Cultura libre
De inventos, democracia y censura. Ante el inminente decretazo sobre copyright
Nos horrorizamos cuando ISIS destruye monumentos. Pero el cierre constante de repositorios considerados ‘piratas’ hace que desaparezcan miles de películas. Es también un crimen contra el patrimonio; y contra las y los autores
Simona Levi 24/05/2021
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Las páginas de intercambio, en nombre de los derechos de autor, deben legalizarse con impuestos sostenibles que impidan el monopolio; no cerrarse.
La cultura libre no es cultura gratis, es real respeto por las y los autores.
Existe una confusión semántica interesada entre los “derechos de las y los autores” que hay que defender y los “derechos de autor” de los que habla la ley que son transferibles –en la mayoría de los casos son transferidos al productor o al editor; en este caso no son derechos, son mera moneda de cambios.
[Ej- Ley de Propiedad Intelectual, art. 88.1. Sin perjuicio de los derechos que corresponden a los autores, por el contrato de producción de la obra audiovisual se presumirán cedidos en exclusiva al productor...].
Se ha conseguido que la gente de la cultura caiga en esta confusión. Si los “derechos de autor” se han transferido a otros que no son los autores –la ley ya hace el trabajo sucio para estos “otros” ya que “presume que los derechos están cedidos”–, lo que se está protegiendo no son los autores. No quiero decir que no se deban defender los derechos de productores y distribuidores, sino que no manipulemos el discurso y planteemos una economía basada en la cooperación y no en la explotación y la sustracción de derechos a otros. Los derechos de autor son muy interesantes, pero el copyright tal como la entendemos ahora no protege en absoluto a lxs autores ni la diversidad cultural.
Los derechos de autor nacen como un plus que percibe el autor por su contribución al bien común, a la cultura. Confundir los derechos de autor, los royalties, con el salario hace que el mundo de la cultura sea el único ámbito en el que aún se trabaja de una manera que en teoría está prohibida desde hace casi un siglo: el trabajo a destajo, es decir, cobrar dependiendo de la cantidad de producción, y no por el tiempo o valor de trabajo.
El modelo que se está defendiendo con esta idea de copyright es un modelo de explotación; no de protección. Pero la narrativa creada entorno al eufemismo elegido con intención de “derechos de autor” ha calado entre los explotados, un sector que, salvo contadas mediáticas excepciones, tiene muchas dificultades para vivir de su oficio.
Así que los explotados hacen el trabajo sucio a sus explotadores y salen a defender este modelo. Luego se agrupan en las entidades de gestión, los últimos sindicatos verticales que existen desde que se suprimieron. Y se suprimieron porque no pueden defenderse los derechos de los trabajadores y de los empleadores por el mismo organismo, ya que sería asimétrico hacia los segundos que tienen el poder contractual. Pero ahí siguen.
Los han engañado. El sector avala la destrucción de una herramienta de democracia e innovación como es internet y a la vez contribuye sin rechistar al perpetuarse de monopolios que les impide cobrar de forma justa para su trabajo.
Distribución de regalías, información extraída de www.kn.com.au
El enemigo no es el público; el público no es el pirata sino el aliado que permite la circulación de la creación. El enemigo es quien se beneficia de ella sin que repercuta en toda la cadena de producción. Este problema existe desde los orígenes de la imprenta.
Un enfoque represivo, en lugar de regular las páginas de intercambio para el bien común, destruye patrimonio cultural de forma masiva.
¿Cómo puede ser que se enseñe a las y los niños a no compartir? Qué barbarie es esta. Se ha de enseñar a compartir todo, incluso los beneficios.
Con la ciencia y la educación en declive, la circulación del conocimiento es una obligación y una prioridad mientras pasa lo contrario. Las universidades pagan diversos millones cada año en “derechos de autor” cuando en otros países como EE.UU. esto se considera fair use, uso justo.
En el 1800, época de naturalismo humanista, muchos prestaban libros y así la gente aprendía a leer; la campaña de la industria editorial que decía que se le estaba robando fue masiva, aún así se abrieron las primera bibliotecas públicas y ahora prohibirlas se consideraría un crimen contra el patrimonio de la humanidad. Ahora bien, no se cierran, pero últimamente pagan un canon.
El fanatismo del copyright ralentiza la ciencia, la medicina y el desarrollo en general, mientras las y los autores viven en la precariedad. Todo esto se puede y debe revertir.
El cambio se ha dado siempre. Todo depende de cuántos sufrimientos vamos a permitir que inflijan hasta que se dé.
No necesitamos leyes represivas y de censura. Necesitamos una regulación justa para compartir los beneficios; necesitamos una regulación de impuesto que cree incentivos a la circulación de la cultura, no a la quema de libros y a la barbarie. Las páginas de intercambio, en nombre de los derechos de autor, deben legalizarse con los debidos impuestos, no cerrarse.
Necesitamos políticas a favor del bien común no de intereses únicamente gremiales y de redes clientelares de tipo mafioso.
Y además, ¿quién produce cultura?
En la era digital puede crear cultura casi todo el mundo.
“La creatividad es una capacidad humana que requiere del acceso a la cultura, al conocimiento y a la información existente para poder ser desarrollada.
La creatividad es una actividad que se produce en red.
Consideramos que la democratización de los medios de producción es la realidad social contemporánea.
No hay marcha atrás.
Todo el mundo, a diferentes escalas, puede contribuir a producir cultura, valores y riqueza.
La escala a la que operan estas contribuciones puede consistir en actividades muy básicas (escuchar, reproducir conocimiento, etc.) o muy complejas.
La escala de las necesidades y recursos necesarios para el acto creativo también puede variar: algunos sólo requieren unos momentos de atención, otros en cambio necesitan de toda una vida de dedicación. Unos pueden realizarse con infraestructuras muy básicas y otros necesitan maquinaria compleja. Algunos puede efectuarse de forma solitaria, otros deben desarrollarse en grupo.
En el contexto actual de “capitalismo cognitivo”, queremos promover formas de liberar tiempo y recursos para que este potencial distribuido pueda desarrollarse de forma sostenible”.[2]
Se ha de recuperar la función originaria por la que se crea la propiedad intelectual y los derechos de autor. Una función de incentivo, de estímulo, no una función meramente recaudatoria.
Así lo recoge el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU [GE.06-40060 (E) 020206):
“Se considera que solamente el ‘autor’, a saber, el creador, ya sea hombre o mujer, como individuo o como grupo de personas, de producciones científicas, literarias o artísticas (...), pueden ser los beneficiarios de la protección de los "intereses materiales" (Art. 15, párrafo 1 (c),). Bajo los regímenes de protección de los tratados internacionales existentes, las personas jurídicas también están incluidas entre los * ostentatorio de derechos de propiedad intelectual. Sin embargo, como se puede ver arriba, sus derechos, al ser de diferente naturaleza, no pueden protegerse al nivel de los derechos humanos”. (Comité de derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU [GE.06- 40060 (I) 020 206).
Los derechos y libertades que deberían estar armonizadas en este contexto son los derechos y libertades de las y los autores entendido en sentido amplio (vestuario, atrezo, etcétera), emprendedorxs del sector cultural entendido en sentido amplio (editores, distribuidores, etcétera) y los de las y los consumidores y usuarios, o sea de la sociedad en general cuanto a sus derechos de acceso a la cultura, la información y el conocimiento.
El futuro de la democracia somos la gente. Quiera el estado y los gremios o no, el futuro de la democracia es la descentralización del poder en la gente que siempre intercambia y crea cultura. Lo que realmente esconde este miedo a la desintermediación es el afán de mantener el control y los privilegios de unos pocos. Se quiere impedir la abundancia creando escasez artificial.
Pero la democracia será solo si hace honor a su nombre.
Soluciones
- El sector debe revisar sus reivindicaciones:
• Los intermediarios como colaboradores y no explotadores. Relación de colaboración con intermediarios, reparto justo de las tareas y los ingresos.
• El digital permite el monitoreo en tiempo real. Derecho de autor como plus y no como trabajo a destajo. Relaciones contractuales justas.
• Fomentar las páginas de intercambio como grandes bibliotecas de conocimientos. Tasas monitorizadas cuando hay lucro.
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Más información en la intervención de Simona Levi de Xnet en el diálogo con D. Sassoli, presidente del Parlamento Europeo, U. Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, el expresidente R. Prodi y T. Berners-Lee inventor de la web, “Acceso a Internet: un nuevo derecho humano”.
Enlaces de interés:
-De inventos, democracia, copyright y censura (I)
- Carta para la Innovación la Creatividad y el Acceso al Conocimiento
- Manual de Uso Para La Creatividad Sostenible (2010)
- Agenda positiva para el copyright (FCForum 2015)
Las páginas de intercambio, en nombre de los derechos de autor, deben legalizarse con impuestos sostenibles que impidan el monopolio; no cerrarse.
La cultura libre no es cultura gratis, es real respeto por las y los autores.
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