reparto de poder
Una “estrella del pop” cambia la ley electoral en Bosnia
El alto representante Christian Schmidt, que supervisa los acuerdos de paz, ha reforzado la división étnica en el poder legislativo bosnio. El cambio favorece a los nacionalistas croatas y ha provocado un gran descontento
Marc Casals 3/11/2022
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“Después de una de mis intervenciones, en Sarajevo me aclamaban como a una estrella del pop”, aseguró a un diario alemán Christian Schmidt, alto representante de la comunidad internacional en Bosnia-Herzegovina. Sin embargo, ya son dos las manifestaciones organizadas contra él frente a la sede de la institución que encabeza, creada para supervisar la implementación de los Acuerdos de Dayton que pusieron fin a la guerra en el país, y su impopularidad no deja de crecer. La razón es que, el pasado 2 de octubre, modificó por sorpresa la ley electoral bosnia en la misma noche de las elecciones, nada más cerrarse las urnas.
Con esta singular medida, Schmidt pretendía paliar el descontento de parte de la población croata, que se encuentra en minoría respecto a los bosniacos en la denominada “Federación”, una de las dos entidades que conforman Bosnia. También acercar el país a la Unión Europea. Sin embargo, corre el riesgo de dejar insatisfechos a los nacionalistas croatas, avivar la frustración tanto de bosniacos como de probosnios y ahondar en el descrédito de la comunidad internacional en un Estado que, sin ella, quedaría en una situación más que precaria.
Muchos croatas de la Federación se sienten minorizados respecto a los bosniacos y vienen reclamando la modificación de la ley electoral e incluso de la estructura de Bosnia
Desacuerdos en la Federación
La Guerra de Bosnia-Herzegovina estalló en 1992, cuando esta república proclamó su independencia de Yugoslavia. En ella tomaron parte tres grandes bandos: el Ejército de Bosnia-Herzegovina, de mayoría bosniaca (bosnios de tradición musulmana); el Consejo de Defensa Croata, de mayoría croata, y el Ejército de la República Srpska, de mayoría serbia. Al iniciarse el conflicto, el Ejército de Bosnia-Herzegovina y el Consejo de Defensa Croata eran aliados contra el Ejército de la República Srpska, pero a partir de otoño de 1992 se desataron las hostilidades entre ellos. El resultado fueron miles de muertos y la destrucción de abundante patrimonio material, incluido el puente otomano de Mostar.
Bajo los auspicios de los Estados Unidos, en marzo de 1994 el presidente de Bosnia, Alija Izetbegović, y el de Croacia, Franjo Tuđman, firmaron los acuerdos de paz de Washington, por los que se constituía una “Federación Bosniaco-Croata”. Luego sería rebautizada como “Federación de Bosnia-Herzegovina” y conocida simplemente como “Federación”.
Esta entidad –una de las dos que componen Bosnia-Herzegovina, junto a la República Srpska, habitada sobre todo por serbios– cuenta con una amplia mayoría bosniaca: según el censo de 2013, el único realizado en Bosnia desde el fin de la guerra, en la Federación vivían un 70,40% de bosniacos y un 20,4% de croatas. Los Acuerdos de Paz de Dayton, firmados en 1995, terminaron con la guerra de Bosnia, pero al mismo tiempo consagraron el principio de diferencia étnica que había azuzado el conflicto. A partir de ellos se estableció un alambicado sistema de gobierno. Además de una presidencia tripartita –un bosniaco, un croata y un serbio–, Bosnia cuenta con un parlamento dividido en dos cámaras: existe una Casa de los Representantes y, en paralelo a ella, una Casa de los Pueblos que vela porque las leyes propuestas no infrinjan ningún “interés nacional vital”. El mismo esquema bicameral rige en la Federación.
Buena parte de los croatas de Bosnia-Herzegovina consideran su estatus en la Federación como subalterno. El motivo no es solo su inferioridad numérica respecto a los bosniacos. Mientras el nacionalista Franjo Tuđman presidió la vecina Croacia –de 1991 a 1998– gozaron de su apoyo por constituir un electorado fiel, pero, una vez muerto Tuđman, su sucesor, Stipe Mesić, les instó a mirar no hacia Zagreb, la capital croata, sino hacia Sarajevo. Además, Željko Komšić, croata de orientación probosnia, ha sido elegido en tres ocasiones como miembro croata de la presidencia de Bosnia con numerosos votos no croatas, sino bosniacos. Por todo esto, muchos croatas de la Federación se sienten minorizados respecto a los bosniacos y vienen reclamando la modificación de la ley electoral e incluso de la estructura de Bosnia: de la misma forma que los serbios son mayoría en la República Srpska y los bosniacos en la Federación, hay quien aspira a una “tercera entidad” de mayoría croata.
Aprovechando su condición de miembro de la UE y la OTAN, Croacia desarrolla una intensa actividad de lobby en Bruselas y el resto de capitales europeas
Una institución cuestionada
Los Acuerdos de Dayton pusieron fin a la violencia en Bosnia, pero tras su firma la comunidad internacional debía recoser el país. En previsión de que las discordias perdurarían, se creó la Oficina del Alto Representante, un organismo encabezado por un mandatario extranjero que debía velar por la aplicación de los acuerdos de paz en sus aspectos civiles. Por tradición, para el cargo de Alto Representante se viene nombrando a diplomáticos europeos, mientras que sus ayudantes proceden de los Estados Unidos. El primero de estos delegados internacionales fue el sueco Carl Bildt, que llevaba meses actuando como mediador en la guerra. Le siguió el español Carlos Westendorp, quien ejerció el cargo durante dos años y contaba en su gabinete con un entonces veinteañero Pedro Sánchez. Desde 1995 hasta la actualidad, en Bosnia ha habido ocho altos representantes, cuya elección no corresponde a los ciudadanos bosnios, sino a una organización llamada “Consejo de Implementación de la Paz” que dirigen las grandes potencias".
En 1997, el Consejo de Implementación de la Paz, responsable de la aplicación de los Acuerdos de Dayton, se reunió en la ciudad alemana de Bonn para ampliar los poderes del Alto Representante, con la idea de evitar las obstrucciones de los partidos nacionalistas. Desde entonces, el Alto Representante puede tomar decisiones vinculantes si hay un bloqueo en la política nacional y destituir a cargos públicos que incumplan sus obligaciones legales o los Acuerdos de Dayton. Los altos representantes han usado estos llamados “Poderes de Bonn” según su criterio personal. Como ejemplo, el irlandés Paddy Ashdown tomó decisiones de gran calado y destituyó a numerosos cargos públicos. En el otro extremo, el austriaco Valentin Inzko fue objeto de burlas por su pasividad –los bosnios se mofaban de sus expresiones de “honda preocupación” y “condena enérgica”–, hasta que usó los poderes de Bonn para prohibir el negacionismo de cualquier genocidio, incluido el de Srebrenica.
En 2021, a propuesta de Alemania, Inzko fue sustituido por Christian Schmidt. Perteneciente a la Unión Social Cristiana de Baviera, Schmidt es un político de centroderecha que sirvió como ministro federal de Alimentación y Agricultura en el tercer Gobierno de Angela Merkel. Llegó a Bosnia dispuesto a ejercer un cargo que suscita opiniones encontradas: para unos, garantiza la estabilidad en un país troceado por las divisiones étnicas; para otros, se trata de una encarnación moderna de los virreyes coloniales cuya presencia impide a Bosnia gobernarse por sí misma. El Consejo de Implementación de la Paz ha establecido una serie de condiciones para el cierre de la Oficina del Alto Representante. De ellas, se han cumplido algunas, como la consolidación del Estado de derecho, la sostenibilidad fiscal de Bosnia y la firma de un acuerdo de estabilización y asociación con la Unión Europea. La desaparición del Alto Representante constituye un requisito previo para la candidatura de Bosnia a la UE.
Croacia aparece no solo como firmante, sino también como garante de los acuerdos, un rol ambiguo entre el apoyo a los croatas de Bosnia y la injerencia en un país vecino
¿Una victoria de Croacia?
Como representantes de los bandos en guerra, los Acuerdos de Dayton fueron rubricados por tres jefes de Estado: Alija Izetbegović, presidente de Bosnia-Herzegovina; Slobodan Milošević, presidente de Serbia, y Franjo Tuđman, presidente de Croacia. Igual que Serbia, Croacia aparece no solo como firmante, sino también como garante de los acuerdos, un rol ambiguo que ejerce en la fina línea entre el apoyo a los croatas de Bosnia y la injerencia en un país vecino. Aprovechando su condición de miembro de la UE y la OTAN, los representantes de Croacia trabajan para influir en gobiernos y organizaciones de todo el mundo de forma que beneficie a los intereses nacionales. Por otra parte, el primer ministro de Croacia, Andrej Plenković, ha admitido públicamente que llevaba meses hablando “de forma exhaustiva y discreta” con Christian Schmidt, a quien en 2020 condecoró con una orden oficial por su contribución a la soberanía de Croacia y la promoción de sus intereses en Alemania y el resto del mundo.
Con su “Decisión que modifica la Constitución de Bosnia-Herzegovina”, publicada el 2 de octubre tras el cierre electoral, Schmidt varió la estructura de la Casa de los Pueblos de la Federación aplicando una sentencia del Tribunal Constitucional bosnio. La cámara se amplía de 58 a 80 miembros: 23 de cada “pueblo constitutivo” (bosniacos, croatas y serbios) y 11 de los llamados “otros”, bosnios que no se identifican con ninguno de los tres. Pero la medida va más allá de un simple aumento numérico, ya que los delegados de la Casa de los Pueblos pasan a ser elegidos por las asambleas de los cantones en los que está dividida la Federación proporcionalmente a su estructura étnica. Este cambio hará que, en la Casa de los Pueblos, facultada para vetar leyes del parlamento de la Federación si vulneran “intereses nacionales vitales”, se consolide el principio étnico y aumente el número de escaños obtenidos por el partido nacionalista Comunidad Democrática Croata (HDZ).
Para muchos bosnios, tener a un mandatario extranjero que puede hacer y deshacer en el país a su antojo resulta entre absurdo y humillante
La decisión ha provocado ya dos manifestaciones frente a la Oficina del Alto Representante. También reacciones airadas en la esfera pública, que el propio Schmidt ha contribuido a exacerbar con sus formas. Pese a proclamar que él es un “alemán racional” –en contraste implícito con los “irracionales eslavos” a quienes gobierna– ha perdido ya varias veces la compostura y alzado la voz cuando algún periodista le formulaba preguntas que no eran de su agrado. Ante la insatisfacción casi unánime respecto a sus medidas, se le ocurrió citar una frase del emperador austrohúngaro Francisco José: “Si todos mis pueblos están igual de descontentos, significa que he sido un buen gobernante”. La mención resulta tan cuestionable como inoportuna, teniendo en cuenta que la anexión de Bosnia por el Imperio austrohúngaro marcó el principio de su fin: la Primera Guerra Mundial, iniciada a partir del asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero de Francisco José, precisamente en Sarajevo.
Dos principios... ¿irreconciliables?
Pese al descontento que su decisión ha generado en Bosnia, de momento parece que Schmidt se va a salir con la suya, aun a costa de un enorme descrédito a la vez personal y de la institución que representa. Para muchos bosnios, tener a un mandatario extranjero que, con un conocimiento limitado sobre la historia, la cultura y la mentalidad del país, puede hacer y deshacer en él a su antojo, resulta entre absurdo y humillante. Pero, al mismo tiempo, la presencia del Alto Representante constituye una garantía de paz.
La reforma electoral de Schmidt es un episodio más del pulso entre dos visiones sobre cómo repartir el poder en Bosnia. La predominante sobre todo entre nacionalistas croatas y serbios es que el sistema debe mantener y reforzar la lógica identitaria; en el otro bando, numerosos bosniacos y probosnios reclaman que evolucione hacia un tipo de representación más cívica. La pregunta clave es si estos dos principios que vienen chocando desde hace años podrían armonizarse sin la tutela de la comunidad internacional.
“Después de una de mis intervenciones, en Sarajevo me aclamaban como a una estrella del pop”, aseguró a un diario alemán Christian Schmidt, alto representante de la comunidad internacional en Bosnia-Herzegovina. Sin embargo, ya son dos las manifestaciones organizadas contra él frente a la sede de la institución...
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Marc Casals
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