TRABAJADORES ESENCIALES (III) Cristina Cabrera / médica familiar y comunitaria
“Los cuidados paliativos son muy importantes en el mundo rural, donde existe mayor cultura de morir en casa”
Gorka Castillo 2/08/2021
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Si algo define a la médica rural Cristina Cabrera (Zamora, 1989) es su capacidad para contar el tiempo. Parece no calibrarlo en horas, sino por soles y lunas. Las que hace cada mes entre su casa de Salamanca y pequeñas aldeas de las tierras de Guijuelo: Frades de la Sierra, Endrinal, Membribe, Navagallega, Navarredonda de Salvatierra y Casas de Monleón. Habla por teléfono con voz suave sobre las dolencias que achaca al campo español, vacío, viejo y abandonado. “La medicina rural no es solo diagnosticar y recetar. Tienes que hacer de todo”, dice con una mezcla de aplomo e inteligencia, y añade: “Te adaptas a cada realidad de la gente día a día, a sus medios, a su contexto y a las situaciones, lo que convierte este trabajo en un reto casi diario”. De ahí que no le extrañe la falta de relevo. Para Cabrera, mucha culpa de ello está en la educación. “Sigue siendo la gran desconocida para las nuevas generaciones que la ven como algo de otro tiempo y aburrida. La propia carrera está centrada en el trabajo hospitalario, no se enseña a acudir a las casas”, reconoce. Los lazos afectivos que crea con los pacientes son una parte esencial. Por ejemplo, cuando llega la hora de la muerte, que la gente del campo encara de una manera distinta a la de la ciudad. “Aquí existe una mayor cultura de morir en casa. Y el acompañar ese proceso me parece muy gratificante porque traspasas el ámbito médico y entras en una esfera emocional y espiritual con la familia que en la ciudad se ha perdido”, confiesa.
¿Cómo se lleva ejercer la medicina rural en la España vaciada?
Para mí es la medicina más global y la más bonita de todas las especialidades porque al final eres tú el que hace de todo, con los medios que tienes a tu alcance, que no son muchos. Son particularidades que convierten este trabajo en un reto casi diario, que te obliga a tirar de tu propio ojo clínico, y con tus manos y tú exploración orientas los diagnósticos adaptándote a los medios de cada paciente, a su contexto y a las situaciones, algo que no aparece en los protocolos académicos. Es cierto que el ritmo es más pausado, pero también puedes dedicar más tiempo al paciente y ejerces una medicina de más calidad.
¿Son ustedes uno de los factores fundamentales para evitar la despoblación?
Sí, puede ser. Los médicos somos fundamentales porque la población a la que mayoritariamente atendemos es gente mayor que necesita muchos cuidados. Si estas personas no tuvieran acceso a los servicios sanitarios es indudable que sería muy difícil permanecer en el campo y acabarían yendo a la ciudad a vivir con sus hijos o a residencias. Pero, al final, el médico no deja de ser una pieza más de toda esa red, de ese puzzle de convivencia que se genera en los pueblos. Si una de ellas desaparece o no cubre su función, todo lo demás se resiente y la vida en el campo se resiente. Obviamente, el médico es una figura muy respetada. Yo, que he trabajado también en zonas urbanas, noto la diferencia. Aquí se dejan guiar, confían muchísimo más en lo que les dices. Y eso es bueno, pero quizá falta empoderarles un poquito más para que ellos también asuman sus responsabilidades.
A menudo se le da más importancia a los médicos hospitalarios, a los especialistas, a los cirujanos. Ustedes, los médicos rurales, no son tan visibles.
Es verdad que no somos muy visibles dentro de la comunidad médica o dentro de la sociedad global. Pero para la gente de los pueblos somos su médico y te vienen a consulta para que les confirmes lo que les ha dicho el cirujano de un gran hospital. Antes de empezar con un tratamiento hospitalario vienen aquí para conocer tu opinión. Ese reconocimiento es muy gratificante.
Es que ustedes deben de estar preparados para hacer de todo. Lo mismo asisten en un parto, que enyesan un brazo roto o diagnostican una enfermedad.
Lo de los partos no es muy común porque casi todas las personas son bastante mayores, pero coso muchas heridas cada semana (risas). En una zona con un espíritu tan rural como esta, hay muchas anécdotas personales. Eso también es lo bueno de mi trabajo.
Y también se ocuparán de algo tan trascendental como la muerte.
Sí, los cuidados paliativos son muy importantes en un mundo como el rural donde existe una mayor cultura de morir en casa. Y el acompañar todo ese proceso me parece super bonito y gratificante porque traspasas el ámbito médico y entras en una esfera emocional y espiritual que en la ciudad se ha perdido. En el medio rural tienes menos tiempo asistencial que en las zonas urbanas y eso te permite dedicar más tiempo para acompañar a una familia cuando vive ese doloroso proceso.
Según las estadísticas, la figura del médico rural está en peligro de extinción si no se toman medidas urgentes. ¿Hay un problema generacional en España?
La medicina rural sigue siendo la gran desconocida para las nuevas generaciones de médicos que la ven como algo de otro tiempo, aburrida. Y no lo es en absoluto
Puede ser. Hay plazas de difícil cobertura. Ten en cuenta que trasladarse hasta estos pueblos cada día te puede llevar una hora de ida y otra de vuelta. Eso a mucha gente joven le tira para atrás. Y luego, supongo que no se conoce el mundo rural en profundidad. La propia carrera está centrada en el hospital, incluso mi especialidad, medicina familiar y comunitaria. Los centros de salud docentes, por donde pasan los residentes durante la fase de rotación en atención primaria, suelen estar en centros urbanos y grandes. En un pueblito como el nuestro no hay capacidad para acogerlos. La medicina rural sigue siendo la gran desconocida para las nuevas generaciones de médicos que la ven como algo de otro tiempo, aburrida. Y no lo es en absoluto. Al menos para mí.
Habla del carácter casi romántico de la medicina rural pero, ¿cuál es su lado negativo?
Pues el sentimiento de abandono. Aquí no existe la gerencia y la docencia no llega. Estás un poco aislado haciendo lo que buenamente puedes y quieres. En Linares de Riofrío, que es el municipio donde se centralizan los servicios comarcales, estamos seis médicos y otros dos que vienen a ayudar en guardias. También sufrimos la falta de transporte. Ese sí que es un problema importante. A veces es toda una odisea trasladar un enfermo hasta Linares para hacerse una simple analítica. Muchas veces hago de taxista porque tienes que responder a una urgencia vital ya que el hospital más cercano está en Salamanca, a más de 50 kilómetros, no todos tienen coche y los equipos de emergencia pueden demorarse en llegar.
Habrá ocasiones en que no le quedará más remedio que echar mano de la creatividad para solucionar una urgencia.
Claro, claro. Cuando hay una urgencia eres el primero en llegar y tienes que estabilizar a un paciente con los medios que tienes. Eso es lo más frustrante. La medicina rural no es solo diagnosticar y recetar. Es adaptarse a cada realidad de la gente día a día y hay veces que no queda otra que apañártelas como puedas para solucionar los problemas. La ventaja es que la vida aquí se configura en red y el apoyo entre los vecinos es algo normal. Todo se comparte. Por ejemplo, los botiquines de los pueblos, las farmacias, los servicios sociales de los ayuntamientos. Es otra forma de trabajar.
¿Es generosa la gente del campo?
Mucho. Te regalan un montón de cosas porque es su forma de expresar gratitud. Desde huevos hasta tomates, membrillo o cualquier otro producto del huerto. Es verdad que intento limitar este tipo de obsequios en función de la condición de cada familia, muchas humildes. Es muy difícil cortar con eso porque es una tradición, pero intento transmitirles que agradezco su generosidad aunque no necesito nada. Es difícil porque insisten mucho. Son gente mayor que lo hace con todo el cariño del mundo.
Para un médico rural, ¿la vocación supera a las adversidades?
Sin duda. Mira que en el sitio donde ahora trabajo quizá sea el que menos recursos tiene de todos los que he estado y donde más dificultades técnicas puedo tener, pero es donde más a gusto me encuentro. Es la esencia de mi trabajo, por el tiempo que dedicas a los pacientes y por la forma tan gratificante de ejercer mi profesión. Y nunca tienes espacio para el aburrimiento porque siempre puedes organizar actividades de educación para la salud o reuniones formativas con compañeros. Trabajar en equipo en los pueblos es fundamental. Médicos, farmacéuticos y administrativos. El contacto es continuo. Y con los ayuntamientos también. Ahora con la pandemia, que la primera ola nos golpeó fuerte, ha sido muy fluida con los bandos para la vacunación.
¿Le gustaría trasladarse a una ciudad o a otra región?
Es probable que no me quede porque el sistema público va por bolsa, por puntos, y es muy difícil que me mantengan en esta zona. Yo estoy muy contenta, sobre todo porque llevo un tiempo aquí y he desarrollado un trabajo, una cercanía y unos vínculos con la gente del pueblo que me daría mucha pena perder. También es cierto que conocer otra región me motiva. Así que venga lo que venga, seguiré siendo feliz.
Si algo define a la médica rural Cristina Cabrera (Zamora, 1989) es su capacidad para contar el tiempo. Parece no calibrarlo en horas, sino por soles y lunas. Las que hace cada mes entre su casa de Salamanca y pequeñas aldeas de las tierras de Guijuelo: Frades de la Sierra, Endrinal, Membribe, Navagallega,...
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Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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