las consecuencias de la guerra
No estamos preparados para afrontar un ataque nuclear (pero podríamos estarlo)
Ante una sola bomba, existe margen para la actuación. Quienes recibieran el impacto directo no tendrían nada que hacer, pero algunas medidas y recursos, planteados con antelación, pueden paliar las consecuencias de la lluvia radiactiva
Aser García Rada 12/05/2022
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Por si la pandemia o la emergencia climática no fueran suficientes, la guerra de Vladimir Putin contra Ucrania y su amenaza nuclear nos ha vuelto a recordar, de forma salvaje, que vivimos una era de amenazas globales ante las que solo caben la preparación previa y respuestas coordinadas globales. Pero, como las anteriores, la guerra atómica también nos pilla a contrapié y, en especial en España, en pañales.
La huida hacia delante de Vladimir Putin en su guerra contra Ucrania le ha llevado a amenazar a Occidente con “consecuencias que nunca ha afrontado en su historia”. Así, el dirigente del país con más cabezas nucleares del mundo nos ha estampado en la cara otra vieja amenaza global: la guerra atómica, asentada desde que EE.UU. ensayó la destrucción nuclear contra Japón para zanjar sin contemplaciones la II Guerra Mundial. Pero en España un ataque atómico ni se nos ha pasado por la cabeza. No solo a la ciudadanía, tampoco a las autoridades competentes.
Veamos primero de qué estamos hablando. En pleno apogeo de la Guerra Fría, John Badham dirigió Juegos de Guerra (War Games, 1983), thriller de ciencia ficción que representaba la posibilidad de que un ataque y contraataque nuclear entre EE.UU. y Rusia asolase la humanidad. Este clásico, disponible en Filmin, podría haber inspirado una heladora simulación de 2019 del Programa de Ciencia y Seguridad Global (SGS) de la Universidad de Princeton, que estimaba que un enfrentamiento nuclear entre Rusia y la OTAN causaría más de 90 millones de muertos y heridos en las primeras horas de un conflicto que devastaría Europa, Rusia y EE.UU.
El nivel de radiación en una guerra nuclear total pondría en riesgo la supervivencia de casi cualquier forma de vida terrestre que no hubiera fallecido por causa directa de los impactos
Con 3 millones de visitas en Youtube, la simulación empieza por el supuesto lanzamiento de una única arma nuclear por parte de Rusia y una respuesta homóloga de la OTAN, que deriva en una infernal espiral atómica con centenares de bombas enviadas por cada una de las partes. Cabe pensar que tal nivel de radiación pondría en riesgo la supervivencia de casi cualquier forma de vida terrestre que no hubiera fallecido por causa directa de los impactos.
No obstante, entre ese verdadero Armagedón y las consecuencias de una sola bomba, existe margen para la actuación. Quienes recibieran el impacto directo no tendrían nada que hacer, pero algunas medidas y recursos, planteados con antelación, pueden paliar las consecuencias de la lluvia radiactiva entre los supervivientes. Existen ejemplos destacables entre algunos países occidentales, aunque no en el nuestro.
Una amenaza no prevista en España
Según Nukemap, una web que simula el impacto de diversos artefactos nucleares en cualquier lugar del planeta, una bomba como Little Boy (15 kilotones), que arrasó Hiroshima en 1945, devastaría el centro de Madrid desde Chamberí hasta Atocha. Pero una bomba de 800 kilotones, que Rusia podría enviar mediante un misil balístico intercontinental, haría desaparecer del mapa esta capital, volatilizando en un instante a sus 3,2 millones de habitantes. Tendríamos entre media hora y cuarenta y cinco minutos para reaccionar desde el lanzamiento, si hubiera una forma de alertar a la población.
“Todos los países tienen planes de preparación para un accidente o evento radionuclear y se han puesto en marcha en muchos países, especialmente desde el incidente de Chernóbil”, aseguró Mike Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en una reciente rueda de prensa. “Estoy seguro de que los países están revisando esos planes de nuevo”, añadió.
En realidad, en España no hay forma de estar tan seguros. Para empezar, ¿quién se encarga de esto? Por su dimensión, complejidad y transversalidad, un eventual ataque nuclear constituiría un desafío para la Seguridad Nacional. Según la Ley de Seguridad Nacional: “La Política de Seguridad Nacional es una política pública en la que, bajo la dirección del Presidente del Gobierno y la responsabilidad del Gobierno, participan todas las Administraciones Públicas y la sociedad en general”.
Aunque la ley añade que “es responsabilidad de los poderes públicos dotarse de la normativa, procedimientos y recursos que le permitan responder con eficacia a estos desafíos”, no parecen existir en este caso. Desde Presidencia del Gobierno, responsable del Departamento de Seguridad Nacional (DSN), no se ha aportado ningún tipo de protocolo en este sentido.
Por su parte, una portavoz del Ministerio del Interior remite a la Dirección General de Protección Civil y Emergencias, dependiente de este ministerio. Una portavoz de este departamento señala, sin embargo, que la única competencia que tienen en relación a emergencias nucleares es “la planificación en caso de accidentes en centrales nucleares”. “No queremos salir vinculados con guerras”, resume.
En efecto, el Plan Estatal de Protección Civil ante el Riesgo Radiológico está enfocado a accidentes vinculados a “instalaciones, actividades y situaciones en las que se manejan, procesan o almacenan sustancias radiactivas o nucleares”, no a guerras atómicas. La sección de documentación de la web de Protección Civil permite, por ejemplo, solicitar el envío de publicaciones como Comportamientos a adoptar en caso de emergencia nuclear, aunque el correo electrónico facilitado para hacerlo (documentacion@procivil.mir.es) no está operativo.
Preguntados si hay alguna forma de comunicación de emergencias a la población, desde Protección Civil se explica que se están terminando de implantar dos tipos de tecnologías. Por un lado, la Localización Móvil Avanzada (AML, por sus siglas en inglés), que consigue geolocalizar a alguien en riesgo que llame al 112 y, por otro, la RAN-PWS (siglas de Red de Alerta Nacional-Public Warning System), que permite el envío generalizado e inmediato de alertas a los móviles de personas en zonas afectadas por catástrofes inminentes o en curso.
Un sistema similar alertó el 13 de enero de 2018 a los habitantes de Hawái, que recibieron el siguiente mensaje: “AMENAZA DE MISILES BALÍSTICOS LLEGANDO A HAWÁI. BUSQUEN REFUGIO INMEDIATO. ESTO NO ES UN SIMULACRO”. Pero, en este caso, la alerta no se debió haber enviado porque sí formaba parte de un simulacro, un error humano que causó el pánico durante los 38 minutos que se tardó en aclararlo. En cualquier caso, desde Protección Civil señalan que en una emergencia de esa envergadura no serían ellos los que informasen, y remiten al Ministerio de Defensa, al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) o al ya citado DSN.
“No se está informando sobre esas eventualidades, los analistas de defensa no están hablando”, señala una portavoz del Ministerio de Defensa que sugiere contactar con algún think-tank de referencia. “Este tema no es nuestro”, responden desde El Real Instituto Elcano, laboratorio de ideas español líder cuya misión es “contribuir a la elaboración de respuestas innovadoras, sólidas, inclusivas e informadas sobre los retos globales y su gobernanza”, según su web.
Arturo Fernández, portavoz del CSN, también deriva a Protección Civil, explicando que su labor se centra en la seguridad de “las instalaciones nucleares y radiactivas”. Así, ante eventuales accidentes radiactivos en las siete centrales nucleares que operan en España se dispone de un Plan Básico de Emergencia Nuclear, pero no existe documento o normativa conocidos que protocolicen la respuesta ante un ataque nuclear.
El Ministerio de Sanidad también remite a Presidencia del Gobierno ante la pregunta de si está coordinando con las comunidades autónomas la eventualidad de tener que atender a múltiples víctimas de un ataque nuclear. Por su parte, las Consejerías de Sanidad de la Comunidad de Madrid o la Generalitat de Cataluña no han respondido ante reiterados intentos de comunicación para saber si han planteado algún plan de este tipo entre sus centros sanitarios. Sí lo ha hecho una portavoz de la de Andalucía, que indica que no tienen “ninguna información al respecto” y deriva al Ministerio de Sanidad, “el competente en esta materia”, pese a que la asistencia sanitaria está transferida a las comunidades autónomas.
Sistemas de alerta en las ciudades
La guerra en Ucrania ha llevado a los Bomberos de Francia, nación con 18 centrales nucleares, a recordar a través de Twitter que unas 4.500 sirenas en pueblos y ciudades de todo el país se prueban para alertar de una emergencia nuclear regularmente el primer miércoles de cada mes a las 12 del mediodía, de forma que esta rutina no cause el pánico. ¿Disponen las grandes capitales españolas, –algunas con metro en el que poder guarecerse– de algún mecanismo similar de aviso a la población?
El Ayuntamiento y la Policía Municipal de Madrid se limitan a remitir, de nuevo, a Protección Civil. Por su parte, una portavoz del Ayuntamiento de Barcelona señala que “en relación al riesgo químico, en Barcelona solo hay sirenas instaladas en las dependencias del Puerto de Barcelona” y sugiere preguntar a Defensa o la Generalitat. Desde el Ayuntamiento de Bilbao se remite directamente al Gobierno Vasco. Un portavoz del mismo admite que “entre los planes de contingencias del Gobierno Vasco no están previstos ataques nucleares”.
“Sí que tenemos un plan de emergencias redactado por los bomberos de Zaragoza ante la posibilidad de algún escape nuclear en alguno de los espacios donde se manejan materiales radiactivos, pero para nada hay un plan vinculado a catástrofes nucleares derivadas de una guerra”, reconoce Francisco Javier Alonso, portavoz del Ayuntamiento de la capital aragonesa. “Eso es una competencia que excede a los ayuntamientos”, añade. Pese a la cercanía con la Base Aérea de Zaragoza (unos 15 km) y a la eventualidad de que esta fuese objetivo militar, Alonso señala no conocer ningún protocolo específico de actuación y remite a Defensa o la Delegación del Gobierno en Aragón.
Coordinación a nivel europeo
Ioannis Virvilis, jefe de prensa de la Representación de la Comisión Europea en España, declara que la Unión Europea (UE) tiene pocas competencias en este sentido. No obstante, puntualiza: “En la UE hay varias redes para dar respuestas rápidas y coordinadas a las emergencias radiológicas compartiendo datos en tiempo real”.
Por ejemplo, el programa ECURIE (Intercambio Urgente de Información Radiológica de la Comunidad Europea), establecido tras el accidente de Chernóbil en 1986 para aportar a los Estados miembros información radiológica fiable y temprana ante accidentes nucleares, o la Plataforma Europea de Intercambio de Datos Radiológicos (EURDEP), que informa de los datos diarios de vigilancia radiológica de la mayoría de países y casi en tiempo real.
Virvilis explica que, aunque la protección de los ciudadanos y la seguridad de las centrales nucleares es competencia nacional, “el Mecanismo de Protección Civil de la Unión también tiene la vocación de coordinar la asistencia a las catástrofes e incidentes nucleares”. De hecho, se encuentra involucrado en la mayor operación de protección civil de la UE hasta la fecha, prestando asistencia a Ucrania, Eslovaquia, Polonia y Moldavia. Por lo que respecta a la salud, “la Comisión está trabajando para garantizar una mayor preparación contra los riesgos biológicos, químicos y nucleares, ya desde antes de la guerra de Ucrania”, recalca. Entre otros, mediante la Autoridad Europea de Preparación y Respuesta ante Emergencias Sanitarias (HERA), recién creada a raíz de la pandemia de covid-19.
La Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA), por su parte, no ha respondido a reiteradas solicitudes de información.
Yodo en dosis altas para prevenir cáncer de tiroides
Ante la amenaza nuclear, algunas personas han buscado pastillas de yodo en las farmacias, utilizadas para minimizar el riesgo de cáncer tiroideo tras exposiciones radiactivas. En España, el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos ha llamado a la “tranquilidad”, en especial porque las que se venden en nuestras farmacias no son útiles en este caso: los comprimidos comercializados tienen de 0,1 a 0,3 miligramos de yodo y se utilizan para tratar determinadas carencias, mientras que ante la radiación se precisan los de 65 a 130 miligramos, que no se comercializan de forma directa, a diferencia de lo que ocurre en Bélgica, Polonia o los países nórdicos.
Algunas personas han buscado pastillas de yodo, pero las que se venden en nuestras farmacias no son útiles en este caso
La tiroides, glándula situada en el cuello, precisa captar yodo para producir las hormonas tiroideas. Un incidente nuclear libera yodo radiactivo al ambiente que, captado por el organismo y acumulado en la tiroides, aumentaría el riesgo de cáncer en la misma. El yodo a dosis altas ingerido de forma puntual satura la glándula del convencional y evita que capte el radiactivo.
Juana Jiménez, periodista española afincada en Oslo, afirma que los comprimidos de yodo en cantidades altas, que sí se venden sin receta en Noruega –fronteriza con Rusia–, se agotaron a las 24 horas del ataque a Ucrania, si bien ya se han repuesto. “Me sentí un poco aliviada al conseguirlo”, recalca. Jiménez llamó a la farmacia de su pueblo en España e intentó sin éxito encontrarlos para su familia: “No tienen ni idea, solo saben del yodo como suplemento alimenticio”.
Los comprimidos de yodo en cantidades altas, que sí se venden en Noruega, se agotaron a las 24 horas del ataque a Ucrania
Esta periodista remite a la web de la capital noruega, en la que un apartado específico denominado “la ciudad de Oslo y Ucrania” lleva a un enlace con un listado de refugios de emergencia y a otro que explica quién necesita hacer acopio de comprimidos de yodo en previsión de una emergencia nuclear: menores de 40 años, embarazadas, mujeres en periodo de lactancia o familias con niños, siguiendo las recomendaciones de la Autoridad Noruega de Seguridad Nuclear y Radiológica (DSA).
En España, ese yodo lo distribuiría Protección Civil en caso de accidentes nucleares en una central, mientras que, en caso de incidente bélico, sería la Farmacia Militar la responsable de producirlo y distribuirlo. Pero no parece claro que eso fuera a ser factible ante la devastación de una bomba atómica, teniendo en cuenta que la OMS recomienda tomarlo entre menos de 24 horas antes y dos horas tras el inicio previsto de la exposición.
Sobrevivir a la lluvia radiactiva “no es suerte, es preparación”, según las autoridades estadounidenses
La mayoría de recomendaciones destinadas a quienes no reciban el impacto directo, insisten en la importancia de resguardarse en interiores durante las críticas primeras horas tras la detonación para protegerse de la lluvia radiactiva. Esta es la caída de partículas radiactivas desde la atmósfera procedentes de una explosión nuclear, y emite en esas horas iniciales los niveles más altos de radiación, que decaen de forma sustancial con el paso de las horas.
Aunque en España no hemos encontrado ningún recurso digital que informe de medidas individuales ante un eventual ataque nuclear, sí existen relevantes enlaces en EE.UU. Destaca Ready, una campaña de su Departamento de Seguridad Nacional para que la población aprenda a prepararse, responder y mitigar las emergencias. Sus recomendaciones ante una explosión nuclear están disponibles en inglés y en castellano.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estadounidenses disponen asimismo de un listado de recomendaciones en castellano –que incluyen incluso pautas para guarecer y descontaminar animales domésticos– y una serie de preguntas y respuestas. También encontramos consejos para sobrevivir a la lluvia radiactiva en la web de la Cruz Roja Americana.
Todos ellos desarrollan las siguientes recomendaciones:
- Identificar con anterioridad el mejor lugar de refugio cerca del sitio donde pasamos más tiempo, como el domicilio, el trabajo o la escuela.
- Ante una explosión, buscar refugio y protegernos en el interior: mejor en edificios de ladrillo u hormigón, lejos de las paredes exteriores, donde se acumula la radiación. Los mejores lugares son los sótanos y los pisos en la mitad de edificios altos.
- Si la explosión nos encuentra en el exterior, intentar parapetarnos tras algún objeto y situarnos boca abajo para proteger la piel del calor y el cuerpo de los escombros. Si nos encontramos en un vehículo, hay que intentar entrar en un edificio.
- Quitarnos la ropa contaminada y limpiar o lavar la piel expuesta en caso de haber estado en el exterior.
- Quedarnos en el refugio un mínimo de 24 horas para evitar la llegada de la lluvia radiactiva, que tarda al menos 15 minutos en empezar caer en las zonas no afectadas de forma directa por la detonación.
- Tratar de estar informados sobre la evolución del ataque para saber cuándo las autoridades consideran que es seguro salir y dónde debemos ir. Aunque es posible que la telefonía móvil, la televisión e internet se interrumpan, las radios a pilas o a manivela funcionarán después de una detonación nuclear.
- Asegurarnos kits de emergencia en los lugares que frecuentamos. Deben incluir agua embotellada, alimentos envasados, medicamentos, radio a pilas o manivela, linterna, jabón, desinfectante de manos y silbato para pedir ayuda, entre otras cosas.
En definitiva, sí hay cosas que podemos hacer para protegernos ante una emergencia nuclear de alcance limitado y no todo depende de la suerte. Así lo recuerda el lema que reiteran varios de los recursos estadounidenses consultados, incluso con hashtags creados ex profeso: “estar listo para las catástrofes requiere preparación, no suerte” (#BeReady, #Prepárese, #ItsNotLuck, #NoEsCuestiónDeSuerte).
Por si la pandemia o la emergencia climática no fueran suficientes, la guerra de Vladimir Putin contra Ucrania y su amenaza nuclear nos ha vuelto a recordar, de forma salvaje, que vivimos una era de amenazas globales ante las que solo caben la preparación previa y respuestas coordinadas globales. Pero, como las...
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Aser García Rada
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