Latas y adoquines
Poner el cuerpo
Las agresiones físicas a la comunidad LGTBIQ+ han crecido un 70% en 2022
Carlos García de la Vega 26/11/2022
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Otro tiroteo contra un bar LGTBIQ+ en Estados Unidos. Otra encerrona contra gente inocente que lo único que estaba haciendo era tratar de divertirse en un espacio seguro. Esta vez solo, como si fuese poco, como si cada muerto no fuese un fracaso y un horror, han caído cinco de los nuestros y dieciocho han resultado heridos. La policía dice que está investigando si se trató de un delito de odio. Como con Samuel hace dos años. Como si no resultase evidente que los cafres nos atacan como nos atacan porque en su cabeza bulle el odio que otros les han inoculado desde el discurso público y desde una supuesta decencia cristiana que es cualquier cosa menos decente, porque es hipocresía y doble moral. Pero la policía tiene que investigar si es delito de odio porque la policía no sabe lo que es sentir el odio homófobo en sus propias carnes y por lo tanto no lo puede reconocer por instinto de supervivencia.
Daniel David Aston era un chico trans que se había mudado de Tulsa a Colorado Springs a vivir una vida nueva y que trabajaba de camarero en el Club Q. Ya no está con nosotros porque a un chaval de su edad se le ocurrió comprar un rifle y emprenderla con un grupo de gente que estaba simplemente existiendo. Esas existencias queer, inventadas según ellos, contra la que cargan las feministas transexcluyentes y transodiantes, esas vidas humanas que desprecian con su discurso neofranquista y tremendamente hipócrita las alimañas de Vox. En Estados Unidos, el ala más dura del partido republicano también carga contra la supuesta inocencia de nuestra comunidad: su desfachatez no tiene límites. La congresista republicana por Colorado, defensora de la venta de armas y de las terapias de conversión, Lauren Boebert, puso un tuit condenando el tiroteo. Dice que reza por las víctimas y sus familias. Estoy seguro de que esa mujer no ha rezado en su vida. No dice una palabra de que las víctimas eran de la comunidad LGTBIQ+. Su artera forma de entrar en la conversación pública, obviando nuestras realidades, apelando emocionalmente a valores cristianos que en realidad no siente, ¿no nos recuerda a la desfachatez insultante de Isabel Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez cuando se niegan a poner, como si fuese un oprobio, banderas LGTBIQ+ en la Puerta del Sol mientras sermonea como una predicadora que Madrid es la tierra de la libertad?
La policía tiene que investigar si es delito de odio porque la policía no sabe lo que es sentir el odio homófobo
Aldrich, el asesino por odio, fue reducido por un exmilitar que estaba en el bar, ayudado por otros clientes y un drag queen que actuaba. Todos los traumas de sus servicios en el ejército de Estados Unidos le hicieron activar en el Club Q el estado mental de ofensiva militar y le sirvió para organizar el caos y someter al atacante. Lo militar para defender el ambiente: qué tristeza. Ha llegado un punto en el que, tras una aparente bonanza debida a la conquista de derechos y su consiguiente aceptación social, las comadrejas de Vox y todos sus anexos ideológicos nos han vuelto a poner en el punto de mira de la gente que se cree moralmente superior a nosotros. La creación en Panamá de la Fundación por la defensa de la familia tradicional de Macarena Olona implica directamente que nuestras familias, tan familias como cualquiera, por más que ella aflaute y ahueque su voz con católico espanto, estén en peligro. Se quejaba en Ana Rosa de la persecución que está sufriendo en internet por parte de los secuaces de Santiago Abascal, el parlamentario con pistola. Qué irónico, cuando ella instiga lo mismo contra nosotros con su cruzada neocatecumenal. Hace un par de años que no podemos bajar la guardia en la conversación pública. A la mínima que hablas con gente, seguro que buenas personas, pero moldeada por el mal sistémico del heteropatriarcado, se nos viene a decir que bastante se ha avanzado, que no nos podemos quejar, que estamos mejor que nunca y lo que subyace, no nos engañemos, es: para lo degenerados que sois, bastante bien os hemos tratado todo este tiempo. No podemos permitirnos ceder ante la más mínima violencia dialéctica en el ámbito público o privado. El siguiente paso va a tener que ser, como en Colorado Springs, defendernos físicamente de todos aquellos que ataquen a alguien de nuestra comunidad, sin esperar a que haya un militar o un policía, seguramente homófobo, en la sala. Las agresiones físicas a la comunidad LGTBIQ+ han crecido un 70% en 2022. Toca poner el cuerpo porque la convivencia está hecha pedazos por culpa de una ultraderecha impúdica e incendiaria. Lo pondremos. No hay problema. Ojalá haber podido defender a Samuel mis amigos y yo. Nos hubiese valido la pena cada hematoma, cada contusión.
Otro tiroteo contra un bar LGTBIQ+ en Estados Unidos. Otra encerrona contra gente inocente que lo único que estaba haciendo era tratar de divertirse en un espacio seguro. Esta vez solo, como si fuese poco, como si cada muerto no fuese un fracaso y un horror, han caído cinco de los nuestros y dieciocho...
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Carlos García de la Vega
Carlos García de la Vega (Málaga, 1977) es gestor cultural y musicólogo. Desde siempre se ha dedicado a hacer posible que la música suceda y a repensar la forma de contar su historia. En CTXT también le interesan los temas LGTBI+ y de la gestión cultural de lo común.
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