CONTRA LAS ÉLITES
Solo Trump tiene el movimiento
El Partido Demócrata debe oponerse a las élites si quiere construir una base social fuerte en esta época de extrema desigualdad
Andy Robinson Miami , 17/11/2020
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Hace falta contar con un movimiento social activo en la calle en estos momentos. Gente que crea con pasión en la causa. Y tras pasar un par de semanas en Florida y Georgia durante la extraordinaria campaña presidencial, mi sensación es que el único movimiento así en la política estadounidense es el de Donald Trump.
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En estos momentos de extrema desigualdad e injusticia social es crucial que la gente entienda que su partido se opone a la élite y al statu quo. Pero, por increíble que pueda parecer, el único político que aún logra apasionar a sus seguidores con ataques a las élites es Trump, pese a ser el responsable de una transferencia tributaria billonaria hacia el 10% más rico.
Merece la pena reflexionar sobre el éxito de la campaña de Trump en Florida donde sus advertencias neomacartistas sobre el “peligro rojo” del castro-chavismo dieron resultados espectaculares. Conduciendo una noche por la interestatal I 95 desde Miami hacia Orlando, me quedé de piedra al ver enormes torres iluminadas a ambos lados de la autopista que anunciaban en luces de neón: “AGAINST SOCIALISM o PROTECT AMERICA’S TRADITION”. Eran los mensajes orwellianos de una guerra fría inventada.
Pero si la derecha tilda a sus rivales de socialistas y chavistas, ¿no convendría tener algún movimiento al estilo del chavismo para responder? Los demócratas –y muchos del centro izquierda europeo– sienten pavor al ser comparados con un movimiento que representaba, al menos al inicio, la transformación social en favor de los más necesitados y el combate a la extrema desigualdad. Pero en Florida quedó claro que si te tachan de radical, más vale serlo de verdad.
No hace tanto, Sanders parecía haber logrado convertir el Partido Demócrata en un vehículo de oposición al sistema, un partido que asustaba a Wall Street
Bernie Sanders encabezaba algo con el potencial para convertirse en un verdadero movimiento reivindicativo como los que emergieron en EE.UU. en los años veinte y en los sesenta. No hace tanto, Sanders parecía haber logrado convertir el Partido Demócrata en un vehículo de oposición al sistema y la oligarquía, un partido que asustaba a Wall Street. Esto no es un sueño de revolucionarios de salón sino un requisito para el éxito político en estos momentos, tal y como explica el exsecretario de empleo de Clinton, Robert Reich.
“Los demócratas tienen que abandonar la ficción del centrismo político y establecer una fuerza contrapuesta a la oligarquía y , al mismo tiempo, cortar sus propios vínculos con esta oligarquía”, dice Reich. Esto es imprescindible para combatir al movimiento del trumpismo y otras nuevas derechas porque vivimos tiempos de radicalización debido a la grotesca polarización económica que se ve exacerbada por cada crisis financiera y sanitaria.
La moderación ya es un lujo que pertenece al pasado de tiempos en los que existía un contrato social basado en una distribución mucho más equitativa de la renta. Ser del centro ya no funciona.
Continúa Reich: “Si hubiera perdurado la distribución de la renta imperante durante las tres décadas después de la Segunda Guerra Mundial (1945 a 1975), un estadounidense de bajos ingresos que cobra 35.000 dólares anuales estaría ganando 61.000 y un trabajador con estudios universitarios que cobra 72.000 estaría cobrando 120.000”. Es decir que la era neoliberal ha supuesto una trasferencia de renta desde el 90% de la población más pobre hacia el 10% más rico equivalente a 47 billones de dólares.
Pese a la victoria demócrata en las elecciones presidenciales y las sonrisas de la CNN, yo no vi muchos indicios en las dos semanas que estuve en el sur de Estados Unidos de que la gente crea mucho en el partido de Biden. Pasé una semana en el estado de Georgia, que supuestamente representa el nuevo sur demócrata, tras la primera victoria de un candidato presidencial demócrata desde Bill Clinton y la esperanza de que la victoria de sus dos candidatos al Senado pueda reestablecer la mayoría demócrata en Washington. Puede ser que Stacey Abrams haya movilizado al voto afroamericano en Atlanta, pero en el sur de Georgia las únicas personas que vi celebrar la victoria de Biden eran una pareja blanca que conducía un BMW descapotable en la elegante ciudad de Savannah.
Más que un movimiento de cambio para la era post Trump yo percibí una confusión total. Hablé con un joven afroamericano de Atlanta que había viajado a Florida para un fin de semana en la playa. Esto es lo que me dijo: “Trump tiene buenas intenciones, el problema es que es una persona de mal carácter; Biden es débil. Los afroamericanos nos beneficiamos del muro fronterizo de Trump porque los inmigrantes indocumentados trabajan por salarios muy bajos, los hispanos con papeles se benefician también”.
En Miami hablé con un inmigrante marroquí ya nacionalizado estadounidense que dijo: “Yo apoyo a Trump porque está en contra de las multinacionales; voté a Bernie Sanders en las primarias, pero no voté a Biden”. Sin duda se le habían cruzado los cables. Pero cabe recordar que la victoria de Biden ha cotizado al alza en Wall Street en parte porque ya se da por hecho que el nuevo presidente firmará el Tratado Transpacífico (TPP), un acuerdo multilateral de liberalización de inversiones transnacionales redactado por los abogados de las grandes corporaciones multinacionales que Trump rechazó.
Tal vez Black Lives Matter es el movimiento. Desde luego, Biden se debe mucho al voto negro –solo se impuso a Sanders en las primarias gracias al voto afroamericano del sur, empezando por las Carolinas–. Si su administración no responde mediante una transferencia del poder político y económico hacia la comunidad afroamericana, los demócratas perderán las elecciones del 2022 contra un partido republicano que seguirá siendo de Trump. Pero por esa vía hay muchos problemas. Puede dividir ese 90% que, como explica Reich, constituye la verdadera clase trabajadora frente al 10% de superricos. “Los demócratas no deben buscar el centro porque no existe”, dice Reich, una frase que valdría en Europa también. “Tienen que demostrar a los trabajadores blancos que el racismo y la xenofobia les han perjudicado a ellos también. Tienen que cambiar la narrativa demócrata de kumbaya a justicia social”.
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Hace falta contar con un movimiento social activo en la calle en estos momentos. Gente que crea con pasión en la causa. Y tras pasar un par de semanas en Florida y Georgia durante la extraordinaria campaña presidencial, mi sensación es que el único movimiento así en la política estadounidense es el de Donald...
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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