1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

derechos

El mundo se va a la mierda y nosotras hablando de sexo

Las guerras de género –a derecha o izquierda– tienen la capacidad de movilizar en un momento de desafección política. A veces, como sucede en Estados Unidos con el aborto, consiguen un retroceso en derechos

Nuria Alabao 25/06/2022

<p><em>Involución</em></p>

Involución

J. R. Mora

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Sí, a veces tengo esa sensación, quiero hablar de sexo, de disfrute, de placer, quiero hablar del Orgullo, de amor no reglado, pero pienso: el mundo se desmorona ¿qué importan esas cosas? ¿Qué verdad vale la pena decir cuando el horizonte parece el colapso ecológico, la crisis permanente, la violencia cada vez menos solapada? 

Pero no podemos escapar. Aunque no como me gustaría, hablar hoy de sexo es inevitable cuando la reacción acecha en medio mundo, cuando las extremas derechas hermanadas con los fundamentalismos religiosos de todo signo vuelven a cercar nuestra sexualidad y lo que va asociado a ella, ya sea el sexo en sí –quién puede follar con quién–; o quién tiene derecho a reproducirse –o incluso obligación– y quién no, por extranjero, por negro, por no occidental, por musulmán. Hay implícito además en buena parte de esos proyectos un cómo debería organizarse la crianza para que el futuro humano o humana se convierta en un valor para el capital, en un trabajador –nacional, siempre claro–. Las instrucciones están en la tradición, nos dicen, en una fantasía a la que llaman “familia natural”. En realidad, hablar hoy de sexo también es hablar de una estructura que sujeta un orden de dominación, uno que nos lleva al desastre.

La sexualidad sirve porque permite construir fantasmas, crear guerras culturales que desvían la atención de este mundo que se desmorona hacia otras pasiones que nos agitan

Desde este pequeño país liberal en una esquina de Europa –sí, liberal en valores, no dudéis– los retrocesos pueden parecer algo lejanos. Pero el ejemplo estadounidense sobre el aborto señala en otra dirección. En muchos lugares además, cada vez hay más gente que extrae su identidad de organizarse para atacar a los gays o a los migrantes, se han prohibido los Orgullos –como en Moscú– o la vida del nonato está por encima de la que lo gesta –como en Polonia, Honduras, Nicaragua, el Vaticano…–. En cualquier caso, en varios países del mundo las cuestiones de género –de las mujeres, de las personas LGBTIQ– convertidas en guerras son herramientas útiles para ganar y sostener el poder, para generar coaliciones –entre religión y política, entre distintas religiones–. Son convenientes para movilizar y agitar socialmente en momentos de desafección política. La sexualidad sirve porque permite construir fantasmas, crear guerras culturales que desvían la atención de este mundo que se desmorona hacia otras pasiones que nos agitan y desazonan; condensan miedos y construyen sobre las inseguridades vitales una dirección para vidas sin demasiado sentido –sobre todo colectivo–; generan comunidades afectivas. Un propósito, un orden, una guía moral también. (Hoy tenemos todas las opciones –nos dicen–, podemos vivir de cualquier manera, pero en realidad no podemos elegir casi nada porque no tenemos dinero. La sensación para muchas es más bien que la vida se nos va de las manos). 

Pasiones explosivas, potencia política

Las guerras del género no son exactamente nuevas, aunque hoy tienen un nuevo sentido. Gayle Rubin las describía como “momentos políticos” del sexo, en los que las pasiones desatadas ante cuestiones morales son canalizadas hacia la acción política y de allí al cambio social –ya sean leyes o linchamientos–. Como ejemplos históricos de estos “pánicos morales” la histeria sobre la esclavitud sexual blanca –la “trata de blancas”– de la década de 1880 o el terror sobre la pornografía infantil de finales de los 70 –que intentaban vincular a los homosexuales–. El mecanismo es así: los medios de comunicación se indignan, la gente se comporta como una turba enfurecida, se activa a la policía y el Estado promulga leyes nuevas, dice Rubin. Y todo pánico moral tiene consecuencias a dos niveles: la población objeto del mismo es la que más sufre, pero los cambios sociales y legales nos afectan a todos.

Para activar las guerras de género es necesario fabricar víctimas, lo que permite justificar las reacciones, ya sean nuevas leyes punitivas, restricción de derechos o escraches. (No hace falta extenderse mucho sobre cómo esto intersecta con una característica de la política hoy –también la de izquierdas– muy centrada en la construcción de la figura de la víctima.) Así, cuestiones como la expresión de las disidencias sexuales, la prostitución, el porno o la educación sexoafectiva en las escuelas se vinculan a otros significantes para mostrarlos como amenazas a la salud, a la familia a mujeres o niños, a la seguridad nacional o a la civilización misma, dice Rubin. Las extremas derechas actuales son expertas en este tipo de mecanismos, en usar el escándalo y manejar sus entretelones, en construir víctimas –a menudo muy alejadas de las personas que realmente están en posiciones de mayor vulnerabilidad social–. Son eficaces desencadenando crisis, fabricando crisis y alimentándose de las consecuencias de las mismas.

Poner en cuestión los roles de género, como hace el feminismo, puede tener consecuencias más desestabilizadoras de lo que puede parecer a simple vista

Las guerras de género son armas poderosas porque son profundamente emocionales. En EE.UU. llevan desde los años 70 atacando el derecho al aborto con esta estrategia: identificando los abortos como “asesinatos en el útero” y las leyes favorables como “leyes de matanza infantil”. Estas campañas agresivas que abusaban del escándalo moral se demostraron capaces de movilizar las pasiones de muchos militantes provida y marcaron la pauta del debate sobre este derecho hasta día de hoy. Los activistas antiaborto publican fotos de fetos no nacidos, dicen que es “infanticidio” y lo comparan con las prácticas eugenésicas de la Alemania fascista. Una carga emocional y unas hipérboles expresivas que han sido, desde entonces, características del tratamiento que los fundamentalistas dan a esta cuestión. Parece que les ha funcionado como pivote para constituirse en un bloque de poder.

Además, poner en cuestión los roles de género, como hace el feminismo, puede tener consecuencias más desestabilizadoras de lo que puede parecer a simple vista. Para muchos supone un ataque a la propia identidad, a las coordenadas que organizan nuestro mundo y las propias relaciones sociales. Los argumentos no han cambiado tanto: como los homosexuales no se pueden reproducir tratan de convertir a nuestros niños en las escuelas –parece absurdo, pero forma parte del argumentario clásico de las derechas radicales desde los 70–. De ese tipo de narrativas surgen las virulentas guerras contra la educación sexoafectiva, contra la educación igualitaria en todo el planeta, esa que “sexualiza” a nuestros pequeños mientras la familia se disuelve junto con la autoridad paterna y todo es crimen y caos a nuestro alrededor. Mientras que, por otro lado, se trata también de moralizar, de purificar la sociedad en algún tipo de fuego redentor y se nos dice que los adolescentes violan en manada porque ven porno, que la prostitución es la causa principal de las agresiones sexuales y el que paga por sexo –el “putero”– se convierte en un monstruo social, epítome de todo lo que está mal en el orden de género–. “El pánico moral cristaliza temores y ansiedades muy extendidos y, a menudo, se enfrenta a ellos, no buscando las causas reales de los problemas y las características que muestran, sino desplazándolos a los ‘tipos diabólicos’ de algún grupo social concreto”, explica Jeffrey Weeks

Las guerras del género no son únicamente utilizadas por la derecha. Sus formas, sus argumentaciones, sus cazas de brujas, las hemos encontrado estos últimos años desplegadas con toda su brutalidad en un sector del feminismo contra las personas trans y el avance de sus derechos. Recordemos: las mujeres trans que acechan en los baños o los vestuarios para violarnos, o asociadas, una vez más, a la pederastia, las que vienen a “borrarnos”, esas, culpables de tener o haber tenido pene. Si el objetivo era la mejora de una ley, o su cuestionamiento y debate, las formas en las que se ha producido esta discusión han tenido la consecuencia de imposibilitar cualquier intercambio. En una guerra solo hay dos bandos. ¿Cómo debatir?

Sorprende la indignación rugiente contra proxenetas y puteros, no contra los patronos que explotan a temporeras en los campos de Huelva

También se han utilizado contra las trabajadoras sexuales y su derecho mínimo, en este caso, simplemente a existir, a no ser criminalizadas y perseguidas, a no estar todavía más sometidas al poder de jueces y policías. Todo pago por sexo es violación, el consentimiento no existe, “son penetradas por todos los agujeros”… el lenguaje milenarista no ceja, mientras se ofrece una imagen simplificada de una realidad que es plural: la de mujeres drogadas casi atadas a una cama disponibles 24 horas para su “consumo”. La figura de la puta como víctima que tiene que ser salvada y al tiempo como vidas sacrificables en pro de la igualdad de las mujeres. La guerra es contra los proxenetas y contra los puteros, dicen, no contra las mujeres que ejercen. Mientras, hemos visto trabajadoras sexuales acosadas en manifestaciones y charlas, expulsadas de debates en la universidad o sin poder hablar en asambleas del 8M. Sorprende que la explotación laboral no genere casi ningún tipo de reacción, que apenas se hable de ello y que solo lo hagamos cuando está relacionada con el sexo. Sorprende la indignación rugiente contra proxenetas y puteros, no contra los patronos que explotan a temporeras en los campos de Huelva, no contra las patronas que tienen a sus domésticas internas trabajando siete sobre siete sin salir, no contra los policías que devuelven a niños en la frontera, los persiguen por las calles de Ceuta o les disparan pelotas de goma en el mar hasta que mueren. El sexo tiene algo inaprensible, sagrado, con capacidad de hacernos bramar. 

Estas formas del pánico moral no solo se están encauzando contra los otros sociales, contra marginados –putas o trans–, sino que se infiltran también en el relato sobre la violencia sexual que deviene en terror sexual, generando miedo y volviéndose en contra de nuestra propia autonomía. Sí, amigas, las guerras del género no son exclusivas de las extremas derechas, también están siendo desplegadas por feministas, por “socialistas”, por los ¿nuestros? El pánico moral se usa aquí también para agitar, para crear sus propias bases sociales aunque no sean mayoritarias pero sí muy activas, dispuestas a convertirse también, como los fundamentalistas religiosos, en “guerreras de los valores”, en este caso, en nombre del feminismo. Como ya dijimos, una propuesta al servicio del reencantamiento de la política en tiempos de descreimiento generalizado, de crisis de la representación. El feminismo además es útil porque viene cargado de legitimidad política –sobre todo en la izquierda–; ganarlo abriendo nuevas guerras puede tener premio. El premio es el poder.

Asistimos a un momento en el que la polarización es espoleada por los algoritmos de las redes y al auge de las teorías de la conspiración. Toda política se está impregnando de esas guerras culturales en tiempos de futuros colapsados. La pregunta fundamental es si esas formas políticas, si la apelación a emociones fuertes, la creación de víctimas que necesitan ser salvadas, la indignación desbordada, la construcción de escándalos, miedos y chivos expiatorios pueden ser una estrategia viable en un proyecto de emancipación. Las guerras del género –como una vertiente radicalizada de las culturales– están destinadas también a desviar malestares sociales, muchos de ellos relacionados con las condiciones de vida, a desviar la mirada, decíamos, de un mundo que se desmorona, a redirigir la energía política a cuestiones morales para no hablar de explotación –del trabajo o por la vía de la renta inmobiliaria–, del empobrecimiento progresivo, de la crisis ecosocial. Usar formas de la política que sirven en última instancia para suturar la lucha de clases –y crear falsos culpables– solo puede resultar en una política conservadora. Da igual lo que propongas como resultado, pero además, si esas propuestas destinadas a solucionar los problemas que se han traducido en pánicos morales acaban siempre en el Código Penal –recursos para el sistema de encarcelamiento y las fuerzas de seguridad– no podrá ser otra cosa sino política reaccionaria. Quizá, simplemente, tenemos que asumir que hay un feminismo profundamente reaccionario. 

Hablar de sexo parece pues inevitable hoy.

Sí, a veces tengo esa sensación, quiero hablar de sexo, de disfrute, de placer, quiero hablar del Orgullo, de amor no reglado, pero pienso: el mundo se desmorona ¿qué importan esas cosas? ¿Qué verdad vale la pena decir cuando el horizonte parece el colapso ecológico, la crisis permanente, la violencia cada vez...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autora >

Nuria Alabao

Es periodista y doctora en Antropología Social. Investigadora especializada en el tratamiento de las cuestiones de género en las nuevas extremas derechas.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí