CARRERA ÉPICA
Tarantino: el último director estrella
Desde su genuino amor al cine hasta sus contactos, pasando por el manejo de los diálogos y la violencia de sus escenas, Quentin Tarantino reúne varias características que hacen que se haya ganado el favor de la crítica y del público
Iván Reguera Pascual 15/06/2021
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Hace décadas el cine tenía más influencia social y cultural que hoy y disfrutábamos de directores cuyo nombre en el cartel bastaba para llenar salas, cineastas que eran tan estrellas como las de sus películas: Charles Chaplin, Alfred Hitchcock, Stanley Kubrick, Steven Spielberg, Francis Ford Coppola... Quentin Tarantino es el último de esa estirpe de directores estrella, estrato que ni por asomo han logrado popes del cine actual como Guillermo del Toro, Christopher Nolan, David Fincher o Zack Snyder.
Reservoir Dogs, la película que dio a conocer a Tarantino (no su ópera prima, que es El cumpleaños de mi mejor amigo, de la que reniega) se ha repuesto en 130 pantallas españolas, una gran oportunidad para disfrutar de un film fabuloso y arrebatador en pantalla grande, del mejor Tarantino y de una película que significa mucho para el cine independiente norteamericano.
Tras el estreno de Érase una vez... en Hollywood, Tarantino se plantea su retiro, quizás con una última película. Según ha confesado, no quiere despedirse con “películas malas” o apresurándose como algunos de sus compañeros. También manifiesta que tal vez no debería rodar otra película “porque las últimas películas de la mayoría de los directores de cine son pésimas”. Y tiene razón. Lo de no hacer una película mala es presuntuoso por su parte. Malditos bastardos era bastante mediocre y simple a pesar de su gran arranque. También lo son Death Proof, Django desencadenado y Los odiosos ocho.
En cualquier caso, es interesante preguntarse por qué Quentin Tarantino es el último director estrella, un cineasta que, como celebridad, sobrepasa a cualquiera de sus contemporáneos. Porque todo el planeta sabe quién es Tarantino. ¿Por qué atrae a tanto público? ¿Por qué sigue haciendo cine con una libertad que tantos en su gremio envidian hace décadas? ¿Por qué ha logrado, como nadie, enraizarse en la cultura popular? Quizás...
Porque ama el cine
Puede parecer una sentencia algo cursi y tópica, pero no todos los directores tienen una pasión desmedida por el cine, no todos viven por y para el cine. Tarantino, empleado de videoclub en su juventud, es un ejemplo de cinefilia demente, pasión y tesón. Con solo 20 años rodó un corto que no acabó y con 24 hizo su primer y fracasado largo. Todo cambió cuando Harvey Keitel leyó el guión de Reservoir Dogs y se enamoró de él. Fue su gran golpe de suerte. Y solo hace falta ver Érase una vez en... Hollywood para entender el amor que procesa Tarantino por el cine. No fui de los que la disfrutó en su estreno, pero al revisarla me di cuenta de lo grande que es y de lo muy confundido que estaba. Érase una vez en... Hollywood no solo es monumental visualmente, sus personajes son genuinos y es hermoso que un director estrella se fijase en dos estrellados como Rick Dalton y su Sancho Panza, y doble de acción, Cliff Booth.
Porque sabe copiar
Y copiar bien no es tan fácil. Una de sus frases más famosas es: “Cuando la gente me pregunta si yo fui a la escuela de cine les digo: ‘No, fui al cine’”. Lo “tarantiniano” nace en un videoclub de Los Ángeles en el que se pasó horas viendo desde clásicos hasta cine de karatekas, serie B, serie Z, porno, gore... Mucho de Taratino viene de otras películas y eso no es ningún pecado; todas las películas, menos las de David Wark Griffith, vienen de otras películas. Y sí, nombrar a los personajes por colores, como en Reservoir Dogs, viene de Pelham 1, 2, 3. Y sin olvidar el film hongkonés City of Fire, los guiños a La jungla del asfalto o Al final de la escapada y su estructura temporal, igual que la de Atraco perfecto, de Kubrick. ¿Que el baile de Mia y Marcellus está inspirado en uno de Bande á part, también de Godard? ¿Y qué?
Porque estaba protegido por los Weinstein
Dos Harvey cambiaron su vida: Harvey Keitel y Harvey Weinstein. La creación de Tarantino como director estrella es impensable sin los hermanos Wenstein (Bob y Harvey) y sin el Festival de Sundance, fundado por Robert Redford para apoyar el cine independiente. Reservoir Dogs no se llevó ningún premio en el festival, pero allí, en la fría Utah, todo el mundo hablaba de esa sangrienta película de unos atracadores vestidos con trajes negros. Reservoir Dogs no hizo mucho dinero en taquilla, pero en los despachos de Hollywood ya sabían quién era el tal Tarantino, singular personaje que hablaba como una ametralladora y había visto millones de películas.
Los Weinstein le otorgaron libertad total para rodar lo que quisiera. Y con quien quisiera, porque no ponían ni un pero a sus repartos
Tarantino, que vendió el guión de Amor a quemarropa y el de Asesinos natos, comenzó a mover por Hollywood el de Pulp Fiction, pero no convencía. Ejecutivos de TriStar sentenciaron que era “demasiado extraño y violento”. Por fortuna, el olfato de los Weinstein volvió a funcionar y produjeron la película. El primer fin de semana recaudó 9 millones y su taquilla superó los 100. Así comenzó una historia de amor entre Quentin y los Weinstein, que le otorgaron libertad total para rodar lo que quisiera. Y con quien quisiera, porque no ponían ni un pero a sus repartos. De hecho, Robert Forster recuerda que Tarantino lo llamó para protagonizar Jackie Brown. Sorprendido, le dijo: “Nadie me va a querer, ya no soy nadie”. Tarantino le respondió: “Yo pongo en mis películas a quien me dé la gana”. Forster fue nominado al Oscar, algo que no logró la protagonista de Jackie Brown. Pam Grier tenía un pequeño papel en Pulp Fiction pero se cayó en la sala de montaje. Afligido, Tarantino le dijo: “Serás la protagonista de mi próxima película”. Grier lo tomó como la broma de un pirado. Tres años después protagonizaba Jackie Brown.
Lo que no resultó ser ninguna broma fueron las brutales acusaciones contra Harvey Wenstein. A pesar de saber que se podía jugar su estatus en Hollywood, Tarantino reconoció que sabía desde hacía décadas que Weinstein cometía abusos sexuales y confesó sentirse avergonzado por no haber hecho nada al respecto y por no haber dejado de trabajar con el magnate, al que consideraba un amigo. Un “amigo” que acosó de forma salvaje a Mira Sorvino, expareja de Tarantino.
Porque rueda en Panavision y pasa del digital
La esencia de la imagen tarantiniana es su buena planificación, el uso del color y que se rueda en Panavision (en anamórfico) y siempre en cine: Tarantino abomina el digital. Y en ocasiones, como en Los odiosos ocho o en Érase una vez en... Hollywood, hasta rueda en 70 milímetros, fotograma que da una imagen envidiable, imbatible. Para lograr la excelente calidad visual de sus films, su aliado fundamental es el director de fotografía Robert Richardson, ligado durante años a Oliver Stone y que trabaja con Tarantino desde la primera entrega de Kill Bill. En definitiva, Tarantino sabe dirigir a los mejores y lo hace siguiendo un consejo del director Terry Gilliam: “Delega, para hacer buen cine busca a los mejores, al mejor fotógrafo, al mejor montador, al mejor en su terreno”.
Porque se toma su tiempo
El tiempo de Tarantino no tiene nada que ver con el tiempo estándar en los guiones de Hollywood. El ritmo de Tarantino es otro, es el que desea en cada película, el que cree que requiere cada historia, el que estima necesario. Y en este sentido, también se la juega. Por eso los largos paliques de Tarantino a veces funcionan y otras no. Funcionan los largos, y aparentemente frívolos, diálogos de Reservoir Dogs (la discusión sobre ‘Like a Virgin’), Pulp Fiction (las hamburguesas en Holanda), Malditos bastardos (su gran arranque) y Érase una vez... en Hollywood (la conversación de Rick Dalton con la actriz infantil). Pero no funcionan en Death Proof (son insulsos y eternos), ni en Los odiosos ocho (largos y demasiado teatrales).
Porque dialoga como pocos
Aunque a veces sus diálogos pueden ser excesivamente cargantes, Tarantino sabe dialogar. Y sus diálogos no son profundos, ni intelectuales, pero son cómicos, ingeniosos y reales. También es el padre de algunas frases que ya son legendarias: “Tranquilícense caballeros, no empecemos a chuparnos las pollas todavía”.
Por sus bandas sonoras
Es paradójico que el guión de la película con la que Tarantino se dio a conocer se aderezara con el programa de radio K-Billy y el Supersonido de los 70. Si por algo ha sabido diferenciarse Tarantino es por su capacidad para encontrar la canción perfecta para sus imágenes. Algunos de los temas que se han hecho legendarios gracias a su cine son Little Green Bag, Hooked on a Feeling, Stuck in the Middle with You, Misirlou, Jungle Boogie, Let's Stay Together, Bang Bag o Hush.
Por su violencia
Igual que sucedió antes con Martin Scorsese, no todos entendieron el humor de Tarantino, no todos aceptaron la mirada humorística en algo tan serio como los asesinatos a sangre fría, las sobredosis o las torturas con sodomía. Durante el pase de Reservoir Dogs en Sitges, Wes Craven, creador de Freddy Krueger, abandonó la proyección. En Cannes Tarantino ganó la Palma de Oro frente a películas de popes de la “alta cultura” como Nanni Moretti, Abbas Kiarostami, Atom Egoyan o Zhang Yimou. Lo recibió de manos de Clint Eastwood y le gritaron “fascista”. Además, otro pope de la “alta cultura”, Michael Haneke, dijo que el uso de la violencia en Pulp Fiction le repugnaba.
Porque cae bien
No solo a sus actores, que lo adoran, en especial Samuel L. Jackson, Jamie Fox, Michael Madsen, Eli Roth, Tim Roth y Kurt Russell. También al público. Cualquiera que vea una presentación, charla o coloquio con Tarantino descubre que es un espectáculo por sí mismo. Por su pasión por el cine y porque no tiene filtro, por su descacharrante honestidad.
Porque hace lo que le da la gana sin pensar en lo que es conveniente o no
Tarantino es el director más libre de Hollywood y se ha permitido el lujo de rodar dos entregas seguidas (los dos Kill Bill), estrena con la duración que cree conveniente en cada proyecto (y sin problemas con los distribuidores), usa sin sonrojo temas de bandas sonoras de películas de otros (de Morricone, Ortolani o Bacalov), se apunta a películas por episodios como Four Rooms o de dos directores como Grindhouse, a rodar capítulos de Urgencias o de C.S.I., a participar como director invitado en Sin City, como actor en películas como Desperado o Girl 6, como cantante en el Saturday Night Live... Tarantino no se aburre.
Y porque tiene un ego enorme y ha creado su propia franquicia
Tarantino además de generar, todavía hoy, merchandising (camisetas, tazas, calcetines, cojines, carteles, fundas para iPhone, imanes de nevera y hasta mascarillas), también genera titulares por el mero hecho de sugerir que igual no hace otra película y deja el cine por todo lo alto, con Érase una vez... en Hollywood. Y cuenta con algo que es una absoluta rareza: tiene el favor de la crítica y del público. Puede lograr seis minutos de ovación de gente con esmoquin en el Palais de Cannes y llenar la sala de cine de un centro comercial de Delaware atestado de gente que come palomitas.
Nos gusten más unas películas que otras y se retire o no, algo que es muy poco probable, Tarantino sigue demostrando que es el último director estrella. Las pantallas españolas que han estrenado su magistral Reservoir Dogs, en pleno 2021 y todavía en pandemia, son claro ejemplo de ello.
Hace décadas el cine tenía más influencia social y cultural que hoy y disfrutábamos de directores cuyo nombre en el cartel bastaba para llenar salas, cineastas que eran tan estrellas como las de sus películas: Charles Chaplin, Alfred Hitchcock, Stanley Kubrick, Steven Spielberg, Francis Ford Coppola... Quentin...
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