María José Pizarro /Diputada y artista plástica colombiana
“En Colombia nos devolvieron a un estado de guerra”
Carlos García de la Vega 19/10/2021
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María José Pizarro (Bogotá, 1978) fue elegida miembro de la Cámara de Representantes de Colombia en 2018 por la lista Decentes. Es artista plástica y ha dedicado su trabajo al activismo de la memoria, mediante la documentación y difusión del conflicto armado colombiano, y al reconocimiento de sus víctimas. Exiliada durante gran parte de su vida, ha sido una de las principales voces articuladoras de la diáspora colombiana. Para las elecciones legislativas de marzo de 2022, forma parte de la candidatura Pacto Histórico, liderada por el senador, exguerrillero y exalcalde de la capital colombiana, Gustavo Petro, quien figura en las encuestas como favorito para arrebatar el poder a Iván Duque, del conservador Centro Democrático, en las presidenciales que se celebrarán en mayo. Nos reunimos con ella en la redacción de CTXT aprovechando su visita a España para participar en la Universidad de Otoño de Unidas Podemos.
Lo primero de todo, ¿en qué situación se encuentra Colombia respecto a la covid y el proceso de vacunación?
El desmonte paulatino del sistema público de salud nos ha llevado a una situación que no ha logrado cubrir ni de lejos a toda la población. Por lo tanto, la gente que más ha muerto es gente pobre, que no ha podido acceder a los servicios médicos. El desmantelamiento de la sanidad –también de la educación– se traduce en retrocesos en derechos sociales que han llevado a no poder atender una pandemia de estas características como se debía. La vacunación avanzó finalmente a un ritmo más o menos decente en las zonas urbanas, pero en las zonas rurales va muy lento y hay mucha gente que no ha querido vacunarse por la campaña de las iglesias cristianas, que la han desincentivando. Eso sí es preocupante. Aun así, a pesar de que la vacuna ya está, aunque haya llegado a cuentagotas, para alcanzar a la mayoría de la población estaríamos hablando de conseguirlo en 2023, tal vez inicios del 24. Además, las ayudas sociales han sido muy escasas. El Ingreso Solidario, por ejemplo, rondaba los 160.000 pesos, unos 30 o 40 euros al mes… Eso no sirve para que la gente pueda hacer absolutamente nada. Nosotros planteamos la necesidad de una renta básica de emergencia, pero nunca fue asumida como una política por el gobierno. Todas las medidas fueron fragmentarias y no lograban cubrir las necesidades de la población. Por otro lado, no existieron políticas diferenciales de género ni para la juventud, lo que llevó a un estallido social, que fue liderado por las juventudes, por las mujeres, por los territorios donde no solo el covid, sino también la guerra, estaba haciendo de las suyas y porque allí se entremezclan una serie de factores: el confinamiento por el conflicto, el confinamiento por el hambre, el confinamiento por la pandemia con un sistema de salud insuficiente...
Este estallido de la pasada primavera, lo que se ha conocido como Paro Nacional, fue reprimido violentamente por el gobierno. ¿Eso ha generado una fractura social o por el contrario ha hecho que la gente que se sentía sin futuro se empoderase?
Por un lado sí que ha supuesto un empoderamiento, porque se ha creado una dinámica de organización a raíz de un estallido espontáneo que nadie preveía que fuera a tener esas dimensiones. Los sectores políticos contrarios a estas movilizaciones aprovecharon la situación para estigmatizar a la juventud que estuvo en la primera línea. Era algo que ya habían intentado durante las movilizaciones estudiantiles de 2018, a las que calificaron como una guerra. A los jóvenes colombianos también se les ha dado tratamiento de guerrilleros y el hecho de consideraros así contribuyó a deslegitimar la protesta y a generar un rechazo social que se intensificó a medida que pasaban los días. El desgaste de los tres meses de la movilización, el bloqueo y la persecución fueron atroces. Los jóvenes fueron víctimas de una cacería en las calles. Después de una lucha enorme se consiguió la matrícula cero para los estratos del uno al tres [los sectores más pobres], pero no conseguimos la matrícula universitaria gratuita universal. Ahora bien, de todo eso surgió un nuevo sujeto social y una conciencia pública que ojalá logremos que se convierta en un movimiento político que haga posible un gobierno diferente en las próximas elecciones.
El desgaste de los tres meses de la movilización, el bloqueo y la persecución fueron atroces
Usted es congresista por la lista Decentes pero en las próximas elecciones de marzo concurren con una candidatura más amplia llamada Pacto Histórico. ¿Cuál es la estrategia?
El primer intento de coalición estaba formado por dos partidos políticos (inicialmente tres) y algunos movimientos sociales. Pacto Histórico reúne cuatro partidos políticos y más de cien organizaciones sociales que, aunque no tengan personalidad jurídica, sí que se agrupan alrededor de esta propuesta. Es el intento de formar un gran bloque de centro-izquierda que trascienda una simple coalición y que puedan albergar otras expresiones políticas y sociales.
¿Y cómo gestionan la elaboración de una sola voz política que aglutine tantas sensibilidades?
No es fácil, pero somos conscientes de que solos no vamos a ganar y de que necesitamos más fuerza, más músculo político y, sobre todo, de que somos organizaciones afines, tanto política como socialmente. Desde ese principio de afinidad es más fácil comprendernos y establecer reglas del juego que sean claras para todos y todas. Obviamente, la coyuntura electoral no permite discusiones mucho más profundas y por eso avanzamos en que haya una bancada unitaria y conjunta que va a trabajar mancomunadamente durante los próximos cuatro años.
En España, la ultraderecha está ocupando posiciones de poder y dominando gran parte del discurso público. Eso está sacando a la luz que buena parte de la judicatura española tiene una tendencia ideológica peligrosamente conservadora y se traduce en una diferencia de trato a partidos de izquierdas y de derechas, a la Corona, a las grandes corporaciones etc. ¿En Colombia, cómo viven ustedes el lawfare al que les someten los poderes para tratar de frenar su avance electoral?
No lo vivimos, lo padecemos. Intentamos sobrevivir a los ataques jurídicos y a la inteligencia militar, que en Colombia es muy fuerte. Nuestros teléfonos están intervenidos; nuestras vidas, acosadas; también las de nuestras familias, y continuamente expuestas a los medios de comunicación y a las redes sociales. El partido de gobierno coopta todos los poderes del Estado, también el judicial: la procuraduría, la fiscalía, la contraloría. Han avanzado también en la cooptación de las Altas Cortes, que hasta ahora eran un bastión de dignidad, transparencia e imparcialidad. Las garantías que nosotros tenemos son mínimas ante el aluvión de demandas, el desgaste en términos jurídicos es enorme. Hay compañeros que están realmente perseguidos, empezando por Gustavo Petro, al que le han abierto más de 30 procesos y de los que, al final, sale inocente. Están intentando bloquearlo pero no lo consiguen. Esa tríada de inteligencia militar, medios de comunicación y redes sociales nos parece una señal: en este proceso electoral ellos están muertos del susto porque seguramente van a perder y así lo reconocen tanto las encuestas como ellos mismos. Eso nos coloca en el centro del huracán. Estamos en medio de una licuadora intentando sortear las aspas.
Antes ha mencionado el conflicto en los territorios del que no nos llegan tantas noticias aquí. ¿Cuál es la situación actual?
Nos devolvieron a un estado de guerra. No solamente por el número de masacres, por el número de líderes sociales y ambientales, de líderes indígenas asesinados, sino que realmente hay una reorganización de las estructuras paramilitares insurgentes, o guerrilleras más bien. Esa reorganización viene acompañada de una disputa por el control territorial, a la que hay que sumar los clanes del narcotráfico que intentan cooptar los territorios para la siembra de coca y también para las rutas del narcotráfico, después de la salida de las FARC. En términos de intensidad de la guerra, del control territorial, de vivir en medio de un fuego cruzado en el que están las comunidades yo sí afirmo, sin temor a equivocarme, que nos van a devolver a los años duros de la guerra. Si esto no para ahora, vamos a vivir una intensificación del conflicto. Ya hay pequeños grupos que mantienen vínculos muy estrechos con los grupos del narcotráfico. El cártel de Sinaloa, por ejemplo, está comprando tierras en el sur del país y los índices de deforestación están creciendo. A pesar de lo que dice el gobierno, están aumentando los cultivos de coca; la lucha contra las drogas es un fracaso. y se trata de una lucha fracasada contra las drogas.
Ahora, además, nos enfrentamos al problema del glifosato y a sus efectos altamente contaminantes En definitiva, es una situación muy dramática en la que no existe un diálogo estratégico para poder combatirla. El problema es la violencia exacerbada que se produce en los territorios productores. Da la impresión de que la coca solo genera problemas de salud pública en los países consumidores como Estados Unidos o España, pero nunca se piensa en los que acarrea en el país de origen: guerra, violencia y muerte.
Tras la demanda de petición de perdón de López Obrador a la Iglesia Católica y a la Corona Española, se ha revelado que en España está más arraigado de lo que creíamos un estado de opinión que niega la verdad histórica, las realidades decoloniales y que ensalza la Hispanidad sin tener en cuenta sus muchos aspectos negativos. ¿Qué opina?
Me da hasta risa, porque me parece que, como sociedad, es una visión que tendríamos que haber superado. Uno no tiene que tener dos dedos de frente para saber que, más allá del idioma castellano y de una cultura mestiza, que es la nuestra, definitivamente lo que hubo en América Latina fue un genocidio sin precedentes y la desaparición de culturas enteras, la expropiación de los recursos naturales que continúa hasta hoy. Así como el gobierno australiano tuvo la grandeza de pedirle perdón a los aborígenes australianos; así como el mundo debería pedirle perdón a África por la esclavización de los pueblos africanos; lo que me parece inverosímil es que no seamos capaces de reconocer cuál es el legado de América Latina para el mundo. Y eso debería estar en el centro de todas las preocupaciones, sobre todo, después de una pandemia: la posibilidad de una vida mucho más armónica que reconozca los derechos de la naturaleza, del territorio como víctima y de una forma de vida que debería ser un legado común, parte del patrimonio de la humanidad.
A la señora presidenta de la Comunidad de Madrid, que habla de las bondades de la colonización, sería bueno decirle que leyera más
Por otro lado, nos enfrentamos a grandes migraciones provocadas por guerras, conflictos religiosos y deterioro ambiental y, en este aspecto, América Latina tiene mucho que enseñarle al mundo, porque nosotros surgimos de esa mezcla, de ese encuentro entre culturas, a veces dramático, a veces amoroso. Hemos sobrevivido a muchas tragedias y somos una raza nueva para el mundo, una raza que se reconoce negra, indígena, europea, multicolor. Yo podría pasar por andaluza, mis apellidos son más españoles que los españoles y soy nieta de esclavos y libertarios, de gente que luchó por la independencia en el continente latinoamericano. Reconocernos como latinoamericanos es parte del legado para demostrar que el encuentro es posible desde una manera mucho menos agresiva que la que se vivió con la lógica eurocentrista.
A la señora presidenta de la Comunidad de Madrid, que habla de las bondades de la colonización, sería bueno decirle que leyera más, que se instruyera un poco más, y que saliera de las fronteras de “su” España, para encontrarse con otros territorios y otras culturas que le permitan entender que la colonización fue muchas más cosas que la expansión del progreso y de la lengua española. También habría que decirle que nosotros no tenemos un espíritu revanchista, que precisamente eso nos ha enseñado la historia y que estamos dispuestos, desde al amor, el afecto y el reconocimiento a enseñarles que Europa va a sobrevivir gracias a la inmigración. Como dirían los mexicanos en Estados Unidos, la venganza de Moctezuma. Si los Estados europeos pueden mantener su Estado del bienestar es por la inmigración latinoamericana, africana y asiática.
María José Pizarro (Bogotá, 1978) fue elegida miembro de la Cámara de Representantes de Colombia en 2018 por la lista Decentes. Es artista plástica y ha...
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Carlos García de la Vega
Carlos García de la Vega (Málaga, 1977) es gestor cultural y musicólogo. Desde siempre se ha dedicado a hacer posible que la música suceda y a repensar la forma de contar su historia. En CTXT también le interesan los temas LGTBI+ y de la gestión cultural de lo común.
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