ANÁLISIS
El trampantojo de la victoria de Macron
El presidente francés afronta la segunda vuelta con mayor ventaja que en 2017. Pero el apoyo de los votantes de izquierda no es seguro: Macron usó el cordón democrático contra Le Pen para legitimar el recorte del modelo social
Enric Bonet 12/04/2022
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Una victoria imponente, pero sin alma. Una victoria incontestable, pero engañosa. Una victoria cómoda, pero no definitiva. Es difícil descifrar el triunfo del presidente Emmanuel Macron en la primera vuelta de las presidenciales en Francia. El presidente francés obtuvo el 27,84% de los votos en los comicios del 10 de abril, por delante de la ultraderechista Marine Le Pen (23,15%), según los resultados definitivos. Al insumiso Jean-Luc Mélenchon (21,95%) le faltaron unos escasos 400.000 votos para adelantar a Le Pen. Hubiera supuesto una dulce revancha, veinte años después de la inesperada clasificación de Jean-Marie Le Pen para la segunda vuelta de 2002 en lugar del socialista Lionel Jospin.
Muchas cosas se le pueden reprochar al dirigente centrista –desde su obstinación económica por un neoliberalismo exhausto hasta sus políticas de derechas en materia de seguridad e inmigración–, pero no hay ninguna duda de que es un genio de la estrategia política. Después de 2017 y las europeas de 2019, ha logrado instalar de nuevo en la política francesa el peligroso duelo entre el macronismo y el lepenismo (extrema derecha). Un pulso en el que tiene todas las de ganar, pero tampoco puede precipitarse a cantar victoria. Si lo perdiera, el resultado sería fatal.
Macron consiguió un triunfo más cómodo de lo pronosticado por los últimos sondeos. Incluso las encuestas del domingo electoral apuntaban a un 24%. Al final no solo aumentó su resultado de 2017 –del 24% a cerca del 28%–, sino que también le sacó una ventaja de cuatro puntos a Le Pen. ¿El margen resultará suficiente para lograr una cómoda reelección el 24 de abril (segunda vuelta)? Sin duda, parte como favorito, pero el peligro de una victoria ultra persiste. Según los primeros sondeos, tras los resultados del domingo, el dirigente centrista ganaría con el 54% de los sufragios ante el 46% de Le Pen.
“Nada está decidido”
“No nos equivoquemos, nada está decidido y el debate que tendremos dentro de quince días será decisivo para nuestro país y para Europa”, aseguró Macron tres imponerse en la primera vuelta ante un centenar de simpatizantes en el salón de exposiciones de la Puerta de Versalles, en el sur de París.
Como ha sucedido con su electorado, el macronismo ha envejecido en el último quinquenio
Curioso el ambiente que se respiraba en el mismo lugar en que el dirigente centrista había celebrado de manera triunfal su éxito en la primera vuelta del 23 de abril de 2017. Como también ha sucedido con su electorado –una de las claves de su victoria es el 37,5% de apoyos entre los votantes de más de 65 años–, el macronismo ha envejecido al menos veinte años en el último quinquenio. Parecen haber pasado siglos desde su creación en 2016 como un movimiento regenerador. Aspiraba a poner Francia “¡En Marcha!”. Designó con este nombre a su movimiento. Pero en realidad se convirtió en una máquina electoral del statu quo. En el gerente de una Francia rentista.
Una de las claves de la victoria de Macron ha consistido en perfeccionar su “gran coalición”, entre centroizquierda y centroderecha. El presidente encarna lo mismo que significó la “grosse koalition” entre la CDU de Merkel y el SPD en Alemania, una alianza también soñada en España por sectores del PP y el PSOE. Antes de la primera vuelta, ya había obtenido el apoyo de los exministros socialistas Marisol Touraine, Jean-Pierre Chevènement o François Rebsamen, además de miembros destacados de la derecha republicana, como los exsarkozistas Éric Woerth, Christian Estrosi o Renaud Muselier.
¿Una reserva de votos limitada?
Esta “gran coalición” macronista explica los pésimos resultados de la candidata del Partido Socialista, Anne Hidalgo (1,75%), y la de Los Republicanos (socios del PP en Francia), Valérie Pécresse (4,78%). Las dos formaciones que compusieron durante décadas el bipartidismo francés sumaron apenas el 6,5% de los sufragios. Toda una demostración del cambio de época en Francia. Mucho mejor estratega político que gestor, Macron aspira a crear “un partido único de gobierno” ante la ultraderecha y la “extrema izquierda”. Un objetivo iniciado en 2017, pero incompleto ante la falta de implantación local de La República en Marcha (su partido).
Sin embargo, debido al hundimiento del bipartidismo, el dirigente centrista dispone de una reserva natural de votos bastante inferior a la de 2017. Entonces, el PS y LR sumaron el 26%. Los candidatos de los socialistas, la derecha republicana, los verdes y los comunistas pidieron el voto para él en aras de hacer un cordón sanitario a la extrema derecha. Todos ellos ahora representan apenas el 12% de los sufragios.
La suma de los votos de los candidatos considerados por los grandes medios como “izquierda radical” y los de la ultraderecha representó el 57% del total
Después de haberse posicionado en repetidas ocasiones como un freno a “los extremos” –una expresión que establece una falsa equidistancia entre la ultraderecha y el populismo de izquierdas de Mélenchon–, supone un fracaso para el presidente el peso electoral de aquellos candidatos con proyectos antagónicos al suyo, aunque desde horizontes ideológicos completamente distintos. La suma de los votos de los candidatos considerados por los grandes medios como “izquierda radical” (Mélenchon, el comunista Fabien Roussel y los trotskistas Nathalie Artaud y Philippe Poutou) y los de la ultraderecha (Le Pen, Éric Zemmour y Nicolas Dupont-Aignan) representó el 57% del total.
“¡Ningún voto para la señora Le Pen!”, “¡ningún voto para la señora Le Pen!”, “¡ningún voto para la señora Le Pen!”, clamó hasta tres veces el insumiso Mélenchon (ecosocialista), el tercer hombre de los comicios. Tras haber sido acusado de ambigüedad hace cinco años, esta vez se mostró mucho más contundente sobre la necesidad de no escuchar los cantos de sirena del lepenismo. Los candidatos perdedores compusieron un “frente republicano” contra Le Pen, con la excepción de los ultras Éric Zemmour y Nicolas Dupont-Aignan. Estas consignas de voto, sin embargo, no desembocan en efectos automáticos.
Su principal adversario: el mismo Macron
“Sé que mucha gente votará por mí o que se abstendrán para frenar al Frente Nacional (el nombre hasta 2018 del partido de Le Pen). (…) Quiero intentar convencerles de que lo hagan por mí y que completen mi proyecto”, dijo Macron al día siguiente de las presidenciales en un desplazamiento en Denain, en el norte de Francia. Allí precisó que podía mejorar su programa respecto a la “ecología”.
Tras haber presentado el 17 de marzo un programa claramente conservador, con medidas como alargar la edad mínima de jubilación hasta los 65 años (con 42 o 43 años cotizados), condicionar la concesión de una renta mínima de inserción (de menos de 500 euros) al hecho de trabajar o estudiar durante 15 o 20 horas o la expulsión de los refugiados a los que se deniegue el asilo, cambió de estrategia desde principios de abril, a medida que Le Pen se le acercaba en los sondeos. Ahora se dedica a tirar la caña a los votantes progresistas. ¿Picarán? No está nada claro, a pesar del riesgo real de la amenaza ultra (y de un cordón sanitario más que necesario).
“Estoy dispuesto a cambiar y decir que no aplicaremos una reforma antes de 2030 (…), si sentimos demasiada angustia entre la gente”, declaró Macron en una entrevista en BFM TV, refiriéndose a la reforma de las pensiones que antes de la primera vuelta deseaba aplicar “desde los primeros meses” de su hipotético segundo mandato. Tras haberse ganado entre 2017 y 2019 la reputación de “presidente de los ricos” debido a su ofensiva neoliberal, ahora se presenta como “el presidente protector”. Presume de buena salud económica de su país. El PIB francés creció un 7% el año pasado (en 2020 cayó un 8%) y el desempleo disminuyó hasta el 7,4%. “Francia va bien”, dicen los macronistas.
“Esta situación me recuerda a lo que sucedió en España en diciembre de 2015, cuando Mariano Rajoy hacía campaña presumiendo de una supuesta recuperación económica, pero luego sufrió un mal resultado”, explica a CTXT Romaric Godin, analista económico en el digital Mediapart, sobre una realidad económica engañosa, en la que la crisis energética y de los precios también influye en los comicios. El autor de La guerre sociale en France recuerda que el principal objetivo de las políticas aplicadas durante la pandemia fue ayudar a las empresas, “los salarios apenas aumentaron”. “Su programa continúa siendo un proyecto neoliberal, no está prevista ninguna reorientación para este segundo mandato”, añade el politólogo Christophe Bouillaud, profesor en Sciences Po Grenoble.
El principal adversario de Macron no es Le Pen, sino el mismo Macron. En concreto, por haber utilizado el cordón democrático de la izquierda para legitimar un agresivo recorte del modelo social francés. Si ahora repitiera esa estrategia, acercaría aún más a los ultras al poder en las presidenciales de 2027. Toda una temeridad.
Una victoria imponente, pero sin alma. Una victoria incontestable, pero engañosa. Una victoria cómoda, pero no definitiva. Es difícil descifrar el triunfo del presidente Emmanuel Macron en la primera vuelta de las presidenciales en Francia. El presidente francés obtuvo el 27,84% de los votos en los comicios del...
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