Julio Pérez Díaz / Demógrafo, científico titular del CSIC
“No se trata de tener más hijos, sino de mejorar las condiciones de los que ya se tienen”
Amanda Andrades 31/05/2021
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Reto demográfico, envejecimiento de la población, inmigración, familia, son palabras, conceptos, que ocupan cada vez más el debate público y los medios de comunicación. Un interés creciente por la demografía en el que escasea, sin embargo, la opinión científica, la voz autorizada de los expertos en esta disciplina, los demógrafos.
Científico titular del CSIC, en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía desde 2007, Julio Pérez Díaz (Barcelona, 1960) ha desarrollado, junto al sociólogo y demógrafo escocés John MacInnes, la teoría de la Revolución Reproductiva, una explicación que pone en cuestión ideas muy queridas por sectores conservadores en Europa o en Estados Unidos, como el invierno o el suicidio demográfico. “Hemos conseguido una explosión demográfica tremenda que ha elevado la población mundial, ahora estamos en más de 7.000 millones, bajando la fecundidad. No teniendo más hijos, teniendo menos hijos, porque la mortalidad ha sido lo que realmente ha cambiado todo esto”.
Frente a la reivindicación de políticas natalistas, que “nunca han funcionado”, Pérez Díaz reclama políticas sociales y reprueba el uso patriótico de las familias. “De verdad se cree uno que ayudar a las familias solo puede justificarse para que tengan hijos, ¿qué son las familias?, ¿son rehenes nuestros? Os ayudaremos si os portáis bien con la patria, si no, no”, critica.
¿En qué consiste la teoría de la Revolución Reproductiva?
La demografía siempre ha sido una disciplina muy descriptiva. Había poco marco teórico, poca explicación. Y eso ha ocurrido, en gran medida, porque lo que siempre se ha tratado ha sido el stock de población, cuánta gente hay. Pero luego hay que explicar por qué crece o no, cómo evoluciona. Y esa otra parte, la dinámica, nos lleva siempre a cómo evoluciona la gente desde que nace hasta que muere, a lo largo de las generaciones. Lo que hacemos MacInnes y yo es centrar el foco ahí, en las generaciones. Y lo que hemos visto es que el grandísimo cambio demográfico que ha experimentado la humanidad entera en apenas un siglo ha sido un cambio en la reproducción. Veníamos de una reproducción muy poco eficiente. Es decir, metíamos mucho input, muchos niños, y el trabajo del sistema era muy escaso porque las poblaciones eran pequeñitas y crecían poco. En 1900, en España la esperanza de vida era de 34 años. La mitad de los niños que nacían, con la mortalidad por edades de aquel momento, no hubiesen llegado vivos a los 15 años. Hay una revolución porque digamos que la productividad del sistema se incrementa de manera dramática, muy deprisa. El motivo de este salto es que las generaciones empiezan a llegar con la mayor parte de sus efectivos vivos a la edad de tener hijos. Esa mejora de la mortalidad tiene efectos en el volumen de la población, pero es que, además, eso se sigue notando después en que ya el número de hijos que se tienen que tener puede bajar muchísimo. Hemos conseguido una explosión demográfica tremenda que ha elevado la población mundial; ahora estamos en más de 7.000 millones, bajando la fecundidad. No teniendo más hijos, teniendo menos hijos, porque la mortalidad ha sido lo que realmente ha cambiado todo esto. En España, una mujer que nace hoy, probablemente va a ir a un promedio de 100 años. Yo no sé si somos conscientes a veces del cambio que esto supone respecto a lo que era el promedio de vida hace algunas décadas.
¿Tendríamos que abordar ese cambio como sociedad?
Efectivamente, lo peor es que, cuando se aborda, se hace en unos términos absolutamente ilusorios. En 2011, el Parlamento gallego aprobó el plan de dinamización demográfica propuesto por la Xunta, con la intención de, y esto está en el preámbulo dicho 40 veces, revertir el envejecimiento de la población. Bueno, mientras nuestros políticos no se enteren de que el envejecimiento de la población no tiene vuelta atrás posible, a no ser que empecemos a matar a la gente y deje de vivir lo que vive... Siguen, todavía, como en la época de Franco, pensando que el fomento de la natalidad va a hacer que nazcan más niños. No ha funcionado nunca. Franco aprobó leyes de fomento de la natalidad, con aquello de la medalla a la madre heroica y los premios a la familia numerosa… en el 39, pero en España, durante dos décadas, la natalidad fue muy baja, porque la gente no es tonta y por mucho que tú ayudes a las familias, las familias cuando tienen ayudas públicas, toman decisiones. Una es tener más hijos. Otra decisión posible es utilizar esas ayudas para tenerlos mejor, alimentarlos mejor, vestirlos mejor y darles más estudios. El plan de dinamización demográfico gallego, que fue un preámbulo de lo que iba a hacer el PP a nivel nacional después, no ha hecho aumentar la fecundidad en Galicia, porque el propio objetivo es absurdo. En Galicia se les llena la boca de la despoblación rural gallega, pero no nos cuentan que Galicia está por encima de la media de España en densidad de población.
Una de sus críticas está dirigida hacia el alarmismo demográfico, que trae aparejadas ideas como la del invierno demográfico o la de suicidio demográfico. ¿No es así? ¿No estamos frente a un gravísimo reto demográfico?
Estamos ante un reto enorme, mayúsculo. No uno. Unos cuantos. Pero, desde luego, no se pueden enfrentar estos retos, que son nuevos y no tienen precedentes, con las fórmulas manidas de toda la vida.
¿Cuáles son esos retos?
Uno es el cambio de la estructura por edades. Todavía hay quien cree que la pirámide tradicional, esa que era muy amplia por abajo y luego iba encogiéndose muy deprisa y al final arriba no quedaba nadie, era la pirámide buena. Esa era una pirámide desastrosa. Era el resultado de esa escasa eficiencia reproductiva. Un niño que nace hoy en España equivale en años de vida, que esa es la auténtica unidad de trabajo en demografía, a tres niños de los que nacían hace 100 años. Cuando cambiamos el sistema, haciendo que sean pocos hijos y que vivan mucho tiempo, la pirámide ya no va a volver a ser nunca la pirámide que teníamos dibujada en la cabeza. En estos momentos hay más gente mayor que niños, y esto todavía se va a acentuar más. Probablemente acabemos teniendo un 30% cuando los de la generación del baby boom lleguen a los 65 años. Vamos a tocar un pico en la proporción de gente mayor en una población que no hemos visto nunca. Imagínate el trastocamiento de las relaciones entre edades, de las relaciones entre generaciones que esto supone. Por no hablar de retos, como el de la sanidad pública, porque no es lo mismo tener una población de gente centrada en los 26-27 años que en los 60. Esto es una buena noticia. No nos morimos a las dos semanas de vida y ni siquiera nos morimos con 40. Eso hay que configurarlo, incluso desde el punto de vista de las leyes, como las de transmisión de patrimonio o cómo se regula legalmente el final de la vida, cuando la gente ya está abocada a la muerte de manera irreversible.
Todavía hay quien cree que la pirámide tradicional, esa que era muy amplia por abajo y luego iba encogiéndose muy deprisa, era la pirámide buena
Retos hay muchos. El reto migratorio, por ejemplo, que se está tratando en unos términos absurdos, de la invasión, de la falta de respeto de la soberanía nacional sobre nuestro territorio.
Con teorías como las del gran reemplazo.
Eso del gran reemplazo ahora se ha presentado como una cosa nueva, cuyo origen es un escritor francés, pero esto es muy viejo. Esto es el nazismo. Esto es el Ku Klux Klan. La idea nativista de que hay una raza pura autóctona del país. Que manda narices que en Estados Unidos alguien pretenda que la población norteamericana tiene algún origen autóctono puro.
La inmigración tiene que ver directamente con la revolución reproductiva. Cuando cualquier país cambia su sistema de reproducción para tener pocos hijos a los que se cuida mejor, inclusive desde el punto de vista de los poderes públicos –se hace obligatoria la educación, se prohíbe el trabajo de los menores, o incluso se permite que la custodia pase a un juez si la familia no está cumpliendo con sus obligaciones–, es decir, cuando cualquier país social, cultural y legalmente protege a las personas, llega un momento en que las personas de países que no tienen nada de todo eso –personas que encima suelen ser aquellas que están en mejor situación cultural, educativa, de salud– quieren ir a esos países. Esto lo hemos visto en Estados Unidos toda la vida, lo hemos visto en Alemania...
La primera vez en que el saldo migratorio, la diferencia entre entradas y salidas, dejó de ser negativo en España fue en 1999
¿Y España?
España, en materia de reproducción y de derechos, de cuidado de las personas, ha sido un país muy atrasado. La primera vez en que el saldo migratorio, la diferencia entre entradas y salidas, dejó de ser negativo fue en 1999. Hasta entonces, y desde que se tienen datos, siempre fue un país del que salíamos más de los que entraban. Y solo en ocho años, en 2007, el saldo migratorio ya era de más 700.000 personas. En un año. Ahora se habla de las pateras y de los que vienen por Ceuta como si fuese una avalancha, una invasión. Nadie se acuerda de que llegamos a tener un saldo de más 700.000 entradas netas, que, sin descontar a quienes salían, fueron un millón doscientos mil entradas en un año. Inmigrantes con papeles. ¿Es que tenemos poca memoria? Y ahora, pasados 20 años, hay quien dice “anda, aquí pasa algo con la inmigración”. Oiga, por favor. Con la contribución que ha tenido esa inmigración al despegue definitivo de la economía y de la sociedad española.
En los últimos tiempos, asistimos a todo un revival de ideas natalistas y familiaristas que exigen al Estado medidas para hacer frente a ese supuesto reto demográfico y, sin embargo, usted afirma que la natalidad o la fecundidad no son cuestiones que el Estado pueda modificar. ¿Qué es lo que el Estado sí tiene que hacer?
El Estado tiene que hacer política social. El Estado tiene que ayudar, por ejemplo, a que la gente que tiene hijos los tenga en condiciones. El Estado no puede permitir que, en pleno invierno y con lo que ha ocurrido con el temporal este año, haya una población completa de gente con niños que no tiene electricidad, viviendo en chabolas. Y, paradójicamente, son los mismos que están pidiendo políticas demográficas natalistas los que están justificando que esta gente esté sin suministro eléctrico. ¿A ver de qué estamos hablando cuando hablamos de demografía? ¿De la nación? Estamos hablando de la nación y de la patria, pero después a los españolitos que les den. No es lo mismo hacer políticas demográficas que hacer políticas sociales.
Yo estoy muy a favor de que se ayude a las familias, pero lo que creo es que eso no se debería supeditar a si tienen más o menos hijos. ¿De verdad se cree que ayudar a las familias solo puede justificarse para que tengan hijos?, ¿qué son las familias?, ¿son rehenes nuestros? Os ayudaremos si os portáis bien con la patria, si no, no. Esto es es muy arcaico. La época fuerte de los natalismos fue entre las dos guerras mundiales y a finales del XIX y principios del XX porque son políticas asociadas directamente al nacionalismo más extremo. Ya llevamos un siglo de esta milonga. El bien a defender jurídicamente en España, y en todas partes donde se tienen dos neuronas, es el del menor, no el de la patria. Pero con este resurgir del nacionalismo en el que estamos, nos reíamos de Francia y de Le Pen, y ya los tenemos aquí. En los programas de Vox, en su ideología escrita, pública, vas a encontrar las palabras natalidad, inmigración, por todos lados. Y esto después de experimentos históricos muy largos, porque aquí fue natalista Franco, pero también Stalin, lo han sido Francia, en Alemania o en Gran Bretaña, todo el mundo ha probado sus fórmulas. Nada ha funcionado. Es uno de esos escasos ejemplos de cómo la realidad ha ido en contra de lo que ha querido el Estado. Por mucho que haya hecho, la fecundidad ha seguido bajando.
Que la gente tenga hijos requiere, por ejemplo, que tenga pareja o que tenga una cierta estabilidad laboral, que tenga un lugar donde tenerlos, una vivienda social. No es cuestión de hacer políticas para subvencionar que tengas un hijo, sino de concebir políticas de subvencionar una emancipación más o menos temprana de los jóvenes, que encuentren trabajo pronto, que haya un mercado que les proporcione una vivienda asequible. Pero, en cualquier caso, también es el resultado de una incomprensión absoluta de qué es lo que ha cambiado en demografía. De lo que se trata no es de tener más hijos. Se trata de mejorar las condiciones de los hijos que se tienen, ese es realmente el secreto del triunfo: que hemos cuidado mejor a los hijos que se tienen. Y si para eso, en vez de tener cinco hemos tenido uno, pues bienvenido sea.
¿Existe en España un interés real por la demografía?
¿Hay interés por los temas demográficos? Sí. Pero, ¿hay interés por las cuestiones técnicas y la manera específica en que la demografía aborda esos temas? Desde el punto de vista técnico, este país tiene muy poco interés en la demografía. Como disciplina no se estudia en ninguna parte. Prácticamente solo hay un par de lugares que dan algún título posterior al grado. Y, sobre todo, la presencia de los demógrafos en la planificación o las decisiones públicas es nula, en parte porque somos muy pocos. Pero incluso cuando se crean instituciones como el Comisionado para el Reto Demográfico, se dotan de personal científico absolutamente ajeno a la demografía. No hay ni un solo demógrafo. Si con el nuevo gobierno, le ponemos una etiqueta a un ministerio [Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico], la cosa es especialmente preocupante, porque tienes un ministerio en el que se dice que se está tratando del reto demográfico sin demógrafos.
¿A qué se debe que no haya demógrafos en el Ministerio?
Es un poco triste, pero la principal causa es el desconocimiento. Ha habido contactos con el Ministerio y, para nuestra sorpresa, lo que ellos no sabían era ni siquiera que existían los demógrafos en este país. Es así de penoso.
Bastante llamativo.
Hay también una larga tradición, ya en tiempos de democracia, de manipulación de los temas demográficos por parte de algunos sectores ideológicos del país, que se han dedicado a construir sus propios expertos, gente completamente outsider y que lo que les caracteriza es el seguidismo ideológico de las tesis de su partidos. Y el PP, en particular, ha estado dando cancha a gente que lo que son es católicos conservadores, con una ideología sobre lo que es el aborto, la natalidad y demás y que les venía muy bien para corroborar su discurso. Pero es que se han dedicado a convocar, a invocar, a estos falsos expertos, incluso a las comisiones oficiales del Parlamento y del Senado. Y es gente que no tiene ni idea, absolutamente ni idea, que no controlan ni el lenguaje ni los conceptos básicos técnicos de la demografía, pero que son presentados por Libertad Digital o por ABC como los mayores expertos en población de España. Entre el desconocimiento de unos y el interés de otros por abonar cierto discurso sobre la población, así nos va.
Reto demográfico, envejecimiento de la población, inmigración, familia, son palabras, conceptos, que ocupan cada vez más el debate público y los medios de comunicación. Un interés creciente por la demografía en el que escasea, sin embargo, la opinión científica, la voz autorizada de los expertos en esta...
Autora >
Amanda Andrades
De Lebrija. Estudió periodismo, pero trabajó durante 10 años en cooperación internacional. En 2013 retomó su vocación inicial. Ha publicado el libro de relatos 'La mujer que quiso saltar una valla de seis metros' (Cear Euskadi, 2020), basado en las vidas de cinco mujeres que vencieron fronteras.
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