Editorial
Un cordón sanitario para aislar a Vox
2/12/2018
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Las elecciones andaluzas del 2 de diciembre de 2018 pasarán a la historia de la democracia española. No solo por la abstención récord del 41,4%, ni porque el centroizquierda pierde 40 años de hegemonía (aunque el PSOE sigue siendo la fuerza más votada), sino porque los partidos de derechas suman una inédita mayoría y, sobre todo, porque la extrema derecha nacionalista y xenófoba de Vox se convierte en un actor político relevante al entrar con una fuerza sorprendente en el Parlamento de Andalucía, con cerca del 11% de los votos (el 16% en Almería) y picos de hasta el 30% en lugares como El Ejido, donde es la fuerza más votada.
La noticia del día es que la ultraderecha mejora las estimaciones de todos los sondeos y nos pone sobre aviso (¡cuidado!) al mostrar que, de momento, no hay ninguna vacuna, ni siquiera la del 15-M, capaz de cortocircuitar el nacionalismo identitario cuando este encuentra un caldo de cultivo favorable. Medios e instituciones tienen una responsabilidad enorme en la ultraderechización del discurso y de la agenda vivida durante y tras la crisis catalana, con sus apelaciones al golpe de Estado, sus invocaciones a la unidad nacional y su tolerancia hacia las manifestaciones neofascistas, y el resultado de Cs, el PP y Vox nos recuerda que nunca (nunca) se debe menospreciar a la derecha más ultramontana por muy burda o grotesca que parezca en las formas, por zafios o joseantonianos que resuenen los contenidos políticos que vehicula.
El partido ultra liderado por Santiago Abascal ha logrado en estas semanas politizar el sentimiento de indignación larvado en una parte de la sociedad andaluza tras la crisis de otoño de 2017, y enlazarlo con una retórica de orgullo nacional que rehabilita los mitos difusos del imperio español al tiempo que estigmatiza a la izquierda acusándola de soberbia moral. Lo que Vox le ha dicho a muchos andaluces sobre temas como la identidad nacional, la inmigración, el toreo o la caza es que no deben sentirse culpables por sentir como sienten o por pensar como piensan, y que pueden (o deben) rebelarse contra quienes les juzgan o les menosprecian.
Así, la formación ultraconservadora imita los pasos del primer Jean-Marie Le Pen, quien, en los años ochenta del siglo pasado, se ganó el corazón de muchos franceses descargando su conciencia moral al “decir en alto lo que muchos pensaban en bajo”. Pero, a la vez, es fundamental que desde los ámbitos progresistas se evite una crítica exclusivamente moral de lo que supone Vox y se opte por indagar en las causas que explican esta irrupción sorprendente y en muchos sentidos desorbitada. Porque no es que muchos andaluces se hayan hecho de pronto de extrema derecha, sino que Vox ha sabido tocar un descontento latente que seguirá estando presente en la sociedad española en los próximos meses y años.
Cuando la izquierda despertó, la “España de los balcones” seguía ahí. Y ahí seguirá presumiblemente excitada hasta que los partidos nacionalistas catalanes no se decidan a desbloquear el trabajo legislativo en el Congreso de los Diputados. Pero ahora toca actuar, y tratar de limitar la influencia de Vox, evitando que se legitime entrando en las instituciones. En el corto plazo, el principio que debe regir las elecciones de los partidos a la hora de formar gobierno en Andalucía es el aislamiento de Vox. La experiencia de otras épocas indica que la ultraderecha no consigue infectar el sistema democrático si el resto de partidos le hacen frente. El mayor peligro en estos momentos consiste en que los partidos de la derecha decidan apoyarse en Vox para gobernar. Con el fin de evitarlo, la izquierda debería apoyar cualquier opción de gobierno en la que VOX sea irrelevante. Igual que hicimos hace tres años ante la corrupción del PP, ahora animamos a los partidos democráticos a realizar un cordón sanitario que impida que Vox sea una fuerza política decisiva, que quite o ponga gobiernos. Adelante Andalucía, que resta tres diputados a los 20 que tenían Podemos e Izquierda Unida, debería encabezar de forma enérgica este movimiento de higiene democrática.
Las elecciones andaluzas del 2 de diciembre de 2018 pasarán a la historia de la democracia española. No solo por la abstención récord del 41,4%, ni porque el centroizquierda pierde 40 años de hegemonía (aunque el PSOE sigue siendo la fuerza más votada), sino porque los partidos de derechas suman una...
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