Cuesta abajo
El pacto europeo sobre migraciones, una mala noticia para todos
La propuesta de la Comisión incide en el blindaje de fronteras y en la expulsión inmediata. Apenas entra en políticas de integración
José Miguel Morales 29/09/2020
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Hace un par de días conocíamos la propuesta de la Comisión a los países miembros para un nuevo pacto europeo sobre migración y asilo. Nunca hubo demasiada esperanza de que el texto fuese un alegato en favor de los Derechos Humanos y las obligaciones de Europa hacia los países empobrecidos por las políticas económicas. Pero lo que se ha conocido del proyecto es tremendamente decepcionante incluso para los que ya esperábamos poco de la Comisión.
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En la propuesta, revestida de los circunloquios tradicionales de las instituciones europeas, se profundiza en la política de gasto público para el blindaje de las fronteras, se reniega de las personas migrantes que ante la falta de otras soluciones entren de forma irregular exigiendo su expulsión sin contemplaciones… Se habla mucho de proteger el derecho al refugio pero tampoco se mejora la política de asilo ni se acaba con el protocolo de Dublín, una de las exigencias fundamentales de quienes trabajamos con personas refugiadas. Y como en estos documentos la extensión y la posición de los temas es muy significativa, de las veintinueve páginas solo se dedica al final una humilde página y cuarto para hablar de políticas de integración. Y con solo dos medidas; la principal es emplazarnos a otro documento que ya, si eso, tendremos para el año que viene.
Este texto es una muy mala noticia para las personas migrantes porque profundiza en la construcción de lo que llamamos la Europa Fortaleza y permitirá a los gobiernos europeos seguir despreocupados de las consecuencias que la economía neoliberal impone a los países de cuyas materias primas se alimenta la industria europea en su fuerte competición con EE.UU. y China. Seguiremos viendo muertes en el mar y campos de refugiados ardiendo. Seguiremos viendo imágenes de gente desesperada estrellándose contra las vallas de Ceuta y Melilla y seguiremos viendo la miseria de los asentamientos de los nuevos jornaleros en Italia y España. Este pacto no trae ninguna solución para quienes necesitan salir de sus países para tener la oportunidad de una vida digna, ni para quienes viven en la marginalidad de la economía sumergida europea porque no es en ellos en quien piensa.
Es también una mala noticia para el Estado español porque una vez más no se contempla ninguna de sus propuestas. En especial se ignora cualquier mecanismo de corresponsabilidad de los gobiernos europeos respecto a la llegada de migrantes y refugiados a los países de la Europa mediterránea. Incluso sabiendo que estos países son, en gran medida, solamente un espacio de tránsito hacia las locomotoras industriales de Francia y Alemania.
La Comisión reclama a los Estados mayor control en la política migratoria y en especial en la devolución a los países de tránsito y origen, pero no aporta ninguna solución para los retos de los países del Mediterráneo. Como Estado tendremos más fiscalización y menos autonomía, pero poca colaboración europea, algo habitual en la última década. A la falta de asunción de un compromiso claro de responsabilidades compartidas, lo han llamado “mecanismo de solidaridad de contribuciones flexibles”. A la Comisión no le falta creatividad para los eufemismos.
La Comisión ha cumplido con las peores expectativas porque ha trabajado desde sus miedos y no desde el liderazgo
Para la ciudadanía europea es muy mala noticia porque demuestra que el reconocimiento universal de los Derechos Humanos y la prioridad de situar la vida de las personas en el centro de las decisiones políticas de la UE van quedando enterrados en un pasado al que iremos mirando con nostalgia, según se vayan recortando los derechos de toda la población.
Es además una mala noticia para todos porque esta renuncia se hace para satisfacer a los líderes europeos del llamado Grupo de Visegrado: Hungría, Polonia, Eslovaquia y la República Checa. Países que, en distinto grado, se encuentran en una deriva hacia el autoritarismo y el cuestionamiento de la democracia; que alimentan un nacionalismo beligerante y ultraconservador. Con líderes que ignoran la separación de poderes y la libertad de expresión de sus ciudadanos. No es sorprendente que también con declaraciones abiertamente racistas por parte de los jefes del ejecutivo.
Son los matones de la clase a los que se quiere contentar para que estén tranquilos, pero que nunca tienen suficiente. De hecho ya han avisado que no les satisface la propuesta de la Comisión Europea y quieren más mano dura.
La Comisión ha cumplido con las peores expectativas porque ha trabajado desde sus miedos y no desde el liderazgo para encontrar soluciones. Y sus miedos se han convertido en una mala noticia para todos porque se mantiene, como en tantos asuntos claves para la Unión Europea, una mirada cortoplacista esquivando los problemas estructurales de la economía, la demografía y la política del continente.
Si nadie cambia la orientación de este pacto, tendremos otro lustro perdido para gestionar con cabeza el cambio histórico que viven las sociedades europeas. Y las personas migrantes tendrán que seguir jugándose la vida para ser trabajadores de última categoría en una Europa que renuncia a sus principios morales por no asumir el conflicto con quienes quieren acabar con las bases democráticas y sociales que pretenden legitimar el proyecto europeo.
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José Miguel Morales es secretario general de Andalucía Acoge.
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