El pasado 6 de abril, decenas de personas investigadoras y docentes en universidad y centros de investigación respondieron a la convocatoria internacional Rebelión Científica. 

Se concentraron en la puerta del Congreso de los Diputados y arrojaron agua teñida con remolacha que simbolizaba la sangre que costará no actuar ante la crisis ecológica multidimensional que atravesamos.

Esta semana, al menos catorce de las personas –entre las que hay reputados científicos y algunos colaboradores de CTXT– que participaron en el acto de desobediencia civil han sido llamados a declarar ante la Brigada Antiterrorista, bajo la amenaza de pasar a encontrarse en situación de busca y captura si no se presentaban. La Brigada Provincial de Informacion es el grupo que se dedica al terrorismo, a las bandas organizadas, los delitos de odio y los radicalismos, es decir, a ideologías con implicación violenta. Se acusa a los participantes en la protesta de delito de daños y delito contra las instituciones del Estado y se añade que alteraron “de forma notoria” la sesión que se estaba celebrando en el Congreso de los Diputados. 

Meses antes, parte de los y las investigadoras del IPCC habían filtrado el borrador del informe sobre la situación climática, temiendo que las presiones ejercidas por los lobbies económicos modificasen y suavizasen la dureza de las conclusiones.

¿Qué está sucediendo para que, en una sociedad que se autodenomina del conocimiento, la obligación de divulgar los resultados de la investigacion se tenga que convertir en un acto clandestino?

Si quienes investigan y estudian tienen que salir del ámbito académico para cumplir su obligación, tenemos un importante problema.

¿Va a decir algo el Gobierno o el ministro del Interior al respecto? ¿Les parece normal a Pedro Sánchez y a Teresa Ribera que Marlaska mande a la brigada antiterrorista a detener a unos científicos que ejercen su libre derecho a la protesta civil para tratar de concienciar a la sociedad del enorme problema que tenemos delante?

Es una vergüenza que se señale como amenaza a quienes se preocupan por las consecuencias de las conclusiones a las que llegan en sus estudios. 

¿Dirán algo las propias universidades, escandalosamente silenciosas ante el ecocidio y sus consecuencias sobre la vida de la gente y del resto del mundo vivo?