FOCO DE CONTAMINACIÓN
La ría de Ferrol: media vida enferma e industrializada
El cortoplacismo en el diseño de infraestructuras, los vertidos industriales y una inexistente depuración hasta hace apenas cuatro años marcan el pasado, presente y futuro de la ría ferrolana
Pablo J. Rañales Pérez 29/05/2021
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La contaminación de la ría de Ferrol no surgió a partir de un proceso efervescente y de pura combustión. Al contrario, nació gota a gota, convirtiéndose en una enfermedad crónica que todavía perdura en la actualidad. La explicación a lo que ha sucedido en esta unión de agua salada y dulce situada en el noroeste de Galicia no es simple; no existe un responsable único de los procesos de contaminación, sino que se constituye como un trabajo colectivo, sustentado principal y sintéticamente, como exponen las personas consultadas para este reportaje y la documentación analizada, por la no-gestión y unos intereses y necesidades con perspectivas cortoplacistas.
En un momento de posibles transformaciones estructurales, amparadas por la llegada de los fondos Next Generation a Galicia, cobra especial relevancia el concepto de sostenibilidad medioambiental. Junto con la digitalización, la comunidad autónoma se enfrenta al reto de transformar los modelos productivos industriales en nuevas formas de organización sostenibles a largo plazo, de cara a aprovechar las sinergias del dinero europeo. La sociedad gallega mira al futuro, pero también podría echar la vista atrás para entender qué ha sucedido con sus espacios naturales.
El sábado 24 de abril, ante la planta regasificadora de Reganosa, situada en la ría de Ferrol, la tercera más utilizada en el sistema español, la Coordinadora Galega por un Reparto Xusto dos Fondos Europeos se concentraba para denunciar falta de transparencia y de participación civil en la asignación autonómica de los fondos Next Generation. Algunos de los lemas expuestos en la concentración ayudan a entender la dirección de sus críticas: “Non máis diñeiro para quen contamina”. Como telón de fondo de este acto, los tanques grisáceos de la planta de gas, pintados de un abanico de colores (azul, naranja, amarillo, verde, violeta) y situados a un kilómetro de las 65.000 personas que viven en Ferrol. La concentración de esta agrupación civil constata un hecho: en la ría de Ferrol han saltado algunas alarmas para evitar que se repitan los mismos errores del pasado.
De cara a entender mejor el contexto medioambiental de la zona, Xan Rodríguez Silvar, director y fundador de la delegación ferrolana de la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN), además de activista medioambiental, revisita durante una hora y cuarenta y cinco minutos las grandes construcciones que se realizaron en la ría. Una a una, compara fotos actuales con instantáneas de los 60. En ese período de tiempo, se pueden comprobar los cambios, las consecuencias y los efectos de la contaminación. La exposición que lleva a cabo Xan Rodríguez es el resultado de cuarenta años de activismo, como cuarenta años tiene la delegación de la Sociedade Galega de Historia Natural.
¿Qué ha presenciado Xan por el camino? Lo más evidente, una subida en el ranking: la ría de Ferrol es la segunda más contaminada de toda Galicia, por detrás del área de Vigo, pero también ha perdido en torno a 3.000 especies marinas, según el catedrático de zoología marina por la USC y director de la Estación de Bioloxía Mariña de A Graña, Victoriano Urgorri. De igual manera, ha sido de las más sometidas a rellenos y obras, con más de tres millones de metros cúbicos, según datos aportados por el periódico El País. Por haber, ha habido hasta galardones, con la entrega del premio a la contaminación en 2016 por parte de Ecologistas en Acción, bajo el marco de sus “Banderas Negras”.
Xan Rodríguez contextualiza el inicio de la contaminación de Ferrol. “Del siglo XVIII a mediados del XX ya existe un impacto medioambiental en la zona. Pasar de mil, mil y poco habitantes en Ferrol Vello a veinticinco mil… Ahí ya hay vertidos a la ría”, declara. Es la denominada contaminación orgánica, producto de la actividad humana en sus hogares. Los siglos XVIII y XIX son momentos claves en la expansión urbana de Ferrol, pero también de los astilleros en auge. Es el Ferrol de la Ilustración, puerto fundamental en la construcción de buques para la Armada de la mano de Felipe V y Fernando VI.
Pero, más allá del crecimiento demográfico de la zona, lo verdaderamente diferencial para alcanzar las máximas cotas de contaminación arranca en el siglo XX. En gran medida, la historia de la ría está interrelacionada con la expansión industrial, marcada por el franquismo en todo el territorio nacional. Encontramos una fecha clave: 1953, la fundación de Megasa Siderúrgica S.L., propiedad de la familia Freire, una fábrica de acero corrugado en barra, en rollo salvaje y de alambrón. La fábrica está situada en el corazón de la ría, a 9 kilómetros del puerto de Ferrol, una posición geográfica estratégica que favorece el transporte y, también, las actividades de la industria siderúrgica. Pero, en contrapartida al aumento de los beneficios económicos, hay unos costes medioambientales.
“Megasa importa chatarra del mercado internacional para fabricar material de construcción. Descargan la chatarra en el puerto interior de Ferrol, con una uña al aire libre, a lo bestia, y llevan los materiales por carretera a la fábrica para fundirlos. El problema es que fundir chatarra genera escoria, restos que se tienen que gestionar”, explica Rodríguez.
Al subir la marea, el agua entraba en contacto con la escoria arrojada, según el director de la SGHN, directamente a tierra o a la ribera. Con Megasa, y teniendo en cuenta que su vida empresarial se desarrolla desde mediados de la década de los 50, ya se consolida un historial largo de metales pesados industriales y residuos que deterioraban el ecosistema medioambiental de la ría.
La fábrica sigue funcionando en la actualidad, con discreción, parapetada tras una hilera de árboles. Cerca de ella, encontramos un parque para perros, el paseo marítimo del pueblo de Xubia y viviendas civiles. Una vista rápida desde Google Maps ayuda a entender mejor qué hay detrás de lo vegetal, justo al lado de la población local: grandes montañas de chatarra que se someten a fuertes procesos de transformación para reconvertirse en acero. La sede de un gran imperio industrial, cobijada en las entrañas de la ría ferrolana, funciona a toda potencia con la misma discreción que su familia propietaria. Los Freire, al fin y al cabo, han aparecido reiteradas veces en la revista Forbes como las fortunas más ricas de España, con cifras cercanas a los 750 millones de euros, pero apenas se exponen al ojo público.
Un espacio de ingenierías low cost
El catedrático Victoriano Urgorri sintetiza para El País los tres factores claves en el deterioro medioambiental de la ría, respaldados también por el análisis de Xan Rodríguez Silvar. El primero, mencionado anteriormente, es la contaminación orgánica a partir de los vertidos producidos en los hogares de los ferrolterranos, no debidamente depurados hasta hace apenas unos años. El segundo factor, los vertidos industriales, se consolidó alrededor de la actuación de Megasa, pero también con otras empresas como Forestal del Atlántico, un complejo petroquímico situado en la ría, o los astilleros Navantia-Astano, el símbolo de la construcción naval de Galicia. El tercer gran mal se desarrolla en las obras civiles realizadas en la ría, que desembocaron en una ocupación del terreno irreversible, de la mano de unos vertidos que quedaron sedimentados en el fondo de la ría. Difíciles de extraer y difíciles de solucionar.
Las ampliaciones de los astilleros, la reconstrucción del puente de As Pías tras el choque del Discovery Enterprise, la instalación de un puerto carbonero… todas estas obras civiles construidas sobre la ría son calificadas por Xan Rodríguez como “ingeniería low cost”, destinadas a satisfacer las necesidades de la forma más barata y rápida posible, pero acelerando la sedimentación e impidiendo el paso del agua. Sin embargo, de entre todas ellas, hay una que destaca por encima del resto: el puerto exterior de Ferrol, 70.000 metros cuadrados con un dique de abrigo de más de un kilómetro de distancia.
La planta de gas de Reganosa, situada en el municipio de Mugardos, a un kilómetro de la ciudad de Ferrol y al lado de un núcleo poblacional. // Pablo J. Rañales Pérez
Sentados en la misma terraza del muelle de Mugardos, una villa marinera que no se entiende sin su vínculo con la pesca y la ría, pero en distintos días y franjas horarias, Evaristo Martínez y Luis Alonso, el primero reciente marinero de 23 años y el segundo, pescador de bajura en la ría de Ferrol, hablan de sus oficios vinculados al mar. Ambos hablan, también, del puerto exterior. Y Evaristo Martínez y Luis Alonso, sentados en la misma terraza, pero en distintos días y franjas horarias, llegan a la misma conclusión: esa construcción lo cambió todo.
“El puerto exterior transformó el flujo de entrada y salida del agua; antes entraba con mucha más fuerza que ahora. Se ha perdido intensidad al estrechar la boca y no hay la misma renovación”, explica Evaristo Martínez. También Xan Rodríguez, desde la Sociedade Galega de Historia Natural, corrobora las transformaciones en el flujo de las aguas, principalmente con la construcción del largo dique de abrigo sobre el que se estampan las olas y las corrientes. Esta renovación es un tema central para el ecosistema de una ría, sobre todo si tenemos en cuenta que su biodiversidad se fundamenta en el equilibrio entre el agua salada y el agua dulce.
Este puerto exterior se constituye como la obra culmen de todo un historial de construcciones civiles y empresas industriales dentro de una ría angosta, pequeña, 18 veces menor que la ría de Arousa: Megasa, complejos de Astano-Navantia, puente de As Pías, puerto interior carbonero, planta química de Forestal del Atlántico, la regasificadora de Reganosa y el puerto exterior. Siete grandes intervenciones, todas en una misma ría. Y todas, en mayor o menor medida, terminaron o bien vertiendo residuos, o bien ganando espacio, comiéndoselo al agua, creándolo si no lo hubiera. Un impacto constructivo que pasa factura.
Desde la óptica marinera, tanto Luis Alonso como Evaristo Martínez coinciden en que lo más lógico hubiera sido evitar la construcción de la planta de gas o del puerto exterior. Martínez concluye que “igual deberían haber escuchado a la gente de mar de aquí; no construir estas cosas que pudieron interesar en un pasado, pero a muy corto plazo”. En sus palabras asoma el cortoplacismo y la industrialización desmedida de la ría de Ferrol.
A lo largo de las últimas décadas, la sociedad civil gallega también ha denunciado de manera pública y reiterada la situación a la Comisión de Peticiones de la Unión Europea. De hecho, es posible encontrar peticiones ciudadanas del año 1999 y 2006, que aportaban pruebas sobre diferentes vertidos contaminantes, avisos constantes centrados en la emergencia medioambiental de las rías gallegas. Este proceso de quejas tardó años en tener algún tipo de movimiento político; en 2013, una comisión de investigación, gestionada en gran parte por la actual eurodiputada del Bloque Nacionalista Gallego (BNG) Ana Miranda, llegaba a Galicia para comprobar la solidez de las denuncias de la ciudadanía, que achacaban a diferentes niveles administrativos nacionales y autonómicos una falta de aplicación de Directivas europeas. La visita se imbuía de un cierto simbolismo, al atender por fin las peticiones civiles.
En teoría, esta comisión de investigación visitaría las rías de O Burgo y Vigo y redactaría un informe consensuado, no vinculante pero clave para recibir futuros fondos europeos.
En la práctica, no fue, ni mucho menos, así.
Hubo fuertes discrepancias entre los miembros de la comisión, pertenecientes a diferentes partidos. El resultado de la investigación y primera visita de eurodiputados se saldó con un texto que salía a la luz con frases censuradas y rodeado de discusiones. Según el artículo Los vertidos disfrazados de Ferrol de El País, el PPE maniobró para sacar a la luz un informe con cambios no comunicados previamente al resto de grupos europeos.
Las frases eliminadas del texto final, recogidas por la periodista Belén Domínguez Cebrián para El País, aludían a una realidad preocupante, de emergencia medioambiental y socioeconómica. Se referían, en esencia, a la enfermedad crónica de la ría, a la excesiva industrialización y a la mala utilización de fondos europeos.
En el informe hecho público, no hay referencias a ninguna ingeniería low cost, como las define Xan Rodríguez, ni a las consecuencias de los rellenos y obras civiles o al cortoplacismo que critica Evaristo Martínez. Sí que hay, en contraposición, un conflicto narrativo constante entre sus firmantes, una pugna de valoraciones, argumentos y contraargumentos que se desarrolla en los pies de página del escrito.
¿Qué resumen se puede hacer de todo esto? ¿Qué palpita por detrás de la ría ferrolana? Xan Rodríguez presenta una tesis aglutinadora: “La ría estuvo siempre, a partir del XVIII, a merced de poderes superiores. Ahora no es la corona de España, pero puede ser Endesa”.
Las heridas de la contaminación
Los efectos de la contaminación son medioambientales pero también socioeconómicos. Los primeros han llevado a la ría a ser la más contaminada en cobre y a una gran pérdida de biodiversidad. Los segundos, más complejos todavía, están relacionados con el valor económico y hasta cultural que tiene el marisqueo en la zona: la contaminación redujo puestos de empleo, capacidad de producción y la calidad laboral de la pesca de bajura. Luis Alonso es tajante: “Sinceramente, los pescadores que se quedan por la zona de Ferrol no sé cómo viven. No pueden darle las cuentas”.
Por detrás de la contaminación, existe un problema estructural latente: el complicado futuro de un oficio de tradición simbólica e histórica, la pesca artesanal. Sobre la mesa, el gran reto es encontrar un posible relevo generacional. En ese sentido, los veinte años de trabajo pesquero de Luis Alonso le llevan a afirmar que “si volviera a tener 22-23 años, cambiaría de oficio” Su hijo quiere seguir sus pasos pero a él no le gusta “que vaya para el mar porque no tiene futuro”. “Yo buscaría otro trabajo: carpintería, albañilería. Lo preferiría. En esto quedarán cuatro contados; el que compra un barco es para intentar vivir él, solo él” dice.
Sin embargo, aún queda un resquicio para la esperanza: las depuradoras locales están en funcionamiento desde 2017. Eso sí, se calculaba que la depuración llegaría en 2009. Xan Rodríguez apunta que incluso en los años 90 ya había promesas sobre su construcción. El saneamiento tardó en llegar a la ría diez años por encima de lo planeado; era la única que estaba sin depurar. Hubo décadas de margen para que la enfermedad final, la contaminación crónica, pudiera gestarse.
El Diario de Ferrol informaba en 2018 de que el área se libraba de las Banderas Negras de Ecologistas en Acción gracias a la calidad de sus aguas. La contaminación orgánica, derivada de la actividad humana, tiene ya un rival en las centrales de depuración. No obstante, el catedrático en zoología Victoriano Urgorri explicaba para el mismo diario local que en ningún caso se podrá volver a la situación anterior: las alteraciones físicas son irreversibles, teniendo en cuenta que parten de grandes obras, y han afectado al flujo de las corrientes y a la supervivencia de muchas de las especies de la ría ferrolana.
Xan Rodríguez habla de las posibles soluciones. No hay ninguna fácil: más allá del saneamiento integral en marcha, es complicado suprimir los rellenos sedimentados en el fondo de la ría o eliminar las consecuencias directas de los vertidos industriales. Todos los planes requieren de un coste muy alto en términos económicos y de tiempo. Se trataría de un “Plan Marshall de ingeniería” complicado de gestionar a medio-largo plazo.
Cabe preguntarse qué papel pueden jugar los fondos Next Generation en el futuro de la ría de Ferrol, pero también en la reconfiguración medioambiental de Galicia para el siglo XXI. La ría ferrolana enseña que es fundamental saber a quién se beneficia, para qué y por qué, en un intento por no repetir los mismos errores del pasado. En ese sentido, las últimas informaciones disponibles apuntan a cuatro grandes entes encargados de la canalización de los fondos europeos en Galicia: Abanca, Reganosa (propietaria de la planta de gas de Mugardos), Sogama y Xunta, a partir de una sociedad limitada público-privada ideada por el propio gobierno.
La crisis de la covid-19 y también la llegada de los fondos europeos sitúan a la sociedad civil y a las administraciones públicas locales ante un reto: el de hacer justicia en un espacio natural del que salieron, en algunas limpiezas en las que participó el pescador Luis Alonso, ya hace quince años, desde ruedas de automóviles y cabinas de teléfono hasta escaleras de aluminio. La ría ha sido, es y queda pendiente saber si continuará siendo ese agujero negro gigantesco y tranquilo que ha tragado todo sin rechistar, una y otra vez, año tras año, y sobre el que nadie puede calcular exactamente cuándo va a implosionar.
La contaminación de la ría de Ferrol no surgió a partir de un proceso efervescente y de pura combustión. Al contrario, nació gota a gota, convirtiéndose en una enfermedad crónica que todavía perdura en la actualidad. La explicación a lo que ha sucedido en esta unión de agua salada y dulce situada en el noroeste...
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Pablo J. Rañales Pérez
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