y esta tiene que hacerse protagónica desde los movimientos sociales para desmercantilizar-socializar-distribuir. Este momento de choque ya está siendo aprovechado por los cabilderos del capital para continuar su agenda privatizadora y la enorme transferencia de recursos públicos a manos privadas. Las élites y los poderes fácticos corporativos y oligárquicos están urgidos por volver a la normalidad, al régimen de mercantilización-privatización-acumulación.
Los principios y las prácticas de la economía solidaria aportan una propuesta de transformación. El primero y más importante es que la empresa sea una organización basada en el trabajo, como medio de autorrealización del ser humano, y no en el capital. Una empresa cuyo fin no es acumular capital sino generar trabajo para las personas tiene un objetivo socializante, vinculante y creativo. Los valores cooperativos, como libertad, igualdad, democracia, intercooperación y compromiso comunitario, proveen, además de una ética, de una técnica para la gestión de tales organizaciones. La estrategia consiste en la construcción de un mercado social para satisfacer las necesidades humanas, una red de intercambio comercial basada en criterios democráticos, solidarios, ecológicos. Como consumidores y productores, observar y cumplir esos criterios responsables es la orientación consecuente. Consumo consciente y responsable, comercio justo, finanzas y banca ética, monedas sociales. Existe un insondable repertorio de prácticas económicas basadas en la reciprocidad que son la raíz de un sistema económico subalterno, que sostiene la subsistencia y anula el proceso de acumulación capitalista.
Una economía sumergida que nunca se ha contabilizado en términos monetarios y que por eso aparenta no existir, cuando es la esencia de la reproducción de la vida humana, como por ejemplo el trabajo doméstico y de los cuidados, que patriarcalmente se ha asignado a las mujeres. La invisibilización económica del trabajo reproductivo fue constitutiva del proceso de proletarización del capitalismo. Los cuidados son la base de la sociedad, un elemento cohesionador y solidario de la comunidad. La economía feminista no solo va de igualdad salarial y paridad en los puestos de trabajo, lo que es un principio de igualdad y justicia universal. La posibilidad de remunerar los cuidados es una vía hacia la mercantilización de estos, aunque reconoce la aportación económica que realiza de manera monetaria. Por ello, democratizarlos y asumir la corresponsabilidad social y de sexo es la clave.
Cuando la llamada economía real o productiva se paraliza, toda la vida se sostiene en la economía reproductiva y de los cuidados
Mientras que la violencia de género ha aumentado con el confinamiento junto a agresores machistas, en la pandemia se ha apoyado casi todo el trabajo necesario para la continuación de la vida sobre las mujeres. Desde los cuidados domésticos que soportan el teletrabajo hasta la educación al cerrar las escuelas. En el sector de la salud, la mayoría de los empleos son desempeñados por mujeres que son las que han tenido que encargarse de todos los cuidados de los enfermos y contagiados en casa y en los hospitales. Lo mismo se puede notar en el sector alimentario y de los servicios de distribución y venta de alimentos. Lo que es evidente es que cuando la llamada economía real o productiva se paraliza, toda la vida se sostiene en la economía reproductiva y de los cuidados. Esta situación ha supuesto un retroceso social pero además demuestra el privilegio heteropatriarcal más crudamente, y también el privilegio racial y de clase. Hay que recordar que tanto el trabajo doméstico como los cuidados históricamente han sido distribuidos frecuentemente según la clase social, recayendo en mujeres esclavas, servidumbre, o trabajos típicos de clases sociales bajas que tenían que descuidar a su gente para cuidar a los vástagos, enfermos o ancianos de alguien más rico.
En la actualidad, con las migraciones hacia los centros capitalistas más acaudalados y con el colonialismo interno en países periféricos, estos trabajos han recaído en mujeres inmigrantes, personas racializadas como inferiores, e indígenas; muchas veces sin reconocimiento legal, por lo que son víctimas de una doble o triple explotación. Si el cuidado es la concepción definitiva de la economía feminista, la reparación es imprescindible para una nueva ética para corregir la lacra, la otra epidemia, pero de tipo cultural, que es el racismo.
Hemos visto cómo la mayoría de los trabajos llamados esenciales son realizados por personas de origen inmigrante, racializadas, o indígenas. En contrapartida, se ha reconocido la importancia de la cultura, el arte, la filosofía, la restauración y el entretenimiento, pero también se ha fortalecido la necesidad no vital del teletrabajo, y de las industrias del capitalismo digital (internet, comunicaciones e informática). La cruel ironía es que los altos puestos ejecutivos, gestores, propietarios, etc., de las industrias esenciales, conservan sus empleos e ingresos y pueden confinarse en cuarentena, ponerse a salvo y asegurarse (la mayoría gente blanca), mientras que los operarios, los que hacen el trabajo efectivo tienen que arriesgarse, y a sus familiares, para subsistir.
Hay una deuda externa de los países que mantiene las condiciones de subdesarrollo en el ciclo recurrente de crisis financieras y pobreza que expulsa a los migrantes
A nivel internacional otra absurda ironía se manifiesta en la estructura y legitimación de la deuda, como mecanismo de contrato social que perpetua relaciones de control, dominio y hegemonía. Por un lado hay una deuda monetarizada en forma de deuda externa de los países que mantiene las condiciones de subdesarrollo en el ciclo recurrente de crisis financieras y pobreza que expulsa a los migrantes. Por el otro lado, hay una deuda histórica no reconocida por los deudores y creada por el colonialismo. La reparación implica no intervenir en oposición a la soberanía de los pueblos y comunidades políticas del Sur para su propio desarrollo local endógeno y detener el saqueo ecológico (agrícola, mineral, energético, laboral) de los imperios corporativos internacionales.
No seremos ingenuos de pensar que este cambio suceda pronto. Para que ocurra, la economía migrante necesita ser reconocida y facilitada, igual que la realizada por mujeres (en condiciones de desigualdad, invisibilización y muchas veces sin remuneración y derechos asociados) y que viene reivindicando la economía feminista, así como la de otros sectores y agente sociales a través de prácticas de economía social y solidaria que miran por el bienestar de los territorios y las personas, o el de la economía ecológica que busca reconectar y reconocer el acto económico dentro del ciclo natural del que pertenece. La disputa está al descubierto, de nosotras depende el resultado…
Esta semana confluyen los ímpetus y voluntades del cambio en el Foro Social Mundial de las Economías Transformadoras 2020, del 25 de junio al 1 de julio, para confluir y forjar un nuevo proceso re-civilizatorio.
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Miguel Rendón Macossay es internacionalista, economista solidario, educador popular y eco-hortelano. Comunero del Mundo.
La globalización es un hecho consumado que nadie quiere retroceder, pero la realidad nos confronta con la necesidad de plantearnos algunos cambios. En esta coyuntura hay dos industrias especialmente relevantes que deberíamos cuestionar más profundamente: el turismo masificado, que incluye a las aerolíneas, el...
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Miguel Rendón Macossay
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