LA VITA NUOVA
Lo imposible no es lo inmoral
Las socialdemocracias son la mayoría en el Parlament. Están todas las sensibilidades de la socialdemocracia, incluida la ausencia de sensibilidad alguna. No pueden formar govern porque no lo entendería la derecha trumpista cat
Guillem Martínez 28/03/2021
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1- Una delegación china explica en una cumbre que la delegación USA ya solo se representa a sí misma. Con esa sencillez y economía de palabras, finaliza una época. Zas. El comercio internacional está paralizado en el Canal de Suez. La última vez fue por una guerra. Ahora el Canal se ha colapsado solito, o el mundo está en una guerra invisible, o todo le resulta difícil, imposible. La UE tiene serios problemas de competencia para vacunar a su población. No está diseñada para vacunar a su población. Tal vez no está diseñada para su población. Las poblaciones, en fin, hoy son engorrosas. Molestan. Enferman, por ejemplo. Requieren más planificación que lo que sea que trate la UE. Y no hay capacidad ni conocimiento para ello. El TC alemán, que ya advirtió sobre el carácter anticonstitucional de dar dinero al BCE para mutualizar la deuda, ahora advierte de lo mismo para con los fondos Next Generation. El gasto en crisis en la UE durará lo que quiera Alemania. Alemania empieza a no querer. La Alemania que quiere durará, a su vez, poco. Tal vez un líder y medio tras Merkel. Luego empezará otro mundo. Esta pandemia ha acelerado el fin de época. O, mejor, ha acelerado su percepción. Un fin de época es también inhibición donde antes había contención. En el Sur de Europa un parlamento elige un nuevo govern. BCN, Parlament. Se inicia la sesión de investidura. La primera actuación de la primera presidenta trumpista de un parlamento de Europa Occidental es negar la palabra a un diputado.
2- Aragonès, el candidato a presi por ERC, toma la palabra. Varias horas. Hilvana una propuesta de Govern progresista y de izquierdas, si bien lo suyo no es un govern progresista y de izquierdas. Es un govern apoyado desde fuera por CUP, una socialdemocracia más dura que otras –algo común en Europa–, e integrado por ERC, una socialdemocracia blanda –algo común en Europa– y por JxC, una extrema derecha trumpista –algo cada vez más común en Europa; más en su Sur; más en Esp–. La propuesta de Aragonès, algo que parte de materiales existentes en toda Europa, es, en su mezcla, una excepcionalidad europea.
3- La propuesta programática de Aragonès existe en otros puntos. Como en Esp, un gobierno de coalición en el que, desde la correlación de fuerzas, poco sexi, participa a) una socialdemocracia más familiarizada con el neoliberalismo, y b) otra menos familiarizada con el etc. La propuesta de Aragonès es sumamente parecida, en su música, a esa propuesta Esp que ahora agoniza. Modular la escasa soberanía de un Estado –de una autonomía en este caso– con notas amables –poco más; nada menos– para políticas de vivienda, sanidad, una posibilidad –lejana, no formulada– de una RBU y de una banca pública, y de unos 700 millones –¿mucho? ¿poco? ¿nada?– para gasto social inmediato. La CUP, que no entraría en el Govern, protagoniza el momento en su historia en el que más se acerca a la institucionalidad. Es el momento, por otra parte, en el que ERC está más alejado de la mística. Aragonès, de hecho, finaliza su discurso citando a Maragall. La cosa procesista –la propaganda no verificable, el motor de la máquina, la substitución de la política– queda muy reducida. A un Pacte per la amnistía y la autodeterminació. Alocución que, traducida del procesismo, puede significar un pacto simbólico y sin mucho recorrido real para el indulto de presos, por una solución a los exiliados, y por votar algo, algún día. No sería un referéndum de autodeterminación. Esa posibilidad, existente hasta 2010-14, a través de dos resquicios –la Llei de Referèndums del Tripartit, y un referéndum para evaluar una reforma constitucional propuesta por el Parlament–, fue taponada por el TC. El procesismo, más dado a la opereta que a un referéndum formal, no se la tomó en serio jamás. A esta propuesta de Govern le falta el consentimiento de JxC, socio necesario. Lo que supondría cambios. Aumentar el procesismo, rebajar la política real. Es decir, vete a saber en qué consiste la propuesta real de Govern.
4- Turno de Illa. En las antípodas de Maragall. Pero también de Iceta. Con cierta agresividad –utiliza en una ocasión el castellano, algo sin precedentes en el PSC en el Parlament; supongo que es una protesta–, Illa se centra en la alianza con CUP, más que en la alianza con JxC. Utiliza expresiones como “antisistemas” y “Govern rehén de la CUP”. Algo que, por otra parte, jamás ha sucedido. Ni en los glory days del procesismo la CUP pudo vertebrar nada en el Govern, salvo símbolos y ceremonias, siempre bienvenidas, nunca efectivas. Illa, y Gabilondo, están vertebrando, a su vez, algo. Un indicio de un cambio. La idea de que la gran diferencia del PS respecto a las ultraderechas emergentes –e imparables– es el tono. La substitución de políticas por el tono, y cierto alejamiento de otras socialdemocracias –UP en MAD, CUP en Cat–, frente a la que se presenta como el orden. El PSOE parece estar avanzando hacia lo que en Esp y Cat se llama centro. Y, por lo tanto, alejándose de propuestas económicas y sociales ambiciosas, y de una solución a los presos y al tema territorial, dos temas que Illa ni menciona. En el intercambio de palabras posterior, más amable y cívico, Illa parece, no obstante, proclive a pactos con ERC. Tal vez en los presupuestos. Ojo: a una participación en el Govern, por tanto, desde fuera de él. Todo está tan majara que puede pasar eso de una manera más o menos formal. O no. No se pierdan el punto 10.
5- Albert Batet, JxC. Habla en procesismo. Traduzco. Se centra en que el procesismo es hegemónico en la sala. “Un 52%”. Un 52% cogido por los pelos en unas elecciones en las que el no-procesismo no vio la necesidad de votar como posesos, por ausencia de amenaza real. Un 52%, o un 50,01% es suficiente, defiende, para proclamar la indepe. Algo que JxC no hizo en su día ni, todo apunta a ello, hará jamás. La indepe necesita mayorías mayores, pero no así la emisión de políticas que confunden la democracia con la mayoría, ese trumpismo que defiende que el voto es más importante que lo legal o lo social. En el diálogo posterior con Aragonès, Batet utiliza ese tono procesista civilizado, con adjetivos chorras y cursis –mi favorito: “escarafalls”; en general, en el mundo una lengua pierde enteros y se expone a su extinción por varias razones; una es también cuando substituye “culo” por “pompis”–. Para un observador ajeno, es un diálogo insulso entre seminaristas. Para uno avezado, es una lucha a navaja entre dos tipos que escupen por el colmillo. En un momento dado, se produce la brutalidad. JxC explicita por qué no votará a Aragonès en el día de ayer, y tal vez nunca jamás: ERC no apoyó al candidato Puigde en 2017, lo que hubiera supuesto nada, pero también una legislatura procesista neta. ERC son, por tanto, traidores. La palabra no fue dicha, pero es el fin, por fin, del Chicken Game. Se abrió la veda para utilizarla. Como siempre que se produce lo más temido, no es para tanto. O sí. Vete a saber. ERC es muy rara. JxC finaliza haciendo esta propuesta para votar a Aragonès algún día sin precisar: que Aragonès no se presente a la segunda votación. Un absurdo. La exigencia de una demostración pública de sumisión. Un procesismo que, al menos en ese momento, fue rechazado.
Las izquierdas son también sus registros, más en la época de su absoluta crisis. El de la CUP –un partido votado por clase media-alta– es el léxico más radical de la sala
6- Turno de Vox, sin rol en esta fiesta salvo formularse. Se formula. No va más allá del PP de entre siglos. Es Aznar –es decir, constitucionalismo–, con leves intensificaciones: la monarquía –Aznar no era de eso––, la beligerancia anti-inmigración musulmana, insultante, la denuncia de una inseguridad ciudadana que tira de espaldas, y un posicionamiento antiautonomías de boquilla –Ignacio Garriga, el portavoz, llegó, incluso, a hablar cat–. La cosa nueva extrema derecha –denuncia de los políticos vendidos al sistema, del fin del ascensor social, de un sistema corrupto– fue más tímida. JxC lo hace mejor, en ese sentido. Algunos grupos abandonaron la sala en la intervención de Vox. La presidenta, al finalizar Garriga, hizo perorata sobre el racismo y el machismo de Vox, ese bien social que impide ver otras extremas derechas en la sala. Impide ver otros focos de emisión de confusión, racismo, rapto de la idea de nación, restricción de la democracia al voto y concepción de la mayoría, transformada en pueblo, como nueva legalidad reaccionaria, sin políticas de progreso.
7- Dolors Sabater, CUP. Habla desde el registro CUP –poble, lluita, embat–. Las izquierdas son también sus registros, más en la época de su absoluta crisis. El de la CUP –un partido votado por clase media-alta– es el léxico más radical de la sala. Una vez traducido, suena a otro acceso socialdemócrata, mediatizado por cosmovisiones nacionalistas no siempre izquierdistas. No queda mucho de la izquierda europea. Lo que queda son socialdemocracias, fósiles de otras épocas, menos centradas en el lenguaje y, por ello, con posibilidades mayores de efectividad en la realidad. Sabater a) recuerda que el pacto es de mínimos, es decir, que b) no existe de manera efectiva, y que c) se mezcla con una lógica, para esta legislatura, de “conflicto, confrontación, enfrentamiento”. Algo normal hoy en la política institucional esp, esa crisis democrática, social, económica y de Régimen. Pero que tal vez requiere traducción en cat, donde todo ello es simbólico. Lo que lo hace inusual. ¿Es una defensa del procesismo y su combate continuado y simbólicoZzzz? En una segunda intervención sale Laia Estrada, con menos empatía y cargamento más pesado. E impreciso y mítico. El PSC es el culpable de la privatización de la Sanitat. Bueno, lo es más y de manera más determinante CDC/JxC, con los que se asociarán. Se antepone al R’78 lo vivido en Cat desde 2012. Si el R’78 es apuesta por la propaganda, no es así. Si el R’78 es la politización de la Justicia, la Llei de Transició de 2017 –jamás aplicada; es la primera ley postfascista de Europa occidental, en la que desaparecía el Judicial frente al Ejecutivo– es su fantasía jamás tan explicitada.
8- Jessica Albiach, Comuns. Recuerda que esto no es un govern de izquierdas, sino uno ERC-JxC. Alude a la “humillación” sufrida por ERC por parte de JxC, desde hace años y concretada en su solicitud para que Aragonès no se presente a la segunda votación. Habla de Cat a partir de estadísticas gore, y emite un programa de govern –tres puntos: a) vacunación, b) gestión de Next Generation, c) Plan de choque social–. Pide una negociación con el Estado para el tema territorial improbable, pero a través del lenguaje real. Propone un Govern de izquierdas –ERC, Comuns y, fuera, PSC y, se supone, CUP–. Algo tan inverosímil como el govern propuesto por Aragonès, pero con mayor sentido filológico. A ERC: “Les llamarán traidores. Pero ya los llaman”.
9- A C’s, como a todo en Cat, le sienta bien la derrota. Carrizosa emite así un discurso con trazos de humor, y distanciándose de Vox a través del liberalismo. La presidenta del Parlament le censuró el uso de la palabra xenofobia para referirse a otros partidos en la sala, aparte de Vox. La sala, en este punto, ya rió. Alejandro Fernández, PP, aportó el carácter ocurrente y liberal de los católicos en Maine, en países en los que son minoría residual. Marta Vilalta, ERC, concluyó que el día era otro día históricoZzzzz. Votaciones. Aragonès, votado por ERC y CUP, no fue president. No lo será, todo apunta a ello, el martes.
10- Las socialdemocracias son la mayoría en el Parlament. Están todas las sensibilidades de la socialdemocracia, incluida la ausencia de sensibilidad alguna. No pueden formar govern no porque la sociedad no lo entienda –todo apunta a que lo entiende e, incluso, lo apoya–, sino porque no lo entendería la derecha trumpista cat, que es la que gestiona los marcos nacionales actuales. Una mala noticia, en todo caso, para la continuidad de una pequeña nación, que no puede ponerse wagneriana mucho tiempo sin desaparecer o quedar seriamente herida. Cuesta creerlo hoy, pero, en breve, esos marcos serán recordados para dibujar una época ridícula, reaccionaria, de la que nadie querrá acordarse. Por lo que sea –y esa es la magnitud de la tragedia– para unas socialdemocracias es natural pactar con el trumpismo local, antes que con otras socialdemocracias menos salvajes. El marco nacional ha crecido tanto hacia lo mítico que no solo es irrealizable, sino indominable e innegociable. No sirve para nada, salvo para ser recitado. La legislatura actual avanza hacia la anterior. O hacia una sorpresa, si el PSC consigue que el PSOE ofrezca algo real para la hoguera del tema más irreal. Todo es tan gaseoso y sentimental que un golpe de realidad lo cambiaría todo. Nadie está hoy por ello. Puede suceder hoy, o nunca, o a lo largo de una legislatura con otro govern trumpista e inoperante, más allá del lenguaje, en lo cotidiano.
1- Una delegación china explica en una cumbre que la delegación USA ya solo se representa a sí misma. Con esa sencillez y economía de palabras, finaliza una época. Zas. El comercio internacional está paralizado en el Canal de Suez. La última vez fue por una guerra. Ahora el Canal se ha colapsado...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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