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Aquel miércoles cualquiera que acabó con la carrera de Susana Díaz
Los anuncios de la DGT y la propia vida nos recuerdan que un acontecimiento puede cambiarlo todo en un instante. Para la expresidenta andaluza, ese momento fue el desalojo de la Corrala Utopía en 2014
Gerardo Tecé 16/06/2021
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Los anuncios de la DGT y la propia vida nos recuerdan con frecuencia que un acontecimiento puede cambiarlo todo en un instante. La biografía política de Susana Díaz nos recuerda que, a veces, ese momento que todo lo cambia no es visible hasta pasado un tiempo. Que ese punto de inflexión puede pasar desapercibido en una página cualquiera de una extensa biografía política, haciendo que cada ficha posterior al acontecimiento menor vaya empujando a la ficha siguiente hasta el definitivo desenlace. Para Susana Díaz, la política de primera línea llamada a ser primera presidenta del Gobierno de España, el destino final iba a ser el desahucio del oficio para el que quienes la conocen dicen que ha nacido.
Era un miércoles cualquiera. Uno del mes de abril de 2014. La presidenta andaluza e indiscutible esperanza blanca del PSOE nacional liquidaba con su bravura habitual lo que parecía un asunto doméstico menor. Lo hacía mientras preparaba su salto a Madrid. Nueve familias de Sevilla habían sido desahuciadas tras ocupar un edificio, propiedad de Ibercaja, situado en la periférica Avenida de las Juventudes Musicales, un edificio rebautizado por sus ocupantes como Corrala Utopía. Izquierda Unida, por aquel entonces socio del Gobierno que presidía Díaz, tenía a su cargo la cartera de Vivienda. Una cartera de segunda división, pero fundamental para darle solución al problema de aquellas vecinas desalojadas con menores a su cargo. Con el 15M coleando y la problemática de los desahucios en pleno debate público, aquel asunto menor amenazaba con convertirse en un símbolo molesto para una Susana Díaz incómoda en los terrenos de la lucha social y muy lejana a esa nueva ola de la política que hacía bandera de estos problemas. La gestión de la Corrala Utopía se había convertido en una lucha de poder entre socios de Gobierno. PSOE e Izquierda Unida, dos formaciones condenadas a entenderse, pero con posiciones demasiado lejanas en cuanto a la lucha social, habían encontrado en aquellas vecinas que se habían quedado en la calle un campo de batalla en el que luchar. Elena Cortés, titular de Vivienda de IU, tomó la decisión de realojar temporalmente a las familias en pisos de propiedad pública. Una decisión que Susana Díaz no solo entendió como una afrenta aquel miércoles de abril, sino también como una posibilidad. La posibilidad de, con las encuestas haciéndole el pasillo de la victoria, quitarse al fin de en medio al molesto socio. Aquel mismo día Susana Díaz decidió darle carpetazo al asunto retirándole a sus socios la cartera de Vivienda y desatando una crisis en el seno de su propio Gobierno que le permitiría justificar, meses después, un adelanto electoral tras el que todo cambiaría.
Ni los expertos ni los medios pronosticaron, eso sí, que el tradicional votante socialista, que el militante del PSOE, tuviera voz y voto en la fiesta de Díaz
“No vale, pero nos vale”. De aquella época de la Corrala Utopía es la mítica frase atribuida a Susana Díaz sobre Pedro Sánchez, el desconocido candidato marioneta que ganó las primarias del PSOE, con el apoyo masivo de la federación andaluza, para que calentase la silla de Díaz a la espera de que esta decidiera que era el momento de dar el salto a Madrid. De aquella época es también la foto en la que Susana Díaz se pasea sonriente por la Feria de Abril, a pesar de tener abierto en canal a su propio Gobierno tras el incidente del realojo de las vecinas. Una foto paseando en la Feria junto al entonces portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Sevilla y hoy verdugo final de la carrera política de Díaz, Juan Espadas. Era una época de bonanza para la hija política del todopoderoso Felipe González, la amiga de juventud de Fran Rivera y la esposa del “tieso”, como le gustaba llamar públicamente a su marido, dejando claro, en tiempos de investigación del caso de los ERES, que ella no estaba en esta vida por dinero. No mentía. Alguien como Díaz, cargo orgánico del partido que dio sus primeros pasos en una sede socialista del barrio de Triana, estaba en política por algo infinitamente más jugoso: todo el poder posible. En aquella época le sobraba. Tanto que, ¿qué era una patadita en la espinilla de su socio minoritario?
Llegó la cita electoral, consecuencia de aquella crisis destinada a quitarse a Izquierda Unida de en medio, y el resultado para Díaz fue el de siempre para el PSOE en Andalucía: la victoria. Una victoria, eso sí, no todo lo buena que pronosticaban las encuestas. Díaz debía volver a pactar y, tras el caso Corrala, nadie dudaba cuál sería su preferencia a la hora de formar gobierno entre dos opciones que representaban la nueva política en aquel 2015. Entre irse de la mano con Ciudadanos o Podemos, ni siquiera hubo debate interno en el PSOE andaluz. Díaz no lo permitió. Decidió, con el mismo pulso firme con el que decidió resolver aquel asunto de la Corrala, que, por primera vez, el PSOE andaluz se aliaría en el gobierno autonómico con la derecha. Por primera vez, el partido que supo canalizar como nadie la identidad andaluza y crecer de su mano decidía unir su destino a la sucursal del nacionalismo español que representaba el partido de Albert Rivera. Nada, ni las crisis de gobierno autoprovocadas ni los giros ideológicos parecían poder frenar la que todos los medios y expertos pronosticaban como fulgurante carrera de Susana Díaz, destinada al premio mayor: La Moncloa.
Ni los expertos ni los medios pronosticaron, eso sí, que el tradicional votante socialista, que el militante del PSOE, tuviera voz y voto en la fiesta de Díaz. Nadie pronosticó que aquel giro a la derecha llevase a la jefa de la política orgánica a ser derrotada por el candidato marioneta que había cobrado vida propia y la simpatía de los militantes que, hasta entonces, Díaz parecía tener escriturados a su nombre. Nadie pronosticó que después vendría otra derrota mayor contra Moreno Bonilla, enésimo candidato insulso destinado a protagonizar un fracaso más del PP andaluz, y al que tuvieron que jurarle aquella noche de diciembre de 2018 que no era una broma, que se iba a convertir en el primer presidente no socialista de la Junta de Andalucía. Aquella noche, el Hotel Meliá Sevilla, cuartel general del PSOE de Andalucía preparado para celebrar una victoria más, era un funeral con la muerta de cuerpo presente. Una finada que, cariacontecida, daba un discurso en el que hablaba de accidente, de tropiezo, de cuatro años para solucionarlo. “Cuatro años”, repetía, y “cuatro años” repetían los suyos cabizbajos por los pasillos, pero convencidos de que ese no podía ser el final de Susana Díaz. Cuatro años. Nadie aquella noche de 2018 cayó en la cuenta de que cuatro años era precisamente el tiempo que había pasado desde aquel golpe sobre la mesa dado por la todopoderosa Díaz a cuenta de unos desahucios que hoy, con la tercera y definitiva derrota frente a Juan Espadas, se han convertido en el suyo.
Los anuncios de la DGT y la propia vida nos recuerdan con frecuencia que un acontecimiento puede cambiarlo todo en un instante. La biografía política de Susana Díaz nos recuerda que, a veces, ese momento que todo lo cambia no es visible hasta pasado un tiempo. Que ese punto de inflexión puede pasar desapercibido...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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