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Diálogo a tres bandas

Las guerras comerciales son luchas de clases

“Hemos alcanzado los límites de nuestra capacidad para absorber la creciente desigualdad de ingresos”

Adam Tooze / Michael Pettis / Matthew Klein (Phenomenal World) 26/06/2020

<p>Neoliberalismo /<strong> J. R. Mora</strong></p>

Neoliberalismo / J. R. Mora

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El nuevo libro de Michael Pettis y Matthew Klein Trade Wars Are Class Wars comienza con un epígrafe de John A. Hobson: “La lucha por los mercados, el mayor afán de los productores por vender que de los consumidores por comprar es la prueba máxima de una falsa economía de la distribución de la riqueza. El imperialismo es fruto de esa falsa economía”. Pettis y Klein adaptan la tesis de Hobson al siglo XXI al sostener que, aunque a menudo se crea que las guerras comerciales son el resultado de un liderazgo atávico o de las prioridades económicas contrapuestas de los distintos Estados-nación, se entienden mejor como los síntomas perniciosos de las desigualdades internas que perjudican a los trabajadores en todo el mundo.

Mediante una descripción panorámica de los cambios en la economía global de las últimas décadas, Pettis y Klein detallan el desarrollo de los males económicos que definen la economía política internacional moderna. Es una lectura fundamental y provocativa con gran trascendencia para la política internacional, el estudio de la desigualdad y el futuro del sistema monetario global.

El 28 de mayo, Adam Tooze, autor de Crashed, se reunió con Pettis y Klein para hablar de su nuevo libro. Se puede ver la grabación de la conversación aquí. La transcripción se ha editado por razones de espacio y claridad.

Un debate entre Adam Tooze, Michael Pettis y Matthew Klein

Adam Tooze: Lo primero que impacta del libro es su título: Trade Wars Are Class Wars (Las guerras comerciales son luchas de clases). La mayoría de nosotros tenemos una idea de lo que son las guerras comerciales, pero quiero centrarme en la segunda mitad del título y el verbo que las une. “Luchas de clases”: es un lenguaje muy potente con una herencia histórica particular. Lo que ustedes sostienen no es que las luchas de clases causen o desencadenen o creen el contexto de las guerras comerciales; es que las luchas de clases son guerras comerciales, las guerras comerciales  son luchas de clases. ¿Pueden dar más detalles sobre esta identificación?

La razón por la que hay desequilibrios persistentes es porque los ingresos se distribuyen de un modo que los trabajadores y los hogares de clase media no pueden consumir una cantidad suficiente

Michael Pettis: Nuestro argumento es bastante sencillo: los costes comerciales y los conflictos comerciales en la era moderna no reflejan las diferencias en los costes de producción; lo que reflejan es una diferencia en los desequilibrios de ahorro debido principalmente a las tergiversaciones en la distribución del ingreso. Sostenemos que la razón por la que hay guerras comerciales es porque hay desequilibrios persistentes, y la razón por la que hay desequilibrios comerciales persistentes es porque, en todo el mundo, los ingresos se distribuyen de un modo que los trabajadores y los hogares de clase media no pueden consumir una cantidad suficiente de lo que producen.

Al césar lo que es del césar: en realidad fue a Matt  a quien se le ocurrió el título, y así nos referíamos al libro entre nosotros. Existe el peligro de que influya en la percepción de la gente sobre esta noción básica, ¡pero al final resulta difícil encontrar un título mejor!

Matthew Klein: Hay ciertas declaraciones sobre la naturaleza de la economía global y el sistema financiero que son verdaderas por definición, y enlazarlas en el orden correcto desemboca en algunas conclusiones que suenan muy radicales. Suena radical y provocativo, pero únicamente es el resultado de unas observaciones básicas acerca de la relación entre producción, consumo y ahorro. El título destaca que no se trata únicamente de conceptos abstractos, sino que están directamente relacionados con la distribución del poder político y económico.

AT: También hay una genealogía intelectual. El libro comienza con una cita de Hobson sobre el imperialismo. La mayoría de la gente conocerá a Hobson como la inspiración o el objetivo contra el cual Lenin desarrolló su teoría del imperialismo1. ¿Qué significado creen que tiene la alusión a Hobson?

MK: La interpretación que hizo Lenin de Hobson fue que el capitalismo inevitablemente conduce al imperialismo, lo cual genera conflictos entre las potencias capitalistas. Pero ese no era el argumento verdadero de Hobson. Este sostenía que hay problemas en la distribución de los ingresos y del poder adquisitivo dentro de los principales países capitalistas europeos y que eso explica el imperialismo.

Es una diferencia importante. Lo que interpretaba Hobson era que hay un término medio entre acabar con todo el sistema y tolerar las relaciones internacionales de explotación, y estamos de acuerdo. No sostenemos que estemos en una crisis inevitable del capitalismo, sino que los problemas a los que nos enfrentamos se pueden resolver utilizando las herramientas de redistribución que los responsables de formular las políticas han utilizado en el pasado.

A.T: A mí me suena a una especie de keynesianismo retro que, en ciertos aspectos, resulta más radical que el propio Keynes. Sin embargo, es lo opuesto al movimiento de Kalecki, que dota a la economía keynesiana del marxismo polaco. Por el contrario, ustedes regresan a Hobson dentro de la tradición del pensamiento radical liberal para descubrir una crítica reformista que, sin embargo, es muy perspicaz en su diagnóstico del poder social.

Quizás podamos abundar en ello más concretamente a través de los tres estudios de caso que analizan en el libro. Ustedes dividen el mundo en los países generadores de superávit y los deficitarios. La firme causa atribuida es que los desequilibrios son en gran medida consecuencia del cambio social y estructural de los países con superávit. ¿Cuál creen que es la lógica subyacente en la evolución de China hacia una situación crónica de superávit? ¿Existe una lógica de lucha de clases  en juego dentro del régimen chino?

MP: Por ese motivo es interesante volver a Hobson. Sostenía que la razón por la que Inglaterra y otros países europeos exportaron capital al extranjero no fue el aventurismo militar, sino la desigualdad de los ingresos. Se lograban unos ahorros increíblemente elevados porque gran parte de los ingresos se concentraba entre los ricos, de modo que Inglaterra tuvo que exportar ese exceso de ahorro y el exceso de producción consiguiente. El imperialismo le permitió cerrar los mercados para ambas exportaciones. La receta de Hobson era que si se aumentaban los salarios de los trabajadores ingleses, estos podrían consumir lo que producían, haría innecesario al imperialismo –y aquí es donde veo la conexión con hoy en día–.

Desde la década de 1980 hasta aproximadamente 2012, el rápido crecimiento de la productividad en China no vino acompañada de un aumento equivalente de los salarios ni de los ingresos familiares disponibles. Varios mecanismos transfirieron ingresos de los hogares a empresas y gobiernos locales, el más importante de los cuales fue un tipo de interés real negativo durante gran parte de ese período. Un tipo de interés real negativo es, básicamente, un impuesto oculto sobre el ahorro. Es un subsidio para los prestatarios. En China, los hogares ordinarios eran ahorradores netos, y las empresas y el gobierno eran prestatarios netos, lo que significaba que el tipo de interés transfería los ingresos de los hogares comunes a las empresas y al gobierno. La moneda infravalorada funcionaba de la misma manera y la degradación medioambiental de un modo similar.

El resultado neto fue que, durante ese período de tres décadas, la participación de los hogares en el PIB se redujo posiblemente a la más baja que hayamos visto en la historia. Como consecuencia, era imposible que los trabajadores y hogares chinos consumieran una porción significativa de lo que estaban produciendo.

Ahora bien, esto no es necesariamente malo. Después de cinco décadas de guerra contra Japón, guerra civil y maoísmo, China tenía una enorme falta de inversión. Al restringir la capacidad de los hogares para consumir una parte importante de lo que producían, el gobierno aumentó efectivamente el índice de ahorro y canalizó todos esos ahorros en un programa de inversión masiva. China obtuvo el índice de crecimiento de inversión más elevado de la historia y la cuota de participación de las inversiones en el PIB más elevada de la historia. Como país en vías de desarrollo con una significativa falta de inversiones, esto fue exactamente lo que recetó el médico. El país creció tan rápidamente que, incluso con todas estas transferencias al alza ocultas, a los hogares les fue bastante bien. Durante ese período, el ingreso familiar creció aproximadamente un 7% al año.

El problema surgió cuando la economía china ya no podía absorber nuevas inversiones de manera productiva. Para un país en vías de desarrollo, llegar a ese punto es mucho peor que para una economía avanzada debido a un conjunto completamente distinto de instituciones que gobiernan la forma en que los trabajadores y las empresas pueden absorber capital. Cuando China llegó a ese punto, el consumo era demasiado bajo para impulsar el crecimiento y entró en un estado de exceso de producción. Matt y yo no somos los primeros que nos dimos cuenta de ello. En marzo de 2007, el entonces primer ministro de China, Wen Jiabao, pronunció un discurso muy famoso en el que reconocía este problema y prometió que la máxima prioridad de Beijing sería reequilibrar la demanda a nivel nacional.

No solo no reequilibraron la demanda, sino que los desequilibrios empeoraron en los siguientes cinco años. Empezamos a oír hablar de los llamados “intereses creados” que impedían que Beijing implementara las políticas que quería, y se estableció una distinción entre los intereses de los ciudadanos chinos comunes y los de las élites locales. Y nosotros sostenemos que ese desequilibrio se exporta al resto del mundo en forma de déficit de cuenta de capital y superávit de cuenta corriente. Lo que China necesita es una importante transferencia de ingresos de los gobiernos locales y las élites a los trabajadores comunes, pero ese es un problema político difícil de solventar. La historia en Alemania es bastante diferente, pero en última instancia causa el mismo conjunto de problemas.

AT: Lo que es fascinante en el caso chino es que hay una especie de dialéctica del desarrollo que voy a simplificar: una estrategia de desarrollo nacional impulsada por la élite del Partido Comunista es una apuesta por la participación activa de China en un sistema global hostil. Tiene éxito del modo en que lo han descrito ustedes, pero también crea esos fuertes intereses a nivel regional. (Por supuesto, las regiones en China son del tamaño de los Estados-nación europeos, por lo que cuando hablamos de la élite regional en Hubei estamos hablando de la élite en una región del tamaño de Francia). Esas élites vienen a limitar la autonomía del régimen, por lo que, aunque los macroeconomistas chinos vean esos desequilibrios, se hace muy difícil cambiarlos.

Los orígenes de la dinámica que están describiendo no parecen estar tanto en la lucha de clases, sino más bien en una estrategia de desarrollo nacional que tiene tanto éxito que genera una versión poderosa de la burguesía que el régimen lucha por dominar. ¿Es una traducción justa de la historia?

Confiar en el ahorro externo es arriesgado, por lo que debe aumentar el nivel de ahorro. ¿Y cómo se logra? Reduciendo la participación del PIB de los hogares comunes

MP: Eso es absolutamente correcto. He argumentado que el modelo de crecimiento chino sigue el modelo que presentó Alexander Gerschenkron para el desarrollo de Estados Unidos en el siglo XIX. Sostenía que los países en desarrollo se enfrentan a dos problemas. El primero era que, al ser relativamente pobres y con apenas inversión, no tienen ahorros suficientes para satisfacer sus necesidades de inversión y, por lo tanto, deben confiar en los ahorros del extranjero para lograr mayores niveles de inversión. Pero confiar en el ahorro externo es arriesgado, por lo que debe aumentar el nivel de ahorro. ¿Y cómo se logra? Reduciendo la participación del PIB de los hogares comunes.

El segundo problema que vio fue la falta de inversión a largo plazo en proyectos de infraestructura necesarios. Su recomendación era centralizar el proceso de inversión. China no era el primer país que lo hacía. Gerschenkron sostenía que la Unión Soviética e incluso Alemania lo habían hecho y, desde entonces, Dani Rodrik ha argumentado que más de dos docenas de países desde la Segunda Guerra Mundial han logrado milagros de inversión y crecimiento: Brasil fue un caso clásico desde la década de 1950 hasta principios de los 70, y Japón en la década de 1980. Es un modelo muy exitoso de crecimiento, pero cuando alcanza el punto en el que ya no puede aumentar la inversión a un gran ritmo, se ve obligado a emprender reformas institucionales.

AT: Lo fascinante de este libro es que también funciona como una historia de las consecuencias del fin del comunismo en la economía mundial. El año 1989 es un punto de inflexión, tanto desde la perspectiva de las protestas de la plaza de Tiananmen en China, como desde la perspectiva del modelo de crecimiento de una Alemania Occidental conmocionada por la reunificación. Aquí es donde comienza el excelente capítulo sobre Alemania.

Ahora es tristemente célebre la historia de la ruptura de Alemania a finales de la década de 1990: la demanda de “reforma” y la transformación del mercado laboral y de la asistencia social. Su excelente y contundente resumen de la historia de Alemania desde 1989 es bastante difícil de superar, pero sigo desconcertado. Entiendo las consecuencias respecto al cambio en la distribución de los ingresos y las repercusiones en los desequilibrios macroeconómicos de Europa. Pero, después de haber escrito Crashed, seguía profundamente desconcertado por lo que había sucedido en Alemania.

Es un relato esencial de la reforma neoliberal. Hay una gran conmoción por la distribución retroactiva de ingresos en una sociedad profundamente capitalista con una distribución desigual de la riqueza; sin embargo, de alguna manera, esa conmoción estimula a Alemania hacia ese cambio. Discuten el papel de la ideología y de las figuras clave de la élite, y luego nos llevan a la distribución de ingresos y riqueza. Mi pregunta es: ¿cómo entienden el proceso causal aquí?

Los recortes en bienestar de principios de los 2000 reciben mucha atención, pero muchos de esos sucesos fueron precedidos por cambios que ocurrieron en el sector privado en los 90

MK: Estoy de acuerdo en que es una combinación de todos esos factores. Había un componente ideológico, y es muy difícil entender por qué las elecciones se hicieron sin ese componente, pero también hubo otras causas. Los recortes en bienestar de principios de la década de 2000 reciben mucha atención, pero muchos de esos sucesos fueron precedidos por cambios que ocurrieron en el sector privado en la década de 1990. En ocasiones estaban coordinados por los gobiernos locales, incluso en la Baja Sajonia, donde vivió Gerhard Schröder antes de convertirse en canciller. Pero gran parte se llevó a cabo a nivel empresarial y sindical.

AT: Los dos están vinculados porque Baja Sajonia es un accionista clave en VW.

Se creyó que habría un crecimiento increíble cuando la Alemania Occidental llevara el capitalismo y la democracia a una nueva población con la que compartía el idioma y la historia. Pero no fue así

MK: Cierto. Las reformas Hartz deben su nombre a Peter Hartz, que también fue jefe de recursos humanos en Volkswagen. Durante este período, ambas partes creían que la única forma de preservar el empleo y generar crecimiento era a través de una combinación de recortes salariales y de jornada. Gran parte de esto tiene su origen en la forma en que acaeció la unificación alemana. Se creyó que habría un crecimiento increíble cuando la Alemania Occidental llevara la tecnología, la gestión, el capitalismo y la democracia a una nueva población con la que compartía el idioma y la historia. Pero por diversas razones no fue así. El gobierno alemán perdió una gran cantidad de dinero al financiar todo este proceso y eso echó a perder las expectativas de mucha gente de que la política fiscal generara crecimiento.

Inicialmente, una de las preocupaciones fue la oleada masiva de migración de la Alemania Oriental a la Occidental. La gente de Occidente temía tener que subvencionar a los migrantes. Una de las formas en que trataron de evitarlo fue extendiendo el sistema de seguridad social de Alemania Occidental hacia el Este. Si una persona trabajaba en una empresa de Alemania del Este que no había cesado su actividad, podía beneficiarse de las prestaciones por desempleo, pensiones, etc. de estilo occidental. La intención era desincentivar a las gente para que no se fuera. Por supuesto, eso ejerció presión en el futuro de dicha economía. Cuando las cosas dejaron de funcionar, el núcleo conservador alemán en el rico sudoeste (la zona de Múnich, Frankfurt, Stuttgart) vino a defender los recortes al sistema de la Seguridad Social de Alemania como una forma de acabar con las transferencias.

ATAhí es donde intervienen las clases. Lo que en realidad está diciendo es que las guerras comerciales son estrategias de desarrollo nacional que han salido horriblemente mal. En el caso alemán, la estrategia fue impulsada por esa élite del sudoeste de Alemania dirigida a la exportación que luchaba con las secuelas de la Guerra Fría. Y eso es lo que se filtra a través de la coalición rojiverde.

Hay dos países generadores de excedentes, China y Alemania, con facciones de clase y estrategias de desarrollo que los empujan a posiciones macroeconómicas desequilibradas que generan superávits en las cuentas corrientes y en los flujos de capital correspondientes. Y en el otro extremo está Estados Unidos. Uno de los momentos verdaderamente reveladores del libro es cuando dicen: Estados Unidos no controla su cuenta corriente; no controla su saldo neto general de ahorro macroeconómico. Es fulminante.

Uno de los aspectos destacables de lo anterior es que la historia del doble déficit –que ha perseguido a la política democrática centrista desde la era Clinton– es falsa. El saldo actual de la cuenta corriente de Estados Unidos no fluctúa con el déficit del sector público porque el superávit del sector privado lo compensa en gran medida. La entrada de capital extranjero es la que está haciendo el trabajo.

Lo que implica esto, sin embargo, es que son las luchas de clases  en China y Alemania las que impulsan los desequilibrios globales. Curiosamente, las luchas de clases  dentro de Estados Unidos son neutrales respecto a la cuenta corriente de Estados Unidos. En la medida en que la desigualdad en EE.UU. rige el relato de su historia, lo hace a través de la idea de que Wall Street es un mediador del capital extranjero. ¿Es una lectura acertada?

MK: Eso es en gran parte correcto en lo que respecta a la balanza de pagos, aunque haría un par de aclaraciones. Nosotros sugerimos que lo que sucedió en Estados Unidos se parece mucho a lo que sucedió en Alemania durante el mismo período. Ya sea por la reforma de la seguridad social o por la crisis tecnológica que condujo al colapso de la inversión empresarial o por la falta de inversión en infraestructuras, hubo muchas similitudes. La pregunta es: ¿por qué terminó de manera diferente?

De hecho hay un artículo reciente de Atif Mian, Amer Sufi y Ludwig Straub que no tuvimos la oportunidad de incorporar en el libro. Dicen que el exceso de ahorro de los ricos en Estados Unidos es responsable de aproximadamente la mitad del aumento de la deuda privada interna de Estados Unidos en la década de 2000. La otra mitad, por supuesto, vino del extranjero. Parte de ese exceso de ahorro de los ricos se fue al extranjero desde EE.UU. y parte se reinvirtió internamente. Esto difiere de lo que sucedió en Alemania, por ejemplo, que en realidad no tenía ningún tipo de deuda interna o inversión.

Si vas a ser un productor neto de activos financieros, las personas que se dedican a producir y vender activos en el resto del mundo estarán entusiasmados con dicho sistema

Con respecto al factor Wall Street: había una complementariedad de intereses entre los ricos de Estados Unidos y los ricos de otros países. A veces esto se muestra de un modo bastante obvio, en particular cuando pensamos en la estrategia de desarrollo de China que inicialmente implicó atraer inversión extranjera en tecnología. Esto fue adoptado con entusiasmo por empresas estadounidenses, europeas y japonesas. Si vas a ser un productor neto de activos financieros, las personas que se dedican a producir y vender activos financieros en el resto del mundo naturalmente estarán entusiasmados con dicho sistema.

AT: Sin embargo, uno de los momentos más llamativos es precisamente el modo en que posicionan a Estados Unidos casi como de víctima. Hablan de la carga desorbitada; en realidad dicen que, estructuralmente, Estados Unidos se encuentra en la posición del mundo colonizado según el esquema de Hobson (es decir, como el receptor del ahorro excesivo que se produce en las economías avanzadas). Esto se podría interpretar como una disculpa por el giro proteccionista de la política estadounidense de las últimas décadas. Ustedes muestran que, de hecho, hay una razón macroeconómica oculta en el deseo de los responsables políticos estadounidenses de evitar los desequilibrios de otras personas. ¿Les parece justo?

Está bastante claro que EE.UU., y de hecho cualquier economía avanzada, realmente no necesita capital extranjero para financiar las inversiones. Estamos inundados de capital

MP: Esa fue la percepción original que derivó en gran parte de nuestra estructuración posterior. Es un argumento muy simple de balanza de pagos. Si el dinero fluye hacia Estados Unidos, el país adquiere un superávit de la cuenta de capital y un déficit de cuenta corriente. Por definición tiene que haber una brecha entre las inversiones estadounidenses y los ahorros estadounidenses. Lo que siempre escuchamos como parte del argumento del déficit doble es que esta brecha se utiliza para financiar la inversión estadounidense. Pero si se observa lo que ocurre en el mundo, está bastante claro que Estados Unidos, y de hecho cualquier economía avanzada, realmente no necesita capital extranjero para financiar las inversiones. Estamos inundados de capital. Los tipos de interés son los más bajos de la historia. Antes de la covid-19, las empresas estadounidenses estaban sentadas en enormes montones de dinero en efectivo y no lo estaban invirtiendo.

El razonamiento era que las entradas de capital a Estados Unidos no repercutieron en la inversión estadounidense, a diferencia de lo que ocurrió en el siglo XIX, cuando el capital británico realmente provocó que aumentara la inversión estadounidense. Por lo tanto, será verdad que los ahorros disminuyen. Lo que teníamos que hacer era averiguar qué estaba reduciendo los ahorros estadounidenses, y los mecanismos que identificamos se pueden dividir en dos grupos: los que obligan a un aumento del déficit fiscal y los que aumentan el índice de desempleo.

EE.UU. es el receptor neto automático del exceso de ahorro del resto del mundo, no puede controlar su cuenta corriente. El corolario de eso es que no tienen control sobre su índice de ahorro

Ahora bien, usted ha mencionado la desigualdad. Si Estados Unidos fuera como otros países, el aumento de la desigualdad interna habría forzado un aumento de los ahorros estadounidenses, lo que habría derivado en un superávit en la cuenta corriente estadounidense. Nosotros argumentamos que eso no sucedió a causa de la función sumamente especial que desempeña Estados Unidos en los equilibrios globales. Estados Unidos es el receptor neto automático del exceso de ahorro del resto del mundo y, en consecuencia, no puede controlar su cuenta corriente. El corolario de eso es que Estados Unidos no tiene control sobre su índice de ahorro. El índice de ahorro depende de un montón de cosas, pero si el ahorro externo fluye hacia Estados Unidos, o si los ahorros de los ricos aumentan debido a la creciente desigualdad de ingresos, ambos no pueden aumentar el ahorro total en Estados Unidos porque el ahorro de Estados Unidos equivale a inversión menos el superávit en cuenta corriente. Tiene que ocurrir algo más: un aumento de la deuda de los hogares, un aumento del déficit fiscal o un aumento del desempleo.

AT: Faltaría a mi deber de informar si no terminara preguntando qué se debe hacer. Para mí, la pregunta surge en dos planos: en primer lugar, ¿qué requisitos técnicos se derivan de este análisis? Y, por otra parte, ¿qué fuerza social, coalición ideológica, intereses y dinámica institucional podría librarnos de esta de un modo realista? Precisamente porque ustedes han desarrollado una voluminosa explicación económica, política y sociológica de las fuerzas que hay detrás de este desequilibrio, no resulta gratificante presentar un plan para un nuevo Bretton Woods.

MK: Muchas de nuestras sugerencias para el contexto chino, ya sea mejorar la calidad de la seguridad social o cambiar el sistema de empadronamiento, son cosas a las que el Gobierno ya se ha comprometido. El argumento a favor del pesimismo es que se han comprometido a hacerlo durante años y aún no lo han hecho. Pero al menos en principio, los dirigentes del Partido Comunista dicen que lo apoyan.

En el contexto europeo, la crisis financiera y la crisis del euro han anulado a los movimientos de centro-izquierda y paneuropeos de izquierda. Recientemente, sin embargo, ha surgido una coalición y un debate en el sur de Europa para que la Comisión Europea obtenga préstamos en nombre de todos los demás, así como peticiones de que el gasto sea proporcional a las necesidades y no al tamaño de cada economía. Esto podría ser el comienzo de algo interesante. Hasta 2008, dentro del sector privado de Alemania vimos un desequilibrio extremo entre la creciente rentabilidad de las empresas y el estancamiento de los sueldos de los trabajadores. Pero el entorno de bajo crecimiento posterior a 2008 parece muy diferente, y hay un cierto reequilibrio en el sector privado que se compensa con impuestos relativamente altos y un gasto relativamente bajo. En la medida en que este reequilibrio del sector privado continúe, también puede ser muy beneficioso.

AT: ¿Cuáles son las perspectivas de transformación interna en Estados Unidos? ¿Se podría cambiar el equilibrio de la lucha de clases y, por lo tanto, cambiar el desequilibrio?

Estados Unidos sigue siendo la economía más grande del mundo, pero el tamaño de su posición relativa es un tercio del que tenía cuando el dólar se convirtió en la piedra angular del sistema financiero mundial

MP: Ahí es donde soy un poco pesimista. En el entorno actual, el argumento contra el aumento de los salarios es demasiado contundente: los salarios más altos reducen la competitividad y provocan que los beneficios de los salarios más altos acaben en el extranjero. Si pagas más a tus trabajadores, los consumidores de tu país consumirán en el extranjero porque los precios tienen que subir. Si crees que el problema es una especie de inmenso problema de proteccionismo –en el que cada país mejora su posición relativa presionando a la baja los salarios, ya sea directamente como lo hizo Alemania con las reformas de Hartz o indirectamente a través de monedas débiles y subsidios– es muy difícil aumentar los salarios. De hecho, llegas a una situación en la que todos los países se benefician al reducir los salarios. Creo que para abordar el problema de los salarios, debemos evitar el flujo ilimitado de capital. Necesitamos algún tipo de protección. Pero en lugar de proteger el comercio, diría que debemos impedir los flujos de capital.

MK: Una de las cosas que señalamos es la compensación entre la gestión del déficit de cuenta corriente y la desigualdad interna. Estados Unidos podría haber resuelto la desigualdad de ingresos, pero aumentaría el gasto en productos extranjeros. La pregunta es: ¿es un modelo sostenible para Estados Unidos y mucho menos para otros países? En un país con superávit como Alemania el coste es menor. Si tienes un 8% de superávit en la cuenta corriente del PIB, realmente nadie pierde nada significativo cuando aumenta la demanda interna.

AT: Presumiblemente, una solución sería canalizar la entrada de capital extranjero en deuda pública segura, que podría haberse utilizado en un gran programa de infraestructuras y, de este modo, mejorar el mercado laboral estadounidense. Puede generarte más deudas, pero podemos dejar ese problema a un lado; sin embargo, el problema es que esto requeriría políticas radicalmente distintas.

MP: De hecho, la deuda no sería un problema. Estados Unidos necesita infraestructuras, y si fuera a invertir productivamente, la deuda aumentaría pero la carga de la deuda disminuiría. Por lo tanto, usted tiene razón: el problema es político. Es difícil justificar un programa de gasto en infraestructuras porque los extranjeros tienen un exceso de ahorro. ¿Debería hacerlo Estados Unidos? Sí, sin duda. ¿Debería hacerlo porque el resto del mundo tiene un exceso de ahorro? No, debería hacerlo por razones internas.

AT: En el fondo de este argumento hay un conjunto de suposiciones sobre la posición del dólar en el marco mundial. Lo que en última instancia hace que sea difícil de escapar de este sistema inestable es que Estados Unidos es el proveedor mundial de activos.

MK: Sí, eso es definitivamente lo que ocurre. El dólar se convirtió en la moneda predominante después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la producción económica de Estados Unidos era equivalente a la del resto del mundo. Actualmente Estados Unidos sigue siendo la economía más grande del mundo, pero el tamaño de su posición relativa es un tercio del que tenía cuando el dólar se convirtió en la piedra angular del sistema financiero mundial. El coste relativo de absorber los desequilibrios mundiales se ha triplicado. Y no está claro que el sistema político interno de Estados Unidos sea capaz de responder. Sería bueno tener alternativas. En teoría, el euro debería haber sido una alternativa y no resultó serlo. Pero eso podría cambiar. Si desarrollamos una estructura multidivisa o imponemos límites más altos a los flujos financieros transfronterizos, la carga sobre Estados Unidos disminuirá.

AT: ¿Es concebible que surja una coalición a favor de este proyecto institucional dentro de Estados Unidos? Históricamente ha habido momentos en los que la política progresista estadounidense estaba dispuesta a enredarse con la cuestión del dinero, el papel de la Reserva Federal y la posición de Wall Street. En cierto sentido, su libro se podría leer como un manifiesto a favor de ese tipo de política.

MP: La buena noticia es que no es la primera vez que nos enfrentamos a este problema. Los períodos de desigualdad significativa de los ingresos en Estados Unidos se han dado en la década de 1830, la década de 1860, el período anterior a la Primera Guerra Mundial y la década de 1920. En cada momento, a menudo de una manera muy caótica, Estados Unidos tomó las medidas políticas necesarias para redistribuir los ingresos. Sospecho que tal vez estemos pasando por ese proceso nuevamente. Hemos alcanzado los límites de nuestra capacidad para absorber la creciente desigualdad de los ingresos. Al menos eso espero.

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1. “Donde la distribución de los ingresos es de tal naturaleza que permite que todas las clases de la nación conviertan sus necesidades en una demanda efectiva de mercancías, no puede haber sobreproducción, subempleo de capital y trabajo ni necesidad de luchar por los mercados extranjeros… La lucha por los mercados, la mayor disposición por parte de los productores por vender que de los consumidores por comprar, es la prueba máxima de una falsa economía de la distribución. El imperialismo es el fruto de esa falsa economía… La única seguridad de las naciones radica en eliminar el incremento no ganado de los ingresos de las clases poseedoras y agregarlo a los ingresos salariales de las clases trabajadoras o a los ingresos públicos para que puedan gastarse en elevar el nivel de consumo". John A Hobson, Imperialism: A Study (1902).

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Este artículo se publicó en inglés en Phenomenal World. 

Traducción de Paloma Farré

El nuevo libro de Michael Pettis y Matthew Klein 

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