CARTA A LA COMUNIDAD
Es triste pedir, pero más triste es tener que lamerle el culo a Iberdrola para que te hagan vicepresidente
El relato desquiciado de corte neoliberal y patriarcal es puro veneno. Genera culpa, mala autoestima, frustración. Tener acceso a otros puntos de vista alejados de esa toxicidad es necesario
Adriana T. 10/10/2021
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Si lees prensa a menudo –yo en realidad no lo hago demasiado, muchos días ni siquiera tengo tiempo para lavarme los dientes todo lo bien que me gustaría– habrás notado que buena parte de ella apesta.
Me gustaría poder expresarme en términos más amables, menos severos, más diplomáticos, pero para qué. No soy periodista, no he trabajado en prensa en mi vida ni planeo hacerlo (esto no cuenta: es una anomalía de carácter temporal). Yo me gano la vida doblando el lomo para recoger en mi quebrado regazo a criaturillas lloronas, canturreando horadantes rimas infantiles, cambiando pañales y limpiando mocos. Yo no tengo nada que temer. El grueso de mis clientes ni siquiera sabe leer o lo hace con bastante torpeza aún. Iletrados como están, no me descubrirán. Así que, curiosamente, estoy blindada para decir lo que me dé la gana. Y digo que la prensa, o más bien la mayoría de los medios en general, apestan. Muchísimo.
Una y otra vez los medios colaboran –cuando no son pioneros– en la construcción del perenne y hegemónico relato de que los pobres son pobres porque no se esfuerzan, de que los millonarios mean colonia, de que los inmigrantes vienen a robarnos el pan, de que un planeta finito puede explotarse y consumirse de manera infinita, como infinitamente se puede explotar y consumir a un trabajador, de que las mujeres estamos más guapas calladitas y de que además tiene que importarnos estar guapas. Pero sobre todo, de que la gente como yo somos escoria que sólo sirve para que nos den órdenes, o nos pongan de ejemplo ante sus hijos de lo que te pasará si no estudias, o como mucho valemos para que nos vendan ‘tarjetas revolving’ porque ni hipotecas nos conceden ya. Eso es lo que te cuentan, sí.
Si se me permite hablar con el corazón en la mano, la verdad es que la mayoría de los medios me tienen hasta el coño.
Esta apasionada soflama me ha permitido juntar ya más de trescientas palabras, y lo mejor es que ni siquiera he dicho nada que no le grite a menudo a la tele, a la radio o a los breves titulares que leo a veces de reojo en tuiter. Ni tan mal. La parte pocha es que ahora tengo que pediros pesetas y pedir pesetas se me da regular. Al final va a ser verdad que un poco sí que soy pobre porque quiero y porque en el mediocre sistema educativo de la pública no me inculcaron bien lo de la cultura del esfuerzo, como al parecer sí hicieron con algunos egregios fachas patrios que aprueban cinco cursos de golpe en la privada o algo así. No es el tema ahora, pero vaya una movida guapa esa, ¿eh?
A lo que voy. No creo que CTXT sea la panacea para cambiar el statu quo y toda la mierda con la que venimos tragando desde ni se sabe cuándo. Ni CTXT ni ningún otro medio de izquierdas. Soy pesimista, ya lo siento.
Pero sí que creo que este medio, o al menos el mensaje que transmite, es importante. Y no lo digo sólo porque me paguen por decirlo, que un poco también. Lo digo y lo creo en serio. He comentado al principio que leo poca prensa porque no tengo tiempo, y es verdad, pero precisamente por eso procuro leer cosas que no sean la misma puta mierda de siempre que te deja como si te hubieras pasado una lija por el cerebro. Y además, empezar a leer otras cosas para mí fue más que terapéutico.
El tradicional relato desquiciado de corte neoliberal y patriarcal es puro veneno. Genera culpa, mala autoestima, frustración, un dolor cotidiano y lacerante que lo empapa todo y con el que se te hace muy difícil bregar. Tener acceso a otros puntos de vista alejados de esa toxicidad es necesario. No sólo para la sociedad o para sentar las bases de una eventual transformación: es necesario para el individuo. Al menos para individuas como yo, que estamos asistiendo ya a las primeras señales de la pérdida de lozanía en nuestras caras, cuerpos y almas mientras nuestras opciones, nuestros sueños, nuestros proyectos de vida se extinguen, se disipan en el aire como la inconsistente y amorfa voluta de humo que en realidad siempre fueron. Saber al menos que no fue tu culpa y que no estás sola, para mí es sanador.
CTXT, como cualquier medio que pretenda sobrevivir en el tiempo sin tener que venderse al mejor postor, necesita pasta para financiarse. Si tu situación económica te lo permite y juzgas que algo de lo que lees en este medio te hace sentir un poco menos miserable, un poco menos sola en un mundo lleno de ratas de alcantarilla que se turnan para pisotearte y decirte que lo hacen porque tú te lo has buscado, considera por favor suscribirte. Por lo visto hay algunas opciones de suscripción bastante baratas si, como yo, no estás para muchas hostias. Con ese gesto apoyarás un proyecto periodístico que, a lo mejor, alguna sesión de terapia psicológica te termina ahorrando.
Y así son novecientas y pico palabras para pedir panoja. No está mal para alguien como yo, que sufre pidiendo panoja. Yo creo que esto es todo. De parte de todos los que se estrujan el pecho para sacar adelante este sitio: muchas gracias.
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Adriana T.
Treintañera exmigrante. Vengo aquí a hablar de lo mío. Autora de ‘Niñering’ (Escritos Contextatarios, 2022).
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