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Hace siete años, el 15 del 1 del 15, salió al éter el primer número de Ctxt.es. Como algunas de las fundadoras habíamos sido burlangas en vidas anteriores, la cábala nos acompañó desde el minuto uno, cuando en pleno cierre, mientras escribíamos acurrucados de frío en aquella gélida nave del barrio de La Ventilla que nos prestó Kike Portilla, Fernando Torres metió dos goles en el Bernabéu y se cargó de un plumazo la Operación Remontada que la prensa nacionalmadridista llevaba dos semanas preparando.
La revista-bebé vino al mundo feílla, escuchimizada y contextataria, entre preguntas del tipo “¿cómo rayos se suben las fotos a la web?”. Nos presentamos en la alta sociedad digital sin informáticos y con solo cuatro piezas en la portada (una de ellas sobre el Atleti de Kolkata), para marcar distancias minimalistas con el alud de no-noticias y contenidos patrocinados que inundaba ya el mercado informativo (sic), y pusimos bien grande ese nombre impronunciable, un referente en las mejores escuelas de márketing: CTXT.
Hoy, sábado 15 del 1 del 22, aquella criatura que nació pobre como una rata y por cuya supervivencia nadie daba un duro cumple 7 años y tiene detrás una extensa familia que la cuida, la financia y la protege; ha adquirido una modesta reputación de ser radicalmente libre y de respetar la estética y la ética del oficio (salvo cuando el abajo firmante trinca la cuenta de Twitter y se pone a disparar); tiene un tutor-gerente (Tito Fernández) que no despista un céntimo y paga las facturas no a 30 días sino a 30 horas; una redacción joven y multitarea de cuatro cuidadoras –con su contrato indefinido de 35 horas, que tampoco es cosa de morir en el tajo–, y una pléyade heterogénea de colaboradores fijos (unos 50) y ocasionales (unos 300), tan leales a la causa como Mónica Andrade, Vanesa Jiménez y Magdalena Mora, las madres biológicas de CTXT.
Todo este acervo, que diría Pemán, sumado al colchón económico que han ido aportando los suscriptores, los donantes, los socios fundadores y los que se fueron sumando más tarde (160 pequeños accionistas), nos ha permitido, espero que sin perder del todo la dignidad, sortear los últimos años de pandemia y sobrevivir a los obstáculos estructurales que encuentran por aquí abajo los medios independientes y las micropymes. De los vetos institucionales y televisivos que nada tienen que envidiar a los de Willy Toledo nos sentimos orgullosas; y con los bombitas que nos tiran los neorrancios, las terfas, los plumillas cloaqueros, los medios florentinistas y los neofachas plurinacionales nos hacemos (como las gaditanas) tirabuzones.
Mucho más preocupante es la consolidación en el panorama mediático de la mentira, del mirar para otro lado y del ferrerismo minuto a minuto como nuevo modelo triunfante de hacer comunicación y como sustancia (adictiva) para impedir todo debate público digno de ese nombre.
La contaminación continua de la esfera mediática por unos tipos sin escrúpulos y sin más ambición que obedecer a sus amos fabricando inventos y patrañas desde púlpitos de alcance masivo es letal para la democracia; no solo porque el público se acostumbra a picar sobre todo en lo que suena llamativo o formidable, sino porque la extensión del virus alcanza a toda la profesión periodística a ojos de la sociedad, y aniquila así el derecho de la ciudadanía a recibir una información seria y fiable.
Atrapados en esa red de realidad paralela, incluso los líderes políticos se ven forzados, como hemos visto esta semana con el propio presidente del Gobierno, a responder y a opinar no sobre hechos, sino sobre los bulos que han amasado a partir de esos hechos los lobos que dominan las manadas. Es el nuevo fascismo mediático: ruidoso, matón y cobarde, carece de argumentos pero ejerce su dominio en todos los géneros y horarios. El marco que mece la agenda es en este momento un coto casi exclusivo (como el 90% de los medios públicos y concertados) de la derecha iletrada ultraliberal y de la ultraderecha más zopenca de Europa. Los dueños de la imprenta deciden de qué se habla y cómo se tratan y enfocan los temas. Sus vasallos inventan y expanden el bulo; luego llegan los cazadores de bulos (siempre tarde, claro, porque trabajan para los mismos amos que los fabricantes) y desmienten dicho bulo, dándole más visibilidad.
Y mientras tanto, los periodistas y medios de izquierda asistimos atónitos al espectáculo, entre la depresión y la furia: no estamos en la pomada, somos muy aburridos, nos pierde la pureza, nadie nos lee ni nos escucha y qué envidia dan los de derechas, que van tan sueltos y se lo pasan en grande. La pregunta ahora es: ¿Habrá forma de sobrevivir a semejante invasión de basura? Y otra, peor: ¿Tiene sentido haber dedicado tantos años de devoción al oficio, haber hecho tanto activismo por una información honesta, bien escrita, que denuncie y escrute a los poderosos y trate de explicar el mundo para intentar cambiarlo un poco a mejor?
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Seguramente nos hemos hecho viejos y nos hemos quedado antiguos; quizá la pandemia nos ha castigado y desmoralizado más de lo que creemos. Pero como decía Enrique Morente, “¡antes muertos que perder la vida!”. No es momento de rendirse. Al revés, es hora de redoblar el esfuerzo. De enfrentarse a las bestias pardas y a sus bots y secuaces cara a cara; de luchar cada día por una sociedad que avance y no retroceda; de aislar a los que quieren devolvernos a las cavernas, quitarnos derechos, silenciar lo que es justo y lo que es cierto para llevarnos de vuelta a la sumisión, el borreguismo, el miedo y la ignorancia. O damos esa batalla, todas juntas, sin gilipolleces, medias tintas ni querellas internas, o la ganarán los malos. Y ya sabemos que los malos ganan siempre, el problema es que ahora los malos son mucho peores.
Contexto, dentro de su pequeño nicho-burbuja, no se va a rendir. No hemos pasado frío en La Ventilla ni hemos trabajado dos años gratis en el saloncito para echarnos ahora atrás ante un Inda, un Casado, una Olona, una Ayuso, un Florentino. Sabemos que contamos con usted, con usted, contigo y contigo: si no nos dejasteis morir hace dos años, nosotras no os vamos a dejar ahora solas ante la bulocracia. Ustedes son la comunidad más fiel y maravillosa de lectores que podíamos soñar. Se lo digo yo, el baranda, que me encargo de la atención al suscriptor y conozco a muchas y muchos de ustedes porque les llamo cuando se les olvida renovar la cuota, o les caduca la tarjeta, o se les atraganta el paypal.
Son ustedes en este momento cerca de 12.000 suscriptores, donantes y compradores de libros –me dicen por el pinganillo que puede que sean solo 4.000 personas que se suscriben, luego donan y después se compran libros, glups–. Da igual. Lo cierto es que si Contexto cumple hoy siete años y sigue en pie, es gracias a vosotros y vosotras. Así que nosotras seguiremos remando sin desmayo hasta que ustedes-vosotros decidáis que el viaje ya no tiene sentido.
Y ahora vamos con unos minutos musicales y un poco de publicidad. Si ha sido usted capaz de aguantar esta larga diatriba hasta aquí, contiene premio. Este año habrá algunas novedades importantes en la revista. La noticia triste es que hemos decidido jubilar a nuestro querido Dobladillo (los fanáticos pueden comprar la colección aquí), después de 5 años y 37 números, diseñados maravillosamente por Alberto Fernández e Iñaki Rubio, en los que han colaborado las personas que forman parte del Consejo Editorial de la Revista y, sin él saberlo, nuestro padre espiritual y presidente honorífico, Noam Chomsky. 2500 socias/os de CTXT recibían El Dobladillo en casa cada dos meses. Ya no llegarán más. Creemos que el formato se ha agotado y que es necesario buscar otros caminos, explorar otras ideas, llegar a otros ámbitos.
Las novedades positivas para 2022 son dos. O tres. Por un lado, como seguro sabéis ya por el spameo, tenemos en marcha el sello editorial Escritos Contextatarios, que nos ha dado grandes alegrías en 2021. La idea ahora es editar cada mes un libro bueno, barato y bonito dentro de una nueva colección que hemos titulado ¡Movilizaos!, en homenaje a Stéphane Hessel. El catálogo, mezcla de agit-prop y canción-protesta-a-favor, arranca con una docena de firmas destacadas de la revista. Estas son las previsiones de títulos y fechas:
¡Movilizaos!
La colección mínima de Escritos Contextatarios
- El otoño de la civilización. Antonio Turiel y Juan Bordera. 15 de febrero.
- Las delicias del niñering. Adriana Torres. 15 de marzo.
- La CT 2.0, minuto y resultado. Guillem Martínez. 15 de abril.
- Contra los pardos. Alba Sidera. 15 de mayo.
- Elogio de los cuerpos. Santiago Alba Rico. 15 de junio.
- Construyendo prensa libre. Vanesa Jiménez. 15 de julio.
- Culturas universitarias. Sebastiaan Faber. 15 de septiembre.
- Soleás de los arrabales. Aurora F. Polanco. 15 de octubre.
- Medios y guerra cultural. Pablo Iglesias. 15 de noviembre.
- Las venas rojas de América Latina. Andy Robinson. 15 de diciembre.
- Terfas y otras hierbas. Elizabeth Duval. 15 de enero de 2023.
Más madera. Para que podáis disfrutar de la colección con todos sus avíos, vamos a poner en marcha el Club de Lectura de CTXT. Por una cuota de 15 euros al mes, o 150 al año, te enviaremos tu carnet de socia/o y todos los títulos que publiquemos, y podrás asistir a las presentaciones de los libros en la Librería-Taller de CTXT –por zoom si vives fuera de Madrid–. Además, haremos una lectura mensual en primicia con el autor del título que vayamos a publicar el mes siguiente. Y os convocaremos también para que dialoguéis con los consejeros editoriales sobre el libro que elijáis. Tras dos años de no verse, toca volver a tocarse y a lanzarnos gotículas.
Quienes estáis suscritas a El Dobladillo o a las modalidades de más de 70 euros anuales podéis haceros socias del Club a mitad de precio. Escribidnos un mail a info@ctxt.es y Adriana y Álex os mandarán el enlace.
Acabo ya, que se hace tarde. Tenemos una tercera novedad en cartera. Se trata de otra revista en papel. Gorda, molona, moderna. La van a dirigir tres de nuestros consejeros: Elizabeth Duval, Amador Fernández-Savater, Ignacio Sánchez-Cuenca. Será como el New Yorker pero con sabor a chorizo. Todavía no sabemos si será semestral o anual. Estamos echando cuentas. Y nos gustaría que nos ayudéis a decidir la periodicidad, algunos contenidos y el título de la cabecera. Aquí va un pequeño cuestionario. Se aceptan sugerencias, críticas, ideas alternativas y algún insultillo simpático.
Y, como dice la gran Elena de Sus, pues ya estaría.
Felicidades por la parte que te toca, querida y querido lector; y no te olvides de mandar esta cartita a esos amigos y cuñaos que llevan siete años diciendo cuánto les gusta CTXT “pero es que claro, coño, tengo que ayudar a otros digitales”, y luego van y se suscriben a uno que publica 300 artículos diarios e ingresa millones de publicidad al año…
Por cierto, me olvidaba: la transparencia contable; el año pasado perdimos unos 30.000 euros. Pero para este año hemos presupuestado unos beneficios de 22 eurillos, por aquello de la cábala y las fechas, ya saben.
Vamos a ver si empatamos. Y si no, descuiden, palmaremos con elegancia.
¡Salud y libertad!
Y un beso y un abrazo de CTXT, la niña más mimada del planeta, para toda la familia.
Hace siete años, el 15 del 1 del 15, salió al éter el primer número de Ctxt.es. Como algunas de las fundadoras habíamos sido burlangas en vidas anteriores, la cábala nos acompañó desde el minuto uno, cuando en pleno cierre, mientras escribíamos acurrucados de frío en aquella gélida nave del barrio de...
Autor >
Miguel Mora
es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).
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