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El enésimo episodio racista vivido en España, sucedido en el estadio de Mestalla el domingo 21 de mayo, ha provocado una reacción internacional de repulsa y también de solidaridad hacia el joven delantero brasileño Vinícius Jr., la víctima más habitual de los insultos racistas en los estadios nacionales. En España, la reacción al bochornoso espectáculo ha sido comandada por el Real Madrid y su presidente, Florentino Pérez, que en apenas unas horas han conseguido colocar el asunto del racismo en el fútbol en el centro de la agenda política y mediática.
En CTXT siempre hemos denunciado el racismo, la xenofobia, la homofobia, el antigitanismo, la transfobia y el machismo, y siempre hemos señalado a los políticos, periodistas y empresarios que explotan esas repugnantes señas de identidad del fascismo para intentar medrar apelando a los más bajos instintos de la sociedad.
Desde el minuto uno, pedimos, por esa razón, un cordón sanitario para impedir que Vox entrara en las instituciones, mientras el 90% de los medios ponía la alfombra roja a la formación de extrema derecha escindida del Partido Popular. Así que nos congratula que el racismo se haya convertido de repente en el gran tema de las conversaciones en los medios y en las calles, opacando los debates electorales. Pero creemos que es nuestro deber matizar ese entusiasmo, porque la campaña emprendida por el club más laureado del mundo, y secundada con insólito ardor por la mayoría de la prensa y los responsables políticos, puede hacer olvidar al público que la tolerancia con los intolerantes ha sido una de las marcas definitorias de la sociedad española (y no solo en el deporte) en los últimos años. Y, sobre todo, no debemos olvidar que esa afición a los delitos de odio ha marcado la actuación de algunos políticos y de no pocos periodistas que ahora gritan escandalizados que es urgente desterrar a los racistas de los estadios y proteger a Vini Jr.
Las conductas racistas o xenófobas cuentan con la aprobación de un 25% de los jóvenes
Algunos ejemplos pueden ayudarnos a recordar de dónde venimos y a calibrar el nivel de implicación / hipocresía de quienes hoy se rasgan las vestiduras. Al menos una treintena de personas subsaharianas murieron en la madrugada del 24 al 25 de junio de 2022 tratando de saltar la valla que separa Nador de Melilla. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, calificó la matanza como una operación “bien resuelta”. A día de hoy, España no ha reconocido su participación en ella, y ningún responsable político o policial ha sido cesado. Hace unos días, Ana Rosa Quintana recibía la Medalla de Honor de Madrid, y declaraba: “Me he criado en Usera, en un barrio obrero y trabajador, antes de que fuera Chinatown”.
Hace menos días, Pablo Motos se reía en su programa con un invitado sobre la condición de “sorda y bollera” de Pilar Lima, la candidata de Podemos en Valencia. Hoy mismo, el líder de la oposición y del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha condenado los insultos racistas al futbolista del Real Madrid subrayando que el deporte es incompatible con el racismo (!), al tiempo que ha sostenido que “España no es un país racista en ningún caso”. También este 23 de mayo, Vox ha publicado un cartel electoral en el que afirma: “No se puede permitir que las ayudas al alquiler terminen en el bolsillo de los que vienen de fuera”. En 2021, ese mismo partido planteó deportar al activista y diputado madrileño de Podemos, Serigne Mbayé, que posee la nacionalidad desde hace años, y su indignante cartel electoral contra los menores extranjeros no acompañados fue avalado por la Audiencia Provincial de Madrid.
Veamos ahora algunos datos que dan contexto al problema del racismo en España. En 2020, 1.624 personas residentes en todas las comunidades autónomas y representativas de todos los grupos racializados respondieron a una encuesta del Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica (CEDRE). Solo el 18,2% de las personas que han sufrido discriminación se atrevieron a presentar una denuncia policial. Pero el 51,8% de las personas entrevistadas manifiestan haber sufrido discriminación en, al menos, una de las situaciones planteadas en la encuesta (trato despectivo, insultos, violencia verbal, discriminación en el ámbito laboral o de la vivienda, marginación y exclusión social). Entre estos, el 55% atribuía los ataques a su color de piel y rasgos físicos. No hablamos de un grupo reducido ni de casos aislados: en torno al 15% de la población que reside en España es inmigrante.
Hay cifras igual de preocupantes en el Informe sobre la evolución de los delitos de odio en España 2021 del Ministerio de Interior, que muestra el crecimiento en el número de crímenes de carácter xenófobo y racista. En un solo año, de 2020 a 2021, aumentaron un 31,7% y se han convertido en los más numerosos (35,4% del total). El estudio, realizado a partir de una muestra de 1.200 jóvenes de entre 15 y 29 años, confirma que, a pesar de que los comportamientos discriminatorios contra minorías étnicas están vinculados directamente con los ideales de la extrema derecha, el racismo se extiende cada vez más a un espectro ideológico más extenso. De hecho, solo el 5,6% de los jóvenes se sitúa en la extrema derecha. Pero los comportamientos racistas o xenófobos cuentan con la aprobación de un 25% de la población joven.
¿Querrá el PP renunciar a pactar con la ultraderecha allá donde necesita sus votos para ponerse al frente de la manifestación?
Los datos y los ejemplos parecen concluyentes. Vinícius Jr. tiene razón. España es un país racista porque el racismo se ha tolerado, y debe resolver un enorme problema: el virus del fascismo afecta al menos a un 25% de los jóvenes. Es normal, por tanto, que los episodios racistas se manifiesten con crudeza y persistencia en los campos de fútbol, esos recintos sin ley donde las actitudes violentas marcan desde hace décadas la pauta de los grupos neonazis, que siguen siendo dueños y señores en casi todos los estadios.
Según declaró Florentino Pérez el 23 de mayo, durante su visita al Ayuntamiento de Madrid, la solución al problema es “cambiar la estructura arbitral”. Luego, encargó dirigir la animación del homenaje a Vinícius a un conocido ultra navajero. Poco después, Pérez le dio una colleja cariñosa al alcalde Almeida ante las cámaras de La Sexta, y pidió el voto para el PP. Por la noche, se supo que el Comité de Competición había retirado la tarjeta roja a Vini, que dio un puñetazo a un rival en Valencia. La resolución del regulador hacía suyas las alegaciones presentadas por el Madrid.
La insólita exhibición de poder del presidente madridista invita a dudar de las verdaderas intenciones del club al abrir esta causa no contra el racismo, sino contra quienes dedican insultos racistas a Vinicius. Y el recelo anima a hacerse algunas preguntas: ¿Por qué en los últimos años las terminales mediáticas más sumisas a Florentino Pérez no han combatido, y al revés, han alentado, la presencia de la extrema derecha en sus platós, a la vez que han silenciado las actitudes nazis, racistas y homófobas de una parte de la afición merengue? ¿Por qué precisamente ahora cambian radicalmente de rumbo?
Más preguntas: ¿querrá el Partido Popular renunciar a pactar con la ultraderecha allá donde necesita sus votos, o se trata de un movimiento electoralista pactado entre Pérez y el PP llamado a desinflar los apoyos de Vox? ¿Puede Tebas, presidente de LaLiga y neofascista confeso, liderar este movimiento Black Lives Matter? ¿Tienen Ferreras, Ana Rosa Quintana, Pablo Motos, Josep Pedrerol y otros personajes de la cloaca mediática alguna credibilidad para comandar la cruzada por los derechos humanos de las personas racializadas?
¿Irá esta campaña tan necesaria hasta el fondo para erradicar el racismo institucional y estructural, o se quedará en una estratagema de Florentino Pérez para intentar aumentar su poder político, su cuota de mercado y el número de títulos en las vitrinas? ¿La visita de Pérez a Almeida (forofo atlético) en plena campaña de las municipales es la devolución del favor que el alcalde ha hecho al Real Madrid al autorizar dos aparcamientos y un túnel ilegales en el Bernabéu?
Solo el tiempo responderá a estas cuestiones, pero en CTXT no creemos en los poderes mágicos y benéficos del mayor oligarca español, al que un ídolo madridista definió en su día como un ser superior.
Lo realmente urgente sería erradicar esos comportamientos con la ley en la mano en todas partes, no solo en los estadios, y apostar por una educación en valores cívicos y democráticos.
¿Sucederá algún día? ¿Liderarán Pérez y sus palmeros mediáticos esta estrategia de largo aliento?
El enésimo episodio racista vivido en España, sucedido en el estadio de Mestalla el domingo 21 de mayo, ha provocado una reacción internacional de repulsa y también de solidaridad hacia el joven delantero brasileño Vinícius Jr., la víctima más habitual de los insultos racistas en los estadios nacionales. En...
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