Gonzalo Abaha Nguema Mikue / activista LGTBIQ+ y escritor guineoecuatoriano
“En Guinea Ecuatorial hay mujeres que fallecen sin haber vivido”
Lucía Mbomío 9/05/2022
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Gonzalo Abaha es miembro de la asociación proderechos LGTBIQ+ de Guinea Ecuatorial ‘Somos parte del mundo’. Recientemente ha autopublicado su primer libro, Las ratas también se enamoran, en el que aborda la dura situación de muchas mujeres del pueblo fang en su país.
Pese a que su obra se considera literatura erótica y, en efecto, hay varias descripciones sexuales explícitas, el centro de su relato lo ocupa el concepto de la deuda. Basándose en ella, un montón de mujeres se pasan la vida devolviendo con su cuerpo, a través de redes de trata que comienzan en el seno familiar, con las lógicas atenciones y cuidados derivados de la crianza que recibieron de pequeñas.
También aborda otras cuestiones como la división de los roles de género, la pobreza de buena parte de la población, las migraciones intracontinentales, la homosexualidad o las relaciones de poder.
No es la primera vez que un autor decide ponerse en la piel de una mujer, sin embargo, no es tan común en la literatura producida en Guinea Ecuatorial, ¿por qué ha querido hacerlo así?
Hay una parte de los hombres de esta sociedad, en la cual me incluyo, que estamos en desacuerdo con la forma en la que se las trata, por eso creemos que debemos despatriarcalizar el lugar que habitamos. Parte de esa acción es la amplificación del mensaje de las mujeres y el acompañamiento en su denuncia. Las situaciones de injusticia y vulnerabilidad que padecen no deben ser cuestionadas solo por ellas sino por todas las personas que formamos parte de la sociedad y estamos en desacuerdo con ellas.
¿Le ha costado dar vida a Minerva, la protagonista femenina de su libro? ¿Cómo ha sido su proceso de documentación y creación?
Es un reto que un autor masculino dé vida a una protagonista femenina. No obstante, en mi caso, el hecho de haber sido testigo de varios episodios vejatorios hacia las mujeres ha provocado que pueda narrarlos con más facilidad. Mi proceso de observación y, si me apuras, de comparación con mi propia realidad y la de otros hombres me ha permitido detectar que sus experiencias no solo no son adecuadas sino que dejan en entredicho su autonomía. Todo eso me ha ayudado a crear a Minerva.
El libro se titula Las ratas también se enamoran y en él aparece la frase: “Las mujeres son como niñas, unas ratas, no escuchan nunca”, ¿qué implica ser una rata en la sociedad guineoecuatoriano/fang?
No es raro escuchar a las madres y a los padres decir a sus hijes que “tienen orejas de rata”, en fang, “óhnè meeñó anhé ndang”, como forma de llamarles rebeldes y de evidenciar que no se adhieren a las normas establecidas ni a la tradición. No todo el mundo, obviamente, pero hay quien considera que las mujeres son como niñas incapaces de tomar decisiones coherentes. Es como si se les arrebatara la posibilidad de tener conciencia e inteligencia.
Así que, respondiendo a tu pregunta, el título del libro parte de lo que he explicado: la protagonista, Minerva, no se ajusta a la idea que la sociedad tiene de lo que se supone que debe ser una mujer y como es rebelde y no escucha, la consideran una rata.
En su obra aparece en varias ocasiones el concepto de “deuda”, ¿a qué se refiere?
Existe ese sentimiento de endeudamiento constante e infinito, como si se tratara de una cuenta crónica. No en todos los casos, pero sí para una parte importante de la sociedad fang, que entiende la crianza no como los deberes derivados de la paternidad/maternidad, sino más bien como una serie de favores que tienen que devolverse. Eso es lo que provoca que muchas jóvenes cedan al chantaje emocional y acaben prostituyéndose o que se produzcan matrimonios forzados y/o infantiles.
Una parte importante de la sociedad fang entiende la crianza como una serie de favores que tienen que devolverse
¿Cómo se devuelve la deuda?
Depende de la situación económica de la familia, claro, pero cuando las niñas cis mestruan ya se las considera mujeres y, a partir de ahí, se les empieza a exigir que ayuden en casa, que sean responsables de sí mismas y que busquen a hombres que les puedan apoyar económicamente a ellas y a sus allegados. De hecho, hay bastantes niñas cuyos novios pagan la matrícula del centro educativo al que asisten. El problema es que como sus coetáneos normalmente no pueden hacerlo, terminan buscando a señores de más edad.
Se trata de un sistema de explotación severo que surge en el núcleo familiar y que no permite que la niña medre o se sienta libre para decidir sobre su propia vida. Obviamente, todo esto que estoy contando se da más entre la población pobre, a la que no le quedan muchas más opciones.
Luego hay otro problema y es que, por desgracia, muchas, si no tienen contactos, para poder conseguir empleo, deben acostarse con sus potenciales empleadores. Lamentablemente, hay mucho abuso y acoso sexual en el ámbito laboral, de modo que lo de los favores interminables se extiende también al trabajo.
¿Y nadie denuncia?
Es que pese a que se denuncie, no se considera delito, ven ese tipo de quejas como algo absurdo.
De sus palabras se deriva que responsabilizar solo a las madres sería injusto sin tener en cuenta la situación económica en la que viven muchas familias y la dificultad para encontrar un empleo cuyo salario sea digno, especialmente, siendo mujer.
Cierto, es injusto, pero se responsabiliza a las madres porque no se espera que los padres estén. Si la madre está soltera y no tiene estudios, debido a que en su niñez y en su juventud no se le dio importancia a su formación, sus opciones laborales son escasas más allá de ser niñeras o de limpiar. Los sueldos de ese tipo de trabajos son bajísimos e insuficientes. De hecho, muchas madres solteras, pese a la condena social que se deriva de ello, se prostituyen, de manera más o menos formal, ya que no les quedan más opciones.
Por lo que relata, hay una parte de la sociedad que te lleva a ello y otra que lo condena de manera muy firme, de ahí que se critique a aquellas que están con hombres blancos que les sacan muchos años como forma de medrar. Las llaman BB, buscablancos, ¿podría desarrollar este concepto que aparece en su libro?
“Las buscadineros han acabado con el amor” es parte de la letra de una canción, de ahí parte esa expresión y está relacionada con la realidad de Guinea a raíz de que se encontrara petróleo y se instalaran en el país empresas occidentales. En el caso de los hombres, si tienen ganas de sexo, buscan a chicas. Como algunas familias fang abocan a sus hijas a que se prostituyan, ellas, si pueden escoger, prefieren a estos hombres porque pagan mejor.
Los hombres occidentales tienen una libertad incomprensible para hacer en Guinea lo que las leyes de sus países les impiden
No obstante, el concepto de buscablancos tiene sus antecedentes en la época colonial, en la que había mucha prostitución. Pese a que se prohibían la relaciones sexuales entre personas blancas y negras, eran muy comunes, especialmente entre mujeres negras, a quienes se hipersexualizaba y hombres blancos. De hecho, hay zonas en las que hay población muy mezclada y no es casual.
Llegados a este punto es fundamental recalcar que estas prácticas son patriarcales y universales porque cuando los hombres occidentales están en Guinea tienen una libertad incomprensible que, si lo desean, les permite estar con jóvenes, algunas hasta menores de edad. Todo lo que las leyes de sus países les impiden hacer, lo hacen en el nuestro.
Pero aparte de esto están las violaciones perpetradas por las fuerzas de seguridad del Estado o de los docentes en los centros educativos como forma de soborno y /o de pagar deudas (reales o no). En ambos casos son figuras de autoridad, ¿sus delitos tienen consecuencias?
En la obra, cuando Minerva sale con su tía del pueblo para ir de Guinea a Gabón, es violada por un militar del país vecino, nada ni nadie le exige responsabilidades, pues bien, esto se ha convertido en algo normal. La impunidad es lo habitual. Es más, la tía usa a su sobrina para poder continuar su camino con total normalidad.
Es importante añadir que el factor migratorio es un plus, a un porcentaje importante de las camerunesas que están en situación irregular les ha pasado lo mismo cuando quisieron entrar en Guinea. De hecho, hay un proceso de trata dentro del país que es brutal. Esto crea otro problema para quienes han entrado legalmente, de quienes se piensa que también son prostitutas se dediquen a ello o no.
Y en el libro también se habla de hombres que se acuestan con otros hombres por dinero.
Dentro de nuestra sociedad, la homosexualidad está penalizada; sin embargo, hay hombres mayores, dentro del armario, casados con mujeres para aparentar, que se acuestan con jóvenes a los que pagan. Esto sucede sobre todo en las grandes ciudades, como Bata y Malabo, lugares en donde también hay chicos que se prostituyen por necesidad. Sin embargo, no se habla sobre el tema y está muy oculto porque tanto el que recibe el dinero como el que paga tienen mucho que perder.
Hay otros aspectos interesantes en su obra como la división de roles de género, ¿en qué se traduce en la vida de las mujeres?
En Guinea Ecuatorial, hay mujeres que fallecen sin haber vivido porque han ido cumpliendo los preceptos de sus padres, sus maridos y de sus hijos primogénitos varones. Así las cosas, es complicado que una mujer se sienta satisfecha y amada puesto que siempre están pendientes del qué dirán y su autoestima está por los suelos. No obstante, hay excepciones muy poderosas que, con sus ideas y acciones, están contribuyendo a la emancipación de otras mujeres.
¿Podría hablarme de estos movimientos feministas?
Existen, claro, pero la vida de las personas que defienden los derechos humanos en Guinea no es nada fácil. Se asume que nuestras ideas son importadas y una nueva forma de neocolonialismo basada en la falta de afección hacia “lo africano”. A las mujeres feministas las consideran rebeldes sin sentimientos y fracasadas en el amor que están vendiendo el continente.
En el caso de les activistas LGTBIQ+ se cree que hay una élite de gente blanca detrás que está financiando estos movimientos para desordenar la moral de los africanos.
Consideramos una suerte volver a ver el sol sin que nos haya sucedido algo, sin que nos acusen de lo que sea
Sea como fuere, la lucha para ambos colectivos es difícil porque no es contra personas sino contra las ideologías arraigadas en el seno de la sociedad. En ocasiones esos movimientos se sienten limitados porque ni están legalizados ni pueden hacer lo que les gustaría. Al poder no le viene bien que haya mucha gente con mente abierta que cuestione su manera de proceder.
Sus cabezas visibles están constantemente en observación, así que su vida, nuestra vida, es una batalla diaria. Consideramos una suerte volver a ver el sol sin que nos haya sucedido algo, sin que vengan a tocar nuestra puerta para acusarnos de lo que sea. Por eso tratamos de celebrar cada día que vivimos ya que sabemos que puede ser el último.
La gente LGTBIQ+ está directamente descartada. La organización Somos parte del mundo trabaja con una población excluida por la sociedad. En nuestro seno hay un montón de casos de gente que ha sido abandonada por su propia familia y también muchos ejemplos de trata. Últimamente, además, varios suicidios y muertes repentinas que no entendemos…
En las luchas feministas hay poca presencia masculina porque no está bien visto que un hombre defienda los derechos de las mujeres. Quienes lo hacen se convierten, a ojos de mucha gente, en personas que traicionan la virilidad y la masculinidad heteronormativa patriarcal.
Hay una conclusión que saco a raíz de una frase que pronuncia la protagonista: “Me amaba aunque yo fuera una puta porque yo era su putita guapa”. ¿Cuántas mujeres creen que no tienen derecho a ser amadas por nadie, ni siquiera por sí mismas, y celebran las sobras?
Por desgracia, demasiadas.
Gonzalo Abaha es miembro de la asociación proderechos LGTBIQ+ de Guinea Ecuatorial ‘Somos parte del mundo’. Recientemente ha autopublicado su primer libro, Las ratas también se enamoran, en el que aborda la dura situación de muchas mujeres del pueblo fang en su país.
Autora >
Lucía Mbomío
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