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Vacunado
Se lo agradezco a la ciencia. Se lo agradezco al personal sanitario, echando el resto. Se lo agradezco a la cajera de supermercado que abasteció a los sanitarios, a los científicos y a todos los vecinos del barrio
Gerardo Tecé 27/06/2021
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Esta semana me vacuné. Cuatrocientos sesenta y ocho días después de aquella tarde de jueves en la que, a regañadientes, decidí quedarme en casa en vez de bajarme a tomar una cerveza. Para que siempre recuerde mi cita histórica con la ciencia, el destino y la Consejería de Salud andaluza quisieron que el pinchazo coincidiese con el cumpleaños de mi madre. Un buen regalo que te vacunen, me dijo ella poniéndome a huevo ahorrarme el calvario de tener que ir de tiendas para buscar un detalle. Primera dosis de Moderna, una de esas vacunas de ARN mensajero que se presentan ante las células de uno con la solución al problema bajo el brazo como el Señor Lobo se presentó ante Vincent y Jules en Pulp Fiction. Escuchadme bien: tenemos un marrón de cojones ahí fuera y os quiero ver fabricando proteínas contra este virus cagando hostias, ¿me habéis entendido?
Vuelvo a la Facultad de Matemáticas en la que tanto tiempo pasé y, mientras sigo la cartelería con indicaciones que marcan el camino “Vacunación COVID”, me empiezan a aparecer los primeros efectos secundarios de la vacuna. En este caso, previos al pinchazo. El más potente es la toma de consciencia de edad. ¿Tanto tiempo ha pasado desde que estudié aquí? Cómo ha cambiado este sitio. ¿Cuánto he cambiado yo? Cuando el Gobierno anunció a principios de año aquello de que el 70% de la población estaría inmunizada antes de acabar el verano, nunca me visualicé dentro de ese 70%. Ni se me pasó por la cabeza. Lo cual indica que mi percepción, colocándome aún en el 30% más joven, era claramente errónea. Cosa que el método científico demuestra empíricamente: es junio y voy a coger la última curva que señala la puerta por la que acceder al vacunódromo improvisado.
Hay muchísima gente, pero la cola avanza rapidísimo. El funcionamiento es impecable. Efectivo como una cadena de montaje. Pase por aquí. Muéstreme su DNI. ¿Está usted bien? Le veo pálido. Es un problemilla que he tenido con mi edad, pero se me pasará. Bien, pues vaya a aquella mesa y allí le tacharán en la lista de citados como se tacha al ciudadano que acaba de ejercer su voto en la fiesta de la democracia. En este caso es la fiesta de la ciencia. Tengo sensación de día histórico y no es para menos. Nunca antes el ser humano había conseguido un logro como encontrar varios antídotos para una pandemia mundial en tiempo récord. Abrumado por la transcendencia del logro, del avance científico y de la historia, cuando me quiero dar cuenta ya me han pinchado y no he tenido tiempo para dar un discurso de agradecimiento. Igual que el paso de la edad, el pinchazo tampoco se nota. ¿Está usted segura de que me ha pinchado?, le pregunto a la señora que me ha inmunizado, maestra de agujas y con aspecto de jubilada voluntaria. En lugar de mandarme a la mierda después de cientos de pinchazos ninjas esa misma tarde, me sonríe y me dice que sí, que tranquilo que ya tengo mi primera dosis. Es la misma sonrisa que encontré en la cajera del supermercado de mi barrio cuando, tras pasar lo peor de la primera ola de la pandemia, la cosa se relajó un poco. Es la sonrisa de saber que tu trabajo sirve para mucho. Es la sonrisa de las trabajadoras esenciales que tan poco espacio ha ocupado en los telediarios estos últimos tiempos.
En los 15 minutos de espera posteriores a la vacuna, sentado en una silla del vacunódromo doy en mi cabeza el discurso de agradecimiento que la eficacia y la rapidez del proceso me impidieron dar. Se lo agradezco a la ciencia, siempre maltratada y siempre dejándose la piel con pasión. Se lo agradezco al personal sanitario, echando el resto y sonriendo incluso si imbéciles preguntan si seguro que les han pinchado. Se lo agradezco a la cajera de supermercado que abasteció a los sanitarios, a los científicos y a todos los vecinos del barrio cuando la vacuna ni estaba ni se la esperaba, cuando la mejor vacuna era no salir a tomarse esa cerveza. Recuerdo a los que no llegaron a tiempo de recibir esta vacuna y recuerdo a sus familias. Recuerdo a los que, por nacer en sitios más jodidos que este, aún tendrán que esperar más que yo y mi familia. Me siento culpablemente afortunado y alegre. Me bajan el micrófono. Han pasado los 15 minutos de espera y otra víctima de la señora ninja tiene que venir a ocupar esta silla. Esta semana me tomaré esa cerveza que no pude tomarme aquel jueves de hace un año y pico. Brindaré por ella y por la cajera del supermercado, por sus sonrisas esenciales.
Esta semana me vacuné. Cuatrocientos sesenta y ocho días después de aquella tarde de jueves en la que, a regañadientes, decidí quedarme en casa en vez de bajarme a tomar una cerveza. Para que siempre recuerde mi cita histórica con la ciencia, el destino y la Consejería de Salud andaluza quisieron que el pinchazo...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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