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DEBATE

Identidades múltiples: la mezcla que somos

A propósito de los ensayos de Clara Obligado y Saïd El Kadaoui

Rubén A. Arribas 29/01/2021

<p> Clara Obligado y Saïd El Kadaoui. </p>

 Clara Obligado y Saïd El Kadaoui. 

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01 | El problema de querer clasificarlo todo. Escritura nómada. Escritura desde la verja. Escritura del desarraigo y de quienes perdieron su patria. Escritura babélica, promiscua y bastarda. Escritura integrada y desintegrada. Escritura híbrida. De todas esas maneras nombra Clara Obligado en Una casa lejos de casa. La escritura extranjera (Contrabando, 2020) la singular flor que ha visto crecer entre las páginas de sus libros debido a la experiencia como persona migrada. Porque ¿en qué idioma escribe una persona que nació en Argentina, pero vive desde hace más de cuarenta años en España? ¿En qué estantería deben colocarse sus cuentos y novelas: en la de literatura argentina o en la de literatura española? 

02 | La complejidad sentimental era esto. El duelo migratorio es un proceso psicológico muy complejo porque es “parcial, recurrente y múltiple”. Lo explica Saïd El Kadaoui en su ensayo Radical(es) (Catedral, 2020) citando al psiquiatra Joseba Achotegui. Migrar siempre causa un desgarro –a veces de grandes proporciones– cuya cicatrización es tan lenta que suele acompañarnos de por vida. Es un dolor que siempre está ahí –aunque no siempre con la misma intensidad– porque todo movimiento migratorio nos obliga a entablar un tenso diálogo identitario con el entorno y, de algún modo, a ser una persona diferente de la que éramos. Kadaoui, un psicoanalista y escritor nacido en Beni-Sidel (Marruecos) y que vive en Cataluña desde los 7 años, conoce de primera mano esa experiencia.

03 | Nadie nace extranjero. Clara Obligado se exilió en España en 1976 para huir de la dictadura argentina. Sin embargo, su condición de extranjera sigue precediéndola allá adonde va. Da igual que haya vivido más tiempo a este lado del Atlántico que al otro. Da igual que haya publicado aquí las dos antologías de Por favor sea breveque haya ganado el premio Setenil por El libro de los viajes equivocados o que sea una de las pioneras de la enseñanza de escritura creativa. Da igual también que sus hijas sean españolas. A ojos de los demás sigue siendo extranjera. O mejor dicho: doblemente extranjera, pues ahora tampoco es una argentina fetén ni allá ni aquí. De eso habla cuando señala que “no se nace extranjero”: son los demás quienes nos colocan en ese lugar y hacen que se nos forme una segunda piel. Quizá incluso una costra o, peor aún, una coraza.

Las identidades monolíticas que plantean los nacionalismos excluyentes obligan a soluciones binarias: la hiperadaptación o el repliegue identitario

04 | Demasiada presión. La identidad es siempre una maraña de emociones turbias, afirma Saïd El Kadaoui. En el caso particular de las personas migradas, además, se entrecruzan múltiples cuestiones, algunas difíciles de apreciar a simple vista. ¿Por ejemplo? El carácter transgeneracional de los duelos migratorios no resueltos. También están los traumas colectivos, como los derivados de la colonización y descolonización (en el caso español, pensemos en Guinea Ecuatorial o Marruecos). A todo eso, hay que sumarle los discursos que identifican la inmigración con la pobreza, la delincuencia o la barbarie; el racismo institucional; la inseguridad jurídica, o las experiencias de inferiorización y humillación que padecen muchas personas a diario. Por último, añadamos a esa mezcla el bombardeo de discursos que ensalzan la pureza, la autenticidad, la reparación histórica o el nacionalismo, y dejémoslo cocer todo en el magma de este hipercapitalismo que todo lo devora... Parece normal, concluye Kadaoui, que las identidades más frágiles no soporten tanta presión y salten en pedazos. 

05 | El nacionalismo literario como limitación. Según Clara Obligado, el mundo académico se obstina en fijar lo nacional como parámetro a la hora de clasificar las producciones literarias. Tan inamovible y estéril le parece ese marco mental que califica esa práctica de “feudalismo académico”, y a la vez se pregunta por qué seguir viviendo tensionada “entre el deseo de ser aceptada y el cuestionamiento de las formas de lectura enmarcadas en lo nacional”. En su opinión, si el mundo académico “estudia solo una herencia nacional, se está cerrando una puerta donde debería abrirla”. Ella reconoce que le costaría años de terapia elegir si sus libros son literatura argentina o española, pero algo son, ¿no? ¿Para cuándo alguna categoría intermedia o una simple literatura en español? 

06 | Por una identidad más flexible. “Domesticar a la bestia de la identidad consiste en sentirse múltiplemente arraigado”. Esas palabras de Saïd El Kadaoui proceden de la fusión de un pensamiento de Amin Maalouf y otro de Salman Rushdie y resumen no solo el argumento de Radical(es), sino su espíritu. Según Kadaoui, nos haría mucho bien entender la identidad –nacional o no– como una amalgama de herencias heterogéneas y un conjunto flexible de pertenencias, y no como un molde único y rígido. Las identidades monolíticas que plantean los nacionalismos excluyentes obligan a soluciones binarias: la hiperadaptación (o asimilación contrafóbica) o el repliegue identitario (o retiro etnocéntrico). En ambos casos, las personas deben elegir un país y renunciar al otro, lo que conlleva un conflicto de lealtades y alienta el discurso de la traición. Además, como en el caso marroquí, señala Kadaoui, algunas identidades reducen la pertenencia a lo religioso y lo tribal, algo que hace todo aún más difícil. Por eso, él insiste en sentirse y declararse marroquí, catalán, español y europeo (aunque eso le moleste tanto a los guardianes de las esencias identitarias, sean estos los policías de la aduana marroquí o algún vecino de Barcelona).

07 | La falsa proximidad del idioma. Hablamos y no hablamos la misma lengua en América y en España (basta preguntarle a cualquier editorial que intente vender traducciones allá y aquí...). Eso que, en apariencia es gracioso y divertido, supone sin embargo un drama de gran calado para muchas personas, en especial para quienes trabajan de manera profesional con la lengua. De hecho, como explica Clara Obligado, sienten que su lengua original colapsa; primero, porque la mayoría a su alrededor habla diferente; y segundo, porque hay un “mercado editorial que no suele aceptar otras variaciones que las que incluyen cierto aire de exotismo latinoamericano”. Por tanto, hablar o escribir se convierte en un intenso –y muchas veces problemático– ejercicio de traducción y elección. Eso exige mucho tiempo y esfuerzo: es complicado construir una lengua capaz de mostrar el mestizaje íntimo que se vive a diario.

Kadaoui insiste la importancia de promover valores inclusivos que atraviesen las clases sociales y que aminoren la presión sobre las identidades más frágiles

08 | De la fragilidad identitaria al radicalismo. Al amparo de H. M. Enzensberger y de su ensayo El perdedor radical, Saïd El Kadaoui argumenta que no hay tanta diferencia entre un chico estadounidense que perpetra una masacre en su instituto o un centro comercial, y un chico de una familia magrebí que se radicaliza y realiza atentados como los de Cambrils o Barcelona en 2017. Ambos coinciden en algo: tienen identidades frágiles. A los dos los mueve una energía que está hecha de envidia y frustración por el éxito ajeno, una gran capacidad para culpar a los demás del fracaso propio y una gran dosis de desprecio por sí mismos. Son perdedores radicales. De ahí, insiste Kadaoui mientras cita a Amartya Sen, la importancia de promover valores inclusivos que atraviesen las clases sociales y que aminoren la presión sobre las identidades más frágiles. 

09 | Fenómenos editoriales y statu quo cultural. Clara Obligado recuerda que fue la propia Carmen Balcells quien afirmó que el Boom respondió a una estrategia de mercadotecnia. O dicho de otro modo: fue algo relacionado con ganar dinero, y no con promover la diversidad cultural o el mestizaje. De hecho, Macondo se convirtió en la capital ficticia de todo un subcontinente en el imaginario del resto del mundo. Si uno leía sobre Macondo, ya sabía cómo era el resto de América Latina... El efecto homogeneizador fue tan intenso que todavía hoy muchas personas, señala Obligado, se ufanan en firmar las actas de los premios como gallegos, catalanes o valencianos, y la relegan a ella a la categoría latinoamericana. En fin, que el Boom tuvo poco ver que con esa contaminación cultural de la que primero habló Carlos Monsiváis y sobre la que después cantó Pedro Guerra.

10 | La familia literaria. Kadaoui señala que lee a Hanif Kureishi, Chimamanda Ngozi Adichie o Edward Said como quien lee a un hermano o hermana mayor que se ha enfrentado a problemas similares a los suyos. Es más, aunque suceda en otro país, siente como propios pasajes como este de Kureishi: “Para mí y para los otros chicos de mi generación nacidos aquí, Inglaterra fue siempre el país al que pertenecíamos, incluso aunque nos dijeran –a menudo en términos de maltrato racial– que eso no era así. Lejos de resultar un conflicto de culturas, nuestras vidas parecían sintetizar elementos dispares: el pub, la mezquita, dos o tres idiomas, rock and roll, películas indias. Nuestra amplia familia y nuestra individualidad británica se entremezclaban”. 

11 | Flores olvidadas. Hablamos mucho, por ejemplo, de cuánto aportó la intelectualidad republicana a la cultura mexicana. Sin embargo, quizá no tenemos tan presente la cantidad de talento argentino que desembarcó en España en los setenta debido a la dictadura del general Videla. ¿Quién se acuerda ahora, se pregunta Obligado, de Héctor Tizón, Marcelo Cohen –que llegó a traducir del catalán a Quim Monzó–, David Viñas, Susana Constante, Griselda Gambaro, Daniel Moyano y tantos otros? ¿Modificó su presencia en algo la cultura de aquella joven democracia española? Aunque algo de todo ello lo recoge la propia Obligado en su ensayo Narrar el exilio, publicado en Memoria(s) en Transición. Voces y miradas en torno a la Transición española, echa en falta más aportaciones.

Tan necesario es modernizar el islam como aceptar que “no es la religión y la cultura de los otros”, sino que “forma parte también de nuestra sociedad”

12 | Oxigenar el espacio árabe. La cultura árabe no es una fuente de amenaza. Además de parafrasear a Edward Saïd, Kadaoui ha convertido su ensayo en un goloso itinerario intelectual. Así, mientras reflexiona sobre la identidad, se apoya en psicoanalistas como Mahfoud Boucebci –asesinado por los yihadistas–, Amina Bargach o Fethi Benslama. Cuando habla de cómo cambiar las estructuras tribales, alfabetizar a la población y lograr una organización social más democrática, nos pone sobre la pista de pensadores como Boualaem Sansal o Moncef Marzouki. Asimismo, trae al presente a Mohammed Abed al-Jabri, un filósofo que reclamó inequívocamente abrazar el pensamiento científico racional. El fin último de este itinerario es invitar al mundo árabe a realizar una autocrítica: “No sabemos quiénes somos. Ni de dónde venimos. Y ese es un problema central. ¿Cómo vamos a transmitir a nuestros hijos lo que no sabemos?”. 

13 | Una tradición al calor de otras tradiciones. Como buena escritora transterrada, Obligado ha terminado construyendo una biblioteca donde abundan las autoras y autores preocupados por el binomio identidad-patria. Es la literatura de quienes perdieron un idioma para ganar otro. Ahí figuran, por ejemplo, Agota Krystof, cuyo exilio en Suiza le supuso cambiar el húngaro por el francés como lengua literaria; Jhumpa Lahiri, de padres bengalíes, nacida en Reino Unido, infancia en Estados Unidos y que ahora escribe en italiano; o Fabio Morabito, a caballo entre México e Italia. Y, por supuesto, Roberto Bolaño, que fue capaz de contener en sí mismo a Chile, México y España, y acaso ser uno de los mejores amantes de la literatura argentina. 

14 | El islam, siempre el islam. Aunque es agnóstico, Kadaoui reflexiona largamente sobre el monotema musulmán. A Europa le pide –en sintonía con Sami Naïr en La Europa mestiza– que favorezca la existencia de un islam europeo. También que la izquierda acabe con ese relativismo cultural que la hace ser beligerante con el nacionalcatolicismo y permisiva con el integrismo islámico (cita, por ejemplo, el asunto del velo). Al mundo árabe, le reclama escuchar más a islamólogos como Mohamed Arkoun o Rachid Benzine y pelear por una lectura del Corán apartada del wahabismo o el salafismo. Según Kadaoui, se necesita una exégesis a la altura de los principios seculares y derechos sociales del siglo XXI: igualdad entre mujeres y hombres, libertad sexual, dejar la religión para el ámbito privado o respetar a quienes profesan otra religión o no profesan ninguna. Eso sí, tan necesario es modernizar el islam como aceptar que “no es la religión y la cultura de los otros”, sino que “forma parte también de nuestra sociedad”. 

15 | La alteridad como espejo. En 1988, Julia Kristeva publicó un libro de título premonitorio: Extranjeros para nosotros mismos. ¿Será posible la convivencia multirracial en la Europa del siglo XXI? En aquel ensayo, esta lingüista que nació en Bulgaria, escribió en francés y formó parte del comité de redacción de la prestigiosa revista Tel Quel sostenía que el extranjero nos enfrenta con “la posibilidad o la imposibilidad de ser otro”, y por tanto nos obliga a “reflexionar sobre nuestra capacidad para aceptar nuevos modos de alteridad”. Esa es la riqueza del extranjero, pero también su maldición: nos conecta con “la cara oculta de nuestra identidad” y aviva en nosotros el narcisismo de la diferencia. Por eso, ensayos como Una casa lejos de casa. La escritura extranjera y Radical(es) no solo nos familiarizan con los problemas cotidianos de nuestras vecinas y vecinos, o nos informan sobre la diversidad y riqueza cultural que nos rodea, sino que nos hablan de nuestra propia identidad. De cómo esa identidad, sea la personal o la del país, está cambiando gracias al sano ejercicio de mezclarnos y encontrarnos en (y con) el otro. De ahí que leer libros como los de Clara Obligado y Saïd El Kadaoui sea un primer paso para domesticar la bestia de la identidad que llevamos dentro.

 

01 | El problema de querer clasificarlo todo. Escritura nómada. Escritura desde la verja. Escritura del desarraigo y de quienes perdieron su patria. Escritura babélica, promiscua y bastarda. Escritura integrada y desintegrada. Escritura híbrida. De todas esas maneras nombra Clara Obligado en 

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