Diario itinerante
Venezolanos en Miami y Madrid
A no ser que estés en la pequeña Habana o en el barrio de Salamanca, es obvio que las sanciones no han servido para desestabilizar al gobierno de Maduro y sí para agravar la crisis humanitaria
Andy Robinson 30/11/2020
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Si la administración demócrata de Joe Biden opta por levantar el embargo petrolero a Venezuela –aunque sea solo un poquito–, muchos venezolanos protestarán con pancartas de esas de “¡Biden, castrochavista!”. Pero no serán venezolanos que viven en Venezuela.
Después de una estancia de dos semanas en Florida, y ya de vuelta en Madrid, he podido comprobar una hipótesis: los únicos venezolanos que creen con absoluta seguridad y de forma absolutamente apasionada que las sanciones de Donald Trump son un acierto viven aquí, en la capital española, o en Miami.
Entre el 65% (Datanálisis) y el 82% (Hinterlaces) de los venezolanos residentes en Venezuela se muestran opuestos a las sanciones
En Venezuela, puede haber defensores del embargo. Pero ya –con ocho de cada diez conciudadanos sumidos en la pobreza y uno de cada cuatro desnutrido– no se defienden las sanciones con la misma pasión. Ni en los feudos de Juan Guaidó, que ya no lo son tanto, como Altamira en Caracas. Al menos esa fue la sensación que tuve al visitar la capital venezolana en febrero. Poco valen las sensaciones pero esta se ve respaldada por los últimos sondeos en los que entre el 65% (Datanálisis) y el 82% (Hinterlaces) de los venezolanos residentes en Venezuela se muestran opuestos a las sanciones.
Tal y como se explica en un artículo que se publicó este 29 de noviembre en el suplemento Dinero de La Vanguardia, incluso economistas como José Oliveros, catedrático de la Universidad Central de Venezuela y crítico acérrimo de Nicolás Maduro, han destacado la ineficacia de las sanciones para impulsar un cambio político en Venezuela así como su enorme eficacia a la hora de agravar la crisis humanitaria. Oliveros calcula que la caída de ingresos por la venta de petróleo, debido al embargo estadounidense, asciende a 30.000 millones de dólares, lo que ha provocado una catastrófica crisis de liquidez que no permite comprar bienes esenciales importados.
30.000 millones de dólares es una cantidad de dinero importante, suficiente para comprar unos 300 millones de toneladas de trigo, por ejemplo, y así bajar los precios en aquellas panaderías portuguesas de Caracas que también servían para cambiar dólares en el mercado negro.
Y, a no ser que estés en la pequeña Habana o en el barrio de Salamanca, es obvio que las sanciones no han servido para desestabilizar al gobierno de Maduro si eso es lo que se pretendía. “Está comprobado que las sanciones no logran cambiar nada en el ámbito político, pero en Miami lamentablemente son muy populares”, me dijo Oliveros, autor de un informe demoledor sobre las sanciones publicado por el think tank Wola – una entidad dedicada a la investigación, incidencia y promoción de los derechos humanos en las Américas–, en Washington.
Con 500 millones de ingresos de divisas en 2020 frente a 15.000 millones hace dos años, “Venezuela va a estar la última de la cola para comprar la vacuna”
Hasta qué punto Trump y su secretario de Estado, Mike Pompeo, han usado el embargo para ganar votos en Florida fue comprobado en plena campaña electoral cuando anunciaron una nueva medida que prohíbe los swaps de crudo por diésel. “Habrá una escasez de gasoil, lo cual creará problemas para la producción de alimentos”, dice Olivero. Todo para ganar un puñado de votantes en Miami Dade y el Doral.
El problema de las sanciones es aún más evidente en tiempos de pandemia. Con solo 500 millones de ingresos de divisas en 2020 frente a 15.000 millones hace dos años, “Venezuela va a estar la última de la cola para comprar la vacuna”, señala Olivero.
En Miami, los venezolanos creen que este tipo de comentario es “castrochavista”. Y fue interesante durante mi estancia en Florida comprobar que las defensas apasionadas de las sanciones solían coincidir con los gritos trumpistas de “¡Cuatro años más!”.
Por educación –y por mi seguridad física– resistí la tentación de preguntar en el restaurante Versalles de la Calle Ocho de Miami si las absurdas denuncias de fraude electoral en EE.UU. de los cubanos y venezolanos del exilio no dañarían la credibilidad de sus denuncias adelantadas de fraude en las elecciones legislativas venezolanas el próximo domingo seis de diciembre.
En el Doral, donde se ubica el lujoso hotel y campo de golf Trump National Doral del todavía presidente estadounidense, los venezolanos ya suponen el 25% de la población y se defienden las sanciones en salones de manicura que ofrecen uñas decoradas con billetes de 100 dólares.
Miami tal vez daría vergüenza a la elite conservadora madrileña, pero ya no se diferencia tanto Miami y Madrid. Este miércoles 2 de diciembre el exalcalde de Caracas Antonio Ledezma y la diputada María Corina Machado, en compañía de José María Aznar, participarán en la tertulia organizada por Nueva Economía Fórum en la capital española. Seguramente advertirán, igual que advierten los trumpiños en la calle ocho de Miami, de que cualquier cambio de la política de sanciones se interpretará como la prueba de las simpatías castrochavistas de Biden.
Ledezma, a fin de cuentas, fue uno de los primeros que trató de torpedear los intentos de negociar una solución pacífica en las negociaciones de Noruega en 2019 (Trump, con un ojo puesto en los votos en Miami sería el último). Suele combatir las críticas a las sanciones recordando que la crisis es anterior. “No sigan con esa cantaleta de que no hay gasolina por culpa de las sanciones”, tuiteó la semana pasada.
Claro, Ledezma vive en Madrid y forma parte de una comunidad venezolana de elevado patrimonio que, al igual que las de Miami, han ido acumulando bienes inmobiliarios en sus respectivas ciudades adoptivas. Según The New York Times,“tan solo en (el barrio de) Salamanca más de 7.000 apartamentos de lujo son de venezolanos”.
El argumento de que ya existía una caída de la producción petrolera (y por tanto de ingresos de divisas necesarias para comprar alimentos y médicos) es capcioso y oportunista. Como dice Francisco Rodríguez, economista venezolano de la Universidad de Notre Dame de Indiana: “Nosotros hemos hecho un seguimiento y se puede comprobar en unos gráficos que hemos puesto en Twitter que se han producido caídas muy fuertes de la producción petrolera tras cada paquete de sanciones”. Y añade: “Sostener que las sanciones no han tenido un impacto sobre la la producción petrolera después de ver este gráfico equivale a sostener que alguien que ha sufrido tres ataques de shock anafiláctico después de comer marisco no tiene alergia al marisco”.
Si la administración demócrata de Joe Biden opta por levantar el embargo petrolero a Venezuela –aunque sea solo un poquito–, muchos venezolanos protestarán con pancartas de esas de “¡Biden, castrochavista!”. Pero no serán venezolanos que viven en Venezuela.
Después de una estancia de...
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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