LA LECTORA COMÚN, XVI
Escribir lo íntimo, I
De repente, un día empiezas a escribir con más honestidad que nunca y con tus palabras sientes que conjuras el dolor, el cansancio
Carmen G. de la Cueva 28/06/2021
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Íntimo: lo más interior de cualquier cosa.
María Moliner
Desde hace algunas semanas, vivo un extraño duelo porque este espacio propio en el que escribo desde hace casi dos años llega a su fin. Este es el penúltimo artículo de la lectora común y siento como si tuviera que despedirme de una hermana que ha convivido conmigo día tras día y ha visto crecer a mi hijo. En el primer artículo, hablé de algo tan íntimo y político como la lactancia, hablé también de lo solitaria que puede llegar a ser la crianza y de su difícil conciliación con la creación artística. A través de la voz de la lectora común, volví a escribir para publicar –por un tiempo, se me olvidó qué era eso de ser escritora, escribía solo para mí como una manera de contener el tiempo y, a la vez, de estirarlo hasta el infinito–, a compartir lo mío con vosotras cuando no era más que una mujer que leía mientras daba de mamar. Mi hijo cumple en unos días dos años y medio y, de alguna manera, aun siendo todavía dos cuerpos en uno –sigo dándole el pecho a mi hijo, sigo siendo una mujer que lee mientras amamanta–, hay un espacio físico más amplio entre nosotros dos y yo puedo volver a escribir mientras él juega a mi lado o corretea por los parques con su padre.
Empecé a escribir como la lectora común porque quería compartir lecturas, hablaros de libros que me habían emocionado o transformado y, en parte, ha sido así. Pero la vida, mi vida interior y todas mis circunstancias –mi bebé, mi precariedad, mi necesidad de buscar tiempo propio lejos de las redes– se han colado irremediablemente en estos textos y han dado lugar a un espacio íntimo y, como definió María Moliner, lo íntimo es ya, por su etimología, superlativo, es decir, lo más interior de mí. Como que hoy hemos empezado con esa aventura que es la de quitarle el pañal al hijo y, mientras escribo, cada quince o veinte minutos, busco a mi hijo para llevarle de la mano a su váter en miniatura con un pequeño monstruito de un solo ojo en la tapa. La vida íntima atraviesa esta columna y no puedo ni quiero hacer nada por evitarlo porque desde que soy madre, desde que cuidar se ha convertido en el centro de mi existencia, he buscado sin descanso textos, libros, autoras que me hablaran precisamente de lo íntimo, que me sirvieran de espejo, que me acompañaran en el camino. Lo escribió María Zambrano, no se escribe ciertamente por necesidades literarias, sino por necesidad que la vida tiene de expresarse. Y quién sabe si esto que escribo hoy os acompañe a alguna de vosotras en vuestra propia cotidianidad y os arranque de la frustración y os anime a escribir, a intentarlo al menos, y dejemos todas de llevarnos por el enfado y el agotamiento y volvamos a creer en nosotras mismas. Eso me ha dado a mí este espacio: el propósito de volver a creer en mi voz.
Mis editores me han pedido que deje marchar a la lectora común, que abandone este tono íntimo y vuelva al propósito original: comentar libros actuales, ser más “combativa”, lo que me ha llevado a preguntarme: ¿acaso escribir sobre la crianza no es combatir contra una sociedad que conduce a las madres a los márgenes?, ¿no es político poner en el centro los cuidados? No sabéis cuánto me entristeció aquel mail de mis editores. En este mundo de la prisa, la carrera hacia el éxito ficticio, la dictadura del clickbait, ¿quién se ocupa de lo íntimo? ¿Quién se ocupa de nosotras, de nuestros afectos, de nuestras emociones, del duelo, de la pérdida, del dolor, de todo aquello que no cuenta ni produce, de todas aquellas voces que nunca ocuparán un lugar en los suplementos literarios? ¿Quién se ocupa de nosotras?
Adrienne Rich decía que la escritura íntima consiste en “formular preguntas de mujer”, una exploración que no termina nunca, reflexionar, por ejemplo, en qué condiciones sociales e históricas creamos las mujeres. Ella defendió que ningún aspecto de la vida de las mujeres es trivial y que hasta lo más insignificante de nuestra vida cotidiana puede ayudar a cambiar el orden social. Y, de repente, un día empiezas a escribir con más honestidad que nunca y con tus palabras sientes que conjuras el dolor, el cansancio. “Una mujer confusa ante el hecho de vivir”, escribe Begoña Méndez en su Heridas abiertas, “examina su interior para reconstruir su identidad desintegrada y descubre que lleva consigo todo el dolor de su tiempo: la intimidad no sella cicatrices, sino que, por el contrario, revela la extrañeza del mundo, lacera el órgano más íntimo y expuesto que tenemos, la piel”.
Íntimo: lo más interior de cualquier cosa.
María Moliner
Desde hace algunas semanas, vivo un extraño duelo porque este espacio propio en el que escribo desde hace casi dos años llega a su...
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Carmen G. de la Cueva
Periodista, escritora y editora. Ha publicado varios libros y fue directora de la editorial feminista La señora Dalloway.
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