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Marchando una de lloriqueo: paguen más
La solución para encontrar camareros puede ser tan sencilla como la propuesta por el presidente comunista de Estados Unidos, Joe Biden: prueben a pagarles más. A ver qué pasa
Gerardo Tecé 24/05/2022
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Cada vez que entro al baño de casa me llevo la misma desagradable sorpresa que me hace acabar gritando preso de la ansiedad: ¡no hay jacuzzis en España! Mi novia, acostumbrada a la escenita, me acerca una bolsa de papel para que, sentado en el suelo del pasillo, inspire y luego espire. Haberlos haylos, me dice pasado un rato cuando me ve más tranquilo, lo que no hay es dinero ni espacio para que nos permitamos el capricho. ¿Sociedad del bienestar? Si uno no puede sentir burbujas de colores recorriendo su espalda cada vez que le apetezca, ¿por qué lo llaman así?
El verano está a la vuelta de la esquina y en España no hay camareros, gritan con ansiedad las portadas de los periódicos mostrando mayor preocupación por el bienestar de los empresarios hosteleros que por el de mi espalda. La falta de camareros es muy preocupante, cunde el pánico en las tertulias matinales de televisión y brota en uno el irrefrenable impulso de sacar la cabeza por la ventana a ver si encuentra el dichoso platillo volante por cuyo tubo vertical de luz estarían siendo abducidos nuestros amigos los currelas de la hostelería. Ni rastro. Esto pone en grave riesgo la campaña de verano y, con ella, la recuperación económica, señalan sesudos analistas del libre mercado que, sin embargo, no acaban de explicar la recuperación económica de quién estaría en riesgo teniendo en cuenta que la desaparición de camareros parece ser voluntaria.
Indagando un poco en el enigma, uno empieza a encontrar pistas que le llevan a concluir que no, no es cosa de los extraterrestres. En redes sociales, una mujer muestra pantallazos de una conversación con un empresario hostelero que le hace una suculenta oferta: trabajar 15 horas diarias en su bar durante seis días a la semana a cambio de cobrar 800 euros al mes. Antena3 le da vox, perdón, voz, a un habitual de la cadena cuando se trata de hablar en nombre de los hosteleros. El tipo explica con una campechanía digna de regatista de Sanxenxo que los empresarios no tienen por qué cambiar nada, que es culpa de la gente, que se ha vuelto muy tiquismiquis: de toda la vida aquí se ha trabajado media jornada, es decir, 12 horas. Jeje.
Gran parte de la hostelería española afronta los nuevos tiempos con un I+D consistente en esperar a que quien deja el currículum esté desesperado
Parece que no, que no hay desaparición masiva, sino un masivo lloriqueo causado por una variable de la capitalista ley de la oferta y la demanda. Esa que hasta hoy se usaba en el sector de la hostelería para repetir “lo coges o lo dejas, como tú tengo a diez más”. Esa ley que nadie espera que, a veces, cambie de dirección: si el camarero tiene una oferta mejor que trabajar 15 horas diarias en tu restaurante por 800 euros al mes, pues es el mercado, amigo. El argumento del empresario como líder de una oenegé dedicada a la generación de empleo se desmorona cuando no se encuentra a quién emplear. “Es un drama”, señala el campechano de la media jornada de 12 horas. El trabajador de la hostelería, tradicionalmente maltratado y, sin embargo, presentado como beneficiario de la oenegé empresarial, resulta –sorpresa– que no es un beneficiado de nada, sino una herramienta fundamental y mal pagada para que el empresario hostelero llenase la caja registradora que ahora tiembla asustada. Un lujo, eso de tener manos que trabajen tu negocio en lugar de las tuyas que, como ocurre con los jacuzzis –que no cunda el pánico–, existir existen, pero hay que pagarlas.
Gran parte de la hostelería española, pilar fundamental de nuestra economía, afronta los nuevos tiempos con un I+D consistente en esperar a que quien deja el currículum esté lo suficientemente desesperado. Los grandes medios, actores sociales llamados a iluminar el estado de las cosas, entran al asunto abonados aún al discurso caducado del empresario como tipo que crea puestos de trabajo por altruismo y no por necesidad productiva que debe poder pagar si se quiere llamar empresario. Dándole voz a quien aporta la valiosísima perspectiva empresarial de que el látigo debe continuar como siempre, porque así ha sido toda la vida. Con un pequeño hándicap, claro: últimamente, no se presentan demasiados voluntarios a recibir latigazos. Igual sobran portadas, tertulias, debates y mensajes catastrofistas. Igual la solución es tan sencilla como la propuesta por el comunista presidente de los Estados Unidos de América Joe Biden: prueben a pagarles más. A ver qué pasa.
Cada vez que entro al baño de casa me llevo la misma desagradable sorpresa que me hace acabar gritando preso de la ansiedad: ¡no hay jacuzzis en España! Mi novia, acostumbrada a la escenita, me acerca una bolsa de papel para que, sentado en el suelo del pasillo, inspire y luego espire. Haberlos haylos, me dice...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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