nostálgicos
Roca Barea desembarca en Estados Unidos
El Instituto Cervantes y un cónsul honorario de España promueven el documental ‘España. La primera globalización’, que defiende las tesis de la autora de ‘Imperiofobia’ y narra la historia desde una postura más afectiva que profesional
Sebastiaan Faber 8/10/2022
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Poco más de un año después de que Isabel Díaz Ayuso declarara en Nueva York que España “no siempre ha defendido como debiera” el legado de la Hispanidad y que “el indigenismo es el nuevo comunismo”, llega a Estados Unidos el documental España. La primera globalización, que se propone defender esa tesis de la mano de María Elvira Roca Barea, autora de Fracasología e Imperiofobia, justo cuando se acaba de publicar una nueva edición revisada de este último título.
Dirigido por José Luis López Linares y coproducido por RTVE con el apoyo de la Comunidad de Madrid y organismos como la Fundación Villacisneros, el documental presenta a tres docenas de expertos para relatar aquello que Pablo Casado llamara “el acontecimiento más importante de la Historia tras la romanización” –la expansión del Imperio Español por los cuatro rincones del globo– y desmentir todas las distorsiones proferidas durante los últimos 500 años por los muchos y poderosos “enemigos” de España, empeñados en negarle al país el prestigio que merece. En Estados Unidos, el estreno del documental se producirá en Seattle, patrocinado por el cónsul honorario, el mismo Día de la Hispanidad; se volverá a ver en Chicago el 20 de octubre, en una proyección patrocinada por el Instituto Cervantes.
“Desde el primer momento que la vi y conocí el cuaderno didáctico, me encantó el mensaje transmitido”, afirma Fernando Esteban, cónsul honorario en Seattle (Washington). “Es de lo mejor que nunca se ha hecho y de gran actualidad”. Junto con una plataforma de distribución, Platino Educa, Esteban está trabajando para que la película “se proyecte durante el año en los 485 colegios del estado de Washington donde se enseña español. El Ministerio de Educación español, con su alianza FEDESA, ya está ofreciendo la plataforma a sus 110 escuelas bilingües en Estados Unidos”.
“La película me parece muy bien documentada, muy bien montada y da la palabra a distintas personalidades de diferentes países”, concuerda Anastasio Sánchez Zamorano, director del Instituto Cervantes de Chicago. “Ha recibido muchísimas críticas muy positivas. Me parece muy importante que se vea en Estados Unidos. Todavía hay mucha leyenda negra que poco a poco se va desmoronando por su propio peso”.
El documental se propone desmontar el relato de la Leyenda Negra e inyectar a los españoles con una nueva dosis de desacomplejado orgullo patrio
En efecto: partiendo del principio de que “ahora más que nunca, la lucha por el pasado es la lucha por el futuro” (como dice Roca Barea), el documental se propone desmontar el relato de la Leyenda Negra –que, mantienen los expertos entrevistados, está muy vivo aún, tanto en España como en el extranjero– e inyectar a los españoles con una nueva dosis de desacomplejado orgullo patrio. A fin de cuentas, argumentan, fueron las hazañas españolas de los siglos XV y XVI –y los avances científicos, culturales y administrativos que estas permitieron– las que lograron por primera vez “globalizar” el mundo. Así, por ejemplo, fue la plata española, minada en América, la clave en las relaciones entre Europa y China.
Una idea central de la película es que los españoles de hoy deben rechazar con ahínco todo sentimiento de vergüenza con respecto a su pasado colectivo, por tres motivos principales. Primero, porque esa vergüenza está basada en una versión tergiversada del pasado nacional, promovida desde hace cinco siglos por extranjeros envidiosos (protestantes, sobre todo) y algunos españoles renegados. Segundo, porque quien escucha la narración no tergiversada de ese pasado solo podrá sentir admiración y –si es español– orgullo. Y es que “ese imperio fue un momentazo de la historia de la Humanidad”, como afirma Roca Barea. Y tercero, porque el maravilloso legado del imperio español no solo pertenece a los españoles sino que, dada precisamente su extensión e impacto en la historia universal, “es una cosa del mundo entero”. “Avergonzarse de ese pasado no tiene sentido ninguno”, dice Roca Barea, “salvo que media humanidad esté decidida a avergonzarse de sí misma”.
La película, en otras palabras, no se aproxima a la materia con los fines propios de la historiografía profesional: analizar, comprender o criticar los hechos del pasado. En su lugar, lee y narra la historia desde una postura profundamente afectiva. El pasado y nuestra relación con él se entienden exclusivamente en términos de orgullo, vergüenza, envidia, generosidad, admiración o desdén, sentimientos todos conectados con una identidad colectiva resumida en un nosotros español-católico y un ellos norteño-protestante, dos entes envueltos en una lucha centenaria por la hegemonía del relato.
Asociar a España con la intolerancia y el antisemitismo es injusto, afirma, por ejemplo, Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia: otros países europeos también expulsaron a los judíos. De hecho, afirma, “somos los últimos europeos en expulsarlos”, indicando con esa primera persona del plural en tiempo presente que se identifica plenamente con sus “compatriotas” del siglo XV. (Eso sí, en su entusiasmo se olvida de que el decreto de expulsión portugués llegó varios años después del de los Reyes Católicos, como ha señalado Edgar Straehle).
En la misma línea, el filósofo Pedro Insua subraya en su intervención que el decreto de 1492 que obligó a la población judía a elegir entre conversión o expulsión no tuvo ninguna dimensión racista –“para dejar de ser judío, te tenías que bautizar, y ya está”– mientras que el historiador Jaime Contreras explica que “la mayor parte de la minoría judía se convirtió de una forma más o menos espontánea … Ahí no intervino para nada el Santo Oficio”. Por otra parte, durante los 105 minutos de la película, el concepto de “limpieza de sangre” brilla por su ausencia.
Aunque Roca Barea lleva la voz cantante, el documental presenta a más de treinta entrevistados, entre los que encontramos a personalidades tan diversas como Alfonso Guerra, Stanley Payne, Natalia Denisova, Ignacio Gómez de Liaño, Adelaida Sagarra Gamazo, Fernando García de Cortázar, dos frailes franciscanos y varios historiadores latinoamericanos hispanófilos como Martín Ríos Saloma (mexicano) y Marcelo Gullo (argentino). También figuran algunos expertos menos conocidos por su afinidad ideológica con las posiciones de Roca Barea, como el historiador inglés Nigel Townson, de la Universidad Complutense, y Gijs van der Ham, comisario del museo estatal holandés (Rijksmuseum).
La película no se aproxima a la materia con los fines propios de la historiografía profesional: analizar, comprender o criticar los hechos del pasado
Van der Ham fue responsable de una exposición reciente sobre la guerra de los Ochenta Años (1568-1648), que incluía ejemplos de propaganda producida en torno al conflicto, algunos de los cuales se incorporan en el documental. “Cuando la señora Roca Barea me vino a entrevistar en 2019”, dice el comisario, “en uno de los últimos días de la exposición, me sorprendió que, al parecer, le costara –o se negara a– distinguir entre la propaganda antiespañola expuesta y la intención de la propia exposición, que desde luego era muy diferente. Como si el hecho de mostrar hoy esta propaganda de los siglos XVI y XVII fuera un acto de hispanofobia y por tanto una ofensa a España”. Pocos días después de la visita, Roca Barea publicó una tribuna en El Mundo en la que criticaba la exposición por dar una imagen sesgada y parcial del conflicto –“hay silencios clamorosos que sala a sala asaltan al historiador”– al servicio del “mito fundacional” del nacionalismo holandés. “Una crítica infundada”, afirma Van der Ham, “que, si acaso, demostraba los prejuicios de la propia autora”. Por otra parte, dice el comisario, no se le informó de antemano sobre la intención del documental. De haberlo sabido, no habría cedido la entrevista.
Lo cierto es que el documental, que ha tenido cientos de miles de visionados en RTVE, no ha estado exento de controversia. Concretamente, ha sido criticado por repetir algunos de los contenidos más cuestionables de Imperiofobia. Su descripción apologética de la Inquisición, por ejemplo, no solo hace caso omiso de la labor inquisidora durante los 60 años previos a 1540, sino que equipara a la española con las instancias del Santo Oficio en otros países europeos, sin explicar que se trataba de organismos de carácter muy diferente. De modo similar, Roca Barea, en la película, parece atribuirle personalmente al teólogo Juan Calvino una serie de condenas religiosas. “El calvinismo en Ginebra”, afirma, “provocó del orden de 500 muertes en los aproximadamente 20 años que Juan Calvino controló y gobernó esa ciudad”. Pero Roca Barea “no aporta ninguna prueba de estas cifras”, ha afirmado el filósofo José Luis Villacañas en su libro Imperiofilia, “e ignora que Calvino respetó escrupulosamente la división de poderes en Ginebra”.
“Juan Calvino tiene hoy en el Parque de los Bastiones de Ginebra un monumento de varios metros de altura puesto por la ciudad de Ginebra a su reformador”, afirma Roca Barea para subrayar el tratamiento injusto al que sigue sometida España en el contexto europeo. “Si a nosotros se nos ocurriera hacerle un monumentillo de nada a Torquemada, por ejemplo, que provocó muchísimas menos muertes, pero incomparables… Es inconcebible que algo así ocurra en España. Pero es perfectamente concebible que suceda en Ginebra”.
La película también hace un uso provocador de las imágenes. Así, cuando se escucha a Roca Barea afirmar que “el luteranismo es una manifestación del nacionalismo germánico”, se yuxtapone una imagen de Lutero con una esvástica, tomada de un cartel de propaganda nazi, con una foto de noviembre de 1933, en el 450 aniversario del nacimiento de Lutero, de unos miembros de la Sturmabteiling (S.A.) y una corona de flores delante del monumento al reformista en Berlín (monumento que luego sería destruido en la II Guerra Mundial). Por otra parte, el documental ilustra –extrañamente– la llegada de Colón a las Américas con escenas de películas mudas de principios del siglo XX, en blanco y negro o coloreadas, con actores europeos vestidos de “indios”.
El mayor problema del documental, según Doubleday, es que moviliza su crítica de la Leyenda Negra para “legitimar la violencia colonial”
¿Qué opinan sobre la película los expertos en Estados Unidos? “Ciertamente, hay buenas razones para criticar la Leyenda Negra y la idea del excepcionalismo español”, afirma Simon Doubleday, profesor de historia medieval española en la universidad de Hofstra (Nueva York). “España no tuvo ningún monopolio sobre la intolerancia religiosa ni tampoco merece del todo su reputación de país especialmente antisemita, o más antisemita que los demás. Eso sí, la afirmación de Pedro Insua de que el antisemitismo español no partía de ideas racistas no deja de ser un argumento vacío. Claramente, no bastaba con bautizarse para evitar la persecución antisemita: lo que incitaba los miedos y la violencia de los inquisidores era, precisamente, su paranoia ante el criptojudaísmo”.
El mayor problema del documental, según Doubleday, es que moviliza su crítica de la Leyenda Negra para “legitimar la violencia colonial, blanquear la intolerancia religiosa y minimizar la destrucción de culturas indígenas por parte de Castilla y otros poderes europeos”. “Describir a los conquistadores como héroes de frontera es muy peligroso”, afirma, “y más cuando algunos de los entrevistados parecen sugerir que el impulso colonial aún sigue vivo”. Tampoco es válido deslegitimar cualquier visión crítica de la empresa colonial como una forma de acercamiento descontextualizado, desde el presente, puntualiza el historiador, dado que, incluso en su época “dentro de los imperios de España, Gran Bretaña u Holanda existían ya muchas formas de oposición pasiva y activa contra el régimen colonial y contra la esclavitud”. Por último, la idea de que este documental presenta un relato libre de manipulación ideológica es “o bien naif o altamente deshonesta”, subraya Doubleday: “La propia película moviliza la historia en apoyo de una agenda conservadora, nacionalista y colonial, oponiéndose a una amplia gama de movimientos progresistas a ambos lados del Atlántico”.
“La premisa central del documental es cierta”, afirma también Pedro García-Caro, profesor en la Universidad de Oregón que está escribiendo un libro sobre La política de la amnesia imperial. “Es verdad que lo que podemos considerar la primera globalización ocurrió en la época de la hegemonía naval y comercial ibérica, con su momento álgido durante el periodo en que todos los reinos ibéricos y sus posesiones de ultramar estaban dirigidos bajo la misma corona, entre 1580 y 1640. Muchos de los datos que se manejan en el documental son ciertos y demostrables, como que por ejemplo un tercio de la plata extraída de las Américas quedaba en las arcas comerciales de China a través del intenso comercio de Manila”. Sin embargo, agrega García-Caro, por bien documentada que esté, es obvio que la película está “pensada para desinformar”: “Calla más de lo que cuenta. No menciona, por ejemplo, de dónde salía la plata o quién la excavaba. No habla de la odiada mita ni de los mitayos; tampoco de las tres bancarrotas a las que llevó el exceso de numerario y de deuda al mismísimo Felipe II, etcétera”.
“La película me ha dejado perpleja”, dice Karen Stolley, profesora en la Universidad de Emory y coeditora de un libro de próxima aparición sobre la Leyenda Negra en el siglo XVIII. “La forma vertiginosa en que mezcla tantos periodos y lugares, sin apenas contexto –y con imágenes anacrónicas que no están ni identificadas– hace que el relato pierda toda profundidad. La película toca algunos temas válidos, como que ha habido cierta marginación de las aportaciones españolas en el macrorrelato de la modernidad. Pero la historia que presenta acaba completamente plana, presentista, puesta al servicio de un patriotismo banal, a la defensiva” –con la consecuente pérdida de rigor–. “Sorprende, por ejemplo, cómo el documental proyecta el mito de la convivencia ibérica sobre las Américas, partiendo de una idealización del mestizaje. Y algunas de las afirmaciones de Roca Barea son simplemente espeluznantes”.
“Está claro que este documental está hecho para un público español”, afirma Catherine Jaffe, coeditora de Stolley y profesora en la Universidad estatal de Tejas. “El debate en que interviene es puramente interno. Me recuerda a las disputas que estamos viviendo en Estados Unidos sobre la enseñanza de la historia nacional en los colegios y universidades. El Partido Republicano está promoviendo leyes pensadas para evitar que los alumnos blancos se sientan incómodos o avergonzados del pasado. Este documental parece perseguir un objetivo similar para el contexto español”.
En todo el proyecto, observa García-Caro, “hay un énfasis castellanizante que es, en el fondo, muy provinciano y a ratos da hasta un poco de pudor. ¿Por qué no decir que Magallanes era portugués y Colón genovés o que Amerigo Vespucci trabajaba para la ‘corona hispana’? Produce sonrojo el visionado tan localista cuando se pretende hablar de la primera globalización. Lo que busca ideológicamente el documental”, dice, “es elaborar un relato dolido del imperialismo español como si más que verdugo o explotador fuera, en realidad, la víctima de una campaña antiespañola panfletaria que terminó ganando el macrorrelato. En el fondo, es la conspiración judeomasónica de siempre –aquí solo llamada protestante– de la que han hablado tantos nacionalistas hispanistas dolidos”.
Para García-Caro, todo el documental refleja un deseo “nacionalista, nostálgico de un relato nacionalista hispano”
Para poder llegar allí, apunta, “hay que poder decir varias o incluso muchas mentiras, desde las conversiones ‘voluntarias’ de judíos, que la Inquisición no los vigilaba, que los ‘conversos subieron de estatus social’, etc. Si cualquiera que quisiera ocupar cargos eclesiásticos, universitarios, administrativos o de la oficialidad militar en España tenía que pasar un examen de limpieza de sangre hasta el primer tercio ¡del siglo XIX! Así también es directamente falso que, bajo la dominación española de California, el número de indígenas creciera, como se afirma en la película”. Para García-Caro, todo el documental refleja un deseo “nacionalista, nostálgico de un relato nacionalista hispano”: “De lo que se trata no es de hablar de historia sino de labrar eslóganes ideológicos. Por eso tienen que llegar al paroxismo de afirmar que el logro de circunnavegar el planeta tierra ‘fue más importante que pisar la luna’”.
Resulta evidente que ese nacionalismo español ejerce una atracción bipartidista capaz de seducir a representantes del gobierno actual en España y el extranjero. “Roca Barea nunca ha dejado de ser cercana a elementos del PSOE”, dice Villacañas, quien recuerda que la obra de la maestra malagueña ha cosechado alabanzas de socialistas prominentes como Felipe González o Josep Borrell. “Aun así, que el Instituto Cervantes promueva esto me deja perplejo”.
“Es francamente preocupante que este documental –que en realidad no merece ese nombre– esté patrocinado por el Cervantes y el consulado, porque así están dando su imprimatur a este proyecto nacionalista”, afirma también Jaffe. “Por otra parte, dudo mucho que un público norteamericano vaya a poder captar su mensaje, si es que algún profesor de secundaria o universidad estuviera dispuesto a proyectarlo, cosa que también dudo. Aquí no va a ir a ningún lado”.
Poco más de un año después de que Isabel Díaz Ayuso declarara en Nueva York que España “no siempre ha defendido como debiera” el legado de la Hispanidad y que “el indigenismo es el nuevo comunismo”, llega a Estados Unidos el documental España. La primera globalización, que se propone defender esa tesis...
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Sebastiaan Faber
Profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Es autor de numerosos libros, el último de ellos 'Exhuming Franco: Spain's second transition'
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