ALMA COLCHONERA
La naturaleza del escorpión
Atlético de Madrid 0 - Athletic 0
Ennio Sotanaz 19/09/2021
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Es muy complicado escuchar poesía con un grito constante en el oído o intentar ser amable con un dedo arañándote el ojo. Y es muy difícil escribir de fútbol cuando sobre el césped corretea un colegiado que no reparte justicia, sino que hace de justiciero. Y sí, sé que lo suyo sería aislarme de todo eso y obviar una influencia que siempre podrá ser catalogada de subjetiva. Sé que eso me haría ganar crédito como cronista riguroso, pero me resulta imposible actuar así. Como decía Aristóteles, no se puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto.
Comencemos por el fútbol, que suele ser lo más interesante. El Atleti no está bien, aunque eso es ya una obviedad a estas alturas. Es cierto que los rivales han decidido de forma colegiada enfrentarse a los rojiblancos mediante planteamientos ultradefensivos que dejan poco espacio para todo lo que no sea fútbol de precisión, pero eso no debería ser una excusa. Simeone no consigue dar con la tecla táctica y el sistema presenta tanta incertidumbre como falta de fiabilidad. Bien es cierto que tampoco ayuda un estado de forma irregular y el concurso errático de los pilares sobre los que se había construido este equipo. Hay jugadores que parecen más eléctricos que el resto, que casualmente son los que han realizado la pretemporada completa, pero la sensación general es que los futbolistas rojiblancos están muy lejos de su mejor versión. Savic, Koke, Trippier, Correa, Suárez… jugadores todos ellos fundamentales en el curso pasado que hoy todavía brillan poco. Griezmann tampoco parece muy lejos de ese mismo tono.
Simeone apostó en la primera parte por una alineación más equilibrada de lo habitual y el resultado fue un pastiche espeso, lento y con muy poca magia. Diagonales a la banda muy previsibles y balones colgados al área. Eso era todo. De Paul era el único que sobresalía en ese contexto tan pobre. El Athletic, muy decepcionante todo el partido, se dedicó a cerrar pasillos y a borrar espacios. Ni siquiera parecía que les supusiese demasiado esfuerzo. El Atleti quería llegar, pero no llegaba. Las pocas veces que lo hacía era dando la sensación de no querer tirar a puerta o de no atreverse a ello. Mientras tanto, volvieron a aparecer errores defensivos de bulto como ese que dejó a Iñaki Williams delante de Oblak y que desperdició tirando el balón por encima del larguero. En el segundo tiempo le volvería a pasar lo mismo, lo que alimenta esa runrún que flota en San Mamés sobre la preocupante falta de gol del delantero vasco.
La segunda parte continuó prácticamente igual hasta que llegaron los tres cambios revolucionarios del Simeone. Algo a lo que nos tiene acostumbrados últimamente y que no sé si es un ejercicio de poderío o de desesperación. João Félix se sumó poco después al partido y junto a Carrasco aportó algo de dinamismo. Y así, con más actitud que fútbol, el equipo rojiblanco acabó volcándose definitivamente. Las ocasiones seguían llegando con timidez, pero la sensación era que el gol podía estar cerca.
Y entonces llegó el show de Gil Manzano y con él se acabó el fútbol y el partido. El equipo bilboarra llevaba unos minutos intentando parar el ritmo. Nada exagerado, ni especialmente virulento. Fútbol. En una buena combinación João Félix arrancó en velocidad y vencedor, que no podía pararlo de otra forma, lo agarró por detrás haciendo falta clara. Eso llevaba el estilo de defensa a un nivel superior, pero la cosa se hubiese solucionado con una tarjeta para el jugador vasco y algo de oficio. Lamentablemente Gil Manzano carece de lo segundo. O no, porque uno ya no sabe. El portugués, con un gesto que desde luego podría haberse ahorrado, pero con un gesto que hemos hecho todos los que alguna vez hemos jugado al fútbol, soltó el brazo para intentar que lo dejasen de agarrar. Gil Mazano, como ese pendenciero que está esperando desafiante a que alguien lo mire mal, decidió amonestar con tarjeta amarilla al que había recibido la falta. Genio. João, enfadado y con un gesto que de nuevo podría haberse ahorrado, se quejó de la decisión. El colegiado, luciendo la misma empatía que un codo de tubería y manejando la misma psicología deportiva que una espora, decidió expulsarlo. ¿Casualidad? No sé. A lo mejor es como eso que el escorpión le dijo a la rana. El tipo que no había descontado un solo segundo en una primera parte plagada de pérdidas de tiempo, el tipo que terminaría el partido cuando un delantero colchonero encaraba en solitario la portería contraria, el tipo que había conseguido sacar de quicio a todo el mundo en un partido que prácticamente había sido de guante blanco, parecía haber conseguido lo que seguramente estaba buscando. Lo digo porque todo esto no es una anécdota o un caso aislado. Con este hombre, la tendencia está ya asentada en la categoría de recurrente.
Y poco más hasta el final. El Athletic siguió siendo inferior con un jugador más y los de Simeone, tirando de corazón, siguieron viendo la portería del tamaño del ojo de la aguja.
Toca reflexionar en el Atleti. Optimizar los recursos actuales, agarrarse a lo que funcione y construir a partir de ahí. Olvidarse de los sueños megalómanos antes de picar piedra o de las etiquetas que el enemigo se empeña en colocar. Y también toca hablar con João para explicarle dónde juega.
Es muy complicado escuchar poesía con un grito constante en el oído o intentar ser amable con un dedo arañándote el ojo. Y es muy difícil escribir de fútbol cuando sobre el césped corretea un colegiado que no reparte justicia, sino que hace de justiciero. Y sí, sé que lo suyo sería aislarme de todo eso y obviar...
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