1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

ERA DE LA ESCASEZ

Cuenta gotas

En Chile un árbol de palto consume por día más agua que una persona. La minería ha secado ríos y las granjas industriales consumen una gran cantidad de agua mientras la población tiene que racionarla o usar bolsas plásticas para hacer sus necesidades

Alejandra Carmona López (Bocado) Chile , 26/06/2021

<p>Río Loa, desierto de Atacama (Chile).</p>

Río Loa, desierto de Atacama (Chile).

Alobos

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Dionisia Cerda tiene 56 años y ya se acostumbró a levantarse temprano los jueves. Ese día despierta a las las siete de la mañana para echar a andar la lavadora. La máquina sólo lava, no enjuaga, por eso el proceso de limpieza la mantiene concentrada hasta la una de la tarde: quita el detergente a mano, prenda por prenda. No importan los cinco grados que promedia una mañana de otoño. En una casa de cuatro habitantes –pareja y dos hijos–, Dionisia no descansa aunque el frío le ponga tiesos los huesos de sus manos.

No enjuaga la ropa en una máquina porque no puede: eso la obligaría a usar más agua. Y es tan escasa que Dionisia debe planear con certeza milimétrica lo que necesita para lavar ropa, tiestos sucios, regar los tres árboles de durazno que tiene en su patio, llenar el inodoro y dar de beber a los tres patos con quienes comparte su terreno en Los Culenes, una localidad de San Pedro de Melipilla, a dos horas de Santiago de Chile.

Pero Dionisia no siempre vivió así, contando gotas. Antes del terremoto que azotó la zona central y sur de Chile en 2010 vivía en una casa de barro en otra localidad cercana. Allí tenía un pozo de agua que no era muy profundo pero le alcanzaba.

Pero eso ya es como si fuera en otra vida dice Dionisia.

Ahora debería hacer un pozo más profundo para encontrar agua porque ya no hay cerca de la superficie  de la tierra. Y una excavación de esas características puede llegar a costar cinco millones de pesos chilenos, sólo para que alcance para bebida, algo así como 3.500 dólares. Si alguien necesita más líquido para la agricultura, el pozo puede doblar en precio. Y en esta, una de las zona más pobres de la Región Metropolitana, cada peso cuenta.

En otra región, en la zona central de Chile, los habitantes culpan por la falta de agua a las granjas porcinas. Algunos estudios de organismos chilenos aseguran que la crianza industrial de cerdos se chupa el agua con pozos profundos que sirven para dar de beber a los animales además de limpiar los pabellones donde los engordan y faenan. Si a eso se suman las empresas agrícolas, con cultivos de frutillas y olivos, resultan evidentes las razones de la falta de agua: en la zona donde vive Dionisia están Ariztía y Agrosuper, empresas que se dedican a los alimentos  derivados de pollos, pavos y cecinas (como jamón para el pan o salchichas). En el sector también hay viñas, como Indómita, que en los últimos años ha exportado –en promedio– 15 millones de dólares anuales en vinos.

Monocultivo de palta // INIA

El estudio “San Pedro, la verdad escondida entre los cerros” realizado en 2012 por el geógrafo Froilán Cubillos y sus alumnos Michele Ortúzar y Joaquín Prieto de Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación detalló que en San Pedro, solo en 4 pabellones, la empresa Agrosuper utilizaba 37m3 de agua al día. Y en San Pedro hay 100 pabellones si se suman otras empresas. Es decir, los pabellones, diariamente gastan en agua lo mismo que una familia de 4 integrantes consumiría en siete semanas.

Más encima ahora con la pandemia, se necesita mucha más agua. No alcanzamos a lavar todas las cosas que compramos ni la fruta, nada, porque el agua no alcanza– narra Dionisia.

Pedro Ulloa, activista y dirigente social de San Pedro de Melipilla, dice que la gente se ha acostumbrado a vivir sin agua mientras los empresarios incluso la transportan desde sectores rurales y secos, como Los Culenes, hasta sus industrias o hectáreas de viñedos y olivos.

Pedro mide 1,67 metros, es moreno y no se cansa de denunciar cómo su provincia se ha ido secando. Es dirigente vecinal hace más de 10 años y ha vivido en carne propia la falta de agua. Lo sabe porque ha trabajado la tierra desde que nació, hace 35 años, y aprendió el oficio que ancestralmente llevó adelante su familia: el cultivo de frutillas y ají. 

Alrededores de Santiago // Valter Campanato, Abr

Ulloa cuenta que los habitantes de esta zona utilizan la cuenca El Yali para subsistir y la sobreexplotación ha influido en su caudal.

Esta es una cuenca de 2 mil litros de agua; sin embargo, alimenta a 2 millones de cerdos dice Pedro–. Cada vez es más difícil y costoso conseguir agua para continuar con su trabajo.

Sus manos son dos costras modeladas al sol. Tiene ampollas y en tiempo de cosecha –entre enero y abril– suma cortes y rasmilladuras. En esos meses duerme sólo 3 horas diarias porque planta, corta y cosecha sus cultivos. Además, guarda las semillas de ají que su familia viene conservando hace 30 años.

Dice que las empresas llegan con sus maquinarias a hacer hoyos profundos que secan las napas y dejan sin posibilidades a sus vecinos. En San Pedro –de cerca de 9 mil habitantes– hay quienes no tienen pozos pero sí acceso a las APR (Agua Potable Rural), un plan que nació en 1964 y dota a las comunidades alejadas de la posibilidad de manejar sus recursos hídricos. Es decir, de tener su propio estanque de agua para luego repartir entre quienes habitan un sector. El 10% de Chile vive así.

Pero también hay quienes no pueden hacer pozos ni acceder al Agua Potable Rural, como pasa en Los Culenes. Comunidades que se ven forzadas a  acostumbrarse a los camiones aljibe que cada semana les entregan agua casa por casa. La distribución –en ese caso– está a cargo del municipio.

Algunos estudios aseguran que la crianza industrial de cerdos se chupa el agua con pozos profundos que sirven para dar de beber a los animales

A Dionisia el camión le deja, cada jueves, 300 litros que debe racionar en una semana. Es decir, cada uno de los integrantes de su familia podrá utilizar poco más de 13 litros diarios. Eso es mucho menos de lo que usan las zonas de Chile que no tienen inconvenientes con el agua. Por ejemplo: en cualquier lugar del mundo una ducha puede promediar 50 litros de consumo y una descarga de inodoro utiliza aproximadamente 10 litros.

Aunque parezca absurdo, la escasez genera un gran negocio. Por ejemplo, según un reportaje publicado en Ciper el año 2017, entre 2010 y agosto de 2016, el Estado desembolsó más de 92 mil millones de pesos chilenos en el arriendo de camiones aljibe y, en ese mismo periodo de tiempo, en una región del sur de Chile, Biobío, sólo un empresario había ganado más de 23 mil millones.  

En un país desigual como Chile — donde  una persona acomodada puede ganar un sueldo 27 veces más alto que una pobre — el agua no sólo sirve para vivir, sino que se convierte en un indicador de injusticia medioambiental.

Granja porcina en Chile // Farms no Factories

  

El fantasma de Pinochet 

El negocio del agua en Chile se puede ver en distintos “emprendimientos”. No sólo se trata de camiones aljibe, también existen empresas de compraventa de agua que ofrecen servicios de asesoría a quienes quieren desprenderse de sus derechos de agua y a quienes quieren comprarlos, como si el objeto de la transacción fuese un auto o una casa.

Pero ¿qué es un derecho de agua? En 1981, cuando campeaban los años más sangrientos de la dictadura de Augusto Pinochet, una comisión especial elaboró un código que separó el agua de la tierra. De esta manera, ese gobierno dio vida a los Derechos de Aprovechamiento de Aguas, algo así como un título de propiedad sobre el agua que fueron entregados a particulares quienes posteriormente los fueron vendiendo sin regulación.

Aunque el código determinó al agua como “un bien de uso público”, también otorgó un derecho de aprovechamiento real –expresado en acciones o metros cúbicos– que a su vez fue sellado por la Constitución de 1980, que estableció – en el artículo 19, numeral 24 –que el derecho real es un derecho de propiedad. Es decir, que el agua es de su dueño y no del Estado.

Después del estallido social, un proceso que levantó la ciudadanía en octubre de 2019, el agua también se puso en el foco de quienes cuestionan el modelo económico elaborado en dictadura. Mediante un plebiscito realizado el 25 de octubre de 2020, las y los chilenos votaron iniciar un proceso para escribir una nueva Constitución. En ella, la propiedad del agua será un tema relevante.

Si bien el proceso de privatización del agua empezó en dictadura, también lo profundizó  la Concertación que llegó al poder después de la caída de Pinochet, en 1990. Si el dictador había logrado que el agua tuviera dueños en su origen, los gobiernos siguientes terminaron de privatizarla. En 1995 el Estado comenzó a desprenderse de las empresas sanitarias que se encargaban de la gestión del agua y que, en la actualidad, pertenecen en su totalidad a empresas extranjeras, como SGAB (Grupo Suez) o el Fondo de Pensiones de los Profesores de Ontario, en Canadá.

Es ese mismo modelo económico el que ha flanqueado la felicidad de los habitantes en las tierras que se secan, como en el norte de Chile, donde las empresas mineras han chupado y contaminado el agua de los ríos durante años.

El sueldo amargo de Chile

Alguna vez Quillagua fue un vergel. Situada a 280 kilómetros al norte de Antofagasta y a orillas del río Loa, la localidad aymara tenía paisajes que hoy ya no existen, recuerdan sus habitantes.

Todos sembrábamos alfalfa y así teníamos para el ganado y los conejos– cuenta Víctor Palape de 60 años, quien vive en el lugar desde que nació–. Cuando yo era chico había peces en el río, sacábamos camarones.

Víctor Palape dice que todo comenzó a cambiar cuando la explotación minera que operaba en la zona contaminó el río Loa por primera vez en 1997. El Loa es el río más largo de Chile: atraviesa el desierto de Atacama desde la cordillera de Los Andes y llega hasta el mar, el Océano Pacífico.

Después del estallido social de 2019, el agua también se puso en el foco de quienes cuestionan el modelo económico elaborado en dictadura

Palape recuerda que fue Codelco –la empresa estatal de cobre– la compañía que primero ensució el cauce. Entre 1997 y 2000 hubo dos episodios de contaminación: el primero, se produjo cuando se filtró xantato, un residuo tóxico que deriva de la refinación del cobre. En el segundo, se sumaron nuevos tóxicos que el Servicio Agrícola y Ganadero calificó entonces de alto impacto: “El río Loa ha sido afectado por episodios de contaminación que han alterado la calidad de las aguas, poniendo en riesgo la sostenibilidad ambiental de este ecosistema y afectando diversas actividades de la zona”.

La situación ha ido mejorando, de hecho hoy el colegio tiene 40 alumnos, pero el vergel que éramos, la cantidad de vida que tenía el río, nunca va a ser el mismo dice el líder de la comunidad aymara que los habitantes formaron en 2003 en un intento por refundar Quillagua: entonces se organizaron y recuperaron algunas tierras y derechos de agua que habían cedido a grandes mineras.

Pese a que el río cada vez lleva menos agua, sobre todo desde agosto y los meses de verano, Quillagua es una especie de vergel en medio de uno de los desiertos más áridos del mundo. Las hileras de casas de barro, de un piso, flanquean la plaza donde los vecinos hacen más vida social. Aunque eso era mucho más frecuente antes de la pandemia.

Quillagua (Chile) // Paurba72

Como agrupación aymara, cuando comenzó a extenderse el Covid por Chile, decidieron cerrar el pueblo y que sólo pudieran entrar y salir sus habitantes. “Pero un empresario que justamente tiene un negocio de sondaje de agua, por medio de la justicia, logró revertir esa medida”, cuenta Palape.

Entonces, no sólo se vieron afectados por la escasez de agua sino que la pandemia les dio un golpe peor. La decisión de abrir las fronteras de la comunidad causó que de 160 habitantes, 36 de ellos enfermaran de Covid. Que el empresario derribara la barrera sanitaria que habían levantado los aymaras provocó que dos quillahueños murieran a causa del virus.

Palape mide cerca de 1,60 metros y antes de que el agua convirtiera a Quillagua en una de las zonas más secas del mundo, sacaba camarones del río y sembraba alfalfas. Los vendía y ese era su sustento. Sin embargo, después de la contaminación del río tuvo que abrir un restaurante en la carretera. Su negocio ofrece menús de comida típica chilena que pagan, sobre todo, camioneros que viajan de norte a sur. Palape le puso a su negocio “San Miguel”, como una forma de honrar al patrono de Quillagua, San Miguel Arcángel, quien cuida del oasis que algún día fue más verde y tuvo vida en el río. 

Codelco nunca reconoció la primera filtración, sin embargo, el mismo Servicio Agrícola dijo en ese momento que el xantato sólo podía tener un origen: la actividad metalúrgica industrial, específicamente la minería del cobre y molibdeno. Todo esto metamorfoseó incluso el tejido social de Quillagua: muchas personas comenzaron a emigrar y el único colegio que había llegó a tener sólo dos alumnos, entre ellos uno de los hijos de Víctor Palape.

Después del desastre del Loa, los quillahueños vendieron parte de sus derechos de agua a la Sociedad Química y Minera, que en 2020 y junto al Gobierno Regional, inauguró un tranque con capacidad para almacenar 30 millones de litros de agua que busca garantizar el consumo humano, agrícola y ganadero.

Desde La Sociedad Química y Minera afirman que el tranque ha tenido un buen funcionamiento. “En la zona hay un Agua Potable Rural que tiene una planta de osmosis para purificar el agua y dejarla apta para el consumo humano. La Sociedad Química y Minera apoya la labor del Agua Potable Rural para que la planta pueda operar adecuadamente. Está contemplado, de todos modos, que en caso de emergencia, en una colaboración público-privada se otorgue abastecimiento a través de camiones aljibes”, dicen por escrito. Sin embargo, Palape asegura que el impacto de las mineras ha sido tan grande que aunque se levanten distintos proyectos “ya no vamos a tener el agua que salía limpia y en gran cantidad”.

El tranque // Ministerio de Agricultura de Chile

La comunidad estuvo distanciada por 12 años de la Sociedad Química y Minera por uno de los conflictos comunes entre las empresas y los habitantes: la cantidad de agua que requieren para sus actividades industriales.

Como si la sequía y el fantasma de los ríos que se han convertido en un hilo de vida no hubiesen sido suficientes, las grandes compañías llevan años, además, mirando hacia los salares. En la última década ha aumentado la explotación de litio; un proceso que utiliza la evaporación y decantación de salmuera.

El año 2006, SQM comenzó el proyecto Pampa Hermosa en Pozo Almonte – una localidad a casi dos horas de Quillagua– que levantó a los aymaras contra la minera. El proyecto contempla aumentar la producción de yodo en una de sus plantas en 6.500 toneladas por año y para eso también necesita agua del Loa. Organismos No Gubernamentales denunciaron entonces que la iniciativa consideraba captar hasta 60 litros por segundo desde una quebrada y que extraería agua desde el acuífero del Salar de Llamara. Todo esto afectaría aún más la situación de Quillagua.

Pampa Hermosa sigue su curso de tramitación medioambiental pero los conflictos entre las comunidades aymaras y las empresas no se detienen. Hay localidades devastadas  por la explotación de minerales y otras que dejaron de existir, como algunos asentamientos quechuas que se quedaron entrampados entre el progreso y sus tradiciones, que  perdieron hasta sus cementerios porque quedaron del otro lado de la tierra, del lado de las industrias.

Quienes se mantienen en pie frente a la privatización del agua aseguran que la batalla que no se puede perder es la que apunta a la vida de los salares. Cristina Dorador, científica que ha estudiado estos ecosistemas, dice que las empresas los van a estrujar: “La industria del cobre aumentará su extracción, el precio está altísimo y se consumirá más agua. Están aumentando las plantas desaladoras (que traen agua de mar y que muchas mineras han adoptado como solución frente a la sequía), pero no baja el uso de aguas continentales. Es decir, vamos a terminar sin agua en los acuíferos igual, aunque se hagan desaladoras. Además, va a aumentar la demanda de litio y eso implicará más proyectos en otros salares”. 

La vida vale menos que un palto 

Mientras en el norte de Chile hay comunidades que intentan sobrevivir a las empresas mineras, en la resistencia por la defensa del agua también hay otras comunidades que hacen frente a las industrias agrícolas. Como Petorca, una provincia que se ubica 220 kilómetros al norte de Santiago, en la región de Valparaíso, y se ha convertido en uno de los símbolos de la privatización del agua en Chile.

En los últimos 30 años los cerros de la zona se han llenado de paltos, el oro verde, como han llamado los habitantes de la zona a los cultivos. El impacto de la agricultura ha sido tal que en Petorca, una persona consume por día menos agua que un palto (o árbol de aguacate). El 10% de los lugareños resiste ante la escasez hídrica con las provisiones que entrega la APR y un 20% recibe agua de camiones aljibes.

Pese a que la palta puede parecer el alimento más sano del mundo, tras él hay un escenario que los habitantes de Petorca quisieran borrar: los cerros tupidos de aguacates parecen una alfombra verde mientras abajo, donde están los pequeños campesinos, la vida es yerma.

Petorca (Chile) // HBS

Verónica Vilches tiene cincuenta años y es presidenta de Agua Potable Rural de San José de Cabildo, en la provincia de Petorca. Ella es una de las encargadas de administrar el agua que se reparte entre los mil habitantes de su localidad.

Desde que llegaron los empresarios todo se secó. Y no es que no haya agua, porque sus paltos están verdes hacia los cerros y nosotros, que estamos abajo, vivimos en la sequía total. Hacen pozos profundos antes que el agua escurra– dice Vilches.

Verónica Vilches es una mujer de contextura delgada. Parece más fuerte de lo que su cuerpo dice. Viste siempre pantalones gruesos de trabajo y zapatos duros para pisar la tierra. Nació en Petorca y hoy ocupa ocho hectáreas de terreno con sus 8 hermanos. Cada uno se construyó una casa en el terreno que, antes de la crisis hídrica, les daba todo para vivir. Incluso con la leche de las vacas hacían el pan. Pero ahora no hay animales ni gallos que canten por las mañanas.

Una vez a la semana llega un camión, pagado por el municipio, que vacía 20 mil litros para repartir: 20 litros diarios por persona; menos de lo que cualquier chileno usa en una ducha

Verónica narra que en medio de la pandemia todo ha sido más difícil: no les alcanza el agua para lavar los productos que consumen y, cuando se les acaba el agua, tienen que salir a comprar en medio de las restricciones de la cuarentena que opera en gran parte de Chile.

Hay gente que ni siquiera alcanza a lavar las mamaderas (biberones) de sus hijos dice Verónica. 

A pesar de que está segura que la provincia de Petorca nunca volverá a ser lo que era, confía en un pozo que encontró la comunidad y que esperan les entregue agua de forma natural. Le pidieron al municipio que lo habilitara; sin embargo aún no está en funciones. Es lo que ella ha llamado “el pozo del pueblo”. Un hallazgo que alimenta esperanzas.

Al menos tendremos agua para consumo humano. Pero, ¿quién nos devuelve las flores a la orilla del río o el canto de los pájaros?– se pregunta Verónica.

En su Agua Potable Rural deben llenar dos estanques para que el agua baje luego por gravedad. Una vez a la semana llega un camión, pagado por el municipio, que vacía 20 mil litros para repartir: 20 litros diarios por persona; es decir, menos de lo que cualquier chileno usa en una ducha. Hace un par de años la situación fue tan crítica que muchos no tenían agua ni para el inodoro. Entonces, tuvieron que hacer sus necesidades fisiológicas en bolsas plásticas.

El año 2015 la situación hídrica de la zona se fue a pique y la Dirección General de Aguas el organismo que fiscaliza, entre otras cosas, pozos ilegales- comenzó a pasar multas al encontrar desvíos irregulares de agua. Sin embargo esto no frenó el robo de agua.

Verónica Vilches compara esta nueva realidad con la que vivió cuando era una niña: “Todo cambió, ha sido brutal, es como una guerra. Antes aquí no había farmacias, no las necesitábamos porque nos curábamos con las hierbas que crecían a la orilla del canal La Ligua. Ahí también nos bañábamos antes de ir al colegio. Pero llegaron los empresarios y cambiaron nuestras vidas, secaron los berros y el toronjil”.

Antes de que la crisis se les viniera encima sin atajo, Verónica Vilches y su familia tenían 50 vacas. Ese mismo año, en 2015, murió de sed la última que quedaba viva.

------

Este reportaje fue producido por la red de periodismo latinoamericano Bocado y publicado el 16 de junio.

Dionisia Cerda tiene 56 años y ya se acostumbró a levantarse temprano los jueves. Ese día despierta a las las siete de la mañana para echar a andar la lavadora. La máquina sólo lava, no enjuaga, por eso el proceso de limpieza la mantiene concentrada hasta la una de la tarde: quita el detergente a mano, prenda por...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autora >

Alejandra Carmona López (Bocado)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí